martes, 1 de septiembre de 2020

Orden del Santo Sepulcro de Jerusalem

 


Fase Canónica de la Orden (326/1099)

Se inicia gracias a la devoción que santa Elena, madre del emperador Constantino ‘El Magno’ e instaurador del cristianismo en el Imperio Romano, tenía por los Santos Lugares. En el año 326 viajó a Jerusalén realizando excavaciones hasta encontrar el Gólgota y el Santo Sepulcro. En su lugar mandó levantar el templo de la Anástasis o Gloriosa Resurrección y encargó a un grupo de canónigos que realizaran los oficios religiosos en el mismo. Surgen así los primeros canónigos sepulcristas, encargados de acoger a los peregrinos que se dirigían a Jerusalén.

En el año 638 Jerusalén fue tomada, aunque se pudo continuar con el culto y las peregrinaciones. A principios del siglo XI los turcos gobernaron Jerusalén, persiguiendo a los cristianos e impidiendo todo tipo de peregrinación. Solamente los ortodoxos fueron autorizados a permanecer en Jerusalén, pero sometidos a múltiples abusos. Ante esta amenaza el Emperador bizantino pidió ayuda al papa Urbano II y éste decidió convocar un concilio en Clermont Ferrand (1055), acudiendo gran número de caballeros que al grito «Deus lo Vult», decidieron tomar la cruz convirtiéndose así en la I Peregrinación Armada o Cruzada, y partir a Tierra Santa. Después de cuatro años de confrontación con los musulmanes consiguieron recuperar Jerusalén en el año 1099.


Historia de la Orden del Santo Sepulcro fase canónica

Fase Heroica de la Orden (1099/1291)

Tras la conquista de la Ciudad Santa, Godofredo de Bouillón restauró el culto, sustituyendo a los canónigos ortodoxos, al considerarlos cismáticos, por canónigos latinos. Encargó a un grupo de caballeros la protección del templo, surgiendo así los primeros caballeros sepulcristas, así llamados por haber sido investidos por el Patriarca Latino de Jerusalén ante el Santo Sepulcro y que constituían una guardia noble que velaba con sus armas noche y día. Protegían las murallas de Jerusalén y acompañaban a sus reyes en todas sus batallas, custodiando la Sagrada Cruz.

Historia de la Orden del Santo Sepulcro fase heroica

Historia de la Orden del Santo Sepulcro custodio franciscano

El rey Balduino I, les da unos Asisses o Sede. Surge así una orden caballeresca que reza y que combate. Dependen en lo militar del rey de Jerusalén, su gran maestre, con la obligación de mantener 500 guerreros en armas, y en lo religioso del Patriarca Latino de Jerusalén, dándole este unos estatutos. Se extienden por Europa: España, Francia, Inglaterra, Alemania e Italia, en donde fundan Grandes Prioratos para captar ayudas y caballeros para Tierra Santa. Los reyes europeos reconocen su importancia y conceden su favor y ayuda a la Orden. Alfonso I de Aragón en su testamento (1131) deja sus reinos a las diferentes ordenes de caballería, entre ellos los caballeros sepulcristas.

En el año 1187 Saladino derrotó al ejército cristiano en Hattin y días después tomó Jerusalén, que ya nunca más volvería a ser recuperada. Los Caballeros Sepulcristas fueron los más afectados por la pérdida de Jerusalén, pues hubieron de abandonar la guardia que hacían del Santo Sepulcro, sin tener otra base a donde replegarse.

En el año 1229 los franciscanos logran permiso para entrar en Jerusalén y realizar el culto ante el Santo Sepulcro. Los ocupantes islámicos autorizan que se reanuden las peregrinaciones y los cruzamientos se realizarán por el Custodio Franciscano que inviste a los peregrinos nobles que llegan ante el Santo Sepulcro como nuevos caballeros sepulcristas. En el año 1281 se pierde San Juan de Acre, último bastión cristiano en Palestina, con lo que finaliza el Reino latino de Jerusalén y las órdenes militares se repliegan a Europa.


Fase de Dispersión de la Orden (1291/1489)

La Orden Sepulcrista se fragmenta y se repliega a Europa. Los caballeros al regresar a sus lugares de origen se encuentran dispersos y desorientados sin un jefe que gobierne la orden, aunque formaban una gran confraternidad agrupada en siete lenguas, con sede cada una de ellas en un Gran Priorato, prácticamente autónomos unos de otros. De ellos había dos en España: el Gran Priorato de Calatayud, cuya influencia se extendía sobre toda la Corona Aragonesa, y el Gran Priorato de Santa María de Palacio (Logroño), cuya influencia se extendía sobre los reinos de Castilla, Portugal y Navarra.

En 1489 Inocencio VIII anexiona nuestra Orden a la de San Juan de Jerusalén, mediante la Bula «Cum Solerti Meditatione», a fin de aunar esfuerzos y preparar una nueva cruzada, dirigida por el Maestre de dicha orden, que no llegó a realizarse. Solo se libran de esta unión los caballeros aragoneses, gracias a el rey Fernando ‘El Católico’ que obtiene del papa Alejandro VI la liberación de los mismos, colocándolos bajo la protección del Soberano Pontífice y del rey de Aragón. Así durante unos años la Orden solo sobrevive en España, hasta que en 1513 el papa León XIII anuló dicha Bula, separando a los caballeros sepulcristas de los de Malta.

