jueves, 25 de febrero de 2021

La Morenica o Virgen de la Encina


Con el nombre de la Morenica se conoce a la Virgen de la Encina, patrona del municipio de Ponferrada y de la comarca del Bierzo. A simple vista, lo primero que la atención es su color, ya que es una de las pocas vírgenes negras que existen.

Sus orígenes son inciertos, pero según la leyenda está relacionada con Tierra Santa y la Orden del Temple. Se dice que esta talla fue traída en el año 450 por Santo Toribio, obispo de Astorga, desde Tierra Santa hasta el Bierzo. Siglos más tarde y ante la amenaza de invasión por parte de los musulmanes, San Genadio escondería la Virgen y no se supo de su ubicación hasta siglos más tarde. Los Templarios del Castillo de Ponferrada necesitaron de gran cantidad de madera para afrontar diversas obras en la fortaleza. Un 8 de septiembre, durante las labores de talado de árboles, descubrirían la talla siglos antes desaparecida en el interior del tronco de una encina. Este hallazgo hizo que la Virgen tomara el nombre de Virgen de la Encina.

El Caballero


Un caballero es, según la acepción más general de la palabra, un jinete o persona que monta a caballo o, más estrictamente, una persona de origen noble o, en época actual, simplemente distinguida o poseedora de un código de conducta gentil, atento y solidario. Esta variedad de significados a lo largo de la historia se debe a que montar a caballo ha caracterizado a distintas condiciones sociales según las culturas o etapas históricas de que se trate.

HISTORIA

Para las tribus nómadas de Asia Central existía una relación muy estrecha entre hombre y caballo, pues este último era no solo un medio de transporte, sino también una poderosa fuente de riqueza al facilitar la caza, el comercio con o sin carro y los viajes, contribuyendo además a la guerra y los rituales mágicos religiosos. Las culturas sedentarias lo utilizaban, además de para esas funciones, como fuerza para mover maquinaria (norias, arados, carruajes etc.) y cargas pesadas y cultivar el campo; incluso sus excrementos o estiércol servían para abonar los huertos o alimentar fogatas.

Para los romanos y griegos, en cambio, ser caballero implicaba un prestigio social y económico dado el gran costo de mantenimiento de uno o varios caballos (poseer uno solo exigía la renta económica suficiente para pagar un establo, tierras con suficiente extensión como para criar el alimento con que darle de comer (y que a su vez necesitaban a caballos, asnos o mulas para ararlas), un pozo para abastecer de agua al animal o animales, servidumbre para sembrar esas tierras y cuidar, alimentar, limpiar, pasear y custodiar al animal, dinero para pagar su doma y sus arreos -la costosa silla de cuero, herraje y avíos-, etcétera).

Por otra parte, la caballería otorgaba un gran poder militar. Los griegos y macedonios la conjugaban con una unidad militar menos fuerte, la infantería, en la llamada falange que permitió a los macedonios conquistar el Imperio Persa en tiempos de Alejandro Magno.

En la Edad Media, la institución de la caballería estaba relacionada con un código de conducta y de honor que definía no solamente el arte de la guerra, sino que también implicaba reglamentos específicos de conducta religiosa, moral y social identificados plenamente con los ideales de la vida cortesana medieval. El caballero o paladín era necesariamente un señor feudal y la caballería ligera o bien pesada a que pertenecía era un cuerpo militar al servicio de un rey o poder feudal desde los tiempos de los antiguos imperios medo y aqueménida, que adoptaron la costumbre de usar el caballo como arma, montando a los guerreros sobre el animal, a diferencia de etapas anteriores, cuando sólo se le usaba como animal de tiro al que se ataba un carro o carroza de combate. Posteriormente los medos adoptaron el uso de la armadura completa, dando inicio así a la caballería pesada, recurso fundamental para la guerra hasta la aparición de la pólvora.

La trayectoria vital de un caballero medieval era, por lo general, la de un hombre de noble cuna que, habiendo servido en su primera juventud como paje y escudero, era luego ceremonialmente ascendido por sus superiores al rango de caballero. Durante la ceremonia de investidura el aspirante solía prestar juramento de ser valiente, leal y cortés, así como de proteger a los indefensos; lo que se denominaba el código de caballería. Convertido en ideal caballeresco (el del "caballero andante"), fue un importante componente de la ideología justificativa de la función de la nobleza en la sociedad estamental, y se expresó en la denominada literatura caballeresca (cantares de gesta, poesía trovadoresca, romancero, materia de Francia, materia de Bretaña, materia de Roma, libros de caballerías, novela caballeresca) y en todo tipo de obras de arte.

ETIMOLOGÍA

Caballeroso, dicho de un hombre, se refiere a quien se comporta con distinción, nobleza y generosidad. El hombre caballeroso, o hidalgo en España, es quien posee la virtud de la hidalguía, honor o legítimo orgullo nacido de provenir de gentes virtuosas y sensatas y hacer honor a esa tradición continuándola. Es esa virtud la que hace de un hombre una persona honrada y circunspecta, alguien cuya urbanidad, compostura y templanza le obliga a que en todo momento se muestre servicial, atento y gentil con las mujeres, los humildes y los desfavorecidos, así como tan fuerte y honorable como para desautorizar y en su caso impedir cualquier bajeza, incorrección, grosería o ruindad. De forma más frívola también se puede referir a la mera galantería cortés.

De la persona que se porta noblemente se dice que "es todo un caballero". Caballero en sustitución de señor, cuando se dice: "ha venido un caballero".

El caballero de industria, de la industria o de mohatra es el estafador o ladrón que, para poder ejercer mejor su oficio, se hace pasar por tal adoptando su apariencia y modales para vivir a costa ajena.



CABALLEROS SEGÚN ETAPAS HISTÓRICAS 

Caballero en la Persia preislámica.

Caballero en la Antigua Roma.

Caballero de cualquiera de las órdenes de caballería (Orden del Temple, Malta, por ejemplo).

Caballero andante, aventurero de los libros de caballerías.

Caballeros cuantiosos o de cuantía eran los que, por el hecho de tener determinada renta, estaban obligados a mantener armas y caballo para salir en caso necesario a contener a los moros que hacían correrías e incursiones por la región.

El caballero cubierto era un noble con grandeza de España, esto es, el que gozaba del privilegio de no quitarse el sombrero en presencia del monarca. El rey de España otorgaba esta distinción o título a un noble mandándole en voz alta que se cubriera en su presencia, y desde entonces además podían llamarse "primos".

Caballeros de alarde, los que tenían la obligación de pasar muestra o revista a caballo.

Caballeros de conquista, como  indica la palabra, eran aquellos a quienes se distinguía repartiéndoles las tierras que se tomaban al enemigo.

Caballeros de la espuela dorada, los que eran armados solemne y legalmente como caballeros, con condición precisa de tener ya anteriormente nobleza o hidalguía. El dorado de la espuela era el distintivo que les daba a conocer siendo una de las señales necesarias en aquel tiempo en que se combatía cubierto con la armadura todo el cuerpo.

Caballeros de premia, los obligados a mantener caballo y armas para la guerra.

Caballero en plaza, jinete no profesional que actuaba rejoneando en fiestas reales o benéficas. Se llamaba también así a los rejoneadores.

Caballeros montaneros, destinados a la vigilancia y guarda de los montes y términos concejiles.

Caballeros mesnaderos o de la mesnada del rey. Se llamaban así por ser los que le acompañaban al rey en el trozo principal de su caballería.

Caballeros noveles. Tomaban el nombre de noveles los que eran recién investidos con las insignias de la caballería llevando el escudo en blanco y sin divisa alguna por no haber tenido todavía ocasión de ganarla en la guerra.

Caballeros pardos. Falta enumerar una clase de caballeros que mencionan nuestras antiguas leyes, denominados pardos y eran los que obtenían la consideración y preeminencias de caballeros a pesar de pertenecer al estado llano, por privilegio real o por llenar ciertos requisitos marcados en las leyes. No ofrece dificultad la explicación de la palabra con que se les designa, puesto que las leyes de Partidas cifraban en los colores de los trajes, distinciones del rango de los caballeros.

Caballero villano, en la Edad Media hispánica, fundamentalmente en el Condado de Castilla y posterior reino, villano que por poseer caballo y armas, se encargaba de la defensa del territorio. También se utiliza este término para referirse a la pieza de ajedrez que hoy día se suele representar con un caballo, a menudo sosteniéndose sobre las patas traseras. Esto es porque en la tradición de este juego (que ha tenido numerosas variantes y versiones hasta llegar al ajedrez moderno), las piezas representaban guerreros, y en lugar del caballo actual solían usar la figura de un guerrero sentado sobre un animal de montura.

Pudieran todavía citarse otras especies de caballeros, pero menos interesantes, con las que se demostraría hasta la evidencia las diferencias que entre ellos había. Las ceremonias que se usaban para armar caballero, estaban reglamentadas. Después de un día de vigilia y de oración, debía oír misa y previa promesa de querer ser caballero, y cumplir con sus obligaciones, se le calzaban las espuelas y le ceñían la espada estando cubierto con sus armaduras y la cabeza desnuda. Se le desenvainaba la espada y se la ponía en la mano derecha quien le armaba caballero , haciéndole jurar que no repararía en la muerte cuando mediase la defensa de su ley, de su señor natural o de su tierra y se le daba un golpe con la mano en la parte superior de la espalda, el denominado espaldarazo, siendo besado por todos los caballeros en señal de armonía y fraternidad.

ARMAMENTO

Espada bastarda o espada de mano y media: Una espada que se utilizaba principalmente para derribar a un enemigo desde su caballo. Tenía la potencia necesaria para derribarles pero también la movilidad que se requería para los combates cuerpo a cuerpo.

Lucero del alba: Una maza con pinchos empleada para combates a media distancia. Puede destrozar el cráneo de su adversario si esta arma golpea con la suficiente eficacia y precisión.

