miércoles, 1 de junio de 2022

San Bernardo de Claraval y el Monacato Templario



1.- Introducción
Este trabajo busca explicar la relación existente entre San Bernardo de Claraval y nuestra augusta Orden del Temple, a través de puntos como la importancia de la Orden del Císter, el monacato y la relación del Temple con el Císter en la actualidad.
 
2.- El Císter y sus aportes
 
El Císter es una orden monástica católica fundada por Roberto de Molesmes en el año 1098. Desempeñó un papel protagonista en la historia religiosa del siglo XII, promoviendo el ascetismo, el rigor litúrgico y el trabajo manual. Ejerció una influencia importante en los ámbitos intelectuales y económicos, así como en el ámbito de las artes y la espiritualidad. Los monjes cistercienses restauraron la agricultura en Europa, además de dedicarse a la ganadería. Trabajaban con sus propias manos, siendo capaces de drenar pantanos y crear tierra fértil a partir de estos. A donde sea que fueron, los monjes introdujeron cultivos, industrias o métodos de producción con los que la gente no estaba familiarizada, tales como la producción de miel, el cultivo de frutas, la producción de cerveza y la crianza de ganados y caballos.
El monasterio cisterciense de Claraval en Francia nos dejó un informe del siglo XII sobre el uso de la fuerza del agua, que revela hasta qué punto la maquinaria se había convertido en algo importante en la vida europea. El mundo antiguo no había adoptado la mecanización para el uso industrial en ninguna escala considerable, pero el mundo medieval lo hizo a gran escala. Las comunidades monásticas cistercienses tenían generalmente sus propias fábricas, en las que usaban la fuerza del agua para moler el trigo y tamizar la harina. También eran conocidos por sus grandes conocimientos en la metalurgia.
En cuanto a la espiritualidad, el Císter tenía reglas claras sobre varios asuntos como por ejemplo, los lujos de sus abadías, y prohibían taxativamente la construcción de grandes conjuntos pictóricos y escultóricos. La advocación de todos los santuarios tenía que ser mariana, los vanos (ventanas) se debían cubrir con vidrieras incoloras y carentes de figuras, y los pavimentos tenían que ser cubiertos de arcilla cocida, despreciando el mármol y toda clase de piedras.
Dentro de la Orden del Císter existían tres clases de hermanos. En primer lugar estaban los novicios, que eran adolescentes nobles con aspiraciones de ser monjes y que dependían directamente del maestro de novicios, responsable de su formación religiosa e intelectual. En segundo lugar estaban los conversos o legos, quienes dejaron de existir a partir del Concilio Vaticano II. Eran plebeyos que vivían en el monasterio y que no podían mezclarse ni con los monjes ni con los novicios.
Usaban un hábito gris y debían cumplir con los horarios y con los votos de pobreza, obediencia y castidad. En tercer lugar, las “familias”, un colectivo de hombres, mujeres y niños que vivían en granjas fuera del monasterio, dedicados a las labores agrícolas y ganaderas, bajo la responsabilidad de los monasterios.
 
3.- Bernardo de Claraval
 
San Bernardo fue un monje cisterciense, célebre doctor de la Iglesia y el ideólogo más importante de la Orden del Císter. Es conocido en el Temple por redactar su primera regla conventual. Siendo familiar de uno de sus fundadores, escribió el texto llamado “Loa a la Nueva Milicia Templaria”, lo que ayudó a la consagración del Temple en el mundo medieval. Además fue el precursor en la adoración a la Virgen, a la que llevó al estatus de intermediaria ante Cristo (y que en nuestra Orden tiene una alta presencia).
Se dice que era un hombre esotérico y se le asocia a los druidas de la Galia ya que, al ingresar al Císter, lo hace con un grupo de personas que seguía sus enseñanzas desde antes, lo que muestra que ya era un maestro espiritual. Sus principales aportes en la abadía fueron reafirmar la “Carta Charitatis” de Esteban Harding (que pide que los monjes se alejen de asuntos mundanos) y redactar la “apología a Guillermo”, un documento que establece por primera vez las normas estéticas al construir fundaciones monásticas.
 
4.- El Monacato
 
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define “monacato” como el estado y la profesión del monje, así como el conjunto de instituciones propias de los monjes. Incluye formas de vida comunitaria (monasterios) y solitaria como las de los eremitas y los anacoretas. El monacato se trata básicamente de la práctica de los consejos evangélicos: castidad, pobreza, obediencia y vida solitaria. A esta vida retirada, que llevaba consigo la extensión del matrimonio, con o sin el voto de castidad, se unía la práctica de la penitencia, y a finales del siglo segundo y principios del tercero se dan los primeros inicios de vida monástica masculina.
No obstante, las vidas monásticas masculina y femenina nacen de forma paralela, y ambas intentan rápidamente abrazar los consejos evangélicos en soledad. En oriente, los primeros que van a surgir son los anacoretas, cuyo nombre viene del griego anajoreo (alejarse, retirarse o apartarse).
 
Los primeros hombres que buscaba n la soledad recibieron este apelativo por su abandono del mundo y de todo lo que poseían. Posteriormente, su denominación cambia a “eremitas”, del griego eremo, que significa “desierto”. Se retiraban al desierto, que era la vida apartada de la gente.
 
El ermitaño o anacoreta más conocido en oriente fue San Pablo de Tebas, hacia el año 300 de nuestra era. Sobre el monacato templario, este correspondió en el Medioveo al cumplimiento de la Regla de la Orden, viviendo en comunidad y realizando las labores tanto militares como laborales que los superiores les imponían. Este estilo de vida, como ya lo vimos anteriormente, estaba fuertemente influenciado por el estilo monacal del Císter.
 
El monacato templario del día de hoy corresponde a un estilo de vida consagrado a la superación personal en lo intelectual, moral y espiritual: “El monacato es la instauración de un estado excepcional en el cual toda nuestra vida debe girar en torno a Dios, y esa es la misión del templario. Todo en su vida debe ser hecho para y por la mayor Gloria de Dios. Cada una de sus acciones deben ser perfectas. El principal mandamiento del Cristo dice que debemos ser perfectos. Por ende, es nuestro deber trabajar y desarrollar todos los conocimientos que nos enseñan nuestros Hermanos de la Orden, ya que con ellos estamos progresando, a fin de acercarnos más a nuestro Señor y en definitiva, serle útil”.
Para finalizar este acápite, quiero mencionar que la vida del monje Templario no sirve de nada si no utiliza lo aprendido en pos de ayudar a la sociedad, no desde un punto de vista material, sino a través de su ejemplo y ayuda espiritual.
 
5.- Conclusión
 
En la realización de este trabajo hay una frase de Bernardo que me pareció muy familiar: “Debemos amar a Dios porque Él es Dios, y la medida de nuestro amor debe ser amarlo sin medida”. San Bernardo de Claraval fue un monje cisterciense muy importante para nuestra Orden, hombre de extremada piedad y pasmosa sabiduría.
 
Muchas de sus obras y aportes al mundo religioso y monacal aún están en uso en la actualidad, rememorando la sencilla vida que llevaban nuestros Hermanos del medioevo, junto con el amor, el respeto y la devoción a nuestra madre, la santísima Virgen que ellos sabían apreciar con los ojos del iniciado en los misterios del Temple.