El 4 de julio de 1187...en la batalla de los Cuernos de Hattin.
Los obispos pasaron por las filas y se esforzaron por revivir el ardor de los soldados con las imágenes religiosas.
La Vera Cruz, colocada en un lugar elevado, por un momento los reanimó y atrajo a su alrededor la más ferviente y la más intrépida defensa cristiana. El propio Saladino dijo, en una carta, que los soldados cristianos lucharon alrededor de la cruz con la mayor valentía, y que parecían considerarlo el lazo más fuerte que los mantenía unidos, y como su escudo impenetrable. Pero la vista de un signo venerado, y el ardor pasajero que inspiró, solo sirvió para aumentar el desorden en la pelea.
Los últimos caballeros realizaron prodigios de valor y lucharon hasta el final del día, reuniéndose alrededor de la Vera Cruz. Esta reliquia sagrada era llevada por el obispo de Ptolomeida, quien fue asesinado en el fragor de la batalla. El obispo de Lidda, la tomó y trató de huir, pero fue detenido y hecho prisionero. Un grito de desesperación surgió de entre los soldados cristianos cuando vieron la señal de su seguridad en manos del enemigo; incluso los más valientes arrojaron sus armas y, sin intentar escapar, se lanzaron sobre las espadas de los hombres de Saladino. El campo de batalla se convirtió en nada más que una escena de desolación; y los guerreros cristianos que no habían podido salvar la cruz de Cristo, ya no temían ni la muerte ni la esclavitud.