Se
llama “Oración de Jesús” u “Oración del Corazón” porque, bien rezada,
se logra que el corazón mismo haga que el cuerpo entero la recite al
tiempo que los latidos del corazón dan ritmo a nuestra respiración.
Inhalando, invocamos, “Señor Jesucristo, Hijo de Dios…”. Exhalando,
suplicamos, “… ten piedad de mí, pecador”. Los principiantes suelen
centrar su atención en la mecánica de la respiración y la incorporación
de la plegaria. Quienes tienen más práctica, respiran sin pensarlo y
centran su atención en el significado de las palabras, cada una, rica de
profundidad teológica. Los más avanzados, llegan a lograr que una parte
de su cerebro repita la plegaria en todo momento, independientemente de
lo que estén haciendo. Es entonces que se convierte en una verdadera
“oración del corazón”.