miércoles, 19 de enero de 2022

¿Qué es la cristiandad?


Queridos peregrinos, ustedes lo saben y ustedes vienen de hacer la experiencia: la cristiandad es una alianza entre la tierra y el cielo ; un pacto, sellado por la sangre de los mártires, entre el suelo de los hombres y el paraíso de Dios; un juego cándido y serio, un humilde comienzo de la vida eterna.
La cristiandad, mis queridos hermanos, es la luz del evangelio proyectada sobre nuestras naciones, sobre nuestras familias, sobre nuestras costumbres y sobre nuestros trabajos.
La cristiandad, es el cuerpo carnal de la Iglesia , su inserción temporal.
La cristiandad, para nosotros franceses, es la Francia galo-romana, hija de sus obispos y de sus monjes, es la Francia de Clovis convertida por santa Clotilde y bautizada por san Remigio ; es el país de Carlo Magno aconsejado por el monje Alcuino, ambos organizadores de las escuelas cristianas, reformadores del clero, protectores de los monasterios.
La cristiandad, para nosotros, es la Francia del siglo XI, cubierta de un blanco manto de monasterios, donde Cluny y Citeaux rivalizaban en santidad, donde ¡miles de manos unidas, consagradas a la oración, intercedían noche y día por las ciudades temporales!
Es la Francia del siglo XIII, gobernada por un santo rey, hijo de Blanca de Castilla, que invitaba a su mesa a santo Tomás de Aquino , mientras que los hijos de santo Domingo y de san Francisco se abalanzaban sobre las rutas y las ciudades, predicando el evangelio del Reino.
La cristiandad, en España, es san Fernando, el rey católico, es Isabel de Francia,hermana de san Luis, rivalizando con su hermano en piedad, en coraje y en buena inteligencia.
La cristiandad, queridos peregrinos, es el arte de las armas, temperado y consagrado por la caballería, la más alta encarnación de la idea militar ; es la cruzada donde la espada es puesta al servicio de la fe, donde la caridad se manifiesta en el coraje y el sacrificio.
La cristiandad, es el espíritu trabajador, el gusto del trabajo bien hecho, el anonadamiento del artista detrás de su obra. ¿Conocen ustedes el nombre de los autores de los capiteles y de los vitrales de esta catedral? La cristiandad, es la energía inteligente e inventiva, la oración traducida en acción, la utilización de técnicas nuevas y osadas. Es la catedral, impulso vertiginoso, imagen del cielo, inmenso espacio donde el canto gregoriano unánime se eleva, suplicante y radiante, hasta la cima de las bóvedas para descender en capas silenciosas sobre los corazones pacificados.
La cristiandad, mis hermanos – seamos sinceros – es también un mundo del S.XXI amenazado por las fuerzas del mal ; un mundo cruel donde combaten las pasiones, un países vulnerables, el reino de los lirios saqueado por la guerra, los incendios, el hambre, la peste que siembra la muerte en los campos y en las ciudades. Un mundo infeliz, privado de su Rey, en plena decadencia, entregad a la desmedida y al pecado.

La Orden de Cristo: Herederos del Temple


Cuando los Templarios fueron encarcelados en Francia el 13 de octubre de 1307, En Portugal no se creyó las acusaciones contra ellos y mantuvo libres a los Templarios en territorio portugués, creyendo en su inocencia. 
El Rey Eduardo de Inglaterra escribió  una carta, en la que expresaba sus dudas sobre los cargos contra los mismos. Sin embargo, el Papa Clemente, disolvió a los Templarios en 1312, transfiriendo sus bienes a los Hospitalarios.
Aprovechando esta circunstancia se fundó la Orden de los Caballeros de Nuestro Señor Jesucristo, solicitando y consiguiendo las pertenencias del Temple para la nueva orden. La reclamación se fundamentó en que las tierras de los templarios habían sido concedidas a uso perpetuo y que no habían dejado de pertenecer a la corona y que el verdadero nombre del Temple era, Caballeros Pobres de Cristo y del Templo de Salomón y que por lo tanto le correspondían los bienes entregados a los Hospitalarios. Cardinale afirma que la orden fue fundada por Don Dinis y Santa Isabel el 14 de agosto de 1318 bajo el nombre de la milicia de Jesús Cristo .
 
Fue, en un principio, una simple continuación, bajo un nuevo nombre, de la del Temple y numerosos templarios encontraron refugio en ella. Los Caballeros de Cristo, como los del Temple, estaban destinados a combatir a los moros; conservaron el hábito blanco y la cruz roja del Temple. Aunque era exclusivamente portuguesa, la Orden de Cristo permaneció, sin embargo, asociada a la de Calatrava. La casa matriz de la orden estaba en Castro-Marino; más tarde, fue trasladada a Tómar.
 
Esta Orden fue confirmada por medio de Bula Ad ea Exquibus, por el Papa Juan XXII con fecha 14 de marzo de 1.319, dándole como Regla la de los Cistercienses. La Orden se extendió con rapidez por España, Francia, Italia y Alemania. La Orden recibió los bienes de los templarios y establecieron su cuartel general en la Iglesia de Santa Maria del Castillo, en la ciudad de Castro Marim. Obedecieron los Estatutos y la Regla de vida de la Orden de Calatrava y designaron al Abad de Alcobaça y como visitante a su hermano Gil Martins, que había sido Maestre de la Orden de Avis, llegando a ser el Maestre de la nueva Orden.
Los primeros Estatutos de la Orden, tienen fecha de 1321 y y cuentan con 84 hermanos, de los que 69 fueron armados como Caballeros montados, 9 capellanes y 6 sargentos. Mas tarde se estableció que el nombramiento del Maestre de la Orden, se efectuara entre los caballeros profesos. La sede de la Orden cambió varias veces de lugar, hasta el año 1357, en que su 6º Maestre Nuño Rodrigues, la estableció en Tómar.
La jerarquía de la Orden consistía en el Maestre de la Orden del que dependían el Prior Mor (Gran Prior), este fue el que convocó las elecciones del Maestre, en la Sede conventual del castillo en Castro Marim, le seguía en el escalafón el Comendador Mor (Gran Comendador), el Claviero (encargado del castillo) y el Alferes (Abanderado). Su símbolo consistía en una doble cruz en colores rojo y plata. Stevens dice que su divisa era una Cruz Roja con una torcedura blanca en el centro.
 
En 1318, se ocuparon las posesiones de la Orden del Temple y es posible que fueran admitidos los caballeros templarios, (aunque discrepan otros escritores, tales como Baigent y Leigh).
 
Esta orden estaba sometida a la regla de San Benito y los caballeros gozaban de todos los privilegios, derechos, exenciones y jurisdicciones que habían beneficiado a los caballeros del Temple. Poco a poco fueron descargados de los tres votos de pobreza, castidad y obediencia. Alejandro VI (papa de 1492 a 1503) les permitió casarse y los reyes de Portugal les colmaron de riquezas. Jôao I (rey de 1385 a 1433) les cede todas las posesiones coloniales de África, reservándose sólo el derecho de soberanía. Pero la orden llega a ser tan poderosa que fue decidido que sus nuevas conquistas serían propiedad de la corona y el papa Julio III unió, en 1550, la Gran Maestría de la orden a la corona de Portugal. Los reyes, a partir de esa fecha, se hicieron con la administración de la orden.
 
Al final de la Edad Media, la Orden de Cristo es la única orden ibérica que continúa en llevar una misión original inspirada del ideal de las cruzadas. Es el elemento motor de todas las expediciones de los portugueses a los largo de las costas de África (Vasco da Gama era caballero de Cristo).
En 1789, la Orden de Cristo, como la de Avis, fue reorganizada por la reina María.
 
Es comúnmente admitido que en la autorización original de la creación de la Orden de Cristo, en 1319, que el papado se reservaba el derecho de admitir caballeros; pero ya no existe ningún vestigio de esta práctica en esta época.

Guerra Medieval: Los asedios


Un asedio, sitio o cerco es un bloqueo militar prolongado a una posición, que suele ir acompañado del asalto a esta, con el objetivo de su conquista mediante la fuerza o el desgaste. Tiene lugar cuando un atacante se encuentra con una ciudad o fortaleza que rechaza la rendición y no puede ser tomada fácilmente mediante un asalto frontal. Suele conllevar el rodeo del objetivo y el bloqueo de las líneas de abastecimiento, normalmente apoyado por maquinaria de asedio, bombardeo de artillería y la construcción de túneles subterráneos para reducir las fortificaciones.

Los asedios probablemente surgen en la historia junto con el desarrollo de las ciudades a grandes centros de población. Las ciudades antiguas de Oriente Medio, por ejemplo, ya muestran restos arqueológicos de murallas fortificadas. Durante el Renacimiento y la Edad Moderna, los asedios dominaron la forma de guerra en Europa hasta tal punto que Leonardo da Vinci, por ejemplo, ganó gran parte de su renombre mediante el diseño de fortificaciones en su estudio. Las campañas medievales generalmente se diseñaban mediante una sucesión de asedios.
 

Si el castillo o plaza esta bien defendido, las opciones que tenemos es un asedio con la finalidad de rendir la fortaleza por hambre y utilizar máquinas de asedio para destruir las defensas fortificadas.Teniendo que tener cuidado ,porqué en muchas ocasiones, viene ayuda de otros reinos, y tenemos que estar preparados para los ataques desde el castillo y los que han venido, pues dado el caso el sitiador pasaría a ser sitiado.
 
Cómo ingenios medievales tenemos la catapulta (la cual a su vez incluye el onagro), la ballista (o ballesta) y el trabuquete, todos utilizados para hostigamiento y derrumbe de defensas con el fin de debilitar al asediado ante el posible ataque final de la infanteria, haciendo uso esta a la vez, de torres de asalto y otros ingenios para derribos de puertas o muros endebles, como el ariete.
Estas máquinas utilizan energía mecánica para lanzar grandes proyectiles para destruir las murallas.
 
