lunes, 26 de octubre de 2020

Heridas de combate y ensañamiento II

Tras limpiar concienzudamente la pantalla y el teclado de los restos de vísceras y cerebros de la entrada anterior, proseguiremos dando un somero repaso a las escabechinas con que nuestros belicosos ancestros dirimían sus diferentes puntos de vista. En la entrada de hoy estudiaremos los restos que indican como eran rematados los caídos en combate, así como un detalle que merece la pena reparar en él, y no es otro que la rápida acumulación de heridas perimortem. Me explico: cuando alguien recibe una herida de cierta gravedad cae y era rematado, lo que implicarían dos heridas, tres a lo sumo. Sin embargo, ya hemos visto que se producían incluso más de una decena, y eso que no han quedado rastro de las recibidas en las partes blandas del cuerpo, lo que supondría que un caído podría acumular quince, veinte o más golpes antes de ser definitivamente dado de baja. ¿Cómo era posible ensañarse de esa forma con alguien? Solo encuentro una explicación, y no es otra que se juntaban varios para masacrar a uno solo. Esto desterraría la errónea creencia por parte de muchos de que en las batallas se enfrentaban los adversarios por parejas, como vemos en las películas, y que lo cierto es que el combate era una vorágine de muerte en donde todos luchaban contra todos, y si uno veía que un camarada acababa de abrir la cabeza a un enemigo aprovechaba y le endilgaba un tajo con su espada mientras que otro compañero le clavaba la pica de su alabarda en la ingle y otro más descargaba su maza contra el cráneo. Resultado, cuatro heridas tremendas antes de que al occiso le diese tiempo siquiera a declararse muerto. Veamos un ejemplo...

El cráneo que aparece  recibió seis heridas, pero tres de ellas son las verdaderamente significativas: en primer lugar tenemos una hendidura cuadrangular en el parietal izquierdo, producido con seguridad con el pico de un martillo de guerra. Esa herida ya era mortal de por sí. Luego tenemos un tajo de espada que le cercenó el occipital y que, al igual que la anterior, era mortal y de efectos fulminantes porque alcanzaría el bulbo raquídeo. Pero aún hubo tiempo de asestar un tercer golpe fatal que vemos a la derecha: un tajo propinado con una alabarda le "afeitó" literalmente la cara, segándosela desde la órbita izquierda hacia abajo y arrancando el arco cigomático, el maxilar superior izquierdo, la apófisis frontal del mismo lado y, en definitiva, media cara. El corte empieza en la línea de puntos, y terminaría en el cuello. Pero la cuestión es que, por los ángulos de estos tres golpes, podríamos dar por sentado que los recibió antes de caer en una sucesión muy rápida, siendo el de la alabarda el último por razones obvias. En definitiva, a este desdichado lo aliñaron en un periquete sin haber tenido la más mínima oportunidad.


También vemos bastantes casos que muestran una herida más o menos grave y otra absolutamente definitiva, como es el caso de la derecha. Según podemos observar, el cráneo presenta una hendidura de 6 cm. de largo por 5 mm. de ancho en el parietal izquierdo que, por su ángulo, fue producida por detrás. El arma fue una alabarda o un arma similar ya que la hendidura no muestra un corte limpio, propio de armas afiladas, sino todo lo contrario. Los 6 cm. de largo demuestran que fue un golpe asestado con el pico de la misma, no con la hoja. Cuando el hombre cayó boca abajo, prácticamente muerto antes de tocar el suelo, su enemigo lo remató con otro golpe, esta vez con la hoja de su arma, que le cercenó el occipital hasta más allá del foramen magnum, o sea, le cortó la cabeza por la mitad.

Vemos otro caso similar: una hendidura de 73 mm. de largo por 7 de ancho prácticamente idéntica a la que hemos visto en el párrafo anterior. Sin embargo, en este caso el remate se efectuó con la pica de la alabarda, introduciéndola por la parte trasera del cuello, bajo la base del cráneo, y empujando hacia arriba. Es el boquete que aparece a la derecha del foramen magnum. Como vemos, se repite la misma pauta: herida muy grave o mortal y remate en el instante en que el herido cae al suelo o en los momentos inmediatamente posteriores a la conclusión de la batalla. No obstante, nos inclinamos a pensar que el remate debía ser inmediato ya que alguien con un pico de alabarda metido en el cráneo no vivía el tiempo suficiente para que un enemigo pensara que le quedaba un hálito de vida tras el combate.

Y buena prueba de que se aseguraban el deceso del caído es el ejemplo de la derecha, que muestra un tremendo tajo de espada que se llevó literalmente la tapa de los sesos. Luego, un golpe postrero de alabarda le hizo el mismo "afeitado" que vimos anteriormente y que le arrancó media cara como si tal cosa. Y digo arrancó y no cortó porque las alabardas no presentaban filo, o al menos no un filo similar al de una espada. Estas armas hendían como consecuencia de su propia masa y la energía cinética que le imprimía el que la empuñaba, por lo que el destrozo era aún mayor. Es como la cornada de un toro, producida con un asta totalmente roma pero que penetra como si fuera un cuchillo en mantequilla a causa de la enorme fuerza que le imprime el animal.


En cualquier caso, lo que sí es evidente es que a los caídos los remataban sin más contemplaciones. En una época en que los heridos propios eran un incordio no se iban a parar a cuidar a los ajenos, así que los pasaportaban sin más historias de forma rápida y expeditiva para, aparte de dejar de escucharlos berrear, poder expoliar sus cadáveres antes de que otro colega se apoderada de sus pertenencias, costumbre esta habitual sin reparar en categorías sociales. Al enemigo muerto se le dejaba en cueros, y sus armas, vestimenta y demás cosas aprovechables cambiaban de mano rápidamente. El muerto al hoyo y el vivo al bollo, era lo que había.Y, como vemos en la ilustración superior, este ciudadano solo presentaba una herida en la cabeza, y no es otra que una similar a la anterior producida con la pica de una alabarda. Es un tipo de herida bastante recurrente, propia además de gente que conocía su oficio y sabían donde había que hincar el hierro para producir una muerte instantánea sin tener ni idea de anatomía. Pero clavando en ese sitio en dirección hacia el centro de la cabeza se alcanza el cerebelo, situado justo debajo del cerebro, y adiós muy buenas en el tiempo que dura un pestañeo.

Esta muestra un remate similar a pesar de que, previamente, le reventaron todo el lado izquierdo de la cabeza (la hendidura que vemos el occipital es consecuencia del golpe principal, o sea, una grieta producida por la presión). Sin embargo, también presenta una hendidura junto al foramen magnum, si bien en este caso es muy pequeña y con forma cuadrangular. El arma que la produjo no podía ser otra que un martillo de Lucerna, un arma muy usada por los suizos y provista, como vemos en la imagen, de una larga y fina pica de sección romboidal o cuadrangular. Y, también como en los ejemplos anteriores, la hendidura muestra que el ángulo del golpe fue en dirección al cerebelo. En definitiva, perdieron el tiempo rematando a este desgraciado porque el boquete que tenía era complicado de curar.

