miércoles, 20 de diciembre de 2023

Primer ataque Vikingo en Andalucía


 El 11 de noviembre del año 844 se produjo la batalla de Tablada en la que se enfrentaron el emirato de Córdoba con las huestes de vikingos que por primera vez dirigían sus expediciones de saqueo a la Península Ibérica. La batalla campal tuvo lugar en los terrenos de Tablada, a las afueras de Sevilla.
Las ciudades y comarcas del suroeste de al-Ándalus, alejadas de las fronteras con los cristianos —y de los no menos peligrosos musulmanes norteafricanos—, llevaban una existencia libres de temor a un ataque exterior, pues ningún enemigo acechaba las costas meridionales de la Península. Por ello, ciudades como Sevilla no estaban protegidas por murallas, que, a juicio de los emires omeyas, sólo podían servir para que sus habitantes tuvieran tentaciones de protegerse tras ellas y alzarse contra Córdoba. Pero en el año 844 el al-Ándalus tranquilo y confiado despertó a la realidad de una manera brutal: tras algunas escaramuzas en Lisboa, Cádiz y Sidonia, unos cincuenta navíos vikingos llegaron a la desembocadura del Guadalquivir y desde allí fueron remontando el río arrasando a su paso Coria hasta llegar a Sevilla. Sus habitantes, abandonados por su gobernador, que huyó a Carmona, intentaron resistir, pero su débil oposición terminó el 1 de octubre.
Los vikingos entraron en la ciudad a sangre y fuego, matando a todo ser viviente, hombres, mujeres y bestias, que hallaban a su paso, y allí permanecieron todo ese día, para luego regresar a sus naves a la mañana siguiente. Abderramán II, que ya tenía noticias de su presencia en las costas andalusíes por mensajes enviados desde Lisboa, envió inmediatamente tropas hacia Sevilla, sin esperar a que el ejército estuviese reunido, de forma que iban llegando pequeños destacamentos en días sucesivos. Estas tropas consiguieron parar a los invasores, causarles algunas bajas y apoderarse de cuatro navíos, que fueron quemados después de sacar de ellos el valioso botín que transportaban.
Aunque las crónicas andalusíes hablen de resonantes victorias sobre los vikingos, se dice que 30 naves fueron quemadas y cerca de veinte mil invasores perecieron (cifra exagerada, ya que la cifra real de vikingos oscilaría entre los mil y los dos mil), lo cierto es que no sólo no fueron aniquilados, sino que, con bajas más o menos apreciables, pudieron abandonar sin dificultad el Guadalquivir, saquear Niebla y seguir rumbo hacia la costa de África para continuar sus andanzas por el Atlántico. Lo cierto es que la rápida reacción de Abderramán II sirvió, sin embargo, para que los vikingos no avanzaran más hacia el interior y para demostrarles que al-Ándalus no era presa fácil. Quince años más tarde, reinando ya el emir Muhammad, volverían a aparecer en las costas meridionales de al-Ándalus, pero en esa ocasión la marina omeya estaba bien preparada. Escarmentado por el grave descalabro de Sevilla, Abderramán II tomó medidas para que sucesos como éste no se repitieran, una de las cuales fue la construcción de las murallas de Sevilla. Asimismo se llevó a cabo una hábil labor de construcción de fortalezas (el “ribat”) en la costa y desembocadura de los ríos que darían origen al topónimo de poblaciones como San Carlos de la Rápita (Tarragona), La Rápita (Mallorca), La Rábida (Huelva) y La Rábita (Granada).