En Europa, la catapulta la inventó Dionisio I de Siracusa en el año 399 a. C.
También utilizaremos el ariete y la torre de asedio, su uso en perfecta combinación nos dará el éxito en el asalto y toma del bastión.
Otra forma es con largas escaleras apoyadas sobre la pared, pero no sobre fortificaciones de altas dimensiones, y además el escalador estará indefenso, por lo tanto no se usaran al principio del asalto.

Cuando la torre de asedio abra camino,pondremos más escaleras, para que nuestros soldados entren en la fortaleza e intenten abrir las puertas, para entrar con el mayor número de refuerzos, como la caballería.
 

También tenemos el trabuquete, que tiene mayor radio de fuego que la catapulta , la suelen utilizar sobre todo en Asia para mandar animales (incluidas las personas) muertos por enfermedad, y haremos que los sitiados se rindan, si no quieren morir de epidemias, a modo de una rudimentaria guerra bacteriológica.
 
Si esto no nos da resultado, usaremos el fuego alrededor de las murallas para intentar descomponer el cemento que sujeta a las piedras unas con otras haremos temblar los cimientos con túneles excavados bajo las murallas, a modo de mina.
Los dejaremos morir de hambre, controlando todas las salidas de la fortaleza, e impidiendo que nada ni nadie salga o entre;  interrumpiendo sus comunicaciones y lineas de suministros. Minando la moral, y debilitando por hambre y sed, junto con acciones de contaminación de sus pozo y  destrucción de cosechas.
 
 Un asedio militar puede tener cuatro posibles desenlaces:
  • Los defensores pueden romperlo sin ayuda externa, en cuyo caso se dice que han mantenido la posición.
  • Si los defensores logran vencer gracias a ayuda del exterior, se dice que se ha levantado el asedio.
  • Si el asedio finaliza con los atacantes tomando el control de la ciudad o fortaleza asediada, pero los defensores logran escapar, se dice que la ciudad ha sido evacuada.
  • Si los atacantes salen victoriosos y logran destruir o capturar a los defensores, se dice que la ciudad o fortaleza asediada ha caído.

La Reconquista: El Reino de Asturias, y los Vikingos




En el año 718 se sublevó un noble llamado Pelayo. Fracasó, fue hecho prisionero y enviado a Córdoba. Sin embargo, consiguió escapar y organizó una segunda revuelta en los montes de Asturias, que empezó con la supuesta batalla de Covadonga en el 722, aunque no fuese más que una escaramuza, tuvo una importancia tal que polarizó en torno a Don Pelayo un foco de independencia del poder musulmán, lo cual le permitió mantenerse independiente e ir incorporando nuevas tierras a sus dominios. Los árabes desistieron de controlar esta zona montañosa, dado que requería muchos recursos y no merecía la pena el esfuerzo. Los cristianos de la zona no representaban un peligro, y controlar el extremo más alejado supondría más costes que beneficios . Batalla de Covadonga.

Mientras tanto, la dinastía Omeya de Damasco fue derrocada y subió al poder la dinastía Abassí de Bagdad. Uno de los supervivientes, Abderramán ben Omeya, se trasladó a Córdoba y se proclamó emir independiente (756-788). Las luchas internas musulmanas en la Península propiciaron que Carlomagno, rey de los francos, penetrara hasta el sur de los Pirineos, en una zona donde los pamploneses habían logrado mantener cierta independencia apoyándose, según les convenía, en astures, musulmanes o francos.

Alfonso I el Católico (739-757), realizó incursiones en el Valle del Duero y trasladó hasta Asturias, a los cristianos que estaban por allí desperdigados matando a los musulmanes. De esta forma, consolidó su pequeño reino y la meseta septentrional se convirtió en un territorio de nadie entre los dominios musulmanes y los cristianos, lo que se denominaría el “Desierto del Duero”.

La sorprendente expansión de este minúsculo reino pronto preocupó a las autoridades califales, que enviaron sucesivas incursiones anuales o aceifas sobre esté territorio eran tanto operaciones de castigo como operaciones de saqueo, normalmente ejecutaban dos al año simultáneamente, una sobre la zona de Galicia normalmente desde Mérida y la otra sobre Álava desde Medinaceli, evitando pasar por el Desierto del Duero, ya que los ejércitos tenían que vivir de lo que saqueaban, y en el Duero apenas había recursos. El objeto de hacer dos aceifas, era que el rey cristiano no tenía fuerzas suficientes para enfrentarse a ambas al mismo tiempo.


Batalla del río Burbia (791)

El emir Hishan I, estaba dispuesto a anexionarse el Reino de Asturias, para ello organizó como en todos los años dos aceifas o incursiones mandadas por dos veteranos generales de su padre Abderramán I: Ubayd Allah Abu Uthman y Yusuf ibn Bujt.
Ubayd Allah Abu Uthman partió hacia el saliente de Alava y Bardulia. Derrotó a los cristinanos y les persiguió por los montes y valles que riegan el Ebro y sus afluentes de la margen izquierda desde las Conchas de Haro hasta el Escudo de Cantabria.
Yusuf ibn Bujt marchó hacia Galicia. Se adentró en la región y la devastó. Cuando regresaba victorioso por la via romana que unía Lugo con Astorga, le salió al encuentro el rey Bermudo I en la confluencia del rio Burbia con el río Valcárcel, donde hoy se alza Villafranca del Bierzo. Cuando los musulmanes regresaban de Galicia con el botín de sus saqueos los cristianos al mando de Bermudo I, les esperaban en el río Burbia, cerca de Villafranca del Bierzo. Los musulmanes, con el hábil general Yusuf ibn Bujt, lograron defenderse y a continuación contraatacaron aplastaron a las fuerzas astures. El rey Diácono fue arrollado y vencido, sufriendo numerosas bajas.

En septiembre de ese mismo año Bermudo I abdicó a favor de Alfonso II el Casto, quien traslado la capital a Ovetao (Oviedo).
 
Batalla de Lutos o de los Lodos (794)

En el 794, Hishan I, envió de nuevo dos aceifas o incursiones a territorios cristianos una dirigida por Abd al-Karim que había devastado las tierras de Álava el año anterior mientras que la otra al mando de Abd al-Malik, que había vencido a las fuerzas de Carlomagno el año anterior, se dirigió al corazón del reino, y sin encontrar resistencia saqueó la propia corte de Oviedo, destruyendo también las iglesias construidas por Fruela. En el camino de regreso a través del Camino Real del Puerto de la Mesa, el rey Alfonso II y sus hombres le tendieron una emboscada en un angosto paso, cuya situación se supone que pudo ser Los Lodos, en el concejo asturiano de Grado. Como consecuencia del ataque la mayor parte de los musulmanes y el propio Abd al-Malik resultaron muertos.
 
Batalla de las Babias (795)

El emir Hisham I quiso vengar la derrota en la batalla de Lutos. Para ello envió al año siguiente a Abd al-Walid, con un gran ejército de unos 10.000 jinetes, contra el Reino de Asturias.

El emir también organizó otro ejército contra Galicia, para evitar el apoyo a Asturias de las fuerzas gallegas enemigas. Esta columna entró en Galicia, devastó la región y cuando volvía victoriosa tuvo que combatir contra los cristianos, siendo vencida por ellos. En este combate los musulmanes sufrieron muchas bajas y apenas pudieron escapar, dejando numerosos prisioneros en poder de los cristianos.

Alfonso II de Asturias, que había reforzado su ejército con efectivos machus acampó cerca de Astorga, base de operaciones habitual de los ataques contra Asturias, atravesando el puerto de Mesa y esperando el combate después de obligar a los aldeanos a refugiarse en las montañas, tratando de garantizarse la posible retirada por los puertos de la Mesa y de Ventana.

Abd al-Karim envió contra los cristianos una vanguardia de 4.000 jinetes mandados por Farach ibn Kinanah, jefe de la división Sidonia. Abd al-Karim con el grueso progresaba detrás, las fuerzas combinadas derrotaron a los asturianos, que tuvieron que huir por el puerto de Ventana, perseguidos por la caballería musulmana.

Los musulmanes en su persecución volvieron a derrotar a las fuerzas asturianas, Alfonso envió 3.000 jinetes al mando de un tal Gadaxara con la delicada misión de detener a los musulmanes. En la confluencia del rio Quirós con el rio Pielgo, más allá de Casares, y a pesar de lo angosto del lugar, fueron de nuevo derrotados con grandes pérdidas, siendo Gadaxara hecho prisionero. La batalla del río Quirós supuso el sacrificio de la caballería cristiana, en la que el propio Gadaxara fue hecho prisionero, que no fue en vano, pues permitió al rey Alfonso abandonar el Monte Albo y retirarse a tiempo, huyendo a Oviedo perseguido por sus enemigos.

El rey tuvo que volver a huir. El sacrificio heroico de Gadaxara y sus jinetes había permitido a Alfonso ganar una nueva defensa: el castillo construido a orillas del Nalón para prevenir cualquier ataque a Oviedo.

Aunque presentó de nuevo resistencia en la torre junto al Nalón, volvieron a ser derrotados de nuevo en la batalla del río Nalón, juzgó más seguro retirarse a Oviedo. Los musulmanes consiguieron capturar Oviedo, Alfonso consiguió huir a las montañas.

Dado lo avanzado el invierno, los musulmanes tuvieron que retirarse a sus tierras sin haber acabado con Alfonso II de Asturias, que pudo escapar.

La revancha de Alfonso II se tomó la revancha en el 796, muerto Hishan y cuando su sucesor estaba envuelto en luchas internas, Alfonso realizó una cabalgada hasta Lisboa, tomando la ciudad y saqueándola.
 
Primera Batalla de Morcuera (863)

En el año 863 el emir Muhammad I comprendió que debería detener la osadía del rey Ordoño I y organizó una expedición contra las tierras de Álava al mando de su hijo Abd al-Rahman y el general Abd al-Malik ibn Al-Abbas.

