martes, 7 de septiembre de 2021

El Templario y la Leyenda de San Alfeo


En Carrión, el relicario, que dicen que contiene el cráneo del apóstol Santiago el Menor, era también conocido popularmente como San Alfeo, contándose de él un extraño suceso que nos lleva directamente a mitos ancestrales. Aquí tenemos una leyenda típica del camino jacobeo, y como bien asegura el gran Rafael Alarcón Herrera si bien es cierto que la Orden del Temple anda por medio ya que, dejando aparte que la cabeza de san Alfeo estaba en su iglesia.

Leyenda de San Alfeo

Se cuenta que en tiempos de moros había en Carrión, un joven caballero criado de los templarios, el cual se enamoró de una hermosa doncella, dama de honor de la condesa. El joven comenzó su asedio y parece que fue correspondido, más la condesa decidió un día marchar en peregrinación a Compostela llevando consigo a su doncella favorita. El joven enamorado, no pudiendo resistir la ausencia, se une al séquito del conde cuando éste marcha también al sepulcro del apóstol para recoger a su esposa y acompañarla de vuelta.
Sin embargo, cuando llegan a Compostela se enteran de que la joven doncella ha muerto de unas fiebres, con lo cual es un fúnebre cortejo el que regresa a Carrión donde dan sepultura a la joven en el santuario de Nuestra Señora de Belén, junto al puente del río Carrión.
El joven caballero, afligido de dolor, se ofreció a san Alfeo como ermitaño, para llevar una vida de pureza y santidad, a cambio solamente de que Dios permita su unión con la amada muerta después de que él fallezca también.
Vivió, pues, una vida larga llena de virtuosos ejemplos para todos, y cuando murió fue sepultado junto a su amada. Por la noche brotó un manantial en la tumba de la doncella y otro en la del caballero, y ladera abajo fueron formando un reguero hasta unirse en uno sólo caudal poco antes de desembocar en el río. Con lo cual, todos entendieron que san Alfeo había cumplido su parte del trato, uniendo en la muerte a quienes no habían podido hacerlo en vida.
Con el paso del tiempo, hicieron allí una fuente que las gentes tenían por curativa y las jóvenes en edad de merecer como elixir definitivo para encontrar pareja. A dicha fuente llevaban la cabeza de san Alfeo para bendecir el agua con su contacto, y luego cada uno guardaba cierta cantidad para usos terapéuticos o agrícolas, pues lo mismo curaba un grano que terminaba con una plaga de pulgones.
Afirma también Rafael Alarcón que, ...“cuando la Orden del Temple desapareció, la Inquisición prohibió los ritos lustrales, al tiempo que la cabeza era retirada del culto en la iglesia de Santiago y archivada en el tesoro de San Zoilo. Pero como la memoria del pueblo es más persistente que las negociaciones de la Iglesia, se alzaron algunas voces reclamando la restitución del relicario al culto tradicional, lo que motivo su traslado a León primero y a Compostela después”...
Fuente: Rafael Alarcón, “La huella de los templarios: tradiciones populares del Temple en España