jueves, 30 de junio de 2022

El Temple III

 


Liberar el Santo Sepulcro

A comienzos de 1095 el papa Urbano segundo partido de Roma e invitó a todas las figuras principales de la cristiandad occidental a unírsele en la ciudad de Piacenza, donde tendría lugar el primer gran Concilio de su Pontificado. Descendiente de una nobiliaria familia francesa había recibido una sólida doctrina y educación en la Escuela Catedralicia de Reims y a los 28 años decidió entrar en el monasterio de Cluny del que luego pasó a Roma, donde muy pronto se distinguió por las cualidades y fue designado cardenal obispo de Ostia, por Gregorio séptimo. Lo aprecio mucho como legado en su difícil política y lo tuvo junto a él durante los últimos años de su tormentoso Pontificado.Otón ascendió al solio Pontificio.En marzo de 1088 con el nombre de urbano segundo, era un hombre capacitado, de modales corteses y elocuencia persuasiva, si bien no poseía la fuerza de carácter que había distinguido. Gregorio, séptimo, tenía en cambio gran experiencia diplomática y era un gran promotor de la concordia en Piacenza, donde el papa debería muchos de los graves problemas a los que la Iglesia tenía que dar solución, como la simonía, una auténtica plaga y el escándalo de adulterio del Rey de Francia.

Alli fue donde los embajadores del Emperador Bizantino le transmitieron la solicitud de asistencia militar. La situación se tornaba cada vez más peligrosa porque Constantinopla carecía de las tropas suficientes para defender el inmenso territorio del imperio y la amenaza turca había renovado el estado de emergencia.Los embajadores eran hombres expertos. Plenamente, convencidos de que cuerdas debían de hacer mover para conmover la sensibilidad del Pontífice, y eso lo insistieron en los detalles de las atrocidades padecidas por los cristianos en Jerusalén en manos de los turcos. Además, dieron a entender al Pontífice que Alejo apreciaría notablemente su esfuerzo para enviar soldados como refuerzo del Ejército imperial, hasta el punto de que las relaciones entre la Iglesia de Constantinopla y la Santa Sede se verían enormemente beneficiadas.

Urbano lo mismo que el resto de sus predecesores, se había esforzado por cerrar la ruptura que había producido en el seno de la cristiandad en 1054, año en que las permanentes divergencias doctrinarias desembocaron en un incidente diplomático entre el legado Pontificio Humberto de Silvacándida y el Patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario que condujo al gran cisma de Oriente y la proclamación de una iglesia bizantina autónoma después de la excomunión lanzada sobre los emperadores.

Se produjeron los tímidos intentos de acercamiento y ahora Alejo Conneno tendía la mano al papá para solicitar su ayuda, pero también para proponer un acto de reconciliación.Más había otra cuestión que preocupaba el papá y que tal vez le torturaban más que los lejanos acontecimientos de Oriente

La Sociedad Europea estaba conmocionada por la inusitada violencia de las mesnadas que luchaban continuamente entre sí, destruían los cultivos, depredaban las aldeas y mataban indefensos, incluso a los sacerdotes, a menudo sin otro motivo que la codicia del botín. En muchos casos se trataba de segundones de familias nobles a los que la antigua costumbre de la ley Sálica, todavía vigente en Francia, privaba por completo de la herencia paterna (qué pasaba a beneficio exclusivo del primogénito) se ponía entonces al servicio de señores más poderosos o bien sea, venía a hacer de mercenarios y lanzar indiscriminadamente, gracias en perjuicio de propiedad de los ricos, aldeas pobres e iglesias y hacía tiempo que los obispos trataban de limitar estos actos de violencia, comprometiendo a los guerreros a caballo, a solemnes juramentos de paz, con el fin de que se respetara, al menos a los pobres, los desarmados y las fundaciones religiosas.

Las treguas de Dios se habían repetido durante todo el siglo 11, con el único resultado de una momentánea contención de la oleada de saqueos y homicidios, pero no consiguieron resolver el problema inevitable tras la solemnes promesas que venían y llegaban con el fin de la paz.La maldición de la Iglesia a los asesinos no bastaba para frenar su periódica violencia.

