sábado, 9 de enero de 2021

Estatutos de Roncelinus III; En torno al Esoterismo Templario


El presente artículo se ocupa de diversos puntos del esoterismo templario con referencia especial a los Estatutos Secretos de la Orden del Temple o Libro del Bautismo de Fuego. La autenticidad de este documento no es cosa unánimemente aceptada ni mucho menos. En definitiva, que la cuestión es comprender de dónde sale cada cosa en esos Estatutos y que quiere realmente decir. Logrado esto, la autenticidad surge como muy evidente a mi entender. Es lo que intentaremos al menos esbozar aquí.

Un estudio serio y coherente del esoterismo templario exige para ser fructífero amplitud de criterio y diversidad de líneas de avance. De no encararse de este modo, nos encontraremos inevitablemente con callejones sin salida y preguntas sin respuesta. Tales situaciones frecuentes han dado lugar muchas veces en el pasado a soluciones de tipo conjetural que tienen excusa, pues la complejidad del problema del esoterismo templario es muy grande. Remitimos a nuestros trabajos en  «La Orden del Temple ayer y hoy» y «Dante Alighieri y la filiación templaria de los Fedeli d'Amore», para evitar en lo posible innecesarias duplicaciones al respecto.

Es indudable que en el Temple dejaron su huella multitud de corrientes espirituales de las más diversas: druidas, cátaros, drusos, alquimistas, iniciados del Islam, cabalistas, gnósticos y masones. Esto para no mencionar si no a lo más evidente pero, desde luego, tal diversidad de contenidos complica y mucho el hallar un hilo conductor.

Es común la idea de que en la Orden existía un sincretismo que acumulaba ideas muy heterogéneas que se iban incorporando al Temple por los más distintos caminos. Pero la realidad es que, como destaca René Guénon, los antiguos iniciados sabían apreciar muy bien la unidad doctrinal subyacente tras una aparente diversidad de formas externas. Es por ello que, por ejemplo, Dante emplea un lenguaje a menudo tomado del cristianismo y otras veces de la antigüedad grecorromana, y no hace esto llevado por un sincretismo superficial. De hecho, y como señala Guénon, la metafísica pura no es ni pagana ni cristiana, es universal. Los misterios antiguos no eran paganismo pero se superponían a éste. Es necesario comprender, y esto es lo que le cuesta mucho a algunos, que la vía iniciática se halla por arriba de toda forma religiosa exotérica. Esto es lo que le permite desarrollarse adoptando como ropaje exterior cualquiera de esas formas o ninguna.

Mencionaremos a continuación las líneas de estudio que aquí trataremos brevemente y a las que cabe calificar de no convencionales. Todas ellas prometen aportes de mucho interés y nada impide volver en el futuro sobre este tema para darles el desarrollo más extenso y cuidadoso que merecen. De hecho, nos hallamos ante una verdadera labor detectivesca donde habrá que rescatar piezas de evidencia casi siempre de manera muy indirecta, buscando indicios significativos y destacando paralelismos o analogías evidentes entre líneas iniciáticas tradicionales en apariencia muy distantes tanto en el tiempo como en el espacio. Este hecho ya ha sido subrayado múltiples veces por Guénon y sus continuadores, y permite, una vez más, poner de manifiesto la unidad esencial subyacente en todas las formas tradicionales auténticas.

En primer lugar, tenemos a los Fedeli d'Amore, filiación laica del Temple que ha merecido extensos estudios de muy distinguidos especialistas, tales como René Guénon, Luigi Valli, A. Ricolfi, Arturo Reghini, Aroux, Rossetti y otros. Esta parece ser una de las vías más promisorias de estudio y coloca a Dante Alighieri como figura clave en el centro mismo del problema. Y ahí viene en nuestra ayuda la obra colosal del erudito español Miguel Asín Palacios La Escatología Musulmana en la Divina Comedia, reeditada por Hiperión, Madrid, 1984. De interés puede resultar también el pequeño libro de R. H. Shamsuddín Elía Dante y el Islam, Buenos Aires, 1998. Una de las claves principales la proporciona el mismo Dante cuando recoge ideas de fuentes iniciáticas islámicas, aun cuando se cuida muy bien de mencionar explícitamente esas fuentes. Cosa que sorprende, pues no menciona nunca ni al profeta Mahoma ni al célebre iniciado andalusí murciano Mohyiddin ibn'Arabi (el más grande de los maestros espirituales del Islam y de quien Dante mucho toma), pero no tiene en cambio reparos en citar a Avicena y a Averroes.