Ballesta: Las ballestas eran armas letales a largas distancias. Disparaban una flecha capaz de atravesar la armadura de un enemigo, sin retroceso, su único defecto es que se tardaba mucho en recargar. El Papa Inocencio II incluso la prohibió por considerarla demasiado "maligna".

Alabarda: La alabarda es un arma polivalente de infantería, con dos partes, hace las veces de hacha y de lanza, pudiendo derribar a un caballero de su montura o de atravesar limpiamente el cuerpo de su adversario; un arma diseñada para combates a corta y media distancia.

Armadura: La armadura era la principal baza del caballero, con un blindaje de al menos dos chapas de metal (el llamado peto o coraza delante y el espaldar detrás, que forman la caja del tórax llamada loriga) o una cota de malla, mucho menos costosa. Se solía acompañar además de un yelmo o almete para defender la cabeza, brazales, musleras, grebas y espinilleras. La armadura protegía al caballero en todo momento, muchas veces sin necesidad de restarle movilidad.

Escudo: El escudo es el arma defensiva para protegerse de los ataques.

Martillo de guerra: Arma de caballería para golpear a media distancia. Puede destrozar el cráneo de su adversario si esta arma golpea con la suficiente eficacia y precisión.

La Guerra Medieval: Parte III de III


 Los asedios

Un enfrentamiento militar típico de asedio en el medievo se daba cuando un ejército sitiaba el castillo del oponente. Si éste estaba bien defendido, las opciones se limitaban a establecer un asedio con la finalidad de rendir la fortaleza por hambre, o a utilizar máquinas de asedio para destruir las defensas fortificadas. A veces los propios sitiadores se veían forzados a defenderse de ataques que venían en ayuda de la ciudad.

Los diseños medievales incluyen la catapulta (la cual a su vez incluye el onagro), la balista (o ballesta) y el trabuquete. Estas máquinas utilizaban energía mecánica para lanzar grandes proyectiles para destruir las murallas. En Europa, la catapulta la inventó Dionisio I de Siracusa en el año 399 a. C. También se usaron el ariete y la torre de asedio. Otra forma de combatir era con largas escaleras apoyadas sobre la pared, pero no sobre fortificaciones de altas dimensiones, y además éste método no daba defensas al escalador. De hecho, en la propia torre de asedio, torre de madera con ruedas que permitía a los atacantes escalar las murallas y a la vez protegerse de las flechas enemigas, había una serie de escaleras puestas como para subir una torre cualquiera, y en el último piso una puerta de madera, de forma que al juntarse un gran número de soldados abrían la puerta, que se apoyaba sobre el muro, y los soldados salían a masacrar a los enemigos. Normalmente, era después de esto cuando se utilizaban más escaleras para que un mayor número de soldados se internaran en la fortaleza y se abrieran paso para abrir las puertas, para entrar con el mayor número de refuerzos, como la caballería.

Otra arma muy importante era el trabuquete, que tenía mayor radio de alcance que la catapulta, y se solía utilizar sobre todo en Asia para mandar animales (incluidas las personas) muertos por enfermedad, para hacer más posible que los sitiados se rindieran, y esto provocaba epidemias. De hecho, se dice que cuando un ejército mongol sitió la ciudad genovesa de Kaffa en la región de Crimea, mandaron cuerpos infectados por una enfermedad, y debido a que los itálicos basaban su poder en el comercio, la enfermedad se extendió por toda Europa con gran facilidad. Esa enfermedad fue la Peste Negra de 1347.

Había otras tácticas, como prender fuego alrededor de las murallas para intentar descomponer el cemento que sujetaba a las piedras unas con otras, o en ocasiones incluso se minaban los cimientos con túneles excavados bajo las murallas.Para defender Constantinopla, Los bizantinos, como tenían el mayor puerto de Europa, tuvieron que defenderse por mar, creando la flota más poderosa de la época, y con ayuda de un invento solo conocido por ellos llamado "fuego griego".

La Guerra Naval

Las batallas navales son menos conocidas por ser menos frecuentes, ya que normalmente se intentaba detener al enemigo tras dejar su embarcación (lo que demuestra un gran retraso en este aspecto, pues ya los egipcios descubrieron la eficacia de detener a los enemigos por el mar). Sin embargo, también se dieron varias batallas navales, y fueron tan sangrientas o más que las terrestres.

Al principio de la Edad Media, los árabes tenían un gran poder naval, asolaron Sicilia en el 652 y derrotaron a la armada bizantina en el 655.

El Imperio bizantino fue famoso por su superioridad naval. Su flota, tras la caída del Imperio romano de Occidente, controló el Mar Mediterráneo, especialmente durante la Edad de Oro de Justiniano I, además de disponer de una flota que patrullaba el Danubio. Hay que entender que tener una importante flota era crucial para defender Constantinopla, la capital, pues tenía el puerto más importante de Europa, posiblemente del mundo, en su época de esplendor. Sin embargo, sufrió una temprana derrota contra tropas árabes en el 655. La capital la salvaron gracias a un invento secreto que solo ellos conocían, el fuego griego, una mezcla de diferentes compuestos químicos que al entrar en contacto con el agua, ardía y prendía así los barcos enemigos. El navío modelo de la flota bizantina era el dromon, evolución de los trirremes clásicos. Es un barco de remo, similar a la galera, de un solo mástil. El velamen era latino (de vela cuadrada) como herencia de las técnicas de navegación precedentes.

Con el renacimiento macedónico que tuvo lugar en el siglo XI, la flota volvió a recuperar su papel predominante en el Mediterráneo Oriental, aunque no alcanzó su anterior poder. En los últimos estertores del imperio, ya reducido a un puñado de ciudades portuarias, los restos de su poder naval fueron clave para conservar dichas posiciones hasta el último sitio de Constantinopla.

Cuando el poder árabe en el Mediterráneo empezó a declinar, las ciudades comerciales italianas de Génova, Pisa y Venecia fundaron redes comerciales y construyeron armadas para protegerlas y ser la nueva potencia naval. Al principio las armadas lucharon contra los árabes (en Bari en 1004, en Mesina en 1005), pero después se encontraron peleando contra los normandos que habían llegado hasta Sicilia, y finalmente el uno contra el otro. Los genoveses y los venecianos tuvieron cuatro guerras navales, en 1253–1284, 1293–1299, 1350–1355 y en 1371–1378. La última guerra finalizó con una victoria decisiva para Venecia, lo que le permitió disfrutar durante casi un siglo de la dominación comercial del Mediterráneo antes de que otros países europeos comenzasen a explorar hacia el sur y el oeste. En el norte de Italia, especialmente en las guerras entre el ducado de Milán y Venecia, grandes flotas operaban en los ríos, dando lugar a diversas batallas navales​.

Los vikingos, que asolaron Europa con sus drakkar, embarcaciones largas, estrechas, livianas y con poco calado y con remos en casi toda la longitud del casco (con una vela en versiones más modernas), no es que sus barcos fueran poderosos, pero eran muy maniobrables, y por ello podían internarse y atacar poblaciones remontando ríos como el Sena, el Támesis o el Tajo. Los nórdicos también lucharon en muchas batallas navales entre ellos mismos. Esto se hacía normalmente atando los barcos de ambos bandos uno contra el otro, luchando así esencialmente una batalla terrestre sobre el mar. Sin embargo, el hecho de que el lado perdedor no podía escapar fácilmente, significaba que las batallas tendían a ser muy duras y sangrientas. La Batalla de Svolder es quizás de las más famosas. El rey inglés Alfredo el Grande construyó una flota con la que les derrotó.

En el norte de Europa, por otro lado, por la Guerra de los Cien años, el casi continuo conflicto entre Inglaterra y Francia raramente conlleva una actividad naval más sofisticada que el transporte de los caballeros a través del canal de la Mancha, y quizás el tratar de atacar esos transportes. La Batalla de Dover en el 1217, entre una flota francesa de 80 barcos bajo el mando de Eustaquio el Monje y una flota inglesa de 40 bajo el mando de Hubert de Burgh, es notable por ser la primera batalla registrada usando las tácticas de los barcos de vela, con la victoria del primero en la misma, que sin embargo fue derrotado después.

El uso de la pólvora

La pólvora es un polvo explosivo utilizado en balística, en particular pólvora negra, una mezcla explosiva de un 75% de nitrato potásico, un 15% de carbón y un 10% de azufre aproximadamente. La pólvora fue el primer explosivo conocido; su fórmula aparece ya en el siglo XIII, en los escritos del monje inglés Roger Bacon, aunque parece haber sido descubierta por los chinos, que la utilizaron con anterioridad en la fabricación de fuegos artificiales. Es probable que la pólvora se introdujera en Europa procedente del Oriente Próximo. Berthold Schwarz, un monje alemán de comienzos del siglo XIV, puede haber sido el primero en utilizar la pólvora para impulsar un proyectil. Sean cuales sean los datos precisos y las identidades de sus descubridores y primeros usuarios, lo cierto es que la pólvora se fabricaba en Inglaterra en 1334 y que en 1340 Alemania contaba con instalaciones para su fabricación. Sin embargo, sabemos que, ya en 1326, el municipio de Florencia tenía cañones. Al año siguiente, las armas de fuego también están presentes en el castillo de Gassino, cerca de Turín, mientras que poco después los Visconti de Milán tienen armas de fuego​. El primer intento de utilización de la pólvora para minar los muros de las fortificaciones se llevó a cabo durante el sitio de Pisa en 1403. En la segunda mitad del siglo XVI, la fabricación de pólvora en la mayoría de los países era un monopolio del Estado, que reglamentó su uso a comienzos del siglo XVII. Fue el único explosivo conocido hasta el descubrimiento del denominado oro fulminante, un poderoso explosivo utilizado por primera vez en 1628 durante las contiendas bélicas que se desarrollaron en el continente europeo.

