"Cuando el gran líder kurdo y fundador de la dinastía ayubí a corto plazo, Saladino, murió, no tenía nada en su poder para poder pagar el diezmo y con sus donaciones había compartido toda su riqueza. Gobernaba la mayor parte del mundo musulmán y sin embargo no dejó nada de plata ni oro en el tesoro, sino sólo cuarenta y siete nasir dirhams, así como un dinar dorado de Tyros. No dejó riqueza ni casa, ni propiedades ni huertos, ni aldea ni tierras de cultivo. No dejó ninguna fortuna atrás. "
Quizás, no estaba tan lejos de Dios.
Extracto del testimonio de Ibn Sadat, libro "Saladino: un líder carismático", Publicaciones del Líbano.
En la foto la copia ubicada en la biblioteca de Temen al-Aqsa en Jerusalén de la que se hizo la traducción. Otra copia más del manuscrito de Ibn Sadat está guardada en Berlín.