miércoles, 16 de marzo de 2022

Tomar y la espiritualidad Templaria


 

La mayor evidencia que apunta a los templarios de haber seguido las prácticas místicas y los ritos de iniciación de los misterios aparece en la ciudad de Tomar: una vez Alfonso Henrique aseguró el Estado-Nación portugués con la asistencia del Temple, le concedió lo que equivalía a un tercio de su territorio a la hermandad. Ésta a su vez hizo un buen uso de ella mediante la creación de un reino, dentro del portugués, con su centro en Tomar (o Tamarah, como entonces se llamaba), que significa “palmera”, símbolo que igualmente representa tanto al dios egipcio Osiris resucitado como a la hija del Rey David (Tamar), y debemos recordar que a Jesús el mesías se lo relacionaba con la casa de David. Resulta curioso, sin embargo, que el Maestre Templario Waldin Pais funde la ciudad de Tamarah o Tomar en alusión a la hija de David, pero que no haya ni un solo rastro de símbolos judaicos (como la estrella de David, por ejemplo) en todo el lugar, mientras que, por el contrario, sí los hay más vinculados con el islam (símbolos, tipo de construcciones…). Por tanto, la Orden del Temple en realidad funda la ciudad de Tomar en honor, no de la hija del rey David, sino a la de otro rey: al de aquél cuyo reino no era de este mundo, es decir, JESÚS de NAZARETH y su HIJA SARAH. 

Obviamente, para evitar problemas con la Inquisición, esto se tuvo que hacer de forma encriptada, de ahí que haya que tener en cuenta todos estos matices y detalles para descubrirlo. Por tanto, Tomar era claramente un punto focal del imperio templario en Portugal y sirvió para algo no revelado dentro de un plan más ambicioso. Desde aquí su imperio marítimo creció incluso después de su supuesta destrucción ocurrida en el siglo XIV, ya que, en Portugal, los templarios simplemente cambiaron de nombre de su Orden y continuaron operando como de costumbre, pasando de ser los Pobres Caballeros de Cristo a ser los Caballeros de Cristo.
 

Antes de que se dedicaran a la reconstrucción de la ciudad, los templarios emprendieron un interés casi patológico por erigir una iglesia en ruinas, llamada Santa María do Olival, que más tarde se convertiría en la madre de todas las iglesias templarias.
 

De hecho, los veintidós Maestres Templarios de Portugal serían enterrados en este edificio impresionante. Lo cierto es que, partiendo de la cripta de la iglesia, se ramifican túneles en dos direcciones: una va hacia la plaza principal de Tomar y su “inusual” iglesia, dedicada a Juan el Bautista, donde el paso está marcado por un misterioso relieve de piedra piramidal de un perro y un león , y por eso se la considera la puerta de acceso a los registros de todo el conocimiento universal.
A partir de ahí el túnel se desvía hacia arriba, a lo que convirtió este edificio en el más famoso de los templarios, llamado la Rotonda.
 

LA “CHAROLA” Y EL OSIRION 


Al igual que la abadía de Notre Dame du Mont Sion en Jerusalén, la Rotonda se encuentra en un lugar destacado de una colina de piedra caliza que domina la ciudad. Alrededor de la periferia de este enigmático edificio, cubierto de símbolos relativos a las prácticas esotéricas, junto con el emblema de la misteriosa Orden de Sion, se levanta la cruz. Aunque la Rotonda se describe como una iglesia, nunca se hizo un altar o, para el caso, tampoco se hizo una puerta, y la entrada en el edificio original era a través de un túnel bajo el suelo. Existe en los archivos de la ciudad un documento sobre el trabajo de restauración llevado a cabo en la década del año 1940 que describe cómo el exterior de la Rotonda habría sido revestido con hormigón armado donde se escondió (o destruyó) la entrada a una cripta.

Contrariamente con la creencia popular, los templarios no eran enemigos de la fe musulmana, aunque sí pelearon por la reconquista de tierras de manos de señores feudales árabes. Sin embargo, no estaban en la lucha para imponerle el cristianismo a los musulmanes, sino todo lo contrario: absorbieron todo el conocimiento que pudieron de su cultura, creencias y fe. Hay miles de ejemplos, pero aquí en Tomar, hay uno claro y profundo: un documento de un albañil a finales del siglo XIX describe que se habrían realizado trabajos de restauración en la Rotonda, y una vez finalizado ese trabajo de restauración “se habría realizado la desfiguración de la vía árabe, un hermoso y fascinante camino que los antiguos monjes templarios usaban en sus ceremonias y que conducían directamente al sótano de la Iglesia del Temple”, es decir, a la Rotonda...


Incluso en aquellos días, los hermanos que vivían en el convento compartían historias con los albañiles de cómo el Maestro Gualdin Paes (o Pais) había traído de Tierra Santa los planos del Santo Sepulcro que iban a ser utilizados para la construcción de la Rotonda, y cómo el mismo Maestro Gualdin (o Gualdino) también ordenó hacer un camino que conduce a ella que debía ser construido en el estilo árabe, y ambos fueron utilizados no sólo para ceremonias religiosas secretas, sino también para la investidura de nuevos caballeros. Los monjes también hablaron de cómo los Maestros Templarios regresaron con muchos pergaminos y cómo los mantuvieron de forma segura en una habitación excavada en la roca, que los templarios llamaban la “puerta al inframundo”.
 

Este umbral se basaba en una mampostería muy antigua sobre cuyos montantes los templarios tallaron dragones y, apoyado en el dintel, una especie de serpiente alada, pruebas una vez más, del culto egipcio en el seno de la Orden del Temple.
Durante los recientes intentos de embellecer el perímetro del castillo de Tomar y su Rotonda, un área fue despejada alrededor de la puerta original, encontrándose debajo de ella una puerta de entrada a una cueva donde la piedra dintel está todavía en su lugar; una especie de serpiente alada está tallada sobre ella, flanqueada por las cabezas de dos dragones.
Un dibujo que data del año 1918 muestra esos grabados todavía en su totalidad, acompañado de una descripción de partes de la vía árabe, por debajo de la Rotonda.