jueves, 24 de junio de 2021

Rodrigo Díaz de Vivar , El Cid

 

La primera mención de Rodrigo Díaz de Vivar es en la batalla de Graus (1064), donde acompaña al infante Sancho en ayuda de su tío Ramiro I de Aragón. Es inverosímil que fuese un caballero de origen modesto puesto que su padre, Diego Flainez, ocupaba una posición destacada en la corte de Fernando I y el mismo Ruy Diaz formaba parte del séquito del primogénito.

Tras la guerra civil entre Sancho y sus hermanos Alfonso, Urraca y Elvira (que obliga a intervenir al abad de Cluny) vemos a Rodrigo Díaz de Vivar al servicio del nuevo rey. Sucede a su padre en la corte y toma como esposa a una rica heredera pariente del monarca, Jimena, que le dará por lo menos tres hijos: Diego, María y Cristina.

A finales del 1080 se produce el primer desencuentro de Rodrigo Díaz de Vivar con el rey y su primer destierro. Las causas no están del todo claras, pero todo apunta a que saqueó sin permiso la taifa de Toledo, aliada del rey leonés. Tras su expulsión se pone al servicio del rey taifa de Zaragoza, quien se encontraba en guerra con el rey taifa de Lleida y sus aliados, los condes de Barcelona, a los cuales la mesnada del Cid pone en jaque. Es probable que en este periodo haga sus primeras incursiones hacia el litoral oriental de la península, donde existían algunas taifas pequeñas pero ricas como Murcia, Denia y Valencia, amenazadas por los condes de Barcelona y sus aliados.

Rodrigo Díaz de Vivar, el emperador y los almorávides

La “jugada maestra” del rey Alfonso VI en abril de 1085 culmina de forma simbólica cuando adopta el título de Imperator totius Hispanie. («emperador de las Españas»). Según este título, teóricamente todos los poderes de la Península ibérica, tanto cristianos, como musulmanes, le debían pleitesía. Sin embargo, esto provoca que los reyes taifas teman que su ansia expansionista les haga perder sus territorios y piden ayuda a los almorávides.

En aquellos momentos, los almorávides constituían un imperio en crecimiento por el norte de África que partía de una visión guerrera e integrista del islam. Acudiendo a la llamada de los reyes taifas, desembarcan en la península en el verano de 1086 y derrotan a los castellanoleoneses en la batalla de Sagrajas, obligándolos a refugiarse tras el Tajo otra vez.

Rodrigo Díaz de Vivar, que se había reconciliado con su rey poco después de la toma de Toledo, vuelve a ser desterrado en 1088. El guerrero no había acudido a la llamada de auxilio de su señor cuando trataba de defender su posición en el sudeste contra los almorávides, en Aledo. Esta vez, el Cid Campeador lo tiene claro. Tras algunos años de saqueo y hostigamiento a las taifas de la costa oriental y de hacer temblar el poder de los barceloneses, no solo se convierte en el hombre más poderoso del oriente peninsular, sino que él y su hijo crean un señorío propio en Valencia y su taifa, que conquistan en junio de 1094

La muerte de Rodrigo Díaz de Vivar


Pocos datos tenemos de la “Valencia del Cid”, quien pasó los últimos años de su vida tratando de defenderla de los almorávides. Rodrigo Díaz de Vivar permitió la existencia de la comunidad mozárabe y de los habitantes musulmanes bajo fuertes tributos y se limitó a crear un obispado para donarle una catedral en la persona del monje Jerôme de Perigord. Sin embargo, el señorío del Cid sobre dos religiones era ya una anomalía.

Las taifas autónomas estaban en retroceso ante el imperialismo almorávide. El único varón de los hijos de Rodrigo Díaz de Vivar, Diego, muere luchando contra ellos en la batalla de Consuegra (1097), tal y como le ocurrirá diez años más tarde al hijo del emperador Alfonso en la batalla de Uclés (1108). Tras la propia muerte de Rodrigo Díaz de Vivar, su familia abandona Valencia y regresa a León. Los almorávides limitarán la expansión de los cristianos del norte casi medio siglo hasta que su poder se diluya por causas internas ante la pujanza de nuevos poderes.