Los musulmanes razziaron las tierras destrozando cultivos, arrancando árboles, incendiando casas y pueblos, desmantelando fortalezas y matando o apresando a los hombres que no se habían refugiado en lugar seguro. El rey Ordoño no les plantó batalla en el llano y les dejó actuar en el mismo; pero decidió atacarles cortándoles la retirada. Para ello envió su ejército al mando de su hermano, Gatón, el repoblador de Astorga en 854 y el derrotado en el Guadacelete en el 859.

Los cristianos se apostaron en el paso más estrecho de la Hoz de la Morcuera. No se descarta que pudiera ser en el angosto valle del nacimiento del Ega o en otro de los estrechos pasos que permiten bajar al rio Ebro desde los llanos de Álava. Abd al-Malik encontró que los cristianos cerraban el paso a los musulmanes, pero atacó y venció la resistencia enemiga y los dispersó. Como si fuera un plan organizado, aparecieron entonces el resto de los tropas de Ordoño I en ayuda a los apostados. Se entabló una dura batalla por ambas partes, pero la victoria quedó del lado musulmán, que provocaron innumerables muertos y heridos entre los cristianos.

Diecinueve de los condes del ejército asturiano murieron en la batalla de ese día.

Los musulmanes debieron de sufrir también gran número de bajas, porque el año siguiente no se envió ninguna otra expedición contra los asturianos. Tras ese año de descanso se lanzaron otras tres expediciones consecutivas.
 
Segunda Batalla de la Morcuera (865)

Tras su victoria en la Primera Batalla de la Morcuera de dos años antes y después de reponer las bajas habidas y de descansar a sus tropas, el emir organizó un nuevo y muy numeroso ejército que puso otra vez al mando de su hijo Abd al-Rahman y del general Abd al-Malik ibn Al-Abbas. Todas las provincias y ciudades de Al-Andalus enviaron soldados. Además de Córdoba, y otras ciudades cuya aportación se ignora, sabemos de las siguientes: Sidonia: aportó cerca de 6.800 jinetes, Elvira: 2.900, Málaga: 2.600, Jaén: 2.200, Cabra: 1.800, Écija: 1.200, Priego, Algeciras, Tacorona, Carmona, Fahs al-Balud, Morón, Todmir, Rovdina, Calatrava y Otero aportaron entre todas ellas unos 20.000 jinetes, sin contar los infantes.

En esta ocasión el objetivo era la fortaleza de Amaya, repoblada cinco años antes (860) por el conde Rodrigo de Castilla. Abd al-Malik ibn Al-Abbas guió el ejército hasta Toledo. Allí tomó la vía romana que conducía a Zaragoza hasta Sigüenza o Medinacelli. En uno de estos dos puntos tomó la calzada romana que llevaba hasta Osma. Una vez en Osma siguieron la calzada romana hasta Clunia, donde torcieron al oeste por la calzada romana de Cantabria que conducía directo hasta Amaya, pasando el Arlanza por Tordomar, el Arlanzón por Pampliega, entrando en la gran llanura del Pisuerga por el boquete de Castrojeriz, atravesando el Odra por el puente de Matajudíos y el Pisuerga por Melgar.

Una vez allí, avanzaron hacia el noroeste rápidamente durante tres días hacia Amaya para sorprenderla. Amaya emerge imponente en la llanura amarillenta desde muchos kilómetros de distancia. Sus proporciones se agigantan conforme uno se acerca. Es una peña de unos 300 metros de altitud, 1.000 metros de larga y unos 500 metros de anchura.

El río Odra y otros arroyos le sirven de foso. Su cumbre, plana, es suficiente para mantener un buen ejército. En un extremo se erguía un castillo. Ante su visión el general Abd al-Malik ibn Al-Abbas decidió no atacarla y entrar en tierras del norte de Castilla. Eligió como punto de entrada la Hoz del Paradiso, defendida por cuatro fuertes, que permitía el acceso a los valles de Ordejón y de Humada y tomar la calzada romana en dirección a Mena. Tras atacar y arrasar los fuertes, el ejército musulmán cruzó los dos de kilómetros y medio que mide la hoz, y entró en los verde valles norteños.

El ejército musulmán comenzó sus acostumbradas razzias, arrasando las tierras de cuatro condes: Rodrigo, de Castilla; Diego, de Oca; Gonzalo, de Burgos; y Gómez, de Mijancos. Abd al-Malik finalizó la campaña atacando el castillo de Salinas de Añana, en las tierras del conde Rodrigo de Castilla, situado a mitad del curso de los ríos Omecillo y Bayas en su camino al Ebro, dominando el acceso a las tierras vizcaínas. Una vez desmantelado el castillo y arrasados sus muros, Adba al-Malik se inició la retirada, llegaron al valle de Miranda, cerrada planicie entre montañas que cruza el río Ebro desde Sobrón hasta las Conchas de Haro.

El conde castellano Rodrigo, intentó cortarle el paso en el desfiladero de la Hoz de la Morcuera, que estaba fortificado.

El ejército cordobés sorprendió al ejército cristiano, que estaba reforzando las fortificaciones del paso, e intentó cruzarlo en fuerza. El miércoles 8 de agosto de 865 comenzó la batalla. Los musulmanes atacaron de frente a los cristianos. Estos aguantaron la acometida en las trincheras y se entabló una lucha encarnizada. Durante horas nadie cedió terreno, pero al cabo los cristianos se vieron obligados a retroceder empujados por la superioridad numérica del enemigo y se acogieron a la segunda línea de defensa: el cerro del extremo final de la hoz. Con el foso y la trinchera en poder del enemigo, los cristianos combatieron en la colina. El combate seguía siendo duro, y al llegar la noche aún no se había decidido. Los musulmanes pararon sus ataques y establecieron su campamento frente a los castellanos y alaveses.

A la mañana siguiente los musulmanes reanudaron el combate. Al parecer los musulmanes desbordaron las fortificaciones y los cristianos pronto cedieron ante el empuje de las tropas de Abd al-Malik. Se desorganizaron y huyeron en desbandada perseguidos implacablemente por los musulmanes. Estos hicieron una espantosa carnicería entre sus enemigos, y apresaron gran número de combatientes que llevaron cautivos a Córdoba. De los que huyeron, muchos murieron ahogados en el Ebro al tratar de cruzarlo por la zona de Haro. La matanza acabó hacia el mediodía y Adb al-Malik pudo regresar victorioso a Córdoba con las cabezas de sus enemigos clavadas en la punta de sus lanzas.

Las bajas del conde Rodrigo, que actuaba como segundo del rey Ordoño I, fueron considerables. Las crónicas árabes hablan de unos 20.000 infieles muertos. En cualquier caso, la derrota sufrida fue lo suficientemente grave como para retrasar algunos decenios la repoblación cristiana de aquellas tierras e impidió el avance de Ordoño y Ramiro hacia la Rioja.

El historiador musulmán Ibn Idari cuenta en su libro al-Bayan al-Mughrib la historia de la siguiente manera:

“Después de obtener tales éxitos pensó en salir del país por el desfiladero de Al-Markawiz (La Morcuera). Se había apartado de Al-Mallaha (Salinas de Araña) para acampar, cuando Rodrigo, avanzando a la cabeza de sus tropas y de las levas que había reunido, instaló su campo cerca del foso vecino del Marka­wiz, foso cuyos accesos, desde hacía años, se había cuidado de hacer más difíciles mediante trabajos ejecutados por medio de corveas; separado de la montaña y provisto de un talud elevado, era in­franqueable. Abd al-Rahman instaló su campo sobre el Ebro y el general Abd al-Malik situó sus tropas en orden de batalla, mientras que los cristianos tomaban igualmente sus disposiciones y colocaban tropas en em­boscada en los dos flancos del desfi­ladero. Los musulmanes atacaron a los cristianos de frente y comenzó un combate encarnizado; pero los nuestros se batieron de tal suerte que sus enemigos, descubriendo el foso, se retiraron sobre una colina vecina. En­tonces Alb al-Rahman hizo instalar su tienda y dio órdenes a los soldados de hacer otro tanto y de establecer campamento. Después los nuestros volvie­ron a atacar vigorosamente a los cristianos. Alá les golpeó en el rostro y nos entregó sus espaldas de modo que se hizo de ellos una horrible matanza y que gran cantidad de prisioneros quedaron en nuestras manos. El resto huyó, sin detenerse, hacia la región de Al-Ahrum (Haro) y debió arrojarse al Ebro sin poder encontrar un paso vadeable, por lo que muchos se ahogaron. La matanza duró desde la aurora del jueves 12 Rachab [9 de agosto 865] hasta mediodía, y nuestras tropas, gracias a la ayuda divina, salieron sanas y salvas del combate. Después de comenzada la matanza, algunas bandas lograron refugiarse en lugares abruptos y en las espesuras; pero no escapa­ron tampoco a la persecución y la muerte. El foso fue destruido y llenado, de suerte que los musulmanes pudieron atravesarlo sin peligro y cómodamen­te. Alá concedió a los musulmanes un insigne favor al permitir­les obtener esta brillante e importante victoria; ¡alabado sea el Señor de los mundos! Después de la batalla se reunieron 20.472 cabezas”.

Esta derrota de los cristianos supuso un freno en la repoblación de la Meseta Central, tarea que tendrá que proseguir su hijo Alfonso III, quién se enfrentará además con un sector de la nobleza asturiana cuyas ambiciones de poder no se habían apagado. Mohamed I aprovechó la debilidad de los cristianos hacerse con las fortalezas de Cerezo del Río, Tirón, Ibrillos y Grañón; envió nuevas incursiones en los años 866 y 867.
 
Batalla de Polvoraria o Polvorosa (878)

En el año 878, Muhammad I quiso poner freno a la repoblación del “Desierto del Duero” iniciada por Alfonso III el Magno de Asturias, aprovechando inestabilidad interna del emirato musulmán.