Hasan ibn Sabbah. El viejo de la montaña


Hasan ibn Sabbah (en árabe, حسن الصباح‎) (Qom, Irán, 1050 - Alamut, 12 de junio de 1124),1​2​ también conocido como El Viejo de la Montaña, fue un reformador religioso, autor y precursor de la nueva predicación o da'wa de los ismailitas nizaríes que pretendía reemplazar la antigua da'wa de los ismailitas fatimíes de El Cairo.

Hasan-e Sabbah (حسنى صباح) es la variante persa de su nombre. También suele aparecer citado por la forma árabe, Hasan al-Sabbah (حسن الصباح) o sus variantes Hasan ibn al-Sabbah (حسن بن الصباح), Al-Hasan ibn al-Sabbah (الحسن بن الصباح) o el sobrenombre Alauddin (علاء الدين).

Es conocido sobre todo por haber sido el inspirador y jefe de los llamados hashshashín (حشاشين palabra que ha pasado a numerosas lenguas como "asesino") o Secta de los Asesinos, ya que la comunidad que fundó y dirigió utilizaba con frecuencia el homicidio político como estrategia. La mayor parte de los datos sobre Hasan y sus seguidores proceden de sus enemigos, ya que la documentación generada por la secta fue destruida por los mongoles cuando arrasaron la fortaleza de Alamut, sede de la misma.

Rashid al-Din, uno de sus dos biógrafos, describe a Hasan como descendiente directo de los reyes Himyaríes del Yemen y que su padre llegó procedente de Kufa en el actual Irak. Por el contrario, Ata Malik Juvayni, su otro biógrafo, sugiere que el padre de Hasan vino desde el Yemen, pasando por Kufa.

Primeros años

El propio Hasan escribió una autobiografía de los primeros años de su vida en una obra llamada Sargozašt-e-sayyedna (Aventuras de nuestro Señor), que se encontraba en la biblioteca de Alamut, la cual no ha sobrevivido. Esto se sabe solo por las citas hechas por autores persas posteriores.​ Tras la toma de la fortaleza en 1256 por el mongol Hulagu Jan, la obra sería destruida.Hasan también escribió un tratado en persa, sobre la doctrina del ta'līm (las enseñanzas del imán), llamado al-Fusul al-arba'a.​ El texto tampoco existe ya, pero Al-Shahrastani y varios historiadores persas lo han citado o parafraseado.

De acuerdo con su autobiografía, Hasan-i Sabbāh nació en la ciudad de Qom, en Persia, en una familia chiita duodecimana​ Nacido y criado en Persia, su padre era un árabe de origen yemení, que abandonó Kufa (en la actual Iraq) para establecerse en Qom.

Más tarde, la familia se trasladó a Rayy, en Irán, ciudad con una historia de pensamiento radical desde el siglo IX. Aquí desarrolló Hasan un gran interés por cuestiones metafísicas, y se adhirió al código de instrucción duodecimano. Desde los siete años hasta los diecisiete, estudió en casa, llegando a dominar distintas materias, como quiromancia, lenguas, filosofía, astronomía y matemáticas (especialmente la geometría).

Rayy era también el centro de la actividad de misioneros ismailitas en la región. En este tiempo, el ismailismo estaba creciendo en Persia y otros lugares al este de Egipto. Los ismailitas persas apoyaban a la da'wa dirigida por el Califato Fatimí de El Cairo, y reconocían la autoridad del Imán-Califa al-Mustanṣir.En Rayy, un joven Hasan entró en contacto con Amira Zarrab, un misionero que le introdujo en la doctrina ismailita. Hasan al principio no estuvo muy impresionado, pero su interés creció gradualmente, tras participar en muchos apasionados debates. La convicción de Zarrab convenció a Hasan de profundizar en las doctrinas ismailitas, y en última instancia en cambiar su fe.

Conversión al ismailismo

Una grave enfermedad haría reflexionar a Hasan sobre las enseñanzas de Zarrab. La idea de morir antes de conocer una nueva verdad fue suficiente para abrazarse a la nueva fe. Otro misionero ismaelí, Abu Najm Sarraj, le iniciaría en la adquisición de nuevos y recónditos puntos de vista. Por último, Mu'min, un tercer misionero, le tomó un juramento de fidelidad al califa fatimí de El Cairo, pasando de este modo a formar parte de la secta ismailí, en la cual no tardaría en alcanzar una posición importante.

En 1071, Abd al-Malik ibn at-Tash, jefe de los ismailíes en la región, nombró a Hasan como da'i oficial, ordenándole misionero, y aconsejándole ir a Egipto, para completar sus estudios. Sin embargo, no se dirigió directamente a El Cairo, sino que este fue el inicio de un período de veinte años dedicado a la misión y los viajes, que terminaría cuando Hasan decidió establecerse en Alamut.

La leyenda afirma que en su juventud, Hasan llegó a entablar amistad con dos de los hombres más grandes de su tiempo: el astrónomo y poeta Omar Jayyam y el político Nizam al-Mulk. Este último, años más tarde, mandaría perseguirlo para impedir que siguiera propagando su ideología revolucionaria, y sería ajusticiado por un miembro de la secta.

Sus viajes

Antes de llegar a Egipto en 1078, Hasan estuvo en Azerbaiyán, Mayyafairiqin y Damasco. De su estancia en Egipto durante un año y medio se sabe muy poco, aunque se cree que fue allí donde Hasan comenzó a concebir la futura orden de los asesinos.Desde Egipto regresó a Isfahán pasando antes por Alepo. Más tarde viajaría durante nueve años por Persia, pasando por Yazd, Kirmán y Juzestán. Después pasaría tres años en Damghán, donde parece ser que se apoderó del castillo de Gerdkuh y estableció un importante Centro de los Asesinos. Desde Damghán enviaría a los primeros misioneros a la región de Alamut.

En sus viajes iba buscando nuevos adeptos a la fe ismailí que le permitieran fundar una comunidad permanente y fuertemente defendida. La búsqueda de un lugar adecuado para tal comunidad hizo que Hasan se fijara en la zona de los Montes Elburz, conocida antiguamente como Tabaristán, que se corresponde con las modernas provincias de Guilán y Mazandarán en la actual Irán. Durante muchos siglos esta zona sirvió de refugio a ismailíes y otros heterodoxos musulmanes.

Alamut

Su búsqueda de una base desde la cual dirigir su misión finalizó en 1088, cuando encontró el castillo de Alamut, en el área de Rudbar (actual Qazvín, Irán). Se trataba de una fortaleza que guardaba un valle de unos cincuenta kilómetros de largo y cinco de ancho. Esta fortaleza había sido construida alrededor del año 865. Según la leyenda, fue construida por un rey que vio a su águila volar hasta posarse sobre una roca, un presagio propicio que este rey, Wah Sudan ibn Marzuban, supo comprender, y por eso llamó al fuerte Aluh Amu(kh)t ("La enseñanza de las águilas").​

La adquisición de la fortaleza por Hasan se llevó a cabo sin derramamiento de sangre. Para ello, empleó una paciente y deliberada estrategia, que le llevó dos años. Primero envió a sus Daʻiyyīn y Rafīk para ganarse a los habitantes de los pueblos del valle, y una vez convertidas las personas importantes, los infiltró en la fortaleza, las cuales a su vez intentaron convertir a Alid, su gobernador. Alid fingió convertirse, con lo que consiguió conocer a todos los conversos y expulsarlos del castillo.

Tras este fracaso, Hasan siguió por los alrededores de Daylán convirtiendo a muchos gracias a sus dotes de persuasión y gran ascetismo. Por otro lado, los expulsados de Alamut consiguieron convencer a Alid para que los perdonara y les dejara entrar nuevamente al castillo, lo cual facilitó la entrada clandestina de Hasan. Cuando el gobernador descubrió su existencia ya no pudo hacer nada dado que la mayoría de los residentes de Alamut eran fieles a Hasan, que se hizo con el control de la fortaleza en 1090.​

De este modo Hasan tuvo lo que deseaba: una base segura y permanente desde donde enviar dai's a todo el mundo. Al mismo tiempo siguió una política de expansión territorial, apoderándose de castillos o construyendo otros nuevos. Allí comenzaría a desarrollarse la secta de los Asesinos, que pasaron a la historia como encarnizados asesinos.

La vida en Alamut, y probablemente en el resto de fortalezas, era sumamente rígida y austera. La legendaria severidad de Hasan se pone de manifiesto en dos incidentes en los que mandó dar muerte a sus propios hijos. El mayor, Ustad Husain, fue ejecutado tras la que luego sería una falsa acusación de haber estado involucrado en la muerte de un daí. A Muhammad, su segundo hijo, lo mandó ejecutar por contravenir el mandato islámico de abstenerse de probar bebidas alcohólicas (vino).

En sus últimos días, tras caer gravemente enfermo, nombró sucesor a Bozorg'omid y canciller de propaganda a Dehdar Abu Alí, disponiendo que, conjuntamente, con su canciller militar, Kiya Ba Ya'far, dirigieran el gobierno y la administración de la amplia red de fortalezas que constituía su reino en el período de mayor expansión. De este modo dejó garantizada la transmisión de poderes. Poco después moriría.


lunes, 22 de febrero de 2021

Las tumbas Templarias y de otras Ordenes



Los monumentos funerarios más antiguos descubiertos en iglesias y capillas traen poca información sobre la identidad del fallecido. El tiempo ha borrado muchas inscripciones y los elementos iconográficos no siempre permiten vincular la sepultura a un grupo social.

Las primeras tallas de piedra se materializan principalmente en cruces griegas obviadas en su centro, cuyas ramas son patas, floreadas o ancladas siguiendo el orden. Las cruces se están poniendo más fina hacia el siglo XIII. En cuanto a la cruz latina, aparece muy tarde hacia los siglos XIV o XV. Rápidamente, se toma conciencia de que el monumento funerario puede servir como doble connotación espiritual y temporal. Así se muestra el tamaño codificado de espada, ecu y abacus que hace referencia a la necesidad de dejar en la piedra el rastro del rango ocupado en su paso por la tierra.

