Además de los freires caballeros y sargentos, podían existir otros hermanos que no hubieran jurado sus votos. En algunos casos se trataba de cofrades que ofrecían a la orden una cantidad de dinero o alguna propiedad, y en otros eran hermanos que se asociaban al Temple de forma temporal. Éstos eran conocidos como fratres ad terminem (hermanos a término) y servían como cualquier otro caballero templario durante un tiempo limitado, por ejemplo caballeros cruzados que habían viajado a Tierra Santa, y que deseaban prolongar su peregrinación allí por algún tiempo. Estos combatientes voluntarios buscaban sobre todo algún tipo de compensación espiritual, en forma de indulgencia (perdón de los pecados) o cumplimiento de alguna promesa.
Habitualmente, estos “hermanos a término” solían participar junto al temple durante uno o dos años, y después quedaban liberados de su promesa, aunque podían volver a renovar dicho compromiso en más ocasiones. En otros casos, los templarios contaban también con la participación de los “frates ad succurendum, generalmente nobles e incluso monarcas que hacían voto de ingresar en el Temple, aunque el juramento se posponía hasta la vejez o el lecho de muerte. Es decir, juraban ordenarse como caballeros del Temple, pero sólo cuando se veían ancianos o estaban a punto de morir. De este modo evitaban tener que cumplir los votos habituales en los caballeros pobreza, obediencia y castidad, pero podían disfrutar de los beneficios de los templarios, como ser enterrado en cementerios de la orden, algo muy apreciado.
Finalmente, los templarios también contaron entre sus filas con la participación de mercenarios, soldados y caballeros que luchaban junto a los freíres a cambio de una compensación económica. Entre ellos sobresalían los turcopoles o turcópolos, guerreros cristianos de Tierra Santa que luchaban a la manera musulmana, conformando una especie de caballería ligera, frente a la “pesada” que conformaban los monjes templarios.