Por último, debemos mencionar, ya en relación directa con los Estatutos Secretos o Libro del Bautismo de Fuego a la documentada obra del Dr. Hans Prutz Geheimlehre und Geheimstatuten des Tempelherrenordens. Sin embargo, esta peca de cierta rigidez, siendo una típica producción de un Gelehrte que lo desconoce todo o casi respecto de la Tradición Esotérica. Esto hace que, al aferrarse únicamente a las pocas pruebas asibles y tangibles sobre la tradición interna del Temple de que él disponía, llegue este autor a conclusiones puramente negativas sobre la autenticidad del texto que nos ocupa. Ejemplo de esto que decimos es que prácticamente niega la existencia histórica del maestre Roncelin de Fos por no disponer él de mayores datos al respecto. Pero Prutz acepta, en su totalidad, las actas del proceso como algo fidedigno y de ahí concluye, a nuestro juicio inválidamente, la no autenticidad del Libro del Bautismo de Fuego.

La obra de Prutz contiene sin embargo datos del más alto interés en cuanto que el Estatuto Secreto que nos ocupa existía sin duda alguna. Todo se reduce a establecer si el conocido y reproducido aquí es el auténtico. Prutz presenta una serie de evidencias al respecto de tal existencia. De particular importancia es la cita de Michelet concerniente al testimonio del caballero Gervais de Beauvais, quien afirmó haber visto en poder de uno de los superiores de la Orden, junto a los estatutos comunes y conocidos de 1128, otro libro con estatutos que este mantenía muy oculto y del que afirmó que «por ningún precio se lo enseñaría a nadie». También cita Michelet (vide Prutz, op.cit.) al caballero Bertrand de Marignac, quien se sentía obligado «post multas promissiones de statutis et secretis ordinis observandis ab eo factas». El gran maestre templario Thomas Berard (o Berault) (su desempeño fue en los años 1256-73, según fuentes de la Orden del Temple de Jerusalén, según Prutz en 1265-72) mandó quemar muchas copias de los Estatutos Secretos, manteniendo unas pocas en manos de los más leales y encumbrados caballeros del Temple.

2- DANTE Y EL ESOTERISMO TEMPLARIO

De la filiación templaria laica de los Fedeli d'Amore nos hemos ocupado extensamente en otro artículo publicado y no repetiremos, si no en mínima medida, lo dicho allí. La clave es ahora Dante Alighieri, figura principalísimo de los Fedeli d'Amore, tanto con sus palabras como con sus silencios, y de eso pasaremos a ocuparnos. Como bien dice Georg Rabuse en su libro Der kosmiche Aufbau des Jenseitsreiche Dantes: «La Divina Comedia más de seiscientos años después de la muerte de Dante es un libro cerrado con siete sellos». De la fidelidad al Temple de Dante no cabe duda razonable alguna. Es San Bernardo mismo a quien él elige para que lo guíe en la última etapa de su ascenso a Dios. Es a París a donde Dante corre cuando se inicia el inicuo juicio a los Hermanos Caballeros.

Una cuestión largamente debatida es el significado simbólico del VELTRO [un veltro es un lebrel, cazador de mucha velocidad] mencionado por Dante. René Guénon analiza este problema en su libro L'ésoterisme de Dante. Pero en suma lo reduce a juegos verbales que toma de otros autores sin aportar una solución definitiva a este problema. Mucho más convincente nos resulta el aporte de Giovanni Papini, quien identifica el VELTRO con el «VangELo eTeRnO» (Evangelio Eterno), mencionado también en el Libro del Bautismo de Fuego o Estatutos Secretos del Temple (cf. Papini: Dante vivo, Apolo, Barcelona, 1949). En realidad, como el mismo Papini señala, existen centenares de escritos sobre este problema esencial para la comprensión del Dante. Papini estima que puede tratarse de una alusión a las doctrinas de Joaquín de Fiore. Estas doctrinas aludían a la próxima venida del Espíritu Santo y su reinado, y eran conocidas en tiempos de Dante precisamente con el nombre de VANGELO ETERNO. Esto culminaría con la más completa reforma de la corrupta Iglesia católica. Dante sentía gran admiración por De Fiore y lo coloca en el Paraíso en la Divina Comedia, a pesar de las distintas condenas eclesiásticas que cayeron sobre sus obras. Es muy recomendable leer el detallado análisis de Papini y comparar sus conclusiones con los puntos de vista sostenidos por los Fedeli d'Amore (véase  al respecto en el nuestro trabajo ya citado). La síntesis final sería la de una muy necesaria reforma completa de la corrupta Iglesia católica. Esta idea era muy cara a Dante y no cabe negarlo. En «Paraiso», XXVII, 22 yy ss., hace exclamar a San Pedro estas palabras que eximen de todo comentario:

«Quelli ch'usurpa in terra il luogo mio,

il luogo mio, il luogo mio, che vaca

nella presenza del Figliuol di Dio,

fatt'ha del cimitero mia cloaca

dal sangue e della puzza; onde'l perverso

che cadde di qua su, là giú si placa».