A partir de la segunda mitad del XIII, el epitafio aparece y se sistematiza en todas las tumbas con el 50 % de las inscripciones funerarias en latín con las menciones generales siguientes:

1) ′′ Aquí yace ′′

2) Nombre, apellido y apellido.

3) Valores de caballerosidad, títulos de Señorío, funciones ejercidas...

4)′′ quién obedece ′′ quién trespasa ".

5) El año de la muerte a veces precedida del ′′ año del Señor ".

6)′′ oren por su alma ", ′′ Dios tenga su alma ′′

7)′′ Amén ′′

Muchas veces, por la casualidad, descubrimos sitios funerarios. Hay muchos misterios que aún quedan por perforar para entender mejor cómo vivían las Órdenes en esa época. Sin embargo, los científicos van cada vez más lejos, gracias a la investigación de laboratorio y al proceso de datación de carbono 14.

Más información sobre el sexo y la edad de las personas fallecidas, así como sobre su estado de salud y las razones de su muerte.

Principales Bulas papales otorgadas al Temple ( III ) Militia Dei 1145


Militia Dei  es una bula emitida por el Papa Eugenio III en 1145 que consolidó a los caballeros Templarios la independencia de las jerarquías clericales locales al dar la orden el derecho de tomar los diezmos, las tasas de enterramiento y para enterrar a sus de muertos en sus propios cementerios. A los Caballeros se les permitió viajar libremente por Europa.

De Orden a Priorato. El Priorato de Sion.


Cuentan las crónicas que, en el año 1099, tras la conquista de Jerusalén, Protector de la ciudad Godofredo de Bouillon fundó una misteriosa Orden sobre la abadía de Notre Dame du Mont Sión, de la que poco se sabe. Sería más tarde dicha sociedad la que impulsaría la creación de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, más conocidos como Templarios.

Inmediatamente después de haber conquistado la ciudad. Godofredo tenía en su poder un importante secreto, un secreto que había estado en conocimiento de su familia desde los tiempos de Jesús. Temeroso de que se perdiera a su muerte, fundó una hermandad secreta —la Orden de Sión— a la que encargó la misión de velar por él transmitiéndolo de generación en generación.

Durante sus años en Jerusalén, La Orden tuvo conocimiento de una serie de documentos enterrados debajo de las ruinas del templo de Herodes, construido a su vez sobre otras más antiguas, las del templo del rey Salomón. Según creían, esos documentos confirmaban el secreto de Godofredo descendiente de los Merovingios por rama materna ( Plantard ) y eran de una naturaleza tan explosiva que la Iglesia no pararía hasta hacerse con ellos. La Orden juró que, por más tiempo que les llevara, debían recuperar aquellos papeles y protegerlos para siempre, logrando así que la verdad no se perdiera. Supuestamente, durante siglos, el Santo Grial, cajas que contenían documentos antiguos y unos restos humanos, fue el mayor secreto de la Orden y de su paradero nunca se dejaba constancia escrita.

Si hacemos caso a los textos procedentes del Priorato, la Orden de Sión tendría en la época de su fundación un poder considerable, eso sí, siempre entre bastidores, llegando incluso a afirmar que los reyes de la ciudad santa debían su trono a esta enigmática sociedad. Así pues, ellos serían los verdaderos artífices de la extraordinaria progresión que experimentaron los Templarios en los años siguientes, obedeciendo todo ello a un plan previamente establecido.

De acuerdo con estas fuentes, al menos cinco de los nueve fundadores del Temple pertenecían a su vez a la Orden de Sión, y se podría decir que en principio el Temple era el brazo armado de la anterior o incluso que ambas órdenes eran una sola, puesto que según parece compartían el mismo Maestre. Sería el caso de André de Montbard, uno de los caballeros originarios de la orden templaría y que llegaría a ser el máximo dirigente de la misma. Pero el tío de San Bernardo consta asimismo como miembro de Sión, con lo que podemos hacernos una idea del hermanamiento entre ambas.

Se cree que su misión era proteger Tierra Santa. Eso es un error frecuente. La idea de la protección de los peregrinos era el disfraz bajo el que los templarios llevaban a cabo su misión. Su verdadero objetivo en Tierra Santa era rescatar los documentos enterrados debajo de las ruinas del templo. Para poder rescatarlos, la Orden de Sión creó un brazo armado, un grupo de nueve caballeros llamado la Orden de los Caballeros Pobres de Cristo y del templo de Salomón. Más conocidos como los Caballeros Templarios. Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero en lo que todos los estudiosos coinciden es en que sí encontraron algo enterrado en las ruinas... algo que les hizo ricos y poderosos más allá de lo imaginable. Ya fenecido Godofredo, Los caballeros informaron al rey que necesitaban de algún lugar donde guarecerse y le pidieron permiso para instalarse en los establos que había bajo las ruinas del templo. El rey Balduino lo concedió, y los caballeros ocuparon como residencia aquel devastado lugar de culto, no en vano, Balduino, era Hermano de Godofredo.

El Sancta sanctórum

Se creía que los documentos que buscaba el Priorato estaban enterrados en aquellas ruinas, bajo el Sancta sanctórum o cámara sagrada. Durante casi una década, los nueve caballeros vivieron en aquellas ruinas, excavando en secreto entre los escombros. Al fin habían encontrado lo que estaban buscando. Sacaron el tesoro del templo y regresaron a Europa, donde su influencia pareció acrecentarse de la noche a la mañana. El papa Inocencio II dictó una insólita bula papal OMNE DATUM OPTIMUM por la que se concedía a los caballeros un poder ilimitado y se los declaraba «una ley en sí mismos», un ejército autónomo, independiente de cualquier interferencia de reyes o clérigos, de cualquier forma de poder político o religioso.

Con su recién adquirida carta blanca otorgada por el Vaticano, los templarios se expandieron a una velocidad de vértigo, tanto en número como en peso político, acumulando la propiedad de vastas extensiones de tierra en más de doce países. Empezaron a conceder créditos a casas reales arruinadas y a cobrar intereses, estableciendo de ese modo el precedente de la banca moderna e incrementando aún más su riqueza y su influencia.

El Santo Grial

Durante más de mil años han circulado leyendas sobre este secreto. Toda la serie de documentos que revelan el secreto se conocen con el nombre de Sangreal. Godolfredo de Bouillon ordenó a los templarios recuperar estos documentos del Templo de Salomón para demostrar los vínculos hereditarios de los merovingios con Jesucristo. El Sangreal tiene que ver con la sangre real de Jesús y María Magdalena. La palabra Sangreal ha evolucionado hasta formar un término más moderno, el Santo Grial. Se creía que el Santo Grial era un cáliz y una serie de documentos que revelan un oscuro secreto. Pero los documentos son sólo la mitad del tesoro. Si esos documentos dieron tanto poder a los templarios fue porque descubrían la verdadera naturaleza del Grial.

Siempre se había creído que el Santo Grial era el cáliz en el que Jesús había bebido durante la última cena y con el que, posteriormente, José de Arimatea había recogido la sangre que le brotaba del costado en el momento de la crucifixión. Según el Priorato de Sión, el Santo Grial no es en absoluto un cáliz. Aseguran que la leyenda del Grial, que afirma que se trata de una copa, es de hecho una ingeniosa alegoría. Es decir, que la historia del Grial usa el cáliz como metáfora de algo mucho más poderoso, incluyendo sus referencias simbólicas a la divinidad femenina.

Las relaciones entre la Orden de Sion y el Temple  de confraternidad se prolongaría durante aproximadamente unos sesenta años, hasta que, en 1188, un año después de la caída de Jerusalén en manos musulmanas, se produjo un cisma entre las dos órdenes que produjo su separación definitiva. Según el Priorato de Sión, de la pérdida de Tierra Santa sería en gran parte culpable la Orden del Temple, y más concretamente su Maestre Gérard de Ridefort, a los que los documentos «prioré» acusan de traición. Éste arrastró a los Templarios a combatir en la batalla de los Cuernos de Hattin, que significó un auténtico desastre para los cruzados y propició la caída de Jerusalén.

La situación derivaría en que la Orden de Sión se trasladaría a Francia, abandonando a los Templarios a su suerte, sus pupilos y protegidos hasta la fecha. La ruptura de relaciones se simbolizó mediante la tala de un olmo de ochocientos años, en la ciudad de Gisors. A partir de ese momento, la Orden de Sión cambió su nombre por el de Priorato y se dedicó a sus propios objetivos.

La casa Merovingia

El linaje de Cristo se perpetuó en secreto en Francia hasta que en el siglo V, dio un paso osado al emparentarse con sangre real francesa, iniciando un linaje conocido como la Casa Merovingia. Los merovingios fundaron  París. Esa es una de las razones por las que la leyenda del Grial es tan importante en Francia. Muchas de las misiones vaticanas para encontrar el Santo Grial eran en realidad búsquedas encubiertas para erradicar a los miembros de la familia real. El rey Dagoberto fue aquel rey de Francia que apuñalaron en el ojo mientras dormía despues de haber pactado con Roma y fue traicionado por esta para implantar a los Carolingios. Finalmente asesinado por el Vaticano y por Pipino de Heristal, que estaban confabulados, a finales del siglo VII. Con el asesinato de Dagoberto la dinastía merovingia casi desaparece. Por suerte, su hijo, Sigeberto, logró escapar secretamente al ataque y perpetuó el linaje, que más tarde incluyó a Godofredo de Bouillon, fundador de la Orden de Sión.


La Guerra Medieval: Parte II de III


 Caballería

El Combate de los Treinta. Los caballeros solían actuar individualmente en busca del honor y la gloria, en ocasiones, en detrimento del plan de batalla establecido.

Un ejemplo de la conducta indisciplinada de los caballeros medievales es la batalla de Crécy, donde un ejército francés de 40.000 hombres fue vencido por 10.000 ingleses. La falta de paciencia de la caballería franca la llevó a cargar arrollando a sus propios ballesteros.