En fin, las guerras siempre han sido unos eventos sumamente desagradables, y participar en una batalla no tenía nada que ver con los tópicos que la mayoría suele tener presente: caballerosidad, gallardía, etc. No, nada de eso. En las batallas medievales, como se ha dado cumplida cuenta en las entradas dedicadas a estas cuestiones tan sanguinarias, no se respetaba a nadie, y solo los más diestros, los más fuertes y los más listos eran los que salían vivos del brete. También los que chaqueteaban y se largaban del campo del honor antes de empezar la fiesta, pero esos mejor no volvían a casa porque, de hacerlo así, los prebostes se encargarían de hacerle saber que eso de poner tierra de por medio y dejar en la estacada a los compañeros estaba muy feo y, sin más prolegómenos, lo colgaban de un árbol por malsín, cobarde, traidor y bellaco. Pero lo que sí creo que ha quedado claro es que el ensañamiento y el remate eran las pautas habituales por aquello de que no hay mejor enemigo que el enemigo muerto, y el que era exterminado no volvería a presentar batalla con toda certeza.

El Gran Maestre Santo: Eudes (Odon) de Saint-Amand

Eudes (Odon) de Saint-Amand (m. Damasco, 19 de octubre de 1179), fue el octavo Gran maestre de la Orden del Temple.

Pertenecía a una familia noble del Limousin. Marchó muy joven a Palestina, pues cuando asume la jefatura de los templarios, tiene en su haber una importante carrera militar, ya que había ocupado el cargo de mariscal del reino y vizconde de Jerusalén. Es desconocida la fecha de su ingreso en el Temple y sucedió al efímero Philippe de Milly a la cabeza de la Orden hacia 1171. Aunque gozó de una reputación como hombre sagaz y de gran coraje, el cronista Guillermo de Tiro lo describe así: : «Hombre ruin, soberbio, arrogante, que respira sólo furor, sin temor de Dios y sin consideración hacia los demás... murió en la miseria, sin pena de nadie.»

Nada más ser elegido se opuso al rey Amalarico I de Jerusalén al rechazar presentar ante la justicia real al templario Gantier du Mesnil, culpable de haber asesinado a un emisario del Viejo de la Montaña. Su enfrentamiento duró hasta la muerte del rey, al que sucedió el joven y enfermo Balduino IV. En 1177, Saladino lanzó un raid sobre Ascalón con casi 20.000 hombres. Al punto Balduino IV se dirigió a su encuentro con apenas 3.000 infantes y 375 caballeros, de los que 80 eran templarios conducidos por su jefe. Son los templarios los que se sitúan en vanguardia y cargan atropellando a las primeras líneas del sultán ayubida.

«El ángel exterminador parecía seguirles en la pelea.»

La batalla de Montgisard (18 de noviembre de 1177) fue una gran victoria de los cristianos conseguida en parte gracias al ímpetu y la furia de la carga de los templarios. Sin embargo, al año siguiente, mientras el ejército construía un fuerte sobre el río Jordán, fue sorprendido por Saladino (batalla del Vado de Jacob). Mientras los caballeros se desbandan, sólo resisten los templarios, al igual que los hospitalarios, y todos sucumben a excepción de Eudes de Saint-Amand. El sultán desea intercambiarlo por uno de sus sobrinos prisionero de la Orden; pero el Gran Maestre, que rechaza la oferta, le responde :«Yo no puedo autorizar con mi ejemplo la cobardía de mis caballeros que se dejarían prender con la esperanza de ser rescatados. Un templario debe vencer o morir, y no puede dar por su rescate otra cosa que no sea sino su puñal y su cinto.»

Llevado al cautiverio, muere en Damasco el 19 de octubre de 1179, lo que es confirmado por el registro de Reims muriendo como mártir.

Mantel de la Ultima Cena y los Templarios.


Un mosaico romano hallado en el claustro de la catedral de Coria, en Cáceres, apunta a que en ese lugar se ubicó el primer templo cristiano de toda la Península Ibérica. O al menos eso defiende la profesora de la UNED María del Carmen Sanabria Sierra, para quien «de momento, es la única Iglesia en el mundo que podrá mostrar la evolución arquitectónica desde la antigüedad hasta 1550, fecha en la que se finaliza la construcción del templo cauriense tal y como hoy lo vemos». Un continente repleto de historia cuyo contenido es asimismo fascinante. Solo por nombrar dos ejemplos, la iglesia alberga piezas de Churriguera y del maestro Diego Copín de Holanda, el escultor oficial de los Reyes Católicos. Aunque ninguna de sus piezas merece tanta atención como su gran reliquia: el supuesto mantel utilizado por Jesús y los Doce Apóstoles en la Última Cena. Un objeto venerado desde hace siglos en la sede extremeña que, en los últimos tiempos, ha merecido la atención del director del Turin Shroud Center de Colorado, institución vinculada al estudio de la Sábana Santa.

Una pieza de lino

Antes de pasar a analizar el posible origen de la reliquia y las razones que la llevaron hasta Extremadura, hemos de describirla en su integridad. Para empezar, se trataría de una pieza de lino puro de 4,42 metros de largo y 92 centímetros de ancho, blanca por un lado y con sencillos adornos en azul por el otro, la cual presenta actualmente algunas roturas y desgarros. Su descubrimiento se estima entre los años 1370 y 1403, dentro de un arca hallada bajo el suelo del presbiterio de la catedral cauriense durante unas obras de remodelación. Una bula firmada por Benedicto XIII —el célebre Papa Luna— y fechada en el año 1404, ya menciona la aparición de la reliquia; sin embargo, aún no existen datos completamente fidedignos sobre su llegada a Coria. La primera de las teorías la relaciona con otro objeto sagrado de nuestro país, el célebre Lignum Crucis, o fragmento de la Cruz de Cristo custodiado en el monasterio de Santo Toribio de Liébana (Cantabria). Según la tradición, ambas piezas habrían sido traídas a Europa por Santa Elena, madre del emperador Constantino, tras una peregrinación a Tierra Santa en el siglo III. De ser cierta esta hipótesis, antes de arribar a la provincia de Cáceres, la reliquia habría pasado primero por Roma, pues Elena levantó una iglesia dedicada a albergar sus hallazgos —que hoy recibe el nombre de Santa Croce—. Otros se inclinan por la tesis según la cual el lienzo habría llegado a Coria desde Francia, tras la conquista de la ciudad por Alfonso VII. En este caso el portador habría sido Iñigo Navarrón, primer obispo de la diócesis de Coria-Cáceres tras la reconquista de 1142, quien a su vez participó en el Concilio de Reims en 1148; o incluso su sucesor en el cargo, Suero I, del que sabemos que residió en Roma junto al Papa Eugenio III. Por último, no hemos de olvidar la tradición oral, y posteriormente escrita, que mantiene que el Mantel de la Última Cena se conserva en Coria al menos desde el siglo XIV, como consecuencia de un regalo que hizo San Luis Rey de Francia, a su fallecimiento, al Archiduque Rodolfo de Habsburgo, quien sería emperador en el año 1273. Sea cual fuere su procedencia, lo que sí parece probable es que dicha pieza estuviese custodiada durante un tiempo por la mítica Orden del Temple.

