martes, 11 de agosto de 2020

Longevidad de los Templarios: Alimentación e Higiene.

La longevidad de los Templarios es uno de los muchos misterios que rodearon a esta orden de caballeros desde su nacimiento en 1118. Sus miembros, cuyo primera misión era la de proteger a los peregrinos cristianos del acoso musulmán cuando viajaban a Tierra Santa, vivieron hasta los 70 años de edad; un caso peculiar y extraordinario teniendo en cuenta que la esperanza de vida durante la Edad Media estaba entre los 25 y 40. Hugo de Payns, fundador de la poderosa institución cristiana, falleció a los 66 años. Este no es el único ejemplo: Jacques de Molay, el último Gran Maestre, fue quemado vivo a la edad de 70. Y otro tanto pasó con Godofredo de Chamay, quien acabó ejecutado a los 63. Durante décadas circularon las hipótesis de que a los Templarios se les concedió un don divino o que dispusieron de algún brebaje mágico para ser más longevos. Su secreto, sin embargo, pareció encontrarse en una razón bastante mundana basada en la nutrición y la higiene. La investigación del doctor de medicina Francesco Fransecchi y su equipo fue la responsable de desvelar, hace algunos años, este misterio. Su estudio, publicado en la revista científica internacional «Digestive and Liver Disease», puso de relieve cómo estos monjes-soldados se alimentaron de forma diferente a la de la época. La antesala de la dieta mediterránea En la Edad Media la alimentación era rica en grasas y calorías, sobre todo en las clases más altas, las cuales podían permitirse el lujo de consumir mucha carne. Enfermedades como la gota y la obesidad eran símbolo de fortuna y opulencia. Según este estudio, los niveles de colesterol y triglicéridos eran exagerados. Frente a semejantes excesos, «la dieta de los Templarios era muy moderada», ya que era inimaginable ver a un caballero aquejado de sobrepeso luchando contra las ágiles tropas musulmanas. El régimen de los templarios buscaba equilibrar las costumbres de un monje con la vida activa de un caballero, que no podía ejercer su trabajo con el estómago vacío. Opinaban que sobrepasar las cantidades estipuladas de alimento podía causar que el organismo se corrompiera. La estricta alimentación y forma de vida de los miembros de la Orden del Temple es considerada por estos investigadores como la «antesala de la dieta mediterránea»: poca carne (dos veces por semana), muchas legumbres, pescado y fruta fresca. La explicación reside en «el efecto positivo ejercitado en la flora intestinal», según aseguraban. Esto les permitía, además, poseer la capacidad de luchar contra las enfermedades cardiovasculares habituales de la época. El régimen de los templarios era una propuesta que buscaba equilibrar las costumbres de un monje con la vida activa de un caballero que no podía ejercer su trabajo con el estomago vacío. Franceschi ofreció algunos detalles de ese régimen. En sus palabras, la Orden prohibía la caza y daba mucha importancia al consumo de pescado, por lo que se dedicaron a su cría. Otro alimento presente era el aceite de oliva, un producto muy ligado a la actual cultura del Mediterráneo. El agua la solían beber con zumo de naranja «para enriquecer la carga antibacteriana» y al vino le añadían la pulpa de áloe, que era una planta «dotada de acciones antisépticas». Estricto comportamiento higiénico Además de estas estrictas normas sobre nutrición, los Templarios observaban también rígidas reglas de comportamiento basadas en la higiene. La disciplina en la mesa era necesaria y respetada. El refectorio debía estar siempre limpio y en buenas condiciones, al igual que tenían que mantener el mantel aseado. También era obligatorio lavarse las manos antes de comer «para evitar la propagación de infecciones», según explicaba el estudio. Unas reglas que los caballeros habían adoptado de sus enemigos árabes, quienes tienen unos estándares de higiene personal muy altos, ya que el Islam hacía especial énfasis en el aseo y la purificación espiritual y física. Las habituales prácticas de los monjes-soldado chocan de manera drástica con el aseo medieval, escaso hasta por parte de los mismos monarcas, quienes tenían miedo al agua. Estos pensaban que les abría los poros de la piel y, a través de ellos, la suciedad y la infección entraban en su cuerpo. Estas costumbres higiénicas y la dieta «mediterránea» son la explicación de la extraordinaria longevidad de los Templarios. La investigación del equipo de médicos italianos concluía con el lema «aprender del pasado nunca fue más apropiado».