En los campos de batalla medievales fue predominante el uso de la caballería pesada. Normalmente, esta caballería se organizaba en tres cuerpos o divisiones, que eran lanzadas una detrás de la otra al combate. La primera oleada debía abrir paso entre el ejército enemigo o romper sus líneas para que las demás oleadas pudieran hacerlo. Si el enemigo huía, comenzaba la persecución y masacre de sus tropas en retirada. A la hora de la verdad, los caballeros se movían individualmente en detrimento del plan establecido por su comandante. La gloria y el honor eran casi los únicos intereses de los caballeros, y por ello maniobraban con el fin de hacerse con las posiciones de primera fila en los ataques. La victoria del ejército en el campo de batalla era un objetivo secundario al de su propia gloria. Los caballeros se lanzaban al ataque tan pronto como vislumbraban al enemigo, desbaratando la estrategia de su jefe.

En algunas ocasiones, los líderes del ejército desmontaban a sus caballeros para poder controlar sus ataques. Esto era bien recibido por las tropas de infantería, que en la melé tenían pocas esperanzas de salir bien paradas. Esto aumentaba el vigor del combate y la moral entre la soldadesca. De combatir a pie, los caballeros, junto con los soldados de a pie, combatían detrás de estacas u otro tipo de defensas diseñadas para frenar y desbaratar las cargas de caballeros enemigos.

A finales de la época medieval, el poder y la fuerza de la caballería pesada, y por lo tanto su utilidad, se encontraba al mismo nivel que el de la infantería y los tiradores. Para entonces ya se había probado la inutilidad de cargar contra una tropa disciplinada y bien emplazada. Las reglas de los combates habían cambiado. Las estacas, trincheras y otras trampas se utilizaban astutamente para protegerse de las cargas de caballería. Atacar una fila cuantiosa de piqueros y arqueros resultaba una masacre para los caballeros. Estos se vieron entonces obligados a combatir a pie o a esperar el momento preciso para atacar. Por lo tanto, las devastadoras cargas de principios del periodo eran posibles, pero únicamente cuando el enemigo rompía filas y huía, se encontraba sin orden o estaba al descubierto y sin opciones de defensa.

Caballeros

Un caballero medieval era generalmente un soldado montado y acorazado, a menudo relacionado con la nobleza o la realeza, aunque (especialmente en la Europa del Norte) los caballeros también podían provenir de las clases más bajas, e incluso podían ser personas libres. El coste de su armadura, caballos y armas era grande; esto, contribuyó gradualmente, entre otras cosas, a transformar al caballero, por lo menos en la Europa Occidental, en una clase social distinta de otros guerreros. Durante las Cruzadas, las órdenes militares de caballeros lucharon en la Tierra Santa.

Caballería pesada

La caballería pesada, armada con lanzas y un variado surtido de armas de mano, desempeñaron un papel importante en las batallas de la Edad Media. La caballería pesada se nutría de caballeros ricos y de nobles que podían permitirse el equipo y escuderos empleados por los nobles. La caballería pesada era la diferencia entre la victoria y la derrota en muchas batallas importantes. Sus cargas atronadoras podían romper las líneas de la mayoría de las formaciones de la infantería, haciéndoles un activo valioso a todos los ejércitos medievales.

Caballería ligera

La caballería ligera constaba generalmente en jinetes con armas ligeras, que podían consistir en lanzas, jabalinas o armas de proyectil, tales como arcos o ballestas. Utilizaron a la caballería ligera como exploradores, escaramuzadores o fuera de los flancos. Muchos países desarrollaron sus propios estilos de caballería ligera, tales como los arqueros montados húngaros, los jinetes españoles, los ballesteros montados italianos y alemanes y los currours ingleses.

La Infantería

Durante la Alta Edad Media, la principal (y casi única) táctica de los soldados de infantería, que componían la principal fuerza de los ejércitos de la Alta Edad Media, suponía aproximarse al enemigo y descargar hachazos sobre él. Los francos disponían de hachas arrojadizas llamadas franciscas (de ahí el nombre del pueblo). El poder de la caballería pesada, que apareció en tiempos de Carlomagno, relegó a la infantería a un segundo plano, más que nada, porque no se trataba de una tropa bien instruida y con disciplina. En los primeros ejércitos feudales, la infantería se componía de campesinos mal armados y sin instrucción.

Escocia se valió de tropas de infantería con lanzas para derrotar a Inglaterra.

Las primeras defensas contra la caballería surgieron de manos de los anglosajones. Consistía en colocar a los hombres juntos y con los escudos juntos para formar una barrera que frenase a la caballería y los protegiesen de los arqueros. Así combatieron los anglosajones en Hastings y, de hecho, frenaron el ataque de la caballería normanda. En las zonas donde era dificultoso formar tropas de caballería pesada, especialmente en regiones de terreno más bien accidentado, como Escocia o Suiza, y en las ciudades independientes, la infantería experimentó un cierto resurgimiento. Debido a sus necesidades, encontraron modos de organizar ejércitos eficaces que incluyeran muy poca caballería. Se probó que los caballos no se lanzarían contra una barrera de estacas o de lanzas. Una formación de lanceros podía frenar a la caballería noble de mucho más poder, y ello por una pequeña parte del coste del mantenimiento de la caballería pesada.

Los escoceses emplearon círculos de lanceros durante las guerras de independencia que se produjeron a finales del siglo XIII. William Wallace se valió de ella en Falkirk y Robert Bruce en Bannockburn. Descubrieron que esa formación, llamada schiltron, era de gran eficacia. Robert Bruce sólo presentó batalla a los caballeros ingleses en zonas pantanosas, lo que impedía prácticamente la carga de sus enemigos.

Los suizos ganaron mucho renombre en el combate de picas. Se puede decir que revivieron la antigua falange macedonia de Alejandro Magno y llegaron a adquirir una buena pericia en el combate con largas armas de palo. Su táctica consistía en formar un escuadrón de piqueros. Las cuatro filas exteriores sujetaban las picas a una misma altura, apuntando más hacia abajo. Ello creaba una eficaz defensa contra la caballería. Las filas de la retaguardia usaban armas de palo para acuchillar a los enemigos que se acercaban a la formación. Los suizos se habían especializado hasta tal punto que eran capaces desplazarse sin romper la formación con relativa rapidez. Gracias a ello pasaron también a ser una tropa de ataque.

La única forma eficaz de disolver los compactos cuadros de piqueros era la artillería, principalmente cañones, que rompían las filas de las formaciones de soldados aglutinados. Los castellanos fueron los primeros en lograrlo. Las tropas castellanas del Gran Capitán combatían también a los piqueros con una tropa de espadachines provistos con rodelas. Se trataba de soldados ligeros que se escurrían entre las picas y atacaban directamente a los piqueros. Las fuerzas del Gran Capitán fueron las primeras en combinar, en una misma formación, picas, espadas y armas de fuego; como resultado se obtuvo una formación capaz de batir a diferentes armas en varios terrenos, ya fuera en defensa o atacando. Por ello algunos consideran a Gonzalo Fernández de Córdoba como el primer estratega moderno.

sábado, 20 de febrero de 2021

Iglesia de San Miguel de Breamo, sus leyendas


Esta leyenda surge en Villa de Potedeume, A Coruña – Galicia.

En la cumbre de su majestuoso monte Breamo, aparece una de las iglesias románicas más bellas de la comarca.

Su historia cuenta que fue construida por los templarios en 1187, en el contrafuerte izquierdo de la puerta principal se puede observar tallada en la piedra: “ERA MCCXXV” (se refiere a la era hispánica, de manera que habría que restarle 38 para  llegar a la era cristiana).

Como ocurre con todas las leyendas transmitidas oralmente, no podemos afirmar si durante la construcción o una vez construida, Gerard de Ridefort, maestre del Temple  fue derrotado en la Batalla de Hattin (1187) donde cayó prisionero después de una humillante derrota ante Saladino.
Según la historia o la tradición oral, el maestre abjuro de su fe, este hecho no se puede demostrar.
La iglesia se relaciona con esta acción, de tal manera que representa un testamento marcado en piedra para que perdurara con el tiempo y no se convirtiera en un simple templo.
Segun cuentan, se construyo para recordar el acto ignomioso de Ridefortt y en memoria de los Hermanos caidos en Hattin por su arrogancia.

 
Leyenda:

En la lluviosa tarde de Nochebuena de 1224, junto a  la iglesia de San Miguel de Breamo, once hombres se calentaban silenciosamente junto a una hoguera. Eran gente ruda y las lanzas y espadas que portaban advertían que se trataban de guerreros curtidos en batallas, hombres de iglesia, por las cruces bermejas portaban sobre sus majestuosas capas blancas. Eran caballeros de la Orden del Temple, venidos desde el lejano Oriente hasta las tierras donde se pone el Sol. Habían sido desterrados al Fin del Mundo por sus superiores, tras luchar contra las huestes de Saladino. En contra de lo establecido por las reglas de la Orden, habían huido tras sufrir una gran derrota. Por eso estaban en San Miguel de Breamo. Tenían como única misión custodias esta humilde y solitaria iglesia.

Al caer la noche, los once caballeros se refugiaron en el interior de la capilla. Como hacían todas las noches, durante años, miraron al rosetón que se alzaba sobre la puerta y, como siempre, allí estaban las once puntas; una por cada caballero.
Aquella noche, algo les atraía a mirar el rosetón sin saber la razón. Algo extraño estaba ocurriendo. Algo era distinto. Volvieron a mirarlo y no eran once puntas, sino doce. Una más. Un caballero más. Y así era. En el centro de la humilde nave, un niño dormía plácidamente sobre un manto de paja ante el altar. Y así estuvo durmiendo todas la noche.

Al alba, cuando aparecieron las primeras luces en el horizonte, justo en ese momento, el rosetón volvió a tener once puntas y el niño desapareció.Desde entonces, todas las noches de Navidad, la gente jura que el rosetón tiene doce puntas, hasta el alba que vuelven a ser once.