El papa acababa de partir hacia Francia para presidir un Concilio cuyo fin era declarar por enésima vez tregua de Dios, pero dada la experiencia, no alimentaba demasiadas esperanzas al respecto. No obstante, ya que el Emperador Bizantino requería tropas occidentales para reforzar su Ejército y poder bloquear el ataque turco.¿Se podría admitir como socio de esta empresa en Tierra Santa a estos grupos de militares que infectaban la Europa que otrora el imperio carolingio mantuviera unida e invertir invitarlos a desencadenar toda la violencia de la que fueran capaces sobre los infieles que masacraban a los cristianos de Oriente y Profanaba los lugares de culto?. Tal vez Urbano segundo, había reflexionado sobre esta hipótesis durante el largo viaje a la ciudad de Clermont.

A la espera de comprobar qué cariz tomaba los trabajos conciliares y solo el último día, una vez aclarado todas las cuestiones que habían que discutir, se armó de valor y apeló a sus dotes de persuasión para lanzar su audaz proyecto.Las palabras del papa abordaban abiertamente la cruda realidad de esos grupos de soldados violentos, El Pontífice no se hacía ilusiones acerca de ellos y su peso, el discurso a fin de hacer evidente todas las ventajas materiales que la expedición reportaría arrebatar Tierra Santa.

Los turcos. Significaba la conquista de otra patria, de una posición social prestigiosa para todos aquellos que no encontraban un lugar satisfactorio en los territorios de la cristiandad occidental.Era la posibilidad de arrancar un rico botín al enemigo infiel y de fundar nuevos feudos donde poder asentarse de manera estable. Pero la guerra contra el enemigo islámico era algo más que eso, era la derrota del enemigo de Cristo del asesino de los hermanos cristianos.El objetivo de Urbano segundo era sensibilizar a los nobles laicos y a los militares presentes para que se incorporarán como tropas auxiliares al servicio del Emperador Bizantino y ante su gran sorpresa, la multitud que asistía al Concilio respondió de una manera completamente imprevista.

El papá lo anunció el martes siguiente, 27 de noviembre de 1095.

Daría a conocer un anuncio extraordinario y que ese día el trono Pontificio debía montarse sobre una plataforma en campo abierto en el exterior de la puerta oriental de la ciudad de Clermont, donde la gente acudiría a escucharlo, no entrarían en la catedral hasta donde ese momento había tenido lugar las sesiones del Concilio.

No conocemos con exactitud sus palabras, pero sabemos que fueron irrefrenables. Se apoderó de la multitud y que Urbano se vio obligado a interrumpir muchas veces el discurso porque el pueblo gritaba, Dios lo quiere.

Lo hacía ineludible el obispo de LePuy se arrojó inmediatamente a los pies del papá y fue el primero que pidió unirse a la expedición, el cardenal Gregorio cayó de rodillas recitando el Confiteor y todo inmenso auditorio lo imitó, hubo que contener el entusiasmo de la gente, lo que pretendían hacer. Al el voto de cruzada se estipuló.....Que los sacerdotes no tomaran la iniciativa de partir sin permiso de su obispo y que las mujeres no fuesen solas. En cuanto a los jóvenes casados, se impusieron ciertas limitaciones para no correr el riesgo de comprometer el recambio generacional.

En los meses siguientes, un monje llamado Pedro el Ermitaño que ya había ido a Jerusalén y que había conmovido a los oyentes con predicaciones, con el relato de los sufrimientos que los cristianos padecían entonces en Tierra Santa, partió de la región francesa hacia Berlín y se encaminó hacia Europa Central y Oriental, donde recogió nuevas adquisiciones a la cruzada.

Cuando llegó a la ciudad de Colonia había reunido bajo su liderazgo cerca de 15000 personas. A continuación llegaron más procedentes de todas las zonas de Alemania.Urbano segundo continuó su predicación con gran energía, cruzando en persona toda Francia en una inmensa actividad sinodal. Limoges, Poitiers, Lemans, Saintes, Burdeos, Toulouse y Nimes.El llamamiento atravesó la frontera geográfica del país, se informó a Europa entera de cuyos territorios, sin excepción, partirían peregrinos en el viaje a Tierra Santa Cantando el lamento del salmo....



Oh Dios, los gentiles han invadido tu heredad, han profanado tu Santo Templo, han dejado en ruinas Jerusalen.