Historia de la Orden del Santo Sepulcro fase dispersión

Fase de Peregrinación de la Orden (1513/1847)

Historia de la Orden del Santo Sepulcro fase peregrinación

El papa León XIII anexionó a los caballeros sepulcristas a la Santa Sede, ratificando así su doble carácter de Orden ecuestre y pontificia. El pontífice se aseguró para él y sus sucesores el Gran Maestrazgo de la Orden. Facultó al Guardián del Santo Sepulcro para conferir en exclusiva la Orden a los caballeros, de noble linaje, que peregrinaran a Tierra Santa. Estos juraban lealtad al papa si se declarara una nueva Cruzada. A lo largo de los siglos, se ha conservado el ‘Libro de Oro de la Sagrada Orden Militar Jerosolimitana del Santo Sepulcro’.  En este, y cronológicamente por mes y año, se recogen los nombres, condición y procedencia de los caballeros armados por los Guardianes del Santo Sepulcro, Custodios de Tierra Santa, de la Orden de Menores de San Francisco, desde el año 1561 a 1848.

Con el devenir de los años, la Orden recuperó su esplendor y los monarcas europeos se disputaron su maestrazgo. Felipe II lo reclamó para si en 1558, Luis XIV de Francia en 1700, Carlos IV y Napoleón en 1807 y Luis XVIII en 1818. Pero el Pontificado no lo permitió, conservando de esa manera el título de orden pontificia.

En el año 1847 se firma el concordato entre la Santa Sede y el Imperio Otomano, poniendo así fin a siglos de guerra.

Fase Protectora de la Orden (desde 1847)

El papa Pio IX restauró el Patriarcado Latino de Jerusalén, mediante el Breve ‘Nulla Celebrior’, nombrando un Patriarca para que residiera en Jerusalén y se ocupara de los católicos que residían en Palestina, Trasjordania y Chipre (56.000 km2) en donde vivían unos 6.000 católicos de rito latino, más otros 1.000 católicos de rito oriental.

Con la refundación del Patriarcado Latino de Jerusalén, la Orden Sepulcrista tuvo un protector inmediato bajo la autoridad de la Santa Sede. Firmada la paz con el Imperio Otomano, tras siglos de enfrentamiento, ya no hacía falta pensar en nuevas cruzadas que realizar.

Historia de la Orden del Santo Sepulcro fase protectora

La reforma de sus estatutos se efectuaría por las Letras Apostólicas «Cum multa» del papa Pío IX, de 22 de enero de 1868, abriéndose así un nuevo periodo en la historia de la Orden como Protectores del Patriarcado Latino. Se reconocía expresamente la gran antigüedad de la Orden y se la encargaba proteger y sostener económicamente al Patriarcado Latino de Jerusalén. La orden debía extenderse no solo por Europa, sino por todo el mundo, permitiéndose que los nuevos cruzamientos pudieran celebrarse en los lugares de origen de los caballeros y que en ellos pudieran organizarse como antaño bajo la doble autoridad de un Lugarteniente y un Gran Prior.

En España, desde sus inicios en el siglo XII, la orden siempre ha estado presente, incluso durante los azarosos tiempos en que por la Bula de Inocencio VIII nuestra Orden estuvo a punto de desaparecer. Caso único en todo el mundo. En el Libro de Oro de la Custodia Franciscana (XIV/XIX), aparecen inscritos como cruzados ante el Santo Sepulcro multitud de caballeros españoles.

En el año 1874 se reorganizó el Capítulo de Caballeros Sepulcristas Españoles, radicado en Madrid, y se crearon cuatro capítulos regionales:  Barcelona (1892), Manila (1894), La Habana (1894) y Valencia (1906). El 22 de diciembre de 1906, a petición de los Capítulos españoles, el rey Don Alfonso XIII, como Rey de Jerusalén, se dignó aceptar el título de Gran Bailío Protector de la Orden en España. En tal concepto, presidiría los Capítulos que la Orden celebrara, delegando su representación cuando no pudiera hacerlo personalmente, como en otro tiempo lo hizo el gran monarca Felipe II. Al mismo tiempo se modificaron los estatutos declarando «nobles» a los capítulos españoles. En dicha modificación se reconoció que para ingresar era preciso presentar pruebas de nobleza de sangre, al modo de las órdenes militares españolas. Si bien hoy en día la Orden se encuentra establecida en numerosos países en los que no existe tradición nobiliaria alguna, es por ello que la exigencia de nobleza se ha transformado en requerir la excelencia del candidato.

En 1847, el papa Pío IX, restableció el Patriarcado Latino de Jerusalén, y se reorganizó la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén. El nuevo patriarca se convirtió en el nuevo Gran Maestre de la orden. En 1988 el papa León XIII aprueba la decisión del patriarca de aceptar a damas como miembros de la Orden. En 1907 el papa Pío X se convirtió en Gran Maestre, el Patriarca Latino en Gran Pior, convirtiéndose posteriormente en 1928 en Gran Maestre. En 940 el papa Pío XII dio a la Orden un nuevo estatuto y nombró como protector a un cardenal. En 1949 el cardenal protector se convirtió en Gran Maestre y el Patriarca latino en Gran Prior. En 1977, el papa san Pablo VI, revisó el estatuto de la orden con el contenido que está actualmente en vigor.

A dia de hoy, La Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén es una asociación de fieles cristianos, establecida según la ley eclesiástica y a la cual el Santo Padre ha confiado la misión especial de ayudar a la Iglesia de Tierra Santa y reforzar la práctica de la vida cristiana.