¿Existieron las Sorores Templi o Hermanas Templarías?


A través de pruebas documentales se puede afirmar que existieron o al menos hacen mención a ellas, incluso en la propia Regla del Temple se hace referencia a ellas.No debemos olvidar que la Orden el Temple sería referente para la creación de nuevas ordenes militares, las ordenes en la Península Ibérica contarían muchas de ellas con mujeres entre sus miembros, porqué no el propio Temple?.

A continuación se mencionarán algunas de estas pruebas documentales:

     Documentos Hermanas de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, Hermanas sanjuanistas:

     “... ser su fundación (el convento de Atiega) la más antigua que hay en España de religiosas nuestras, por tradición en ella y en toda aquella comarca, de haber sido de templarios, por cuyo fenecimiento se aplicó a la Religión (de San Juan) la casa y renta que goza”.

Comendadoras de San Juan, Salinas de Añana (Alava), año 1537.


     Documentos del Párroco don Juan Ocharán Salazar en 1767:

     Alfonso VIII había dado el Monasterio de Artiega a las sorores del Templo del Señor de Jerusalén, a fines del siglo doceno...de cuyas fue heredado por las Comendadoras de San Juan de Acre, al ser disueltas aquellas...muchas de las cuales (las templarias) mudaran de hábitos, para continuar en la casa como Hermanas, hasta dar su alma al Señor.


     Documentos de los frailes menores de tineo (Asturias):

     Aquí hubo un convento de monjas templarias, este sería traspasado en 1312 a los frailes, y muchas de las Hermanas al igual que lo mencionado anteriormente, mudaron de hábito por el de franciscanas.


     Documento de ingreso en la Orden Bailía de Le Masdén (Francia) 1133:

     Doña Açalaides/Azalais del Rosselló “se da en cuerpo y alma a Dios y a la santa caballería de Jerusalén, para servir a Dios y vivir sin bienes bajo la autoridad del maestre. Para lo cual entrega como limosna su feudo de Villamolaque con el consentimiento de sus dos hijos”.

     Aquí aparecen los 3 VOTOS TEMPLARIOS: Pobreza, Obediencia y Castidad.

Documentos templarios, de los que mencioné en anteriores entradas: “Encomienda de Faro” e “Ingreso en la Orden del Temple”:

     Se nombra a Doña Urraca Vermúdez en donaciones realizadas en 1201 como “soror militiae Templi” y priora de las monjas templarias de la bailía de Faro (A Coruña); en este documento aparece comprando tierras y recibiendo otras en donación.

     Doña Berengaña de Lorach aparece como “donata et soror Templi”consejera del comandante templario.

Encomienda templaria de Barberá (Tarragona).

     “Se trata de la hija de Don Vermudo Pérez de Traba y de Doña Teresa, que a su vez era hija de la reina portuguesa del mismo nombre; esta noble familia gallega, los Pérez de Traba, estuvo muy vinculada a la orden cisterciense y fue también una notable protectora del Temple”. Los templarios en los Reinos de España. Gonzalo Martinez Díez.

Organización de las Sores

La rama femenina de las distintas órdenes militares tenían sus propios monasterios-conventos bajo la supervisión masculina, sin embargo, en algunos de ellos el tesón y trabajo de sus Prioras o Abadesas llegarían a hacerse con el control administrativo e incluso económico del mismo; en el caso de las Sorores Templi se encargarían de la administración y funcionamiento de los albergues de peregrinos, hospitales, asilos, e incluso el tutelaje de infantas, doncellas..., de manera que parte de los Hermanos templarios pudieran dedicarse a la guerra santa.

No debemos olvidar que muchas de estas hermanas procedían de la nobleza, lo que conllevaba buenos contactos, privilegios e incluso influencia política; acordarnos que a la Orden del Temple se le concedieron privilegios y exenciones a través de distintas Bulas Papales, lo que nos lleva a pensar que también se incluirían los monasterios-conventos femeninos como parte y beneficiaría de ellos.

 Dentro de la comunidad religiosa, básicamente se regían siguiendo la misma base que la Orden, es decir, seguían la Regla de San Agustín y la Constitución de la Orden.

Las aspirantes debían realizar las mismas formalidades y los mismos votos que los Hermanos templarios: Obediencia, Pobreza y Castidad.Estaban formadas por:

Sorores o Hermanas: De ellas salía la Priora y los distintos cargos jerárquicos de gobierno.

Puelles: Niñas bajo la custodia y educación de las sorores, de ellas surgirían nuevas Hermanas.

Obedenciales: Sirvientas encargadas de las tareas domésticas y los servicios conventuales.

También encontramos al igual que ocurría en la parte masculina, las donadas, debían entregar una donación o dote en el mismo momento de la admisión o mediante testamento, de manera que a su fallecimiento, la parte donada fuese directamente a manos templarias, para así evitar conflictos con los familiares. Como ejemplo podemos nombrar:

“dono mi cuerpo y mi alma a Dios y a la casa del Templo...daré anualmente en la fiesta de Pentecostés una libra de cera sin engaño...y al morir seré enterrada en el cementerio de la Orden a la que dejaré 10 masmudines de oro”.

Contrato de admisión de Doña Proença de Tortosa en 1226 en el Convento templario de Tortosa (Tarragona).

¿Qué podemos entender de estas palabras?

CAPITULO 70: Los caballeros no tendrán Hermanas asociadas.

Sobre las hermanas. La compañía de las mujeres es peligrosa, pues a través de ella el diablo ha apartado a muchos del sendero que conduce al Paraíso. De ahora en adelante, que ninguna dama sea admitida como hermana en la casa del Temple; ésa es la razón por la que de ahora en adelante no es conveniente seguir esta costumbre, para que así la flor de la castidad pueda mantenerse siempre entre vosotros. 

Se puede entender que las “Hermanas templarias” estaban presentes, posiblemente ingresaron en los momentos de crecimiento de la Orden ya que éste capitulo se encontraba dentro de la Regla Primitiva aprobada en el Concilio de Troyes en 1129, posiblemente en sus comienzos estuvieran cerca de los Hermanos, y tras una reorganización se optara por su traslado a conventos – monasterios

CAPITULO 71: Sobre el ser Padrinos.

Sobre el ser padrinos. De ahora en adelante prohibimos a todos los hermanos que sostengan niños sobre la pila bautismal y ninguno debería avergonzarse de negarse a ser padrino o madrina.

Nombran a Padrino o Madrina, lo que nos puede indicar que existían hombres y mujeres, templarios y templarias en la Orden.

Aparezcan documentalmente o no, no podemos negar el papel de la mujer en las ordenes seguidoras del Temple, ¿porqué no lo iba a tener en el propio Temple?.

Como Curiosidad.

En un documento árabe del S.XIII del Cronista Ibn Abi Zar, se narra el coraje de las mujeres templarias en la lucha de la Batalla de las Navas de Tolosa:

“(...) los contingentes templarios lucharon con gran coraje (…) estimulados por las hazañas de sus compañeras”.

Como dice Rafael Alarcón:

 “los templarios buscaron y apreciaron la aportación femenina en el plano socioeconómico, lógicamente dentro de su contexto cultural, sino que todavía está por explorar el enigmático papel que donadas y monjas templarias jugaron en la formación y desarrollo del componente esotérico del Temple”.

La Estirpe de Lucifer.


Guido de Lusignan


 Llegada a Jerusalén

Guido era hermano de Hugo IX, conde de Lusignan. Junto con otro hermano, Amalarico, Guido viajó a Jerusalén en 1170, donde se convirtió en vasallo de Inés de Courtenay, madre del rey Balduino IV, enfermo de lepra. Inés tenía la preocupación de que sus rivales políticos, liderados por el regente Raimundo III de Trípoli, quisieran ejercer un control más férreo forzando a su hija, y hermana del rey, la princesa Sibila, a que desposara a alguien de su gusto. Inés frustró estos planes aconsejando a su hijo que casara a Sibila con Guido. El rey accedió, y Guido se unió a la familia real en 1180. Por su matrimonio se convirtió en conde de Jaffa y Ascalón y alguacil de Jerusalén.

Guido logró que Balduino IV lo nombrara regente a comienzos de 1182, a pesar de la disconformidad de la Haute Cour. El comportamiento de Guido como regente pronto ofendió a la Haute Cour. Muchos colonos francos (descendientes de los primeros cruzados) pretendían hacer la paz con Saladino, sultán de Egipto. Pero Guido y Reinaldo de Châtillon, junto a otros cruzados recién llegados, estaban allí para luchar. Las continuas provocaciones de Guido a Saladino hicieron imposible cualquier tipo de paz entre Jerusalén y Egipto.

La misma Inés se encontraba descontenta con el proceder de Guido y rehusó defenderle. A fines de 1182 y principios de 1183, Balduino IV intentó anular el matrimonio de su hermana con Guido. Sibila se quedó en Ascalón, aunque tal vez no contra su voluntad. Al fracasar en el intento de separar a su hermana y heredera de Guido, el rey y la Haute Cour cambiaron el orden de sucesión, poniendo a Balduino V, hijo de Sibila, en su primer matrimonio con Guillermo de Monferrato, por delante de Sibila, aunque ella no fue excluida de la sucesión. Guido se comportó discretamente desde 1183 hasta que su esposa fue reina en 1186.

Rey consorte de Jerusalén

Cuando Balduino IV finalmente sucumbió a la lepra en 1185, Balduino V se convirtió en rey, pero era un niño enfermizo y murió al cabo de un año. Guido fue con Sibila a Jerusalén para el funeral de su hijastro en 1186, acompañados por una escolta armada, que puso como guarnición de la ciudad. Raimundo III, celoso de mantener su influencia, y su nueva aliada política, la reina viuda María Comneno de Constantinopla, estaban intentando convocar a la Haute Cour cuando Sibila fue coronada reina por el Patriarca Heraclio. Reinaldo de Châtillon ganó apoyo popular para Sibila afirmando que ella era li plus apareissanz et plus dreis heis dou rouame. Con el claro apoyo de la iglesia, Sibila fue soberana indiscutida.

