Los
documentos dicen que, cuando los templarios fueron disueltos, en
numerosos lugares de los reinos hispanos los caballeros que tenían
familia se retiraron a los dominios de sus parientes. El cronista
Francisco de Mendieta y Retes, en sus “Anales del Señorío de Vizcaya, que comprende desde 1399 a 1456”,
nos proporciona en 1596 una muestra de lo dicho. En su crónica relata
el ejemplo de don Sancho Sánchez de Carranza, señor de la casa y solar
de Carranza, cuyo hijo fue caballero del Temple y cuando la Orden fue
disuelta se volvió a casa de sus padres, con otros dos compañeros
templarios, donde vivieron recogidos como en un monasterio, practicando
la caridad y la oración. Por esto, el "solar de Carranza" trocó el
nombre por “solar de Monasterio”. Allí fueron enterrados, en el templo
familiar de San Miguel de Ahedo (Vizcaya). La tradición popular ha
convertido en piedra dicho suceso. Una escultura antigua, con forma de
prisma, presenta un orante y tres caballeros armados, con espuelas y
cogullas, al modo medieval, que la tradición dice representar a los tres
templarios allí enterrados, pues esa escultura procedería de su túmulo
funerario. Dicha piedra se empotró en el muro exterior, durante la
reforma de 1628, dejando a la vista únicamente la imagen del orante.
¿Para ocultar las figuras de los templarios? Curiosamente, la figura del
orante fue tachada de diabólica por algún sacerdote y era regularmente
apedreada por la chiquillería, de modo que hoy día apenas se la
distingue.