(«Aquél que en tierra me ha usurpado el sitio mío,

el sitio mío, el sitio mío, que ahora está vacante

en la presencia del divino Hijo,

en mi sepulcro ha hecho una cloaca

de sangre y pestilencia, en que el perverso

que desde aquí cayó se aplaca»).

Y esto se sitúa muy cerca de los motivos que impulsaban hacia la universalidad y unidad soñada por los Iniciados Templarios en materia religiosa. Sin embargo, las doctrinas de Joaquín de Fiore solo hacen a la religiosidad exotérica y a lo temporal. No tienen en sí nada de iniciáticas y es por ello que cabe perfectamente conjeturar que se trata en realidad de otra doctrina de igual nombre a la que la mencionada le puede servir como velo de ocultamiento. Esta doctrina necesariamente no puede ser otra que la de la Fede Santa o Fedeli d'Amore emanada directamente del Temple. En efecto, no se le conocen a Dante otras adhesiones o filiaciones esotéricas que ésta, la que, como es sabido, se convirtió en núcleo de la flor y nata tanto de la literatura italiana como de otros campos del pensamiento.  

La cuestión ya planteada antes es ardua: ¿Porqué Dante cita una y otra vez al profeta Mahoma y a los maestros espirituales del Islam sin mencionar sus nombres? ¿Qué promesa o juramento iniciático le impedía hacer tal mención de no haber otro motivo? Buena pregunta que sólo podemos intentar responder teniendo en cuenta la pertenencia de Dante a la Fede Santa o Fedeli d'Amore y el muy estrecho paralelismo de usos, y la vinculación estrecha de los caballeros templarios con algunas agrupaciones del Islam, en especial con los guerreros santos del Islam hashashins o «asesinos» ismailitas. La similitud entre el Temple y estos últimos va por cierto mucho más allá del blanco y el rojo usados en las vestimentas de ambas Ordenes por caballeros y rafiks (equivalente de aquéllos entre los hashashins). Lo notable es el paralelismo estructural entre Temple y hashashins, que obliga a pensar que Hugues de Payns se inspiró directamente en estos últimos al crear el Temple. El mismo número de grados en las estructuras respectivas acentúan esta similitud. Siguiendo a Hammer-Purgstall, David Annan (en Norman Mackenzie: Sociedades secretas, Alianza, Madrid, 1973) y C. E. Nowell (además de un resumen de J. F. Ferro), podemos presentar el siguiente cuadro comparativo donde la analogía se hace evidente. Resulta claro que ambas órdenes estuvieron en contacto en Siria antes de 1128. 


TEMPLARIOS                                                 HASHASHINS

Maestre                                                         Sheik-al-Jebal (Señor de la Montaña)

Senescal                                                         Dais-al-Kebir (grandes emisarios)

Priores y comendadores                                 Dais (nuncios religiosos o políticos)

Caballeros (frates milites)                         Refiks (compañeros) 

Sargentos y escuderos (frates servientes) Fedayines (milicianos devotos)

Criados, artesanos y afiliados                         Lassiks (asilados, legos y sirvientes)

Aspirante Mumin (creyente)


Pero, desde luego, esto corresponde a la estructura externa o formal. Avanzando un paso más, tenemos el simbolismo de los colores de la sangre y la pureza, rojo y blanco. Roja la cruz en el manto blanco en el Temple, blanca la túnica con faja o cinturón y gorro rojos en los hashashins. 