Sibila fue coronada sola, como reina exclusiva. Sin embargo, para ser coronada hubo de acceder a la anulación de su matrimonio con Guido, para satisfacer a los miembros opositores de la corte, siempre y cuando ella tuviera libre albedrío para elegir su próximo esposo. Los líderes de la Haute Cour accedieron y Sibila fue coronada. Pero, para asombro de la facción rival de la corte, cuando tuvo que elegir nuevo esposo, eligió a Guido. La reina renunció a la corona y se la otorgó a Guido, permitiéndole coronarse a sí mismo. Hunfredo IV de Torón, esposo de la media hermana de Sibila Isabel, era la baza de Raimundo III y los Ibelín para el trono, pero era débil de palabra y ambición, por lo que se alejó de ellos y apoyó a Guido, jurando lealtad a Sibila. Hunfredo se convertiría en uno de los aliados más próximos a Guido durante su reinado.

Caída de Jerusalén

La primera preocupación del rey fue comprobar los avances de Saladino. En 1187 Guido, contra el consejo de Raimundo III, intentó aliviar el sitio que Saladino había puesto a Tiberíades. El ejército de Guido fue rodeado; cortado su suministro de agua, el 4 de julio el ejército de Jerusalén fue derrotado completamente en la Batalla de Hattin. Guido fue uno de los muy pocos cautivos perdonados por los Sarracenos tras la batalla, junto con su hermano Godofredo y Hunifrido. Los exhaustos cautivos fueron llevados a la tienda de Saladino, donde Guido recibió un cáliz de agua como muestra de la generosidad de Saladino. Cuando Guido ofreció el cáliz a su compañero Reinaldo, Saladino arrojó el cáliz. Luego ordenó la ejecución de Reinaldo  semidecapitándolo (Saladino estaba furioso con Reinaldo, porque este había atacado tiempo atrás una caravana en la que viajaba la hermana de Saladino) .

Guido fue encarcelado en Damasco mientras Sibila permaneció defendiendo Jerusalén, pero tuvo que cedérsela a Saladino el 2 de octubre. Sibila escribió a Saladino rogándole la liberación de su esposo, y Guido fue liberado finalmente en 1188 permitiéndole retornar con su mujer. Guido y Sibila buscaron refugio en Tiro, la única ciudad aún en manos cristianas, gracias a la defensa de Conrado de Monferrato. Conrado negó refugio a Sibila y a Guido, y estos acamparon fuera de los muros de la ciudad durante meses. Y pronto Guido se unió a una vanguardia de la recientemente llegada tercera cruzada. La reina lo siguió, pero murió de una epidemia junto con sus hijas. Según acuerdo de los miembros sobrevivientes de la Haute Cour, con la muerte de Sibila, Guido perdió su autoridad como rey consorte y la corona pasó a Isabel.

Rey de Chipre

En 1191 Guido dejó Acre con una pequeña flota y llegó al puerto de Limassol, en Chipre. La Orden del Temple decidió no conservar la isla y se la vendió a Guido,aunque los templarios siguieron manteniendo sus posesiones junto con otras órdenes religiosas como la Orden de San Juan de Jerusalén.​

Guido buscaba apoyo de Ricardo I de Inglaterra, del cual había sido vasallo previamente en Francia. Juró lealtad al rey Ricardo y asistió al casamiento y ceremonia de Ricardo con Berenguela de Navarra. Participó en la campaña contra Isaac Comneno de Chipre e impresionó a Ricardo de tal manera que Guido se convirtió en el favorito de Ricardo para ser rey de Jerusalén.

El rey Felipe II de Francia apoyaba en cambio a Conrado de Monferrato, que fue elegido rey en 1192 por derecho de su esposa Isabel; Conrado había anulado el matrimonio de Isabel con Hunifrido y se había casado con Isabel. Conrado fue asesinado e Isabel se casó con Enrique II de Champaña. Cuando este murió, en 1197, Isabel contrajo matrimonio con el hermano de Guido, Amalarico. Mientras tanto, Guido fue compensado por la pérdida de su reino comprándole Chipre a Ricardo, que había conquistado la isla camino de Palestina. Guido falleció en 1194, pero los descendientes de los Lusignan continuaron gobernando el Reino de Chipre hasta 1474. Guido fue sepultado en la iglesia de la Orden del Temple en Nicosia.

lunes, 15 de febrero de 2021

Principales Bulas papales otorgadas al Temple ( III ) Milites Templi 1144


Milites Templi (en latín, "soldados del templo") fue una bula papal emitida por el Papa Celestino II en 1144. Ordenó al clero proteger a los Caballeros Templarios y animó a los fieles a contribuir a su causa. Permitió a los Templarios hacer sus propias colectas una vez al año, incluso en áreas bajo prohibición . Esta es una de las bulas papales más importantes relacionadas con el Templo, y junto con Omne datum optimum (1139) y Militia Dei (1145) forma la base de la futura riqueza y éxito de la Orden. 

Por la bula Milites Templi, se concedió a los templarios el derecho a realizar colectas y recibir donaciones. Asimismo, por sus servicios obtuvieron más posesiones, llegando en Aragón casi a monopolizar el próspero comercio de la sal. De esta forma, a las generosas donaciones recibidas se sumó el producto de recursos financieros propios, lo que permitió a la Orden incrementar notablemente su patrimonio por medio de compraventas y permutas. Al igual, llevaron a cabo puntuales transacciones, que pueden resultar incomprensibles desde un punto de vista puramente mercantil, pues en ocasiones entregaron ricas heredades agrícolas a cambio de yermos y abruptos enclaves sin aparente valor económico y estratégico, que, sin embargo, para los templarios tenían un gran significado místico en el orden . En la mayor parte de estos enclaves construyeron pequeños cenobios y ermitas que servían para cristianizar —o re-cristianizar, según el caso— lugares sagrados desde tiempos inmemoriales, a la par que constituían ideales retiros temporales o definitivos —así lo eran para templarios enfermos, ancianos o lisiados de guerra— donde observar la faceta contemplativa y estrictamente monástica de la Orden; faceta que nunca perdió.

El falso mito de la tolerancia en Al-Ándalus, un régimen humillante para cristianos y judíos


Tolerar a alguien mirándolo desde arriba convierte la palabra tolerancia en algo vacío. El mundo anglosajón hace tiempo que demostró que no basta con tolerar al otro en su barrio o en su reserva india, viviendo en una dimensión paralela, sin interactuar con los que son diferentes ni cruzando los límites de su zona de confort. Para una convivencia plena es necesario ir más allá: hacer un esfuerzo por comprender y asimilar al otro. Tratarlo de tú a tú, y darle las mismas oportunidades y derechos. Ni en la Edad Media cristiana ni en la musulmana se dieron las condiciones para algo parecido.

El concepto de tolerancia es algo contemporáneo, que no se puede extrapolar a la Edad Media como habitualmente han hecho los que defienden que en Al-Ándalus convivieron de forma pacífica tres religiones. Ciertamente, en la sociedad andalusí hubo una coexistencia, pero con una separación de carácter legal entre unas comunidades y una cesión de espacios obligada, en parte, porque los invasores no estaban en condiciones de implantar sus creencias y, además, porque el Corán establece que la fe islámica no se puede imponer por la fuerza.

Un proceso de ocho siglos

Lo primero que hay que tener en cuenta es que la historia de Al-Ándalus se prolongó durante casi ocho siglos con escenarios completamente distintos, según qué etapa. Se antoja un error imaginar el Imperio romano, con siglos y siglos de existencia, como una civilización inmutable, exactamente igual en tiempos de la república que en el reinado de, por ejemplo, el Emperador Trajano. O hablar siempre del Antiguo Egipto con la estampa de las grandes pirámides de fondo, cuando la construcción de estos monumentos funerarios se limitó a un periodo concreto dentro de una civilización con 3.000 años de existencia. Del mismo modo, no es lo mismo hablar de tolerancia en la época del Califato que hacerlo tras las invasiones que se produjeron en el siglo XI de radicales religiosos procedentes del Norte de África.

Durante la primera fase de la conquista de la Península, el débil y dividido territorio visigodo fue arrasado por 7.000 guerreros bereberes y 5.000 árabes bajo la dirección de Musa ibn Nusair, primer valí de Al-Ándalus. Todo ello devino en una guerra donde se incentivó la conversión de la mayoría de la población local al Islam como parte de un juego de palos y zanahorias. En menos de tres años tras la batalla de Guadalete, prácticamente la totalidad de la Península estaba en poder del Islam.

La tensión interna entre árabes (a su vez enfrentados entre qaysíes y yemeníes) y bereberes protagonizó estos primeros años de Al-Ándalus, permitiendo que muchos líderes cristianos sacaran ventajas de la guerra civil y de la inestabilidad del nuevo régimen.

Como cuenta el doctor Juan Abellán Pérez en el libro coordinado por Vicente Ángel Álvarez Palenzuela «Historia de España de la Edad Media» (Ariel), los jefes visigodos recibieron distintos tratos en función a si durante la conquista habían ejercido oposición o no. A los hostiles se les exigió sumisión total al Islam (sulh), mientras a los que no se resistieron únicamente se les reclamó respeto a la autoridad política (‘ahd). No en vano, y tal vez esta es la base del mito de la buena vecindad entre religiones, en ambos casos se garantizó su vida y sus creencias a cambio de pagar un impuesto personal o capitación en metálico (yizya), aparte de la contribución territorial en especie (jaray), que debían pagar incluso si optaban por convertirse a la fe de los conquistadores. También las posesiones de la Iglesia fueron respetadas en este tipo de pactos que primaron el pragmatismo por encima de los dogmas religiosos:

«Que no se confiscarán sus propiedades ni serán esclavizados. Que no serán separados de sus mujeres e hijos, ni serán asesinados. Que no serán quemadas sus iglesias ni expoliados los objetos de culto que contienen. Que no serán discriminados ni aborrecidos por sus creencias religiosas».