Para poner freno a la osadía del asturiano, el emir montó una amplia operación ofensiva, mediante dos acciones:
La principal, reunido en Córdoba bajo el mando de su hijo Al Mundir y de Walid ben Ganim, se dirigiría contra León. Sin embargo, y a fin de restarle apoyos al monarca asturiano, les ordenó que, previamente, se encaminaran al valle del Ebro para combatir a los Banu Qasi. Una vez atacados éstos en Zaragoza y Tudela, se dirigirían a Léon, donde se les uniría un contingente reunido en Toledo, después de recogida la cosecha.
La secundaria, bajo el mando de Warrak Ben Malik. Debería entrar en Galicia por el camino de Coimbra. Cercaron la ciudad pero no consiguieron conquistarla.

La ofensiva contra la marca aragonesa no produjo los resultados apetecidos, por cuanto, si bien devastaron los campos y saquearon la comarca, no consiguieron las ciudades de Zaragoza y Tudela, defendidas por los hijos de Musa, Ismail y Furtun. Sin haber logrado el objetivo de someter y conquistar a los hermanos Musa, se encaminaron hacia León siguiendo el valle del Ebro.

Alfonso decidió que el conde gallego Hermenegildo, que recientemente había ocupado Coímbra se hiciese cargo de la amenaza a Galicia, Mientras él se hacía cargo de las otras dos, batiéndolas por separado.

Decidió oponerse primero a la amenaza procedente de Toledo, que juzgó que era más débil y sus mandos menos cualificados.

Las tropas musulmanas habían partido de Toledo en dirección a Zamora, y desde aquí se dirigían a León que era su objetivo final.

Alfonso eligió como campo de batalla zona situada entre los ríos Órbigo y Tera, ambos afluentes del Esla, a unos 6 km al suroeste de la ciudad de Benavente (Zamora). Cerrando la calzada romana que conducía a Astorga, y que cruzaba el río Esla por el puente de Arcos de la Polvorosa (a unos 6 km al sur de Benavente) y por el puente sobre el río Órbigo en Santa Cristina de la Polvorosa (3 km de Benavente).

La idea era coger al ejército musulmán entre los tres ríos y un bosque de encinas donde podía ocultar sus tropas.

Los musulmanes avanzaron con la formación de vanguardia, grueso y retaguardia. Cuando la vanguardia había cruzado ambos puentes y el grueso estaba entre ambos, dos fuerzas cerraron ambos puentes y con el resto Alfonso atacó de flanco al grueso, destruyéndole completamente, la vanguardia y la retaguardia consiguieron huir. Las bajas entre las filas musulmanas se dice que fueron muy elevadas, entre 12.000-13.000 muertos. De aquí viene la frase “poner los pies en polvorosa”.
 
Batalla de Valdemora (878)

Sin pérdida de tiempo, los vencedores se desplazan al nuevo escenario donde planeaban presentar batalla al principal ejército musulmán procedente del valle del Ebro, venían siguiendo la calzada romana de Burgos a León.

Alfonso eligió como campo de batalla la orilla de la ría Esla, cerrando el puente de Mansilla de las Mulas (a 14 km de León), teniendo a retaguardia el río Órbigo.

Sin embargo, al llegar a las inmediaciones de Mansilla, el hijo del emir tuvo conocimiento del desastre de Polvoraria. Estas noticias influirían de forma negativa en la moral de su ejército, que junto con el cansancio acumulado por sus tropas, desde su salida de Córdoba, pasando por Zaragoza hasta llegar a las proximidades de León, le impulsaron a tratar de eludir el enfrentamiento con los cristianos y volver a sus bases.

Alfonso, enardecido por su reciente victoria, no estaba dispuesto a desperdiciar la oportunidad, y conociendo mejor el terreno, salió en su persecución, dándoles alcance en el valle de Valdemora, situado a unos 30 km al noreste de Benavente. No se conoce si se dirigían a Benavente o hacia Medina de Rioseco.

No se dispone de detalles de la batalla, pero aunque Al-Walid y el príncipe lograron escapar de la muerte en el combate, no consiguieron evitar el desastre de su ejército.

No mejor suerte le cupo al tercer esfuerzo islamita, el que progresaba por el oeste peninsular. Al Warraq ben Malik, devastó inicialmente la comarca lusitana, pero al poner sitio a Coimbra, se encontró con la decidida defensa que le opuso el conde gallego Hermenegildo, por lo que tubo de levantar el cerco de la plaza después de sufrir sensibles pérdidas.
 

Vikingos en la península Ibérica
 
Primera invasión (844)

El 1 de agosto del año 844 cuentan las crónicas que se avistaron por primera vez las temibles naves vikingas asomando por el litoral del Cantábrico. Seguramente formaban parte de la escuadra que venía de saquear algunas poblaciones francesas, aunque no desembarcaron salvo para obtener agua.

Estos normandos fueron bordeando la costa y llegaron hasta Galicia. Al avistar el faro de la Torre de Hércules (Farum Brigantium) pensaron que probablemente habría una importante población acompañando a aquel impresionante monumento y se decidieron a desembarcar. Sin embargo no encontraron más que pequeñas aldeas como la pequeña población de Clunia, que dejó de existir ese mismo día. Desde ese punto los vikingos saquearon toda la zona de alrededor y continuaron hasta adentrarse en la provincia de Lugo, desgraciadamente para ellos se toparon con un ejército formado por las huestes de Ramiro I de Asturias y de algunos señores locales que se atrevieron a plantarles cara pues ya estaban avisados de esta presencia y llevaban tiempo observando los movimientos de los escandinavos. Empujaron a los vikingos hasta la ribera del Miño y les obligaron a librar combate en un lugar llamado hoy Camporramiro.

La «Cronica General de España» de Rodrigo de Toledo y Lucas de Tuy afirma: «Y así ocurrió allí que el rey don Ramiro los venció y desbarató, y luego mandó poner fuego a la flota y les quemó LXX naves«.

Los nórdicos abandonaron Galicia, pero sus fuerzas, aunque mermadas, seguían siendo una gran fuerza. Les quedaban entre 80 y 100 embarcaciones y una fuerza de unos 1.800 guerreros, llegaron el 17 de septiembre al puerto de Lisboa, ciudad que atacaron, sin éxito, durante varios días. Mientras tanto estuvieron arrasando los alrededores de la ciudad intentando hallar el modo de entrar y saquearla. Pero las murallas eran fuertes y los vikingos carecían de máquinas de asalto: «En el año 230, los madjus (nombre con el que los árabes le designaron) que habitaban en las tierras más lejanas de Al-Andalus invadieron las tierras de los musulmanes, presentándose ya en el mes de Du-l-higga del año 229 ( 20 de agosto – 17 septiembre del 844 ) ante Usbuna ( Lisboa ) quedándose allí durante trece días«.Los vikingos embarcaron de nuevo y se dirigieron hacia el sur de la península Ibérica, alcanzan Cádiz y la toman (Qabpil, la Isla Menor, en Cádiz, ), después navegan por el Gualdaquivir para dirigirse después tierra adentro hasta Medina Sidonia, remontando el río hasta Sevilla.

Llegaron a Sevilla el 25 de septiembre y esta vez sí tuvieron éxito, lograron tomar la ciudad sin apenas resistencia (aunque la alcazaba nunca llegó a rendirse) y desde allí comenzaron sus incursiones tierra adentro a lomos de los caballos que robaron. El botín conseguido fue cuantioso.

El emir Abderramán II, organizó rápidamente un ejército en Córdoba con el fin de expulsar a los intrusos, estaba estupefacto frente a unos guerreros que en cuestión de días habían saqueado tres ciudades de su territorio y que se desplazaban a una velocidad impensable, logró reunir un importante ejército y decidió tender una emboscada a los vikingos al sur de Sevilla, en un lugar llamado «Quintos de Muafar».

Al amanecer, cuando las tropas vikingas salían de Sevilla en dirección a Morón, las tropas musulmanas esperaron a la señal convenida para abalanzarse en masa hacia los invasores degollando a muchos de ellos y logrando entrar en Sevilla para liberarla de nuevo. Varios destacamentos vikingos se habían dispersado aguas arriba para saquear, y los que lograron escapar con vida de Sevilla decidieron regresar a sus naves y seguir remontando el Guadalquivir con la esperanza de encontrar parte de las tropas que se habían dirigido hacia Córdoba, finalmente lograron reunirse de nuevo y regresar río abajo, hostigados permanentemente desde ambas orillas por los musulmanes.

Una vez dejaron atrás Sevilla, parlamentaron con los musulmanes y aceptaron devolver todos los prisioneros que habían hecho a cambio de ropa y víveres que les permitiera continuar su viaje. También pidieron que el califa de Córdoba enviara un emisario como embajador suyo a su rey.
Sin embargo cerca de la actual Tablada, el 11 de noviembre, fueron finalmente alcanzados por el grueso del ejército musulmán, la batalla fue cruenta y murieron muchos hombres, se habla de más de 500 hombres y cuatro barcos. El castigo para los apresados fue ejemplar y muchos acabaron colgados de las palmeras de Tablada.

Pero no todos cayeron, los que lograron escapar del degüello lograron desquitarse asaltando la ciudad de Niebla y saqueándola antes de volver al Atlántico. Así concluyó la primera de las incursiones vikingas en la Península, pero no olvidaron a aquellos «blamenn» (hombres negros), como ellos llamaban a los sarracenos pues hablarían de todas las riquezas que habían visto, lo que daría pie a futuras expediciones.
 
Segunda invasión vikinga (856)

En el año 858, de nuevo otra armada vikinga capitaneada por Hasting y por Bjor Jernside (Costado de Hierro) hijo de Ragnar Lodbrok, atacaron las costas de Francia y posteriormente se dirigieron a la Península. La expedición vikinga que salió de su base del río Loira con 62 naves.

Esta vez fueron directamente a Faro Brigantino con la idea principal de saquear Santiago de Compostela, cuyo renombre ya se había extendido por la Europa cristiana. Utilizaron la Ría de Arosa para penetrar con sus rapidísimas drakkars, saquearon Iria Flavia (Padrón) y llegaron a Santiago, pero se encontraron con una fuerte defensa por parte de sus habitantes durante dos semanas. Finalmente ante el empuje invasor, se decidió el pago del «danegeld» para evitar el saqueo.

