miércoles, 26 de mayo de 2021

Los Templarios y el Sufismo

 


En el marco de sus disputas con otros cristianos, los templarios fueron a menudo, acusados de traidores por sus cordiales relaciones con los musulmanes. Es verdad, la Orden no sólo contrató mercenarios árabes, los “turcoples”, sino también siervos para cultivar sus tierras, artesanos para sus iglesias y fortalezas y , sobre todo, grupos de intelectuales y estudiosos islámicos, cuyas comunidades protegieron en tierras ibéricas. Fue especialmente intensa su relación con los místicos sufíes, cuya espiritualidad era del agrado del Temple. Los caballeros llegaron incluso a mantener disputas dialécticas periódicas y orgánicas con estos místicos, en cuyo marco pudieron entrar fácilmente en la heterodoxia, dada la rígida ortodoxia totalitaria que promovía la Cristiandad. Existieron varios ribbats (monasterios sufíes), que disfrutaron de la protección del Temple .
La Orden del Temple es, en su origen, genuinamente francesa. Fue una orden de monjes guerreros con un componente iniciático en su círculo más hermético, nacido del sincretismo del sufismo, religión esenia, gnosticismo, alquimia, kábala judía y runología nórdica. A medida que fueron adentrándose en este esoterismo, su jerarquía iniciática se fue alejando de la ortodoxia católica.
La ermita de San Bartolomé se encuentra en un punto equidistante entre los dos puntos geográficos más extremos del norte español, Creus y Finisterre. Sus canecillos, óculos pentaculares invertidos y capiteles acogen un simbolismo iniciático muy importante.
En su interior he hallado un grabado similar a uno de los “graffitis” realizados por los altos cargos templarios que, apresados, estuvieron encarcelados en la torre del homenaje del castillo francés de Chinon e interrogados en agosto de 1308 por tres cardenales, delegados del Papa. Un año después les condenaría un parlamento reunido en Tours. Los “grafittis” han sido objeto de numerosas interpretaciones e incluso el alquimista Eugène Canseliet, discípulo del misterioso Fulcanelli, ha tratado de descubrir su enigma.
La fábrica de este templo es protogótica en diversos elementos (como la bóveda y la portada) aunque fundamentalmente su planta y alzado son todavía románicos. Fue levantado en el primer cuarto o tercio del siglo XIII. En sus dos hastiales del eje norte-sur se encuentran sendos óculos abocinados de tres arquivoltas circulares concéntricas. La más exterior está decorada con 66 estrellas de seis puntas de diamante intercaladas con otras tantas bolas. En el centro de este rosetón románico se encuentra una enigmática celosía calada, de tracería musulmana; tracería en la que confluyen entrelazados diez corazones (5 pequeños y 5 largos) con una pentalfa y el consiguiente pentágono central.
Es obvio que la presencia de 10 corazones en el centro del rosetón remarca numéricamente la importancia simbólica del corazón. Y dado que el origen de estas celosías son musulmanas y provienen, geográficamente hablando, de Al-Andalus y del arte islámico, nada mejor que acudir a un destacado musulmán, contemporáneo del momento en que se alzó esta iglesia, para acercarnos lo mejor posible al simbolismo posible que nos quisieron transmitir los templarios con estos dos rosetones gemelos.
La mejor referencia es, sin duda, el más importante de los sufíes medievales, Ibn al Arabi, nacido en Murcia en 1165 y fallecido en el año 1240.
El corazón como en el sufismo en general, es el órgano mediante el cual se produce el verdadero conocimiento, la intuición comprehensiva, la gnosis (’ma’ riga’) de Allah y de los misterios divinos, en resumen, el órgano de todo lo que puede abarcarse con la denominación de ciencia de lo esotérico.  Resumiendo, esta ‘fisiología mística’ opera sobre un ‘cuerpo sutil’ compuesto de órganos corporales. El corazón es para el sufismo uno de los centros de la fisiología mística. Podríamos hablar igualmente de su función ‘teándrica’.
Otro gran maestro sufí, Jili, señala que el corazón “es como la luz eterna y la conciencia sublime revelada en la quintaesencia de los seres creados, a fin de que Dios pueda contemplar al Hombre por este medio; es el Trono de Allah y su templo en el hombre….” Asimismo el Corán dice que el corazón del creyente se encuentra entre los dedos del Misericordioso y un haddit pone en boca de Alah esta frase: “el cielo y la tierra no me contienen, pero estoy contenido en el corazón de mi servidor”.
La etimología de la palabra “corazón” proviene de la raíz indoeuropea KRD, que significa corazón, pero también, centro, medio, lo que explica su simbolismo tradicional. Así, en el Nuevo Testamento leemos que el Reino de Dios se encuentra en el corazón, mientras que san Clemente de Alejandría decía que Dios es el “corazón del mundo” (Allah es denominado “corazón de corazones y espíritu de espíritus”). Angelus Silesius afirmaba en el siglo XVII que el corazón es el templo y el altar de dios, y que puede contener a Allah enteramente, coincidiendo así con el haddit señalado anteriormente.
René Guénon, en su obra Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, resume el simbolismo tradicional del corazón indicando que representa el centro del ser integral, a la par que nos recuerda que cada centro espiritual ha sido designado como “Corazón del Mundo”.
Pero aún hay otro simbolismo vinculado crípticamente al corazón puesto que éste era representado en Egipto por un vaso o una copa que, en el simbolismo geométrico tradicional está expresado por un triángulo con el vértice hacia abajo y la base hacia arriba, e inclusive con dos triángulos que se tocan en el centro por medio de sus vértices. Y el simbolismo del corazón como vaso o copa nos conduce directamente a uno de los símbolos más sacros de la Edad Media: el Santo Grial.