La leyenda de Fierabrás

Y es que la relación de esta orden caballeresca con Extremadura siempre fue muy estrecha. En el caso de la reliquia de la Última Cena, su vinculación surge a través de Alconétar, lugar a orillas del Tajo donde los templarios edificaron un castillo sobre las ruinas de un templo romano (en torno a 1167). Según una leyenda local, Carlomagno fue uno de sus primeros poseedores. Tras vencer al emperador de Alejandría, Fierabrás, en el sitio de Alconétar, el valeroso líder quiso festejar la hazaña organizando un banquete. Al no existir víveres, un musulmán cautivo le reveló la existencia de un tesoro bajo la torre de Floripes —perteneciente a la fortaleza primitiva extremeña—, el cual incluía unos «manteles mágicos» que, al conjuro de ciertas fórmulas, hacían surgir de la nada toda clase de alimentos y bebidas. Tela que, tras la disolución de la Orden del Temple, se descubriría ‘casualmente’ en el subsuelo de la catedral vieja de Coria, pasando posteriormente a ser propiedad de la Iglesia. Es entonces cuando los «conjuros» pasan a convertirse en «rezos», organizándose cada Jueves Santo una comida de caridad con los mencionados manteles, expuestos sobre una gran mesa en el patio del castillo.

De Coria a Viena

Aunque este relato es poco conocido en la actualidad, lo cierto es que en siglos anteriores la pieza gozó de gran devoción entre los caurienses. No en vano, desde el año 1495 hasta 1791, cada 3 de mayo se celebraba en Coria la fiesta «de las tres reliquias». A saber: el Lignum Via, la Santa Espina y el Sagrado Mantel. Ese día las reliquias eran expuestas en público y el mantel se colgaba de un balcón a modo de pendón, pasando por debajo los vecinos y peregrinos llegados desde todos los rincones del país. Como es lógico suponer, estos lo besaban y se frotaban con él, confiando en los milagros que se le atribuían. Unos usos que, a la postre, produjeron graves desgarros en la tela, nutriendo de fragmentos a lugares tan dispares como Viena —hoy podemos contemplar un fragmento en la Schatzkammer o Cámara del Tesoro de la capital austriaca—. De ahí que en 1791, el obispo cauriense Juan Álvarez Castro acabase suprimiendo su adoración. Con esto decayó su culto, la leyenda sobre sus milagros y la feria que se organizaba en torno a ella.

Vuelta a la luz pública

Pese a que en 1611 el confesor de Santa Teresa de Jesús, don Sancho Dávila y Toledo, Tesorero y Deán de la Catedral de Coria, publicó una obra en la que mencionaba la tela, no será hasta los albores del siglo XX cuando el mantel vuelva a interesar a la intelectualidad extremeña. En esta ocasión serán Miguel Ángel Ortí y Eugenio Escobar quienes se encarguen de sacarlo a la luz con sendas publicaciones. Sin embargo, la gran aportación documental surge en 1961 y lleva la firma de Miguel Muñoz de San Pedro. En Coria y el Mantel de la Última Cena, el conde de Canilleros realiza el primer trabajo serio de investigación, y lo hace atendiendo al contexto, a los recipientes donde se han venido conservando esta y otras reliquias ‘increíbles’, y al inventario completo de las mismas: desde fragmentos de huesos de los Santos Inocentes a la tierra del desierto donde ayunó el Señor, pasando por una piedra del lugar de la Anunciación. Reliquias que, durante los siglos XVI y XVII fueron declaradas «auténticas», según Muñoz de San Pedro, por obispos como «don Diego Enrique de Almanza, en 1553; don Diego Deza, en 1570; don Pedro Serrano, en 1577; don García de Galarza, en 1579, 1584 y 1591, y Fray Juan Roco Campofrío, en 1633». Si bien, la mayor parte de las páginas del libro están dedicadas a la ‘Gran Reliquia’, como la denomina el noble. Su narración arranca en el siglo I, en el llamado «Cenáculo», donde Jesús y sus discípulos celebraron la cena de Pascua, y continúa con la tradición literaria y artística en torno a este episodio, deteniéndose en un fragmento de los Hechos de los Apóstoles, en el que Pedro revela lo siguiente: «Estaba yo en la ciudad de Joppe orando, y vi en éxtasis una visión, algo así como un mantel grande suspendido por las cuatro puntas, que bajaba del cielo y llegaba hasta mí; y volviendo a él los ojos, vi cuadrúpedos de la Tierra, fieras y reptiles y aves del cielo. Oí también una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come». Texto que, según Muñoz de San Pedro, alude claramente a ‘comida sobre mantel’, lo que podría confirmar su uso durante la Última Cena. Seguidamente, el investigador menciona el paradero de algunos de los objetos utilizados aquella noche: «la mesa fue traída por el Emperador Tito y se encuentra en Roma, en San Juan de Letrán; el asiento del Señor, en la misma ciudad, y un pedazo, en El Escorial; la toalla con que secó los pies de sus discípulos, en Gladbach; un plato, en la Catedral de Génova; el Cáliz, en Valencia...».

Primer análisis científico

Aunque si hemos de destacar un capítulo interesante de su libro, este es el dedicado al primer análisis del lienzo, realizado en octubre de 1960 en los laboratorios del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, bajo la dirección de los catedráticos don Francisco Hernández Pacheco y don Alfredo Carrato Ibáñez. Un proceso que les permitió examinar la fibra con la que está tejida la tela mediante el uso del microscopio. Tras dicho análisis, refiere Muñoz, «el primer especialista español en telas, el ilustre arqueólogo y académico don Manuel Gómez Moreno, procedió al estudio del Mantel, en presencia del citado profesor Hernández Pacheco y del que esto escribe. Después de largo y escrupuloso examen, dictaminó que, sin la más mínima duda, por garantizarlo así su estructura y técnica de fabricación, no usados en Occidente, el tejido es oriental, de manera más concreta, de procedencia arábiga». En cuanto a la posibilidad de someterlo a la prueba del Carbono 14, tras las pertinentes consultas a especialistas como el profesor holandés Florchssius, esta fue descartada por el cabildo catedralicio, al conocer que una parte de la tela debería ser reducida a cenizas obligatoriamente, no garantizando en ningún caso que el resultado fuese satisfactorio. Por último, en su excelente trabajo, Muñoz de San Pedro confirma la enorme devoción de la que gozó la reliquia entre los siglos XVI y XVIII, siendo sacada en rogativa por la peste de 1581, por malos temporales en 1675 o por el triunfo de las armas de Felipe V sobre las del Archiduque Carlos de Austria en 1705. Y, asimismo, el conde de Canilleros refiere la mencionada supresión de su adoración pública en abril de 1791, hecho que obligó a que el objeto tuviese que ser venerado «a través de la reja de la Capilla del Relicario, dentro de su arqueta de plata y en la hornacina del retablo». De este modo, el Siglo de las Luces supuso el fin del culto público de este importante vestigio, no volviendo a asomar hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando Coria organizó una magna peregrinación en mayo de 1961.