Conquistadores contra conquistados

Según datos muy aproximados, la población total antes del 711 era de entre 4.500.000 y 5.500.000, de los cuales cerca del 50% quedaron en territorio islámico, esto es, entre 2.250.000 y 2.750.000 indígenas. Los invasores, por otro lado, no pasaban de los 50.000 personas, incluidos mujeres y niños, pero nutrieron la minoría gobernante. La nueva estructura social se dividió entre los creyentes (umma), formada por bereberes y las muchas tribus y clanes árabes, y los denominados protegidos (dimmíes), integrada por la población cristiana y judía que siguió viviendo en Al-Andalus. La llamada «gente del Libro», el grupo más numeroso de la población libre, pudo conservar así su religión dentro de la sociedad islámica y procuró imitar las costumbres árabes, hasta el punto de que se les acabó denominando «aquellos que pretenden ser árabes», esto es, mozárabes.

Estos grupos constituyeron importantes comunidades en zonas urbanas, donde siguieron rigiéndose por el derecho visigodo y mantuvieron su organización eclesiástica intacta hasta el siglo XI. Incluso gozaron de autonomía interna, pudiendo elegir a sus autoridades bajo, eso sí, la aprobación de los walíes musulmanes. A la cabeza de estas comunidades se encontraba un conde, encargado de entregar la recaudación a los musulmanes, aunque era un juez musulmán y un jefe de policía quienes regulaban las relaciones de estos mozárabes con la umma.

La aristocracia hispana que se convirtió al Islam convivió a la perfección con la árabe, de modo que ambos unieron esfuerzos contra las revueltas de bereberes, eslavos y clases bajas

A largo plazo, sin embargo, los judíos y cristianos que no se convirtieron padecieron los estragos de un sistema legal, impuesto por una minoría no autóctona, que en función a los vaivenes políticos discriminaba más o menos a los no mahometanos. El resultado es que en Al-Ándalus convivieron dos sociedades duales, yuxtapuestas y claramente diferenciadas: la de los conquistadores y la de los conquistados. Entre los conquistados, se incluían también los muladíes, conversos de origen hispánico, que no gozaban de la misma igual que la clase árabe dominante, quien a su vez mantenía relegada a la de los bereberes.

La discriminación religiosa se difuminaba en muchos aspectos con las división social reinante. De hecho, la aristocracia hispana que se convirtió al Islam convivió a la perfección con la árabe, de modo que ambos unieron esfuerzos contra las revueltas de bereberes, eslavos y clases bajas. Porque, ya se sabe, poderoso caballero es don dinero.

El descontento mozárabe

Solo cien años después de la invasión musulmana, surgió un movimiento de descontentos hacia la consideración legal de los mozárabes en la ciudad de Córdoba. En una de las numerosas acentuaciones islámicas del Califato, Abd al-Rahman II suprimió bajo su reinado la tolerancia con los mozárabes e hizo que muchos muladíes fueron apartados o directamente eliminados de puestos de responsabilidad. A partir del año 850, un movimiento radical llamado mozarabismo contestó a esta oleada de discriminación de una manera muy particular. Los acontecimientos se precipitaron ese año con la condena a muerte de un clérigo y un mercader cordobeses acusados de blasfemos.

En dos meses, un total de 11 cristianos fueron crucificados o decapitados por blasfemar contra el Profeta de Alá, en lo que ha sido considerado un martirio voluntario organizado a modo de protesta por estos radicales. A pesar de que solo una pequeña parte de los mozárabes simpatizaban con el movimiento, los jueces islámicos iniciaron una escalada de ejecuciones que, según Sánchez Albornoz, superó ampliamente todos los procesos inquisitoriales contra judaizantes y luteranos en la España de Felipe II.

Ante el fracaso de la moderación religiosa, Muhámmad I aplicó una política de violencia para erradicar el problema del mozarabismo, lo cual logró a corto plazo. No obstante, esta estrategia de mano dura extendió a largo plazo el descontento a otras zonas y germinó en un sentimiento de nostalgia hacia el reino cristiano perdido, cuyas reclamaciones algunos vieron encarnadas en el Reino de Asturias.

Y precisamente el Rey de Asturias, Ordoño I, no dudó en apoyar una revuelta mozárabe en Toledo en el año 852. En la sucesiva batalla los cristianos fueron superados por las tropas de Muhámmad I, pero aún permaneció Toledo sublevada cinco años más. El movimiento radical perdió fuerza solo tras la política dura contra los cristianos y, a raíz de la muerte de San Eulogio en el 859, se encaminó hacia el ocaso.

No fue un episodio aislado. La desconfianza de los cristianos hacia las élites árabes que regían su estatus legal provocó un constante foco de tensiones que contradicen el mito de la paz religiosa en Al-Ándalus. Del mismo modo, la comunidad muladí encabezó en el año 880 otra protesta en Córdoba para reclamar una equiparación real.

La diferencia legal entre cristianos y musulmanes

La conflictiva sociedad de Al-Ándalus vivió la lucha de los convertidos al Islam para conseguir su equiparación con los invasores, en paralelo a la reclamación de los mozárabes y judíos para no perder su identidad y lograr la misma consideración legal que el resto.

Aclara el historiador Francisco de Asís Veas Arteseros en el capítulo «La civilización andalusí» del libro antes mencionado que «los practicantes de las religiones bíblicas eran tolerados, pero ello no suponía una equiparación con los musulmanes y su situación venía definida por el respeto que los islámicos debían manifestar por la religión, propiedades, leyes y costumbres de los protegidos».

En resumen, que se establecía una desigualdad perpetua, porque los protegidos no podían ser nunca ciudadanos del Islam dada su condición religiosa, ni podían participar en el mismo régimen político y fiscal que los creyentes. Tenían que pagar impuestos y multas superiores que los musulmanes.

Estas relaciones entre cristianos y musulmanes se regulaban mediante la «dimma» (el nombre con el que en el Islam se designa a los creyentes de religiones abrahámicas o monoteístas), que hacía que, por ejemplo, el testimonio de un cristiano y un mahometano no valiera lo mismo a nivel legal. Asimismo, los cristianos no podían casarse con musulmanas, pero si el matrimonio mixto era al revés, los hijos eran automáticamente musulmanes y los bienes de la esposa cristiana se los quedaba el marido.

La discriminación legal varió en función del incremento o relajación del islamismo que se destilaba desde el poder central. Por momentos, las diferencias rozaron la humillación, como en el caso de la prohibición de llevar o guardar armas o la de no poder vestir como los musulmanes, a los que había que honrar y respetar. Y, según explica Rafael Sánchez Saus en su libro «Al-Ándalus y la Cruz» (Stella Maris), un cristiano debía levantarse si entraba un musulmán en una habitación, y sólo podía pasarle por el lado izquierdo, considerado maldito.

Igualmente un cristiano no podía montar a caballo en presencia de un musulmán, ni podía tener servidumbre musulmana o esclavos que antes hubieran pertenecido a musulmanes, ni la casa de un cristiano podía ser más alta que la de ellos.

Todo ello dio lugar a la existencia de barriadas separadas en algunas ciudades, donde los cristianos tenían prohibido construir nuevos centros religiosos o intentar convertir a un islámico a su religión. Algo que también ocurría a la inversa en el territorio cristiano, con la salvedad de que allí nunca se ha generado el mito de la civilización pacífica y tolerante.

El endurecimiento de su situación y el desprestigio de los cristianos y sus clérigos contribuyó de forma crucial a esta reducción de la población mozárabe

La presión económica, social y cultural ahogó con el tiempo lo que en los primeros años de la invasión había sido el grupo mayoritario de la población. La conversión de muchos mozárabes para integrarse de pleno derecho en la sociedad islámica (esto pensaban a nivel teórico) y la emigración de muchos a los reinos cristianos del norte, que demandaban colonos para las tierras conquistadas, redujeron paulatinamente esta población hasta que ya en tiempos de Almanzor era algo residual. El endurecimiento de su situación y el desprestigio de los cristianos y sus clérigos contribuyeron de forma crucial a esta reducción de la población mozárabe, sin desmerecer el papel que ejerció la asimilación de estos grupos a la cultura de los invasores. La utilización de la escritura y la lengua árabe no dejó de crecer en esta comunidad desde el año 711.


Los judíos, por su parte, estaban sometidos a las mismas normas que los cristianos, aunque ellos suponían una minoría dentro de Al-Ándalus. La población creció durante el emirato y el califato como consecuencia de la emigración desde el norte de África y de su papel económico y militar jugado durante la conquista de la Península. Esta minoría religiosa tenían comunidades destacadas en Toledo, Granada, Córdoba y Lucena. Las fuentes informan que se dedicaban sobre todo al comercio, artesanía, medicina, farmacia, filosofía, aunque buena parte eran simples trabajadores. Y, al igual que muchos mozárabes y muladíes, ocuparon puestos claves en el Califato. Fue el caso de Moshen ibn Hasday ibn Shaprut, médico personal de Abd al-Rahman III y gran propagador de la cultura hebrea en el ámbito andalusí.

Precisamente a mediados del siglo X, el Califato Omeya alcanzó su máximo esplendor cultural y urbanístico, hasta el extremo de que el geógrafo Ibn Hawqal la comparó con Bagdad o Constantinopla, por entonces las mayores urbes conocidas. La biblioteca de al-Hakam II estaba formado por una colección de entre veinte mil y cuarenta mil volúmenes, la cual nació y murió a manos de la misma civilización tan mitificada y pacífica. A instancias de los ulemas malikíes, Almanzor ordenó quemar buena parte de esta biblioteca que, más tarde, fue saqueada por almorávides y almohades. Estos dos grupos de radicales llegados de fuera de la Península hicieron de la revitalización de la ortodoxia islámica su bandera y jamás creyeron, ni por asomo, en tolerancias religiosas de ningún tipo o en cacharros parecidos.

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