martes, 4 de enero de 2022

Guerra Medieval: Los caballeros o caballería pesada

Los caballeros llevaban cota de malla blandiendo lanzas de unos 4 m, y espadas o mazas. Los caballos también iban protegidos. Al enfrentarse a los jinetes arqueros , dicen que algunos caballeros después de la batalla parecían puercoespines por el número de flechas que llevaban clavadas. No abundaban mucho, y en las cruzadas debido al problema de transporte de los caballos, y los cruzados que fueron por tierra, muchos de los caballos perecían por los combates o bien por enfermedades.

 Los caballos que usaban eran especiales para la guerra, llamados los «destrier» o destreros, eran más grandes y fuertes que los demás para poder soportar el peso combinado de jinete y protecciones.

La carga de la caballería pesada tenía un enorme poder de choque, podía romper cualquier formación tanto de infantería como de caballería. Su gran servidumbre era que la carga duraba poco, debido al enorme peso que debían soportar los caballos.

Cuando el ejército marchaba parte de la caballería pesada iba a vanguardia y a retaguardia, detrás de los turcopolos. A veces los flancos iban protegidos por la infantería.

 A menudo, la infantería iniciaba la batalla con una andanada de flechas, con los jinetes en la retaguardia. Cuando aparecía una oportunidad para una carga con éxito, la infantería abriría filas para permitir que la caballería pesada avanzara, o bien lo hacían por los flancos.

El núcleo de las fuerzas pesadas lo constituían las órdenes militares, o monjes soldados, principalmente los templarios y hospitalarios, así como los caballeros de los reinos que tomaban parte en la misma.

Con el tiempo, se dieron cuenta de que debían lanzar las cargas muy controladas, en lugar de lanzarse contra lo primero que veían, como se había hecho antes. Los caballeros templarios hacían muchos ejercicios en formación para mantener la cohesión, y basaron su comportamiento en el campo de batalla en la disciplina. En todo momento estaban organizados por escuadrones, y cada uno seguía a un gran estandarte de batalla llamado “Beauçeant”. En el polvoriento y confuso combate, los caballeros seguían ciegamente al estandarte. Era un objeto sagrado para los caballeros, y tras él se lanzaban a la carga o bien se detenían o cambiaban la dirección del galope. Si un escuadrón perdía su “Beauçeant”, tenían órdenes de unirse a otro, el más cercano, aunque perteneciera a otra orden, con tal de no quedar sin nadie que les dirigiera. Obviamente, el portaestandarte debía ser un oficial veterano, con la suficiente sangre fría para tomar importantes decisiones durante la batalla.

La formación preferida era la de cuña, y era un honor ir en la punta.