Un hecho casual

Tras el citado episodio, no es hasta los albores del siglo XXI, y merced a un hecho casual, cuando el mantel de la Última Cena cobra un renovado protagonismo. Esto se debe a la investigación llevada a cabo por el profesor John Jackson, director del Turin Shroud Center de Colorado, y uno de los treinta expertos escogidos por el Vaticano para estudiar la Sábana Santa en 1978. El por qué Jackson llega a tener noticias de la tela extremeña ya es, de por sí, una historia curiosísima: «Estábamos visitando a un amigo arzobispo en EEUU, y en el transcurso de una conversación distendida mencionó la existencia de un mantel relacionado con la Última Cena de Cristo que se encontraba en España. Mi mujer, Rebbeca, y yo quisimos saber más sobre el lienzo y si existiría la posibilidad de estudiarlo. Tras algunos contactos y pruebas que solicitamos que realizara el obispado, nos trasladamos en 2006 por primera vez hasta Extremadura». Llegados a este punto, hemos de decir que el profesor Jackson fue quien descubrió que la figura visible en la Sábana Santa de Turín es una imagen tridimensional; o lo que es lo mismo, su impronta sobre la tela es proporcional a la proximidad del tejido con el cuerpo que contuvo.

En manos de la NASA

Cinco años después, un equipo de científicos de la NASA despliega bajo las bóvedas de la catedral de Coria un arsenal de lamparas de rayos ultravioleta, infrarrojos y aparatos de barrido, tras sellar uno a uno los ventanales. Aunque es noche cerrada, cubren con paños cualquier rendija, de modo que ningún rayo de luz procedente de la calle interfiera en las pruebas. Mientras, un miembro de la agencia espacial norteamericana destiende cuidadosamente el tejido bajo el instrumental transportado ex profeso desde Denver. El resultado de las pruebas es asombroso. Las dimensiones del mantel de Coria son casi idénticas al lienzo que se conserva en Turín, lo que para Rebbeca Jackson supone la confirmación de que, «la Sábana Santa y el mantel extremeño fueron usados conjuntamente en la Última Cena». Esto podría deberse a que los judíos solían utilizar dos manteles de manera ritual en las grandes solemnidades, especialmente durante la Pascua. De este modo recordaban la travesía por el desierto tras abandonar Egipto. Así, aseguran los norteamericanos, «se colocaba un primer mantel sobre el que se depositaban los alimentos y una segunda tela sobre ellos para evitar que cayera arena o que fueran contaminados por insectos». Dicha tesis es respaldada por Ignacio Dols, arquitecto delegado en Extremadura de la Sociedad Española de Sindonología: «la intuición de Jackson puede tener sentido por la precipitación para enterrar a Cristo. Murió en torno a las tres de la tarde de un viernes y debía ser enterrado antes de, aproximadamente, las seis del mismo día, momento en el que comenzaba el Sabbath (día festivo para los judíos en el que no se podía realizar ninguna labor física). En apenas tres horas, José de Arimatea tuvo que reclamar el cuerpo a Pilatos, obtener permiso para enterrarlo, trasladarle hasta un sepulcro, hacer los preparativos, amortajarlo y sellar la tumba. Lo razonable es que utilizara los elementos que tuviera a mano, y un mantel de esas características era perfecto para envolver un cuerpo». Asimismo, el hilo que conforma la trama de la tela posee el mismo tipo de torsión de la Sábana Santa; esto es en forma de «z». Por último, técnicos del CSIC analizaron la tintura azul que decora las bandas del mantel, determinando que se trata de ‘índigo natural’, colorante de uso común en la antigüedad, introducido en Europa en el siglo dieciséis —200 años después del hallazgo de la tela en Coria—. En este sentido, el mantel extremeño podría ser el mismo que Leonardo da Vinci inmortalizó en «La última cena», ya que ambos están decorados con bandas azules —en el caso del fresco, estas líneas pueden contemplarse en los extremos—. Cuestionable o no, dicha hipótesis abre un nuevo marco de posibilidades para la reliquia, la cual fue presentada el pasado mes de enero en la Feria Internacional del Turismo de Madrid, FITUR, como reclamo turístico para la comunidad de Extremadura.


viernes, 23 de octubre de 2020

Heridas de combate y ensañamiento


 Que en las guerras medievales no se andaban con tonterías es algo de todos sabido, así como el amplio despliegue de ferocidad inusitada que tenía lugar cuando dos grupos más o menos numerosos de ciudadanos con diferentes opiniones se reunían para debatir sobre ellas. Colijo que en esos intensos debates tenía lugar una explosiva mezcla de testiculina combinada a partes iguales con miedo, ira y odio, lo que daba lugar a un pertinaz deseo de convertir al enemigo en una pulpa sanguinolenta.  Desafortunadamente, dichas osamentas siempre han procedido de hallazgos de fosas comunes foráneas ya que aquí, en la España que durante siglos ha sido testigo de todo tipo de matanzas, nadie parece haberse molestado en buscar los restos de los que combatieron tan sañudamente. Así pues, no nos que quedado más remedio que recurrir a los difuntos de Towton, Visby, Upsala, Dornach o algún que otro probo ciudadano suelto que ha aparecido despistado en alguna tumba sin nombre. No obstante, eso no nos supone ningún inconveniente ya que un hachazo tenía los mismos efectos en Zamora que en las afueras de Varsovia y, salvo cuando se trata de armas muy concretas, las osamentas halladas valen para todo. Son osamentas polivalentes, como es obvio.

Sin embargo, el motivo de esta entrada no estará encaminado en concreto a los efectos producidos por el armamento medieval, sino más bien a la forma en que se usaba en determinadas circunstancias. Porque si algo he podido constatar a lo largo de las muchas horas dedicadas al estudio de estos escabrosos pero interesantes temas es que era cosa habitual no dar por muerto a nadie hasta que estaba 100% muerto. O sea, que las osamentas que se han ido rescatando mostraban por norma un elevado número de heridas más o menos graves, lo que es un testimonio palmario de que si alguien era abatido no se levantaba más. Dicho de otro modo: si uno era herido y no aguantaba en pie sin dejar de combatir, los enemigos se abalanzarían contra él y lo despedazarían casi literalmente. ¿Qué motivaba este ensañamiento? Como es evidente, la mezcla explosiva que mencionamos más arriba, que inducía a desfogar toda la furia, el odio y el miedo acumulados contra todo aquel que quedase a merced de sus adversarios. En resumen: no había piedad, y si alguien era herido y salía vivo del brete era porque había podido aguantar el dolor estoicamente y no le habían abandonado las fuerzas.

