miércoles, 10 de febrero de 2021

Los cinco Castillos Templarios más importantes en España.

Monzón

 El Castillo del Monzón ( Huesca )

Parece resistirse al abandono. Al verlo de lejos, su forma compacta se transforma en un trampantojo y no pensamos que estemos viendo un castillo, sino que tendemos a confundirlo con una enorme mole de roca ocrácea, nada más, como si fuera un enorme monolito tallado en honor a dioses muy antiguos por nuestros antepasados lejanos. No es hasta que nos acercamos y distinguimos su gruesa muralla, todavía dolida por los golpes que recibió en 1308. Y es que resulta que de los reinos peninsulares, Aragón fue el único que quiso ejecutar a rajatabla la bula papal que justificaba el encarcelamiento y confiscación de bienes templarios, y su monarca, Jaime II, cabalgó con sus tropas hasta el Castillo del Monzón para arrebatárselo de las manos a su comendador templario, Berenguer de Belvís. Fueron siete meses de asedio, desde octubre de 1308 hasta mayo de 1309. Hasta que la plaza hubo de rendirse, exhausta, y sus defensores fueron llevados cautivos a Tarragona para ser juzgados por herejía.


Fortaleza de Montalbán (Toledo)

La Fortaleza de Montalbán crece y se derrumba a partes iguales junto al arroyo del Torcón, en la provincia de Toledo. En diferentes blogs de internet se suele señalar como fortaleza templaria pero, si buscásemos ser fieles a la verdad, deberíamos reconocer que de los 1.100 años de historia que tienen para susurrar las piedras de sus muros, la Orden del Temple las mantuvo en su poder nada más que 87 años, hasta 1221. Sin embargo se dieron un puñado de curiosidades durante este tiempo. Por ejemplo ocurrió una espantosa epidemia de cucarachas en los pueblos de los alrededores que estaban bajo la protección del Temple, y los caballeros, fabricados para guerrear contra el infiel y no contra este tipo de criatura promiscua y escurridiza, se vieron superados rápidamente. Su solución definitiva fue la de incendiar todos los pueblos afectados, así, al tuntún, y reunir a sus habitantes en un nuevo pedazo de tierra con un nombre nuevo: la Puebla de Montalbán. Que todavía hoy es de las localidades más importantes de su región.

Castillo de Alcalá de Chivert (Castellón)

El Castillo de Alcalá de Chivert consigue escabullirse de las historietas de violencia que suelen empañar a nuestros amigos templarios. Porque no eran sencillos guerreros de acero y sangre, ni mucho menos. Sus jerarcas eran además políticos de alto nivel, hundidos hasta la barbilla con los tejemanejes de poder que tantas intrigas y tantos rencores y asesinatos urdieron en el medievo. Esta historia concreta comenzó en 1169, cuando el rey Alfonso II de Aragón prometió a los templarios hacerles entrega de los castillos de Chivert y de Oropesa del Mar, una vez fueran conquistados a los musulmanes. Dos plazas jugosísimas para los intereses templarios por su situación estratégica, a la hora de cobrar impuestos a los mercaderes valencianos. Pero ya sabemos cómo funciona la política.

Se hacen unas promesas por aquí, otras por allá, el poder pasa de un rey a otro, se olvidan las promesas que se hicieron al principio y llegado el año 1225, Jaime I el Conquistador (nieto de Alfonso II) dona la plaza al noble Rodrigo Ximénez de Luesia. El Temple protesta con furor. Se suceden las reuniones en despachos, los chantajes vacuos, negociaciones interminables en caliente, se fraguan nuevas promesas, los favoritos del monarca ascienden y caen estrepitosamente, dejando paso a los nuevos favoritos que también caerán, antes o después. Finalmente los templarios consiguen hacerse con el castillo de Chivert, el 28 de abril de 1234. Rodrigo Ximénez demanda al rey que cumpla su promesa y comienza un litigio para determinar cuál de las promesas de qué rey será la que finalmente se cumpla. Vuelven a sucederse las carreras por los pasillos de palacio, las amenazas, las súplicas, los sobornos. Hasta que los templarios triunfaron en el litigio interpuesto y ocuparon el castillo hasta la disolución de su orden en 1307.

Castillo de Ponferrada (León)

Una situación similar, aunque en extremo violenta, sucedió en el magnífico castillo leonés de Ponferrada. Aquí nunca hubo dudas de que pertenecía a los templarios, al menos en un principio, desde que Fernando II de León permitió a los caballeros asentarse aquí y formar una de sus famosas encomiendas. Todo marchó estupendamente, con calma, hasta que Alfonso VIII de Castilla atacó el reino de León y los templarios apoyaron su causa para convertirse en mugrientos traidores a ojos de los leoneses, esbirros del rey castellano. Como castigo por su traición, al terminar el conflicto Alfonso IX de León arrebató Ponferrada a la Orden del Temple para entregárselo a la Orden de San Juan.

¿Y qué pudo ocurrir entonces? Ya lo sabemos. Los templarios tiraron de sus hilos de poder, resistentes a lo largo y ancho de la Europa cristiana, y bisbisearon en los oídos del rey leonés encabronado cuantas tentaciones hicieron falta. No debieron de pasar más que quince años hasta que Ponferrada le fue devuelta a sus dueños originales.


Castillo de Jerez de los Caballeros (Badajoz)

Ya sabemos que los Templarios fueron destruidos después de ser acusados de brujería y satanismo. La verdadera razón de su caída fue otra, nada más que una simple lucha de poder donde los caballeros fueron derrotados, pero la excusa para aplastarlos fue la brujería de la que se les acusó. En la Torre del Homenaje del Castillo de Jerez de los Caballeros, hoy conocida como la Torre Sangrienta, fueron degollados a sangre fría los últimos templarios que todavía se resistían a su final en el reino de Castilla. En este mismo castillo que fue arrebatado a los musulmanes en 1238 gracias a los templarios, los caballeros de la Orden de Santiago y el genio militar de Alfonso IX de Castilla. La Orden del Temple pagó cara su ayuda a los monarcas europeos. Y cuenta la leyenda que los espíritus de los 60 caballeros ejecutados todavía pululan entre los muros del castillo, donde aparecen las noches sin luna, jurando a gritos y con las espadas desenvainadas que volverán a derramar sangre sarracena en Tierra Santa.