martes, 16 de noviembre de 2021

La lanza de Dios y la I Cruzada


Acorralado el Ejército Cruzado en Antioquía (1098), un monje místico francés que acompañaba a los europeos, llamado Pedro Bartolomé, se presentó ante el conde Raimundo IV de Tolosa para contarle una de sus visiones.
Desde hacía unos meses San Andrés se le aparecía en sueños instándole a que recuperase la lanza con la que atravesaron el costado de Cristo antes de su muerte.
 
En sus revelaciones, el santo, le aseguraba que se encontraba en el suelo de la capilla sur de la catedral de Antioquía. 
 
Raimundo se quedó fascinado, aunque el prelado papal, Ademar de Monteil no mostró tanto énfasis puesto que él ya conocía una reliquia de la Santa Lanza depositada en Constantinopla, pero no dijo nada.
La Lanza de Longino, también conocida como La Lanza del Destino —o la Lanza Sagrada— fue supuestamente utilizada por un soldado romano llamado Cayo Casio, más tarde conocido como Longino, para perforar el costado de Jesucristo mientras colgaba en la cruz. Esa Lanza, bañada en la sangre del mesías, había jugado un papel importante en el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento, y se creía que tenía un enorme poder místico.
Tras la confesión de Bartolomé, el día 14, Raimundo creyó ver una señal en el cielo (se dice que un meteorito) y no lo demoró más.
El día 15, una cuadrilla de soldados entraba en la catedral para desenterrar la Lanza.
Aquellos hombres cavaron un gran agujero en medio del templo , pero no aparecía rastro ninguno de la reliquia. La cosa se puso tensa y comenzaron a murmurar sobre la veracidad o no de la visión del monje.
Entonces, Pedro Bartolomé, pidió a los hombres que salieran del agujero y descendió personalmente. Se puso a escarbar un poco y cuando se incorporó, curiosamente, levantó triunfante en su mano el hierro de una lanza.

A partir de aquel momento las visiones de Bartolomé fueron como las de un oráculo griego para los ejércitos europeos.
Era San Andrés el que le decía qué hacer o qué decir en cada situación, incluso les prometió una victoria sobre los musulmanes si ayunaban durante 5 días, aunque los pobres ya se estaban muriendo de hambre.
Hay que señalar que, «misteriosamente» los consejos del santo coincidían con las voluntades de los líderes de la cruzada. Uno de aquellos primeros consejos fue el de atacar al ejército turco que los estaba sitiando en Antioquía. Realmente era momento perfecto, como bien decían los nobles franceses. Los turcos comenzaban a tener deserciones en sus filas y el cansancio del sitio hacía mella.
Entonces, con las primeras luces del día del 28 de junio, el ejército cristiano, salió de la ciudad y embistió en una carga brutal el campamento musulmán. ¿De dónde sacaron moral? La Santa Lanza.
Al frente de aquel ejército iba el legado papal, Ademar, portando en alto la Lanza del Destino.
 
En aquel combate, muchos caballeros cruzados cabalgaban sobre bestias de carga porque no había caballos. Los turcos fueron cogidos por sorpresa, muchos aún dormían. La batalla fue breve. Los cruzados liquidaron toda oposición, rompieron el cerco y no solo eso, aniquilaron por completo a su sitiadores haciendo huir a muchos de los emires.
Bohemundo, el otro gran líder cruzado, también se había mostrado escéptico al respecto de la Lanza, pero ya no había duda de que su descubrimiento había aumentado la moral de los cruzados.
Tras esta victoria, la ciudadela de Antioquía que aun estaba en manos de Ahmed Ibn Marwan, se rindió.
Algunos de aquellos defensores se convirtieron al cristianismo para quedarse en el ejército y salvarse de una posible muerte. Antioquía quedaba definitivamente en manos de los cruzados, aunque había demasiados nobles pretenciosos y, ahora, sin enemigos comenzaban los roces por la dominación de la nueva conquista
Ademar, que era gran moderador, era el único que conseguía mediar y limar las asperezas de los líderes de la Cruzada. Pero fue a morirse de una epidemia de tifus justo cuando más falta parecía que hacía.
 