Por otro lado, me llama la atención el elevado número de heridas producidas en la cabeza que, en teoría al menos, siempre ha sido la parte del cuerpo más protegida aún en los peones más misérrimos. Sin embargo, es habitual ver en esa zona una acumulación tremenda de lesiones, lo que nos indica que los enemigos tenían clarísimo que era allí donde había que golpear para finiquitar al caído. Desconocemos como es lógico las muertes causadas por heridas producidas en las zonas blandas del cuerpo que, obviamente, serían muchísimas, pero no deja de ser llamativo que, por ejemplo, los restos hallados en Towton mostrasen un 33% de heridas en los huesos del tronco y las extremidades mientras que el 96% de los mismos mostraban heridas en el cráneo, o que las cabezas halladas en Gornach tuvieran una media de cuatro heridas, sobrepasando la decena en algunos casos. Por todo ello debemos de dejar de lado la creencia sistemática de que todos los combatientes acudían a la llamada de las armas equipados con buenos yelmos ya que, de hecho, incluso podemos comprobar en multitud de representaciones gráficas de la época que esto no era así. Un ejemplo lo tenemos en laminas, donde vemos a un lansquenete portando solo su armamento ofensivo. Sin embargo, su cuerpo está completamente expuesto a las armas del enemigo. Bastaría un puntazo en un muslo para perforar la femoral y aliñar al tedesco en menos de dos minutos.

Y dentro de este elevado porcentaje de heridas en la cabeza podemos además observar otro detalle, y es que hay multitud de casos en que aparecen más de una que serían mortales de necesidad y, además, de efectos fulminantes. O sea, que no se conformaban con asestar un golpe definitivo sino que añadían alguno más de propina, por si acaso. En definitiva, no se buscaba dejar fuera de combate al enemigo sino más bien machacarlo literalmente. Además, veremos como hay determinadas heridas que se repiten a la hora de ver sus efectos, lo que sería un indicio de algún tipo de pauta o norma a la hora de rematar a los caídos para que sigan caídos para siempre jamás. En fin, vale ya de tanto introito y vayamos al grano.

Ahí tenemos el primer ejemplo. Se trata de un probo ciudadano de entre 40 y 60 años de nada que presenta una enorme brecha en la zona inferior del parietal izquierdo, producida posiblemente por el pico trasero de una alabarda. En rojo vemos algunas de las 11 heridas restantes que se observaron en el mismo, unas en scalp y otra en forma de hendiduras producidas ambas por espadas. Las heridas en scalp, para los que las desconozcan, son heridas en las que el arma saca literalmente una loncha de cuero cabelludo y a veces, como en este caso, una lasca de hueso. Todo esto podemos traducirlo de la siguiente forma: el sujeto recibió una herida en alguna parte del cuerpo que le hizo caer. Posiblemente, las de la cabeza también pero, una vez caído o desfallecido, alguien lo remató con el golpe final que lo dejó en el sitio. En todo caso, lo significativo es que recibió la friolera de DOCE heridas en la cabeza- cuatro de ellas infligidas por detrás-, y puede que alguna más en el cuerpo. Eso es ensañamiento alevoso.

Este otro ejemplo presenta tres heridas, todas mortales, en un sujeto de edad similar al anterior. Sin embargo, el que causó la primera de ellas no debió darse por satisfecho y le propinó otras dos igual de contundentes. Por sus dimensiones cabe suponer que usó una alabarda que, empuñada con ambas manos, era como golpear como un hacha. Dos de las heridas están en el lado derecho de la cabeza, y la otra en el opuesto. Como vemos, son asaz expeditivas y dos de ellas sobraban ya que cualquiera de ellas no solo es mortal de necesidad, sino absolutamente fulminante.

Otro ejemplo más, en este caso de un difunto de unos 40 años. que, además del boquete que salta a la vista, recibió otras cinco heridas más, tres de las cuales están marcadas . Pero este difunto, tras caer al suelo en posición de decúbito supino, o sea, boca arriba, recibió otra más que, según apreciamos, le cercenó media cabeza. Cabe preguntarse para qué le asestaron este golpe bestial si cuando cayó debía tener media sesera fuera de la cabeza.

Y otros cuatro más para que no se diga. El cráneo perteneció a un hombre muy joven, de entre 15 y 20 años. La línea de puntos muestra el ángulo del tremendo corte que le infligió una alabarda enemiga. Previamente había recibido dos más, una de ellas el arco superciliar derecho. En otro tenemos una vista trasera de la cabeza de un hombre también joven, de entre 20 y 30 años, que recibió cinco heridas, dos de ellas fatales. La que vemos en este caso correspondería a un tajo de espada o alabarda cuando el sujeto estaba tumbado o con la cabeza inclinada hacia abajo, mientras que la que vemos en procede a todas luces de la pica de una alabarda, clavada en el cogote cuando el fulano estaba tumbado y, casi con seguridad, muerto. La herida que vemos en es una más de las cinco que recibió. Una podemos verla un poco más atrás, mientras que la otra fue un bestial tajo que le cercenó literalmente la jeta desde la órbita derecha hasta el cuello. La que vemos en la parte superior podría haber sido causada por el pico trasero de una alabarda clavado hasta la hoja. De ahí que el orificio tenga forma romboidal con largas aberturas en ambos extremos. Sin embargo, y a pesar de ser mortal y fulminante, cuando cayó al suelo aún le cortaron la cabeza por la mitad. Este tipo de heridas aparece con bastante profusión en los restos de la batalla de Dornach (1499). De hecho, es similar a la que vemos marcada con una línea, y debió ser la que aliñó definitivamente a ese sujeto de edad mediana que recibió un total de once heridas en la cabeza, parte de las cuales podemos ver además del puntazo propinado por el pico de un martillo de guerra. En tenemos el mismo cráneo visto desde arriba con las señales de cortes marcadas en rojo

Por otro lado, llama la atención la cantidad de heridas recibidas por detrás, lo que indicaría dos opciones: una, que el sujeto estaba tumbado boca abajo, agonizante o muerto. Y dos, que fue atacado por la espalda en plena vorágine, donde se recibían golpes desde cualquier sitio. Un ejemplo sería la que vemos, en forma de corte limpio producido por una espada. Ese tajo debió alcanzar seguramente las cervicales- vemos que el ángulo de corte es hacia abajo-, y con ello una muerte instantánea. Esa herida fue la definitiva de las cuatro que recibió en total en la cabeza.

Estos ejemplos nos han mostrado lo comentado en el introito inicial, y es que nadie se libraba de ser masacrado aunque cayera con la cabeza literalmente reventada a golpes. Naturalmente, a estas heridas habría que añadir las producidas en el tronco, de las que no ha quedado rastro pero que también se producirían con profusión, más las amputaciones de miembros que acabarían con la vida del personal en escasos minutos debido a las hemorragias producidas. Queda patente pues que había un especial ensañamiento hacia los heridos, que quedaban a merced de sus enemigos sin posibilidad de recibir un mínimo de misericordia hacia ellos. Es de todos sabido que no hay mejor enemigo que el enemigo muerto y, al parecer, estos ciudadanos lo tenían tan claro que no dejaban lugar a dudas en ese aspecto. 












