miércoles, 1 de junio de 2022

Simón, el Mago



Según cuenta Butler en su “Vidas de los Santos” en tiempo de San Felipe el Diácono, hacia un gran papel en Samaria un tal Simón, por sobrenombre el Mago. Era natural de Gitton, y antes de que llegase a ellos San Felipe había adquirido gran reputación en la ciudad de Samaria seduciendo al pueblo, a quien había tenido encantado mucho tiempo con sus trucos mágicos, como testifica San Lucas cuando dice: que todos desde el más grande al más pequeño le daban oídos, diciendo: “este hombre es el poder de Dios, llamado el grande”.
 
El espíritu infernal quiso oponer estas ilusiones y artificios contra los verdaderos milagros de Cristo; así como se le había permitido que favoreciese contra Moisés a los magos del Faraón. Pero Dios cuando permite al demonio alguna vez ejercitar de un modo tan extraordinario sus potestades y fuerzas naturales, les da también a sus siervos modos de discernir y confundir a los impostores. Con lo claro de los milagros obrados por Felipe puso este santo al Mago enteramente fuera de sí, y siendo este mismo testigo ocular de ellos, y viendo que las gentes todas acudían a Felipe, y pedían el bautismo, él también creyó; y después de bautizado estrechó una gran amistad con Felipe con la esperanza de llegar a conseguir el poder mismo de hacer aquellos milagros que él veía obrados por el santo.
 
Oyendo los apóstoles en Jerusalén las noticias de la conversión de Samaria enviaron a ella a San Pedro y a San Juan, para confirmar a los convertidos con la imposición de manos, cuyo sacramento solo los obispos podían conferir. Viendo Simón que con la imposición de manos de los apóstoles se comunicaban ciertos dones externos a los legos, les ofreció dinero por ello diciéndoles: “dadme a mí también esa potestad, de que en cualquiera en quien yo ponga mis manos, recibida el Espíritu Santo”. 
 
Pero San Pedro le dijo: “guarda tu dinero para ti, y para que perezca contigo, porque has enseñado que los dones de Dios pueden comprarse con dinero. Haz penitencia por esta maldad; y ruega a Dios que te perdone, si puede ser, este pensamiento inicuo de tu corazón, porque yo veo que estás en la hiel de la amargura, y en los lazos de la iniquidad”.
 
Este crimen de Simón es conocido hoy como SIMONÍA (pecado de comprar o vender las cosas espirituales).