Todos lamentaron la muerte del prelado, menos Pedro Bartolomé que lo odiaba porque ponía en duda su Santa Lanza y sus conversaciones con San Andrés. Poco después del sepelio de Ademar tuvo otra visión, a los dos días de la muerte de Ademar. Pedro Bartolomé tuvo otro de sus sueños. Esta vez, de la mano de San Andrés, venía nada menos que el difunto legado pontificio.
El «fantasma de Ademar» le confesó que dios había castigado su incredulidad en el asunto de la Lanza de Longino y lo había enviado al infierno pero que las oraciones de los soldados por él lo habían salvado de aquel tormento. Dejó también el Santo un mensaje para Raimundo de Tolosa:
Entrega Antioquía a Bohemundo, si éste muestra su fidelidad a Cristo llevando la Cruzada a Jerusalén
Raimundo, que quería devolver la ciudad al emperador bizantino, se vio forzado a seguir los designios del santo.
 
La disputa entre los dos nobles no terminó de zanjarse, hubo tensiones entre sus ejércitos mientras compartieron Antioquía, aunque se la habían dividido para que no corriera la sangre.
Raimundo fue uno de los personajes principales y más controvertidos de la Primera Cruzada, el único que estuvo a la altura de Bohemundo, aquél a quien el enemigo y los pueblos conquistados veían como líder.
Finalmente Bohemundo se hizo dueño de Antioquía, mientras Raimundo lideraba a las tropas en la conquista de las ciudades colindantes.
Pero los cruzados no querían estar allí, querían marchar a Jerusalén. Todos se impacientaban, pero no eran suficientes soldados para tomar la Ciudad Santa.
Pronto llegaron refuerzos. Roberto de Normandía, Godofredo y Roberto de Flandes, Tancredo… todos con sus ejércitos. Raimundo volvía a tener rivales como general de las tropas cruzadas. Con los ejércitos crecidos partieron hacia Jerusalén.
 
Llegaron a Arqa, por supuesto Raimundo dijo que había que conquistarla, aunque los otros líderes preferían pasar de largo y ahorrarse el esfuerzo para llegar en forma a Jerusalén. La cuestión de atacar o no Arqa fue consultada a su «oráculo», Pedro Bartolomé.
Tras meditar, el místico, habló. Se le había presentado San Andrés, Jesucristo y San Pedro. Y le habían dicho que debían atacar Arqa, coincidiendo nuevamente con los deseos de Raimundo.
La Lanza les daría la victoria, aseguraba.
Pero los nuevos cruzados, que no conocían de mucho al monje, sospechaban que todo era una falacia para imponer los deseos del de Tolosa. Se comenzó a sospechar entonces de que la historia de la Lanza del Destino podría ser un engaño.
 
Bartolomé se sintió tan ofendido que solicitó que le pusieran a prueba mediante un juicio divino.
El juicio fue el siguiente: dos hileras de leña fueron dispuestas dejando un pequeño pasillo entre ellas. Los obispos del contingente bendijeron la leña, luego se le prendió fuego. Pedro Bartolomé, vestido solo con una túnica y con la Lanza en alto se puso a caminar por el medio del pasillo ardiente. Dios lo salvaría. Su Lanza lo protegería.
La Fe puede ser muy poderosa… Pero no tanto. El monje sufrió quemaduras de tal gravedad que apenas se tenía en pie cuando llegó al otro lado.
Sufrió 12 días de agonía hasta que falleció; y con él la Lanza de Longino quedó desacreditada. Pero los fieles a Raimundo la recogieron y la siguieron venerando como lo habían hecho hasta entonces.
En el siglo XVIII el cardenal romano Prospero Lambertini afirmó que la lanza de Antioquía era falsa.
 
La punta de aquella lanza que se utlizó en la Cruzada se encuentra en actualmente en Echmiadzin (Armenia) y es una de las muchas registradas como tal.