Fulquerio de Chartres


 Fulquerio de Chartres (* Chartres, 1059) fue un cronista de la Primera Cruzada.

Su nombramiento como capellán de Balduino de Boulogne en 1097 sugiere que tenía formación de clérigo, posiblemente en la escuela de Chartres. Aunque, seguramente no era miembro del capítulo de la catedral, pues no aparece en los listados de la misma.

Los detalles que da en su historia sobre el concilio de Clermont sugieren que estuvo presente en el mismo, o quizá alguien a quien conocía, como el obispo Ivo de Chartres. Fulquerio formó parte de la expedición del conde Esteban de Blois y Roberto de Normandía, que viajó por el sur de Francia e Italia en 1096, pasando al Imperio bizantino desde Bari. Llegaron a Constantinopla en 1097, donde se unieron a los demás ejércitos de la Primera Cruzada. Viajó por Asia Menor hasta Marash, poco antes de la llegada del ejército a Antioquía en 1097, donde fue nombrado capellán de Balduino de Boulogne. Siguió a su nuevo señor cuando éste se separó del cuerpo principal camino de Edesa, donde Balduino fundó el condado de Edesa.

Tras el sitio y toma de Jerusalén en 1099, Fulquerio y Balduino viajaron a la ciudad para cumplir su voto de peregrinación. Cuando Balduino pasó a ser rey de Jerusalén en 1100, Fulquerio se trasladó con él a la capital y siguió siendo su capellán hasta 1115. Después de esta fecha, fue canónigo de la iglesia del Santo Sepulcro y probablemente responsable de las reliquias allí conservadas. Murió posiblemente en la primavera de 1127.

Como muy pronto, empezó su crónica a finales del otoño de 1100, pero no más tarde de la primavera de 1101, en una versión que no nos ha llegado, pero que pasó a Europa durante su vida. Esta versión la terminó hacia 1106 y es la fuente de Gilberto de Nogent. Entre sus fuentes se cuentan la Historia Francorum de Raimundo de Aguilers y la Gesta Francorum, para aquellos asuntos de los que no fue testigo presencial.

Dividió su crónica en tres libros: El primero describe desde la preparación de la Primera Cruzada en Clermont en 1095 hasta la toma de Jerusalén y el establecimiento del reino por Godofredo de Bouillón. El segundo (escrito h. 1109-1115), los hechos de Balduino I. Y el tercero (escrito h. 1118-1127), la vida de Balduino II hasta 1127, cuando tuvo lugar una peste en la ciudad, en la que aparentemente murió el propio Fulquerio.

Su obra fue muy utilizada por otros cronistas posteriores. Guillermo de Tiro y Guillermo de Malmesbury la usaron como fuente. Ha sido publicada en el Recueil des historiens des croisades y en la Patrologia Latina. Existe una edición crítica de la versión latina publicada por Heinrich Hagenmeyer en 1913.


La Orden de Calatrava

 


Orden de Calatrava. Orden militar y religiosa fundada en el año 1158 en el Reino de Castilla, por el abadRaimundo de Fitero con el objetivo inicial de proteger los moros de la Villa de Calatrava, siendo aprobada su constitución por el pontífice Alejandro III. Adoptando para ella la regla de San Benito y las Constituciones del Cister.

Esta Orden de carácter militar-religioso fue una de las más influyentes durante la época de la conquista, enriquecida por multitud de donaciones hechas por monarcas y un sinnúmero de privilegios concedidos por reyes y papas. Su confirmación canónica se produce el 25 de septiembre de 1164 por el pontífice Alejandro III cuando ya había muerto su fundador, integrándose en 1187 en la Orden del Cister.

Sus fines fundacionales son la alabanza de Dios, la defensa de la fe y la satisfacción personal, de ahí su calificación de monjes guerreros. La Importancia que adquirió la Orden debido a sus riquezas e inmunidades fue tan amplia que sus maestres se convirtieron en verdaderos príncipes eclesiásticos dándole los reyes prioridades de participar en sus consejos llamándoles a conciliar por los papas ofreciendo parte de elevación al solio pontificio.En sus inicios se compuso de caballeros y religiosos profesos

Requisitos para ingresar en la Orden

Caballero de la Orden de Calatrava

El posible caballero tenía que probar, mostrando sus 4 primeros apellidos, ser hidalgo de sangre y no de privilegio, sin haber tenido oficios ni él, ni sus padres, ni abuelos.

El pretendiente a ingresar no podía tener raza ni mezcla de judío, moro, hereje y converso. Ni haber tenido o descienda de penitenciados por actos contra la fe. No se darán hábitos a quien sea o descienda de prestamistas, procuradores o escribanos públicos.

No será caballero quien haya sido infamado y cometido algún acto impropio de caballero, ni el que no tenga medios decorosos con los que mantener su subsistencia.

Dignidades

Orden de Calatrava

Las altas dignidades de la Orden fueron apareciendo con el devenir de los años, siendo confirmadas en los estatutos definitivos en 1467. Por orden de jerarquía, eran las siguientes:

Categoría principal: Caballeros de la Orden de Calatrava

Maestre

Autoridad suprema de la Orden. Otorgaba las encomiendas, confería hábitos y prioratos, administraba justicia a todas las personas pertenecientes a la Orden, vasallos incluidos. El cargo era electivo y vitalicio. La Orden tuvo un total de 30 Maestres hasta la fecha de unión con la Corona española.

Comendadores Mayores de Castilla y Aragón

Primeras autoridades, después del maestre, en las encomiendas de sus respectivos reinos.

Clavero

Su misión era guardar y defender el castillo y convento mayor de la Orden, es decir, su sede de Calatrava la Nueva. También era lugarteniente del maestre.

Prior

Encargado de la cura espiritual de los caballeros. Representaba al abad de Morimond.

Sacristán

Encargado de la custodia de las reliquias de la Orden, vasos sagrados y ornamentos.

Obrero Mayor

Encargado de las construcciones.


Establecimiento de la orden por Raimundo de Fitero

San Raimundo de Fitero estuvo al frente de la Orden de Calatrava como abad durante los seis primeros años, En 1217 se construye el Convento de Calatrava la Nueva en la Calzada de Calatrava, Ciudad Real, lugar donde se trasladan los archivos de la Orden y las reliquias de los anteriores defensores, desde Calatrava la Vieja (Carrión de Calatrava).