Notablemente blanco y rojo son también los colores tanto de Conduiramour como de Beatriz, siendo la primera para Parsifal lo que es Beatriz para Dante. Naturalmente, hay que remitir aquí a la obra de Wolfram von Eschenbach... y recordar que la Tradición Iniciática es una y universal. Sin poder extendernos aquí demasiado al respecto, diremos que la opinión de los estudiosos del tema es que la doctrina de los más altos iniciados entre los hashashins era que las formas religiosas exteriores carecían en realidad de importancia (véase la obra bien conocida de J. H. Probst-Biraben Les Mystères des Templiers). Desde luego, todos los verdaderos iniciados en todos los tiempos y lugares han sostenido y sostienen exactamente lo mismo. Lo esencial era y es la doctrina esotérica, y se podía adoptar una forma religiosa exterior distinta sin variar en absoluto este punto. Incluso reprocharon los hashashins a los templarios sostener la errónea y perniciosa concepción trinitaria de Dios, que alejaba del Dios Uno. En suma, que la clave del VELTRO o «VangELo eTeRnO» templario hay que buscarlo en las doctrinas iniciáticas del Islam y en su conexión con los contenidos velados de la Divina Comedia. Ya lo dice el mismo Dante («Inferno», IX, 61-63). :


«O voi ch'avete li'ntelleti sani, mirate la dottrina

che s'asconde sotto 'l velame de li versi strani».


(«Oh, vosotros que tenéis la mente sana, mirad la doctrina

que se esconde bajo el velo de los versos extraños»).


Y todo indicaría que dentro de la Divina Comedia hay otro texto escondido de acuerdo a cierta clave. La cuestión es hallar esta clave.  

Esta línea de pensamiento es la que ha inspirado a Arthur Schult en su obra Dantes Divina Commedia als Zeugnis der Tempelritter-Esoterik. Este autor se centra en la Divina Comedia y La Vita Nuova para hallar claves del esoterismo templario pero su conocimiento de las doctrinas tradicionales es bastante superficial y a menudo resulta declamatorio en sus expresiones. De todos modos aporta más de una idea e información interesante y que vale la pena analizar.  

Y de ello surge de inmediato la cuestión de si la alquimia en el Temple designaba en realidad un proceso interior que nada tenía que ver con la transmutación de metales. Tal como están las cosas, esto parece lo más probable... En el Abraxas (o Abrax), deidad de origen gnóstico, claramente se distinguen las tres letras griegas I,A,O (Omega, ω). Son las tres letras claves en la disciplina espiritual recibida por Von Sebottendorf de los masones turcos. En los Estatutos Secretos que conocemos se mencionan además los talismanes. Cabe bien conjeturar si no serían en realidad gemas del tipo de las gnósticas, recordatorias de la disciplina en cuestión. 

Vale la pena decir algo más al respecto. René Guénon en Aperçus sur l’Ésotérisme chrétien, 1977, p. 65 y 81, menciona repetidamente que Francesco da Barberino en su Tractatus Amoris se hizo representar él mismo en actitud de adoración frente a la letra I. No olvidemos que Da Barberino fue miembro iniciado de los Fedeli d'Amore, al igual que Dante, Bocaccio y otros grandes de la época.  


Abraxas (o Abrax).

Precisamente es Dante quién menciona en la Divina Comedia, Paraíso, XXVI, 133, que la letra I fue el primer nombre de Dios.

«Pria ch’io scendessi all’infernale ambascia,  

I s’appellava in terra il Sommo Bene  

Onde vien le letizia che mi fascia.»


(«Antes de descender al duro infierno,

I se llamaba en tierra el Bien Supremo

fuente del éxtasis que me envuelve»)    


Siguiendo el punto de vista de Schult que encontramos en Dante, estas alusiones a disciplinas espirituales hoy perdidas u olvidadas en Occidente aparecen también en la famosa obra de Von Sebottendorf. De destacar esto se ha ocupado Guénon (op.cit.), y remitimos además a nuestro postfacio a la obra de Von Sebottendorf. No nos olvidemos que esta disciplina se refiere directamente a las sílabas místicas intraducibles que aparecen al comienzo de los capítulos del Corán y que fueron transmitidas según la tradición islámica por el profeta Mahoma a sus seguidores más íntimos y cercanos. 

Es difícil creer que esto sea solo una coincidencia o hallar siquiera un conato de explicación diferente al propuesto aquí, y así se aclararía completamente su mención en los Estatutos Secretos. Se trataría con la más alta probabilidad de otra alusión velada, esta vez referente a una disciplina de alquimia interior similar a la que describe Von Sebottendorf.

La cuestión ya largamente conocida y discutida de si Dante halló una fuente de inspiración en la escatología musulmana resulta aquí de interés secundario. Es menester remitir al lector que se interese a la obra colosal de Asín Palacios (op.cit.), la que contiene abundante bibliografía. El tema que sí nos concierne es todo aquello que hace a contenidos doctrinales velados en las obras dantescas, provengan ya del Islam ya de otras fuentes. Y es aquí donde queda la mayor parte de la tarea por realizar, nada simple por cierto. Nos proponemos retornar a este asunto en futuros trabajos.