jueves, 24 de junio de 2021

SER Templario HOY

 


La propia dualidad de los caballeros templarios, al mismo tiempo monjes y soldados, se traduce en la actualidad en un referente para muchos católicos que, acosados por las trabas a la libertad religiosa que están padeciendo por parte del laicismo en el poder, buscan un mayor compromiso con la Iglesia, entendida como conjunto de creyentes, que les permita afrontar con convicción, unidad y entereza las afrentas que deben padecer a diario. 

San Bernardo de Claraval, protector y mentor del Temple, contribuyó en buena medida a difundir las hazañas de los caballeros templarios hondamente preocupado por la situación de oriente, no se cansaba de apostrofar a los caballeros que preferían la molicie cortesana en Europa a las heroicidades en Tierra Santa.

Guste o no, lo cierto es que cada vez son más las personas que miran hacia el Temple como referente en los momentos convulsos en que vivimos.

Aunque pueda resultar increíble, en pleno Siglo XXI, miles de personas repartidas por todo el mundo se sienten atraídas por una Orden de caballería que, aunque en la actualidad continúa suprimida sin que ningún Papa haya rectificado el grave error de su predecesor Clemente V, sigue siendo un referente en la cultura occidental.

¿Por qué una Orden de caballería medieval sigue despertando tanto interés en la actualidad? ¿Por qué tantas y tantas personas buscan en el Temple un referente en sus vidas? ¿Por qué miles de personas están dispuestas a entrar en organizaciones que se autodenominan templarias, con el riesgo de caer en manos de todo tipo de desaprensivos, buscando formar parte de la Orden del Temple?

Es por este motivo, en el año en el que se conmemora el CM aniversario de la creación de la Orden del Temple, intentaremos buscar las posibles similitudes en el estilo de vida que estos monjes-guerreros practicaban hace novecientos años y como muchos de sus temores, de sus luchas, de sus compromisos tienen aún hoy en día igual o mayor vigencia.

Porque a pesar de la diferencia cultural, histórica y de mentalidad de una época y otra, lo cierto es que una atenta lectura de los artículos de la Regla Primitiva de la Orden nos pueden llevar a establecer una similitud con hechos, problemas, preocupaciones y actitudes que vivimos en nuestros días.

La cristianofobia y persecución actual, sea este compromiso inequívoco con su fe, de ahi su ansiada militancia en las nuevas Ordenes, y por parte de los nuevos caballeros templarios, el mayor de los atractivos de esta Orden en la actualidad, pero será sin duda el estudio y comparativa de su Regla, la norma que les regía y orientaba durante toda su vida en la Orden, lo que nos demostrará como muchos de estos artículos de su regla, aparentemente desfasados, y con un lenguaje que nos parece arcaico, contienen una vigencia innegable en la actualidad tantos siglos después.

Así en próximos artículos, desde estas páginas vamos a intentar encontrar las similitudes entre la realidad que vivimos los católicos del Siglo XXI, con la que vivieron aquellos otros novecientos años atrás, y cuya compromisos se plasmaron en la Regla que aprobó el Concilio de Troyes (1129), donde se decidió, artículo por artículo, hasta los más mínimos detalles, la regla más antigua de la que se tiene noticia es la redactada en ese concilio.

Un documento que constaba de un acta oficial del Concilio y de un reglamento de 75 artículos.


Dice su artículo I, de cómo se ha de oír el oficio divino, que: “Vosotros, que renunciasteis a vuestras voluntades para servir al Rey Soberano con caballos y armas, por la salvación de vuestras almas, procurareis siempre, con piadoso y puro afecto, oír los maitines y todo el oficio según las observancias canónicas y las costumbres de los doctos regulares de la Santa Ciudad de Jerusalén. Por eso, venerables hermanos, Dios está con vosotros, porque habiendo despreciado al mundo y a los tormentos de vuestro cuerpo prometisteis tener, por amor a Dios, en poca estima al mundo; así, saciados con el divino manjar, instruidos y firmes en los preceptos del Señor, después de haber consumado y concluido el misterio divino, ninguno tema la muerte. Estad prestos a vencer para llevar la divina corona”.

Y así, dando un salto de novecientos años, llegamos a la actualidad, donde no son pocos los católicos avergonzados por la deriva a la que han llegado muchos oficios religiosos, convirtiéndose en algunos casos en meros espectáculos musicales de distracción y divertimento, sin ningún sentido religioso y falto del contenido que aparece en las Sagradas Escrituras.

El propio Papa Francisco, al que sectores más tradicionalistas de la Iglesia culpan de una deriva y confusión en la Iglesia Católica, decía en una de sus homilías que: “Por desgracia, para muchos la Misa del domingo ha perdido sentido, piensan que basta ser buenos y amar. Esto es necesario, pero no es posible sin la ayuda del Señor, sin obtener de Él la fuerza para conseguirlo”. Insistía el Papa en esta homilía que se debe ir a Misa el domingo “para encontrar al Señor”, “para dejarnos encontrar por Él, escuchar su Palabra y alimentarnos del pan de vida, en comunión con toda la Iglesia”.

¿Se trata de un toque de atención del máximo responsable de la Iglesia Católica ante el espectáculo que algunos sacerdotes están convirtiendo la Misa? Nosotros creemos que sí, aunque pueda haber opiniones en todos los sentidos.

Pero lo cierto es que muchos católicos muestras asombro, y también indignación, por las misas-espectáculo, que seguro pueden servir para llenar los templos sí, pero se apartan del verdadero sentido cristiano de la Misa del domingo.

Vemos pues que, a pesar de la diferencia cultural, histórica y de mentalidad de una época y otra, los artículos de la Regla del Temple muestran bastante similitud con hechos, problemas, preocupaciones y actitudes que vivimos en nuestros días.

En aquella época la Regla trataba de luchar contra esa otra caballería secular, frívola, más pendiente de las riquezas y el placer personal que en lo que supone la fe cristiana, la que acudía a los oficios religiosos por costumbre, convirtiéndoles en un acto social más desprovisto de cualquier otro sentido; curiosamente lo que también está ocurriendo en nuestros días.

Así el fervor religioso templario se convierte en un referente para muchos católicos que, alarmados por distanciamiento de las raíces de la fe católica que nos mostró Jesucristo, buscan un mayor compromiso con los valores católicos de la Iglesia, que les permita afrontar con convicción, unidad y entereza los tiempos convulsos que vivimos.