Fue canónigo de la catedral de Tarazona en 1120. Y de ahí pasó a monje cisterciense del monasterio de Nuestra Señora de Scala Dei, en la Gascuña. De ahí derivará la fundación del Monasterio de Fitero, pero después de estar instalado en otros lugares con el siguiente itinerario:

Cuando el abad de Scala Dei, Bernardo, quiso fundar en España, eligió como abad a Durando, y como prior a Raimundo. El nuevo monasterio fue fundado en el monte Yerga en 1139 por concesión de Alfonso VII. En 1140, les donó el rey la villa de Nienzabas. En 1144, tras la muerte de Durando, fue elegido Raimundo abad de Nienzabas. En 1146, el rey Alfonso VII el Emperador donaba al monasterio la Serna de Cervera y los Baños de Tudesón, los actuales Balnearios de Fitero.

Como tal abad, asistió Raimundo, con los otros abades de la Orden, al capítulo general del Cister. Allí se encontraba el Sumo Pontífice, monje de igual hábito, Eugenio III, que puso bajo su potestad directa el monasterio de Nienzabas: "Eugenio, obispo siervo de los Siervos de Dios, a los amados hijos Raimundo, abad de Santa María de Nienzabas, y a sus monjes, así presentes como futuros... Le recibimos debajo de la potestad del bienaventurado San Pedro y nuestra... A los quince de las Calendas de octubre, año de la Encarnación del Señor, de mil y ciento y cuarenta y ocho, de nuestro Pontificado en el tercero."

En ese mismo año 1148, trasladó el monasterio a Castejón. Como abad de Santa María de Castejón, aparece Raimundo en la donación que, aún en vida de su padre el emperador, hizo a su monasterio el futuro rey de Castilla Sancho III el Deseado, del castillo de Tulungen y asimismo, en la concesión de otras mercedes, hechas por el rey Sancho VI el Sabio de Navarra.

Por fin se instaló el monasterio en una heredad, llamada Fitero donada en 1150 por don Pedro Tizón y su mujer doña Toda, de Tudela, abuelos del gran arzobispo, navarro de nacimiento, don Rodrigo Jiménez de Rada. Así se fundó el monasterio de Santa María de Fitero y fue su primer abad San Raimundo.

Raimundo murió en 1163 en Ciruelos, Toledo y allí fue enterrado.

Este monasterio de Santa María de Fitero fue suprimido en 1834 por los liberales al imponer la desamortización.

El Temple en España II


Reino de Aragón y Navarra:

Anteriormente hablamos de la ruptura del Reino de Alfonso I, dividiéndose en Aragón con su hermano Ramiro II “el monje” como soberano, y García Ramirez V por parte de Navarra; de ello hemos hablado ampliamente en la 1ª parte terminando con la muerte de Ramón Berenguer IV, seguiremos con su sucesor....

Cuando accedió al trono, no contaba con apenas 10 años, de manera que su madre Petronila lo puso bajo la supervisión de quienes ella consideró mejores en esos momentos: Guillermo VII, Señor de Montpeller; el senescal Guillén Ramón de Montcada y el Obispo de Tarragona Guillem de Torroja.

Durante estos años, el Temple conseguiría Chivert y Oropesa (1168-69) así como Castellote, Escorihuela, Villarubio, uniéndosele fortalezas que llegaban casi a Valencia; aunque no podemos olvidar que estas donaciones,formaban parte de lo establecido por rechazar el Testamento de Alfonso I.

En 1172 muere el Conde Gerardo II de Rosellón, y es a partir de lo que acontece alrededor de su Testamento, lo que cambia la actitud del rey Alfonso II, sobre aquellos que lo asesoran.En dicho Testamento es declarado heredero el rey de Aragón, incluyendo los derechos sobre los Condados de Perelada y Ampuries, cuando llega para reclamar su herencia, encuentra que el Temple es poseedora de:

Todos los derechos del territorio sobre pesas y medidas.

Todos los hornos de la capital.

Todos los molinos que la rodeaban.

Los Hospitalarios recibirían el hospital de leprosos de Perpiñán

Sería desde este momento cuando Alfonso II comienza a actuar sin tener en cuenta a sus asesores, incluso castigaría, en alguna medida a la Orden del Temple; decimos castigaría porque por aquel entonces, comienzan a hacer su aparición distintas ordenes militares en la Península, como la de Montegaudio, Alfambra o Monfragüe, quien se beneficiaría de este castigo, ya que recibirían distintas donaciones que en un primer momento eran del Temple, como el Castillo de Alfambra, o aquellas prometidas cuando fueran conquistadas.

Al contrario que pasara con su padre Ramón Berenguer IV, no sería tan benevolente y condescendiente con el Temple, puede entenderse que en el momento que fue consciente o adquirió la madurez suficiente para gobernar su reino, se percató del poder que sus asesores habían estado tomando, e incluso que la propia Orden del Temple estaba edificando un reino dentro de su reino.

Una de las medidas que tomó fue la mencionada anteriormente, entregar donaciones que “supuestamente” eran para el Temple a otras ordenes como la de Calatrava, o a su favorita la de Monfragüe, sin embargo, algo que no podría prever fue que en un futuro muchas de estas ordenes creadas en la Península, serían absorbidas por el Temple, y con ellas sus bienes y propiedades.

Aun así, le convenía mantener a los templarios a su lado, y en compensación utilizaría promesas de futuras conquistas, e incluso la asignación de la mitad de las rentas del rey en Tortosa, Ribarroja y Ascó.Se conoce la donación a la Orden del Temple de un privilegio notarial mediante el cual se le concedía 1.000 maravedíes anuales por parte de un tal rey Lobo; el hostigamiento de la milicia templaria fue tal contra este rey, que él mismo pediría la paz a Alfonso II, de donde nacería el privilegio de este pago como agradecimiento.Les concedería permiso para construir una cadena de molinos desde el puente de Fraga hasta el término de Massacolreig. (Archivo Histórico Nacional 1181).Sobre 1196 se produciría la unión entre la Orden de Monfragüe y del Temple, sin embargo, sólo se llevaría a cabo en Aragón, ya que el Maestre de Castilla y León se negaría a hacerla efectiva.

Pedro II “el católico” (1178 – 1213):

Heredaría de su padre el temor a la expansión tan rápida del Temple en su reino; como estrategia usaría la donación de nuevos territorios a la Orden, a cambio les recompensaría con rentas y señoríos, además de hacerle promesas en futuras conquistas, como es el caso de la Torre y *alquería de Ruzafa, Arrabal de Valencia y Castillo de Culla.Durante su reinado, el Temple sólo recibiría el señorío de Ascó y ciertas rentas como compensación por la conquista del Rincón de Ademuz en 1210, además de la devolución del señorío de Tortosa.

Jaime I “el conquistador” (1208 – 1276): El Rey Templario.