A pesar de todo los vikingos no se dieron por satisfechos e intentaron el asalto a la ciudad. La providencia quiso sin embargo que apareciera el conde Don Pedro de Pravia al mando del ejército que el rey Ordoño I ( hijo de Ramiro I ) había logrado reunir para repeler la invasión. Tras un duro combate los vikingos fueron derrotados y obligados a embarcar. «En aquel tiempo los normandos vinieron de nuevo a las costas de Galicia, donde fueron derrotados por el conde Pedro«.

La expedición continuó a pesar de la derrota, bordearon la Península hacia el sur saquearon la ciudad de Algeciras; los invasores penetraron en la ciudad con la intención de capturar botín obligando a los habitantes a escapar a las colinas próximas a la ciudad. Entre los estragos que los asaltantes cometieron destaca el incendio de la mezquita llamada «Alhadra»; ante la visión del edificio principal de la ciudad ardiendo, los algecireños montaron en ira y expulsaron a los normandos de la villa. En la refriega capturaron dos de los drakkars con cuyas maderas construyeron las puertas y las vigas de una nueva mezquita.

Continuaron por el río Guadalquivir, como en la primera expedición, para alcanzar de nuevo Sevilla, pero esta vez la ciudad ya estaba prevenida y los emisarios habían puesto en alerta al ejército. Se dispuso una flota para repeler el ataque. Finalmente ambas escuadras se encontraron en algún punto del río Guadalquivir y se produjo una batalla naval que terminó con la pérdida de algunas naves vikingas y su retirada hacia la desembocadura.

Se adentraron entonces en el Mediterráneo y lograron saquear algunas ciudades del norte de Africa donde parece que hicieron prisioneros que en meses posteriores llevarían, junto con el resto de productos exóticos, hasta Irlanda donde comerciaron con ellos, llamándolos «hombres azules». Posiblemente sea la primera mención de esclavos negros o tuaregs en esta lejana zona de Europa.

Continuaron su ruta y sus ataques a lo largo de la costa, así saquearon la ciudad de Uriwala (Orihuela ) y todo su territorio de alrededor. Menorca, Mallorca, Ibiza y Formentera fueron también víctimas de sus saqueos. Se dirigieron a Cataluña donde saquearon un par de monasterios cercanos al río Ter y llegaron hasta la zona del Rosellón, ya en territorio franco, se harían fuertes en una isla en medio del río Ródano, en una zona llamada «La Camarga» y decidieron allí pasar el invierno y preparar las futuras correrías.

Al llegar la primavera, se hicieron de nuevo a la mar bordeando la costa italiana, saquearon Génova y la ciudad de Luna unos 200 kilómetros al norte de Roma. Para regresar a sus tierras del norte de Europa, pasaron de nuevo por las costas españolas y realizaron una intrépida excursión pues remontaron nada más y nada menos que el río Ebro, el Aragón y el Arga y llegaron hasta Pamplona (otras teorías hablan de que quizás llegaron desde el golfo de Vizcaya a través de la ría de Mundaka) pero lo cierto es que los barcos vikingos atracaron al pie de Pamplona y asaltaron la ciudad con tal fiereza que lograron tomar como rehén al mismísimo rey García Iñiguez, que tras arduas negociaciones, el soberano sería liberado y sus hijos tomados como rehénes mientras él intentaba reunir la suma de 70.000 dinares como rescate.

Las murallas de Pamplona serían reforzadas y desde Tudela hasta la capital se implementarían en la ribera una docena de puestos de vigía.

sábado, 15 de enero de 2022

La arquitectura Templaria



Hablar de este tema nos lleva de vuelta al origen del Templo de Jerusalén que fue construido durante el reinado del Rey Salomón, en un lugar designado por el Rey David, su padre.

La estructura central del templo tenía 70 metros cúbicos de largo y 20 metros cúbicos.

En una zona detrás del altar principal se encontraba la sala llamada "Sanctum Santorum", que contenía algunos elementos del Tabernáculo, entre ellos el Arca de la Alianza, que - según la tradición- se perdió en el segundo templo.

En la entrada, antes del portal, dos enormes pilares, uno con la letra B y el otro con la letra J, representaban las palabras Boaz & Jaquim. En la liturgia hebrea, simbolizan la dualidad del universo, donde una cosa simplemente existe en función de otra. Sería algo así como: Noche y día, hombre y mujer, bien y mal, correcto y incorrecto, etc....

Cruzando las puertas, una previsión llamada Lugar Santo, con dos filas paralelas, con 5 candelabros cada una.
Centro de mesa para palitos de incienso en la parte trasera, una puerta hecha de madera de oliva, y una escalera, que llevaba a una habitación especial, llamada "Sanctum Santorum". En esta habitación estaba el Arca de la Alianza.
El techo era ondulado, con una representación del cielo estrellado, la luna y el sol.

El templo estaba frente al este.

En el lugar donde una vez se encontraba el templo de Salomón, que les fue dado por el rey Balduino II, los templarios encontraron, entre otras cosas, algo muy valioso, es decir, una arquitectura sagrada apoyada en un simbolismo altamente esotérico, originario de los antiguos constructores egipcios. Era una geometría sagrada llena de simbolismo cabalístico, alquímico y litúrgico.

Las grandes catedrales góticas fueron construidas unos años después de la fundación de la Orden del Temple, es un hecho que la relación familiar y espiritual entre Hugo de Payens y San Bernardo de Claraval no nos es extraña.

Cuando le preguntaron sobre la naturaleza de Dios, S. Bernardo respondió: "Es la longitud, la anchura, la altura y la profundidad", una respuesta en la línea de la filosofía de Pitágoras, que decía que esas eran las "Geometrías de Dios".

Qué es y para qué sirve El libro de las horas ?

Los libros de horas empiezan con un calendario perpetuo, en el que figuran mayor o menor número de festividades litúrgicas, la mayoría asociadas a santos, algunas comunes a toda la cristiandad, otras específicas de una diócesis o del propietario del ejemplar. 

El estudio de dicho calendario también puede dar información sobre el origen y el uso del códice. 

Por ejemplo, en el calendario parisino figuran santa Genoveva (3 de enero) y san Denis (9 de octubre). Además, un sistema de colores servía para señalar una u otra festividad. 

Gracias a una serie de cifras y letras en dos columnas, colocadas a la izquierda de cada mes, el fiel podía, con ayuda de algunos cálculos no muy complejos, saber en qué día caían los domingos y las lunas nuevas y, por consiguiente, calcular cuándo sería la fiesta móvil de la Pascua.



Ser Templario

 
Ser Templario es muy difícil. Es un gran reto a la voluntad del individuo, quien debe comprender que la grandeza del ser humano está en el servicio a los demás. Nuestro Señor lo dijo: “yo vine a servir, no a ser servido”, frase que el día de hoy cobra una vital importancia, ya que el mundo moderno propende al individualismo y al materialismo. Nada más alejado de la vida que lleva el monje-guerrero, quien se dispone al servicio de los demás, anteponiendo las necesidades de sus hermanos a las suyas propias.
 
¿Qué es la Orden del Temple?
 
La Orden del Temple se define como una Orden de Caballería Cristiana, iniciática, filantrópica y como una hermandad cristiana ecuménica, encuentra su origen en los altos ideales y Principios de la Caballería Cristiana, para irradiar desde estos su actuar hacia todos los individuos, sin distinción política, de credo cristiano, etnia, religión o clase social. Quien tenga oidos, que escuche.
 
Non Nobis Domine,Non Nobis,Sed Nomine Tuo Da Gloriam

 

Explicacion al tablero del juego de la Oca


El tablero del juego de la Oca se interpreta como una guía simbólica y encriptada del Camino de Santiago. 
 
Se asocian los símbolos del juego con las etapas de peregrinación. Su origen incierto se relaciona con el Camino de las Ocas, el Camino de las Estrellas, la Orden del Temple, y los templarios.
 
El viaje de ida está representado por las 32 casillas iniciales, que simulan las 32 etapas del Camino de Santiago. El viaje de vuelta corresponde a las casillas 33 a 63, es decir, el tablero del juego de la Oca se quiere interpretar como una guía de ida y vuelta del Camino de Santiago.
 
Imitación de las etapas jacobeas.  
 
Según los intérpretes del juego, hay tres etapas que presentan la oca en el camino de ida y de regreso: Nájera-Santo Domingo de la Calzada, el Burgo Ranero-Mansilla de las Mulas (Vía Trajana) y O Cebreiro-Sarria.
 
A partir de la casilla 32, se iniciará el camino de vuelta o regreso.
 
Las ocas 36, 41 y 54 marcan el sentido para conseguir la Gran Oca, sin embargo las casillas 45, 50, 59 indican el sentido de inicio.
 
Las casillas 6 y 12 permiten salvar un obstáculo. Cruzar el puente significa cruzar la barrera que separa lo mundanal de lo celestial. Este paso tiene un coste o portazgo por el aprendizaje recibido. Esta transición es muy dura y hay que tomar un descanso para continuar el camino, por ello se debe ir a la posada, en la casilla 16, que simboliza el descanso para reponer fuerzas y emprender de nuevo el camino con ánimos renovados. El descanso significa un retraso en la consecución de la meta.
 
Los dados de las casillas 26 y 53 simbolizan la suerte. En el juego de la Oca con tirada de dos dados conseguir un 9 supone avanzar y evitar el pozo y la calavera, que representa la muerte.
 
Caer en el pozo, en la casilla 31, supone permanecer hasta que alguien lo rescate. El pozo simboliza el pecado y el perdón. Aparece antes de la Oca. Se sitúa en la etapa 32, Arzúa-Monte do Gozo. Se dice que el Monte do Gozo era el último lugar donde los peregrinos podían pecar; lo normal es que lavasen sus ropas en A Lavacolla como un signo de limpieza espiritual para alcanzar Santiago.
 
El laberinto está en la casilla 42; el extraviado debe saltar a la casilla 30, justo antes del pozo y a punto de alcanzar la Oca. El laberinto se ha representado como la Torre de Babel: la confusión de caminos físicos, idiomas e ideas.
 
La cárcel, en la casilla 42, representa cualquier desviación que puede llevar a prisión hasta que alguien lo redima. Hay que tener en cuenta las desviaciones religiosas tan veladas por la Inquisición y la arbitrariedad de la Justicia aplicada por los distintos reinos y señores. Si la cárcel se encuentra en León, el único lugar al que puede señalar es al actual hostal de San Marcos, levantado inicialmente como hospital de Peregrinos y cárcel.
 
La calavera en la casilla 58 es el sinónimo de la muerte, el fin del Camino. La muerte supone una esperanza de resurrección. El juego de la Oca sitúa la calavera en la etapa26 del Camino de Santiago.
 
Hay que alcanzar el número exacto para entrar en el jardín de la Oca, en la casilla 63. Corresponderá a la casilla número 64, pero no está numerada. Es la Gran Oca que alcanza y guarda la sabiduría secreta, iluminada y no escrita. El final del Camino, el jardín de la sabiduría, el final de un iniciado y el nacimiento de un iluminado.

 

Canibalismo en las Cruzadas

Hay algo que los largometrajes no han logrado transmitir. Al menos todavía. El hedor de los cadáveres que, ya serenos y huecos de vida, yacen inertes sobre el campo de batalla. En el siglo XI, durante la Primera Cruzada, la guerra no olía a gasoil y a pólvora. Apestaba a sudor y exudaba el calor del desierto. Eran otros tiempos. Los de luchar por una Tierra Santa alejada del cobijo del viejo continente y los de asumir penurias inimaginables en defensa del cristianismo. Y si creen que exagero, basta con recordar el hambre y la desesperación que debieron pasar los defensores de la ciudad de Maárat para verse obligados a comer carne humana.

El episodio, tan real como tristemente olvidado, es uno de los muchos que recoge el profesor de Historia medieval Thomas Asbridge en su flamante «La Primera Cruzada. Una nueva historia»

Una obra que, a lo largo de sus más de cuatrocientas páginas, se zambulle de lleno en la campaña que inauguró unas contiendas (las cruzadas) que se extendieron durante dos siglos a través de los ojos de cientos y cientos de cronistas. Fue una de las pocas que, sobre el papel, resultaron exitosas y finalizaron con la toma de Jerusalén. Aunque, en la práctica, provocó una infinidad de conflictos internos y muertes.

Primera Cruzada

La Primera Cruzada se gestó en un momento de tirantez extrema en la Iglesia. Según explica Carlos Núñez del Pino –licenciado en Historia y autor de artículos de divulgación en revistas como Descubrir la Historia, Historia Hoy o Muy Historia– su arquitecto fue Urbano II. «Accedió al trono papal en 1088, una época de enorme tensión y crisis en la institución, muy debilitada por su enfrentamiento con el Sacro Imperio Germánico. Tal era la situación, que el nuevo papa tardó seis años en poder controlar su palacio, ocupado por el Antipapa Guiberto. Urbano, francés de origen, era un auténtico animal político y tenía muy claro su objetivo: recuperar la influencia política», desvela.

La oportunidad de recuperar el poder se le presentó en el 1095, cuando el emperador bizantino Alejo Comneno solicitó ayuda para detener a un ejército selyúcida que llamaba a sus puertas ávido de tierras y riquezas. Urbano II, un verdadero mago de la política, instó entonces a los cristianos a viajar miles de kilómetros hasta Tierra Santa. «Supo instrumentalizar esta solicitud para sus intereses. En un contexto de legitimización de la corona papal utilizó la idea de Cruzada para erigirse como principal defensor de la fe. No solo podría vender la idea de la ayuda hacia los cristinos orientales en peligro, sino que dirigiría la belicosidad de los príncipes europeos hacia tierras lejanas», añade Del Pino.

Cual estrella del rock, Urbano II protagonizó decenas de bolos por tierras galas primero, y Europa entera después, en los que llamó a pobres y ricos a dejar la calidez de sus hogares, bordarse la cruz –símbolo de aquel movimiento militar– y defender el cristianismo. Y vaya que le salió bien. «Durante el verano de ese año, Urbano realizó una gira por Francia para visitar Cluny, donde había sido prior, y a los grandes nobles. El objetivo era conseguir el apoyo de la élite del reino antes de lanzar su idea en Clermont. Estaba todo calculado para evitar cualquier error». Su máxima, convertida a la postre en una suerte de lema de la Primera Cruzada, resonó en palacios y en las casas más humildes: «Deus vult» («Dios lo quiere»).

Lo que el altísimo no anhelaba, con total seguridad, eran las diferencias internas que brotaron en el seno de los ejércitos arribados a Tierra Santa. La enfermedad fue la llegada de demasiados líderes militares, y no había un remedio claro para ella. Lo único que ayudó a paliarla fueron las victorias contra los musulmanes, el sueño por hacerse con la ciudad prometida –Jerusalén– y la conquista de enclaves determinantes como Antioquía (tomada en el verano del 1098). Y, a veces, ni eso. Así lo confirma Asbridge en su obra, donde especifica que fue precisamente en esta urbe donde tres personajes de calado dieron un paso al frente para alzarse, de una vez, como líderes de la Primera Cruzada: Bohemundo de Tarento, Godofredo de Bouillón y Raimundo de Tolosa.

Triste preludio

Bohemundo, príncipe de Tarento, era la opción más lógica. Veterano, había demostrado en un millar de ocasiones su valía en combate. No en vano recibió en junio el cargo temporal de comandante de la Cruzada. Sin embargo, era de mentalidad cautelosa y no abogaba por avanzar hacia Jerusalén hasta que las posesiones ya conquistadas estuvieran bien defendidas. Su némesis fue Raimundo de Tolosa, convencido de que la conquista de la Ciudad Santa era clave para la moral de las tropas y portador de una reliquia capaz de unir a toda la cristiandad: la lanza con la que –de forma presunta– habían atravesado a Cristo en la Cruz. Ambos protagonizaron una serie de tiranteces para hacerse, poco a poco, con más poder que su contrario.

Desde luego no fue sencilla la conciliación. Tras la conquista de Antioquía, cada uno de los contendientes se obcecó en hacerse con más territorio que su par para postularse como líder de la cruzada. En medio de aquel clima enrarecido, y allá por finales de noviembre del 1098, Raimundo puso sus ojos en Maárat an Numán, uno de los asentamientos más destacados del oeste de Siria tanto a nivel estratégico como económico. Sus huestes arribaron a las puertas de la pequeña fortaleza el 28 y, apenas unas jornadas después, hicieron lo propio las de Raimundo, obsesionado por participar en la conquista y que no le adelantaran un movimiento en su particular partida de ajedrez. La urbe, definida por los cronistas como «rica y muy poblada», se enfrentó así a los cristianos.

Raimundo de Tolosa
 
El largo asedio, cuyos pormenores darían para un artículo igual de extenso, puso de manifiesto lo precarias que eran las líneas de abastecimiento de los cristianos. El camino directo con Antioquía no tardó en verse bloqueado de forma intermitente y las tropas de Bohemundo y Raimundo sufrieron en su piel la escasez de vituallas y agua. Así lo corrobora Asbridge al señalar, en su nueva obra, que «los mismos cruzados se quedaron rápido sin provisiones» y que se vieron obligados a acortar los tiempos que barajaban en principio para evitar un descalabro aún mayor. «Con el invierno cerca de alcanzar su punto álgido, las líneas de abastecimiento pronto empezaron a mostrar señales de tensión. Al cabo de una semana, el suministro se redujo».

Raimundo de Aguilers, testigo de los hechos, hizo referencia a la preocupante escasez de alimentos:

«Me apena informar que en la hambruna resultante era posible ver a más de diez mil hombres dispersos por el campo como ganado, rascando y rebuscando con el propósito de encontrar algún grano de trigo o de cebada, una judía o cualquier hortaliza».

La escasez de alimentos trajo consigo una disminución radical de la disciplina y, con el paso de las jornadas, hasta el monje Pedro Bartolomé –mano derecha de Raimundo– cargó contra el ejército cruzado por perpetrar faltas como «el asesinato, el saqueo, el robo y el adulterio». Todos ellos, pecados que obligó a purgar con la ofrenda de oraciones, el pago de limosnas y muchos «preparativos espirituales» más. Por suerte para los líderes, la fortaleza de Maárat an Numán cayó a mediados de diciembre tras lanzar contra ella desde una gigantesca torre de asedio hasta, en palabras de los cronistas de la época, «piedras, proyectiles de fuego, colmenas de abejas, cal y fuego».

Canibalismo

Aquella hambruna fue un triste preludio de lo que todavía estaba por llegar. Tras unas navidades en total inactividad, Asbridge afirma que la escasez volvió a tomar la ciudad de Maárat. «La mayoría de ellos, desde los caballeros hasta los campesinos más pobres, estaban cada vez más descontentos. Una vez agotado el exiguo botín obtenido durante el saqueo de la ciudad, el hambre volvió a amenazarlos». Pronto se extendió a toda velocidad entre la hueste la idea de que la única forma de sobrevivir era marchar hacia la ansiada Jerusalén. La rebelión se palpaba en el ambiente y ninguno de los dos líderes estaba exento de ella. Pero a uno y al otro, al otro y al uno, les resultó imposible aparcar sus diferencias en favor de un objetivo común.

Sus problemas internos terminaron por condenar Maárat. Para empezar, ambos abandonaron la ciudad a su suerte tras reiniciar sus disputas por el control de Antioquía, mucho más determinante. Si las líneas de aprovisionamiento eran ya débiles, aquello les dio la puntilla. La ciudad quedó desprovista de vituallas y, en breve, se inició una hambruna. La mayor de todas las vividas hasta entonces. «Las líneas de abastecimiento que sostenían a los soldados eran tenues, pero, con la llegada del nuevo año, colapsaron. Los pobres, que ya habían padecido hambre en Navidad, se descubrieron de repente privados por completo de sustento. Todo indicaba que se revivirían los horrores de la inanición, que ya había causado estragos entre los francos un año atrás, durante el asedio de Antioquía», añade el experto en su obra.
Recreación de un caballero durante la Primera Cruzada


Narran las crónicas que la desesperación de los soldados cristianos afincados en Maárat fue absoluta. El hambre provocó que los cruzados más desamparados «despedazaran los cadáveres de los musulmanes, pues en las entrañas de estos se solían encontrar monedas de oro». Y eso solo fue el principio. Poco tiempo después, otros recurrieron a medidas más desesperadas. De esta forma lo explicó el cronista Raimundo de Aguilers:

«Aquí nuestros hombres sufrieron una hambruna excesiva. Me estremezco al contar que muchos de ellos, atormentados hasta el extremo por la locura que les causaba la falta de alimentos, decidieron cortar trozos de carne de las nalgas de los sarracenos que yacían por allí, trozos que luego cocinaban y comían, y devoraban como salvajes sin esperar siquiera que la carne se acabara de asar».

Asbridge recoge otros tantos testimonios que se refieren a que «la escasez de comida se tornó tan grave que algunos cristianos se comieron con gusto los cadáveres podridos de los sarracenos que tres semanas antes habían arrojado a los pantanos».

El autor define lo acontecido en Maárat como «una de las atrocidades más infames cometidas por los ejércitos de la Primera Cruzada». Ya en la Edad Media, el canibalismo era una práctica vista con verdadera repulsión por los cristianos, algo que no sucedía, por ejemplo, con los saqueos orquestados contra el enemigo. Por ello, los cronistas dieron buena cuenta de ella en sus escritos. Asbridge también afirma que aquellas historias «tuvieron algún efecto a corto plazo». El principal fue que las noticias llegaron hasta las urbes cercanas y los musulmanes se forjaron la imagen de los caballeros cristianos como demonios con cuernos y rabo. Seres sedientos de sangre ante los que era imposible ofrecer resistencia. Al parecer, esa leyenda negra les hizo firmar treguas con sus enemigos antes incluso de que atacaran.

Guerra Medieval: Los Turcoples o Turcopolos

 Los turcopolos no eran necesariamente mercenarios turcos o mestizos, sino que muchos probablemente eran reclutados entre los selyúcidas cristianizados, o entre los cristianos ortodoxos sirios bajo dominio latino. En Tierra Santa, estas unidades estaban más ligeramente protegidas que caballeros y sargentos (hombres de armas a caballo), disponiendo de lanzas y arcos para combatir a las fuerzas musulmanas, más móviles. Los turcopolos sirvieron como caballería ligera en el papel de hostigadores, exploradores, arqueros a caballo y, en ocasiones, en la segunda línea de una carga apoyando a los caballeros y sargentos francos. Sus caballos eran más livianos y veloces que los de las tropas montadas occidentales, y por lo general su armadura consistía sólo en un jubón acolchado o gambesón y un casco cónico de acero.

Colaboraron tanto en los ejércitos seculares como en las mesnadas de las órdenes militares. En estas últimas tenían un estatus inferior al de los sargentos francos y estaban sujetos a diversas restricciones, que incluían tener que comer en una mesa separada de los demás soldados templarios u hospitalarios.

Los turcopolos montaban de caballos autóctonos y el empleaban el mismo equipamiento que sus oponentes. Los mamelucos consideraban a los turcopolos traidores y apóstatas, de manera que ejecutaban a todos los que capturaban.

Los turcopolos tenían sus propios líderes, llamados turcopolieres, que superaban en rango a los sargentos ordinarios, al menos en la batalla. Entre los altos cargos de la Orden del Temple se incluía el de turcopolier, que mandaba la caballería mercenaria enrolada en Oriente y los hermanos sargentos. Asimismo, entre los asistentes personales del Gran Maestre del Temple se contaba un turcopolo.

Los miembros de estas unidades que sobrevivieron a la caída de Acre siguieron a las órdenes militares en su partida de Tierra Santa y se establecieron en Chipre junto a los templarios y en Rodas y Malta junto a los hospitalarios. Como una reminiscencia moderna, en el priorato de los caballeros de Malta siempre hay un miembro con el cargo de turcopolier. La Orden Teutónica también llamó «Turkopolen» a su propia caballería ligera nativa. Algunos tras las Cruzadas, sirvieron de mercenarios en los ejércitos y batallas posteriores en Europa.


martes, 4 de enero de 2022

Derrotas Templarias

Los templarios perdieron, tan sólo en seis batallas destacadas:
 
+1137, en el Vado de Jacob, cayeron 300 caballeros, de 388.
+1164, en Harim, cayeron 60 caballeros, de 64.
+1187, en las batallas consecutivas de la Fuente del Berro y en los Cuernos de      Hatting, cayeron 290 caballeros, de 293.
+1188, en Darbsak, cayeron 100 caballeros, de 120.
+1244, en La Forbie, cayeron 267 caballeros, de 300.
+1250, en Mansurah, cayeron 280 caballeros, de 283.
 

Hablamos de sólo de caballeros, sin citar los sargentos, los peones de a pie, ni la caballería ligera de los “turcoples”.

En las batallas de Alarcos (1195) y en Las Navas de Tolosa (1212) en España, la proporción de pérdidas del Temple fue similar, pero no fueron derrota en el caso de las Navas de Tolosa.


Las pérdidas de vidas entre los templarios siempre fueron altas, y muchos templarios deliberadamente entraron en batalla para morir.
En uno de los textos compilados después de la Batalla de Hattin, se informa que el Templario llamado Nicolas, quien fue capturado junto con hermanos de otras órdenes, después de enterarse de la inminente ejecución, alentó a sus camaradas y les pidió que enfrentaran la muerte con valentía.

El “retrait” 569 de la Orden del Temple menciona:

“Apareció que el hermano Roger el alemán (su familia alemana poseía inmensos bienes en Palestina) fue hecho prisionero en Gardana (parece ser la ciudad de Gaza o Gazara o Gadres. Esta ciudad pertenecía a la Orden del Temple desde 1149) y los sarracenos le dijeron que se renegó, y le hicieron levantar el dedo y gritar la ley (las crónicas están de acuerdo en esta forma de negar la religión cristiana. Los musulmanes hacían levantar el dedo al prisionero y gritar la ley musulmana); y fue encarcelado con otros hermanos templarios y gritó gracias ante los hermanos y dijo que no sabía lo que era que le hacían gritar. Y fue una tranquilidad ante el maestre y el convento, y cuando fue entregado gritó gracias al Capítulo General, y perdió la casa por levantar el dedo y gritar la ley”.


Si los musulmanes no ejecutaban de inmediato a los templarios capturados, entonces los hermanos quedaban cautivos, esperando el pago del rescate.

Algunos autores sostienen que al principio los templarios no pagaban un rescate, pero a mediados del siglo XIII se sabe que la orden pagó rescates de sus hermanos prisioneros.
Una traducción al catalán de los estatutos de la orden establecía que los hermanos capturados no debían usar sus túnicas, y que se las pusieran solo después de su liberación, solicitando permiso del maestre.
Resumiendo, para los templarios se consideraba deshonroso ser capturado. 



El Cid: Rodrigo Díaz de Vivar


In Hispania apud Valentiam Rodericus comes defunctus est de quo maximus luctus christianis fuit et gaudium inimicis paganis". Así recogía el Cronicón Malleacense la muerte del Cid Campeador el 10 de junio de 1099, cuando, según cuenta la leyenda, en lo alto de las almenas que defendían la ciudad de Valencia fue atravesado por una flecha perdida (aunque lo más probable es que muriera por causas naturales).

Pese a su leyenda posterior como héroe nacional o cruzado en favor de la Reconquista, Rodrigo Díaz de Vivar se puso a lo largo de su vida a las órdenes de diferentes caudillos, tanto cristianos como musulmanes. En realidad, luchó en su propio beneficio, convirtiéndose en lo que algunos autores definen como un mercenario, un soldado profesional que presta sus servicios a cambio de una paga, más que un combatiente que lucha por unos ideales. Con todo, su vida inspiró el más importante cantar de gesta de la literatura española: El Cantar de mío Cid.

Un valiente caballero

Tras un combate singular para dirimir el domino de unos castillos fronterizos que se disputaban los monarcas de Castilla y Navarra, Rodrigo Díaz de Vivar venció al caballero navarro Jimeno Garcés, lo que aumentó el prestigio que ya tenía como alférez real en la corte del rey Sancho II.

Tras la muerte de Sancho II en el sitio de Zamora, su hermano Alfonso VI se convirtió en rey y a pesar del resentimiento que tenía hacia Rodrigo Díaz tras las batallas de Llantada (1068) y Golpejera (1072), en las que el nuevo monarca se vio obligado a refugiarse en la corte musulmana, lo honró concediéndole la mano de la dama Jimena, al parecer hija del Conde Diego Fernández y pariente del propio monarca.

En el año 1081, cuando el rey Alfonso de León se encontraba batallando por tierras toledanas sin la ayuda de Rodrigo, los musulmanes atacaron por sorpresa Gormaz (Soria) y obtuvieron una importante victoria, logrando un cuantioso botín. Cuando la noticia llego a oídos de Rodrigo Díaz, sin esperar órdenes del rey, reunió a su ejército y penetró en el reino toledano en busca de los culpables. La actuación de Rodrigo en Toledo, ciudad de la que retornó trayendo consigo hasta 7.000 cautivos entre hombres y mujeres, interfirió en los planes que tenía el rey Alfonso para anexionar este territorio sin necesidad de la violencia. A modo de castigo, el monarca desterró al caballero, pero esto no conllevó la pérdida de sus bienes personales.
 

Dos veces exiliado

Tras ser rechazados los servicios de Rodrigo Díaz por los condes de Barcelona, Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II, el de Vivar decidió ayudar a al-Muqtadir, rey de Zaragoza, en la lucha que mantenía con su hermano al-Mundir, rey de Lérida, Tortosa y Denia, y que contaba con el apoyo de los condes de Barcelona y del monarca Sancho Ramírez de Aragón. Rodrigo Díaz derrotó a Berenguer Ramon II en Almenar en 1082 y cerca de Morella a al-Mundir y al monarca aragonés en 1084. Fue en este período cuando recibió el sobrenombre de el "Cid", derivado del vocablo árabe sid, que significa "señor".


En 1086, un hecho trascendental cambiaría la historia de la península Ibérica. Un gran ejército almorávide, procedente del Sahara, atravesó el estrecho de Gibraltar. Profesaban una interpretación rigorista del islam y estaban dispuestos a imponerla a sangre y fuego. En noviembre de 1088, Alfonso VI solicitó ayuda al Cid para atacar a los almorávides que sitiaban la fortaleza de Aledo en Murcia. El encuentro entre las tropas de Alfonso y del Cid debía producirse en la zona alicantina de Villena, pero ambos ejércitos, por causas desconocidas, no llegaron a encontrarse.

El Cid montó su campamento en Elche y allí supo que el rey Alfonso, furioso por no haber recibido la ayuda solicitada, lo había declarado traidor. Esta era la máxima deshonra para un caballero, cuyas consecuencias eran terribles: la pérdida de todos sus bienes y el destierro. A partir de este momento, el Cid, convertido en un caudillo independiente, siguió actuando en Levante guiado por sus propios intereses. En 1090, se hizo con el protectorado de todo Levante.

Al-Qadir, rey de las taifas de Toledo y Valencia, pagaba impuestos al Cid, quien usurpaba así los pagos que antes habían pertenecido a Alfonso VI. Ese mismo año el Cid derrotó a la coalición que formaron al-Mundir y Berenguer Ramón II, a los que derrotó en Tevar en 1090 expulsando al conde catalán de la zona levantina.
Conquista de Valencia

Mientras tanto, Alfonso VI, que pretendía recuperar la iniciativa en Levante, estableció una alianza con el rey de Aragón, el conde de Barcelona y las ciudades de Pisa y Génova, cuyas respectivas tropas y flotas participaron en la expedición, avanzando sobre Tortosa (entonces tributaria de Rodrigo) y la propia Valencia en el verano de 1092. Pero el ambicioso plan fracasó y Alfonso VI hubo de regresar a Castilla al poco de llegar a Valencia. Mientras, Rodrigo, que se encontraba en Zaragoza negociando una alianza con el rey de dicha taifa, lanzó, como represalia, una dura incursión contra La Rioja.

En los años siguientes, las campañas para la conquista de Valencia, hasta ese momento en poder de Ibn Ŷaḥḥāf, asesino de al Qadir, fueron constantes. En 1093, el Cid cercó la capital, que empezó a sufrir privaciones. El ejército del Cid emplazó máquinas de guerra que causaron grandes daños en los muros de la ciudad y por fin, tras un año de sitio, Valencia cayó en manos del Cid que se proclamó "príncipe Rodrigo el Campeador" el 17 de junio de 1094.

A pesar de la victoria, los intentos almorávides por recuperar la ciudad no cejaron y a mediados de septiembre de ese mismo año un ejército al mando de Abu Abdalá Muhammad ibn Tāšufīn, llegó hasta Quart de Poblet, a cinco kilómetros de la capital, y la asedió, pero fue derrotado por el Cid en una batalla campal. ​A la muerte del Cid, su esposa, Jimena, mujer de vigoroso carácter, prolongó la resistencia local dos años más antes de rendirse al empuje musulmán.Abandonó Valencia con los restos de su esposo, que enterró en el monasterio de Cardeña para posteriormente, y tras muchas vicisitudes, ser enterrado junto a ella en la catedral de Burgos, donde hoy puede visitarse su tumba.


Qué es la noche oscura del alma; una oportunidad para renacer.



Es un período difícil de la vida espiritual. Un camino de búsqueda de sentido que se da al interior de cada uno. De esa transformación, surge un ser renovado.
 
Casi todas las personas experimentamos, alguna vez, un período en que la vida deja de tener sentido o se vuelve un infierno. Este lapso puede tener origen en un acontecimiento externo como una muerte, la pérdida de un trabajo, el fin de un amor, una enfermedad o cualquier otro hecho inesperado que nos deja sin certezas.
Para otros, el inicio de este tiempo empieza por una crisis interna, pero es igual de desesperante. 
 
Todo está bien en el afuera, pero ya no podemos disfrutarlo ni ser felices. Las personas a nuestro alrededor empiezan a parecer extraños, nos alejamos de los amigos, no nos sentimos parte, preferimos la soledad. Dejamos de disfrutar lo de siempre. 
 
Creemos que la vida tiene que ser algo más y sufrimos. Nos preguntamos qué estamos haciendo mal o que hicimos para merecer esto. Lloramos, nos enojamos, y si podemos, seguimos nuestras rutinas cargando el peso de la tristeza en nuestras espaldas, con el tanque de reserva energético que nos sostiene apenas, y vamos caminando como fantasmas, como muertos en vida, quizás.
 
No hay nada que podamos hacer cuando este tiempo se nos impone, solo adentrarnos con valentía y con fe en el proceso de transformación.
No tenemos más opción que recorrer este camino incierto que nos propone o nos impone el alma. Se precipita ante nosotros un nuevo destino que, sepámoslo o no, nos ofrece ir a una vida más plena, más coherente y honesta con quien somos en verdad y por mucho tiempo hemos negado. Al final del recorrido, nos damos cuenta de que muertos en vida, estábamos antes y que el sin sentido era aquello que quedó en el pasado.
 
Este proceso por el cual pasamos muchos de nosotros se llama "la noche oscura del alma". Está descripto en cuentos, películas, escrituras sagradas de todas las religiones y por supuesto, explicado en el lenguaje de esta época por psicólogos, maestros y otros sabios.
 
“Una noche oscura del alma es oscura porque no tenemos garantías de que lo que está ocurriendo tenga sentido y en última instancia sea beneficioso. El ser despojado de nuestro mundo tal cual lo conocíamos significa tener la oportunidad de emprender una nueva vida distinta. No podemos renovarla si no salimos de los esquemas vigentes".
 
Nos sentimos incapaces, nuestras certezas desaparecen, las herramientas que teníamos ya no funcionan y nos sentimos desnudos y vulnerables frente al mundo.
En este estado buscamos desesperados dónde hacer pie, pero estos intentos nos frustran aún más porque es tiempo de ir hacia adentro, de dejarse desintegrar y cuanto más nos resistimos, con más fuerza nos enfrenta la vida al cambio. ¿DUELE? Sí, pero este dolor es otra ratificación de que aunque estamos sintiéndonos mal, lo estamos haciendo bien.
El mismo Jung lo afirmó siempre: “No existe una toma de conciencia sin dolor. La gente hará cualquier cosa, no importa lo absurdo que sea, para evitar enfrentarse a su propia alma”.
 
La desesperanza y la apatía son indicadores de este proceso.
La salida es hacia adentro.
 
Muchos lo viven como castigo, pero en realidad es una oportunidad de crear una vida mejor. Saber que estamos atravesando una parte de nuestro camino del héroe, que muchos otros también han transitado y que termina bien, puede cambiar la manera en que hagamos este descenso hacia la verdad de nosotros mismos. Es un tiempo y tiene fin. No estaremos así para siempre.
"Es precisamente porque nos resistimos a la oscuridad en nosotros mismos que nos perdemos de lo más profundo de la belleza, el brillo, la creatividad y la alegría que se encuentran en nuestra esencia".
 
La oscuridad no es lo malo en nosotros, es aquello que aún no está iluminado, las otras partes que nos constituyen y que no podíamos ver. Siempre han estado ahí pulsando por emerger y por ayudarnos a sentirnos más completos. Ahora es el momento.
 
Alguno de los síntomas:
 
#Apatía: la vida en general se queda sin sentido. No encontramos placer en nada. No podemos disfrutar ni de lo cotidiano ni de los logros más esperados. ¿Volveremos a sentir alegría alguna vez?
#Soledad: a pesar de estar rodeado de personas que siempre nos quisieron y sabemos incondicionales, el sentimiento de soledad y de estar solo en la batalla, es inevitable. El proceso es tan profundo que a veces ni siquiera se puede contar con palabras.
#Negación del presente: surge una necesidad imperiosa de volver al pasado, en un tiempo y espacio en el que supuestamente estábamos mejor.
#Necesidad de huida: intentos desesperados para salir de estas emociones.
#Desconcierto: no se sabe qué camino seguir.
#Desesperanza: imposibilidad de ver el futuro como algo mejor.
 
Es un cuadro difícil de contar, no se puede explicar lo que se siente.
 
El regreso
 
Regresar a la vida normal después de una noche oscura del alma, muchas veces no es tan sencillo como uno imagina. Uno ha cambiado. La gente se pregunta por qué ha ocurrido. Y podemos exponerlo de la siguiente forma hacia los demás:
“Vivo una experiencia muy poderosa. Me siento distinto. Tal vez sea como un extraño. No quiero distanciarme de ustedes, pero ya no soy el mismo'''. Estas simples palabras son más potentes que cualquier disculpa, evasiva o explicación a medias.
 
Uno no completa su transformación hasta que no regresa a las relaciones. Que esto suceda debe dar una señal a los otros de que la "noche oscura" terminó y que la persona ha regresado. “Diferente pero está de nuevo, otra vez”.
No hay nada que podamos hacer cuando este tiempo se nos impone, solo adentrarnos con valentía y con fé en el proceso de transformación. Es el fin de una identidad. Es la posibilidad de una nueva vida.
 
¿Y si alguien que nos importa, que amamos y que quisiéramos ayudar está atravesando este tiempo? No hay nada que podamos hacer por él, solo esperar a que su proceso termine.
 
Como dicen el I Ching: "Es tiempo de atravesar las grandes aguas”, y ese nado es vivirlo en forma individual.
 
No existe una toma de consciencia sin dolor, la gente hará cualquier cosa no importa lo absurdo que sea, para evitar enfrentarse a su propia alma...
Carl G. Jung.