Su madre María de Montpellier establece en su Testamento fechado en 1209, que en caso del fallecimiento de sus progenitores, sea custodiado y protegido por la Orden del Temple.Y así sucedería, tras morir ambos en 1213, María en Roma, y Pedro II en la Batalla de Muret; Jaime sería custodiado y educado por el Maestre templario aragonés Guillen de Montrodom hasta que tuviera la edad suficiente para gobernar.A lo largo de su vida siempre tuvo fielmente a su lado al Temple, sentía hacia ellos una gran gratitud por la protección y educación recibida de sus miembros, el los llamaba cariñosamente “intrépidos templarios”. Aunque sus antecesores mantuvieron el privilegio de entregar al Temple la 5ª parte de las ganancias conquistadas, tal privilegio sería modificado por el propio Jaime I, estipuló que a partir de las conquistas realizadas mientras el reinara, la repartición se haría proporcionalmente al nº de contingente militar; este cambio venía provocado por el futuro proyecto de conquistar Mallorca y Valencia de manos infieles.

En 1229 conquistada Mallorca, el Temple recibiría unas 525´5 caballerías de tierra, 12 alquerías, 365 casas y un año más tarde se le hace entrega de un castillo para ser utilizado como residencia de la Orden.La fortaleza de la Gomera pasaría en 1232 a manos del Temple, convirtiéndose en archivo y alcázar de los reyes mallorquines.Durante el sitio a Burriana en 1233, al Temple le correspondería las alquerías de Benhamet y de Mantilla, 6 torres de la muralla.En relación a la conquista de Valencia en 1238, sería apoyada por el propio papa Gregorio IX, el cual concedería la remisión de los pecados a todos los combatientes; como no era de esperar, la milicia templaria apoyaría fielmente a Jaime I, quien en esta ocasión les recompensaría con la “Torre Grande”, varias casas próximas y 20 *yugadas de tierra cultivable. Sería con Jaime I cuando recibieron la mitad de los astilleros de Denia, durante el sitio a Játiva en 1244, recobrando el Castillo de Pulpis dos años más tarde.Sobre 1263/5 se produciría un alzamiento mudéjar en Murcia, siendo aplastado por Jaime I bajo la orden del mariscal del Temple Pere de Queralt, más conocido como “Cor de roure” - “Corazón de roble”, en recompensa recibirían algunas casas y heredades.

Navarra: El Reino Independizado.

El papel de soberano caería en García Ramírez V “el restaurador” (1110 – 1150), nieto del Cid Campeador.Durante el tiempo que se está reestructurando el Reino, la presencia templaria en el territorio de Navarra no aparece mencionada en documentos, aunque este echo no debe llamarnos la atención, ya que en un primer momento, su presencia se podría considerar peligrosa, ser entendido como una aceptación del Testamento de Alfonso I, y realmente lo que pretendían era desligarse de Aragón. Sin embargo, la presencia templaria en tierras de Navarra es conocida, según distintos textos, la entrada de la Orden pudo realizarse a través del Camino de Santiago, es decir, como defensa de los peregrinos, Navarra era lugar de paso de todos estos peregrinos procedentes de Francia y distintos puntos de Europa.

La primera donación aparece en 1135, correspondería a la Villa y castillo de Novillas, que se convertiría en la primera Encomienda templaría de Navarra.Según el historiador aragonés Paulino Usón, las donaciones en tierras de Navarra suelen tener una clara preferencia a lugares fértiles enfocados a la agricultura más que a estratégicos.En cierto modo es normal, ya que al desligarse de Aragón, el Reino de Navarra no tiene fronteras que defender contra el enemigo islámico, su territorio se encuentra en poder cristiano, de tal manera que el Temple no buscaría lugares estratégicos para la defensa.

La Orden se encargaría de comprar y/o permutar posesiones, sobre donaciones apenas hay documentación sobre los años 1200-1250, a esto hay que añadir la nula existencia de la intervención por parte de los templarios navarros en la Batalla de las Navas de Tolosa, como tampoco existe información sobre casas o monasterios, donde residían los mismos.

martes, 20 de octubre de 2020

Richard de Bure


 Richard de Bures. Decimoséptimo Gran Maestre de de la Orden del Temple, de 1245 a 1247.

Richard de Bures. Decimoséptimo Gran Maestre de los Caballeros Templarios. Quinta Cruzada, era el Señor de Chastel Blanc. La cautividad de Perigord y la incertidumbre sobre si vivía o había muerto, llevo al Capitulo a la elección temporal de un Maestre, en tanto no se aclarase si Perigord estaba vivo o había muerto.

No existe apenas información sobre su vida salvo que era el señor de Chastel Blanc cuando fue elegido Gran Comendador de la Orden; pero nada se sabe sobre su elección como Gran Maestre.

En efecto, la muerte de Armand de Périgord había sido conocida desde hacía algún tiempo, por lo que Richard de Burés fue citado como superior de los Templarios; pero sin haber sido elegido oficialmente.

El temible Cristo Negro, de origen templario y leyenda maldita






 

A las doce de la  noche, el mayordomo del Cofradía del Santo Crucifijo de Santa María de Jesús se acercará a la puerta lateral de la Concatedral de Cáceres y dará tres golpes antes de decir en voz alta: «¡Que salga la Hermandad del Cristo Negro! ¡Dios lo quiere así!». En medio de un sepulcral silencio y acompañado por medio centenar de cofrades con hábito benedictino negro y la cara tapada, saldrá entonces a procesionar por el casco histórico de Cáceres una de las imágenes más misteriosas y temidas de la ciudad.

«Tocar el Cristo Negro sin fe, según se dice, supone la muerte en el acto», señala a Efe Alonso Corrales, mayordomo de la Cofradía del Cristo Negro. Quizá el temor que infundía estuvo relacionado con el miedo a la peste, pues se sacaba en procesión en época de epidemias y sequías. O porque fue testigo de ejecuciones y era lo último que se le mostraba a un reo antes de morir.

Durante siglos, los cacereños no se atrevían ni a mirarle a los ojos por no quedarse ciegos si estaban en pecado. También se creía que quien lo tocara sin rezar un padrenuestro fallecía en el acto. Sea por ello o no, los hermanos usaban y aún usan guantes negros.

Corrales explica que su origen guarda relación con los templarios. Los primeros datos de la cofradía datan de 1490 y se cree que su fundación está relacionada con la Orden de Cristo creada en Portugal por antiguos caballeros templarios tras la supresión de la Orden del Temple.

La talla del Cristo Negro es del siglo XIV, pero se desconoce su autor y su procedencia. Antonio Javier Corrales, hermano del mayordomo de la cofradía y autor de la investigación sobre la «Historia de la Hermandad del Cristo Negro. Cáceres» (TAU Editores), señala que fue realizada con una madera «sagrada» de Etiopía. En concreto, cree que se trata de madera de iroko, un árbol venerado por diversas culturas que creen que en él habitan espíritus. «Lo que está claro es que ese tipo de madera no se puede encontrar en ningún sitio de Europa», dice Corrales.

A su juicio, «una familia judía tuvo que ver muy directamente con tan Sagrada Imagen» y cree que los judíos de España estuvieron relacionados con los de Etiopía. Según señaló Antonio Javier Corrales en el Hoy, «en Europa no existe ningún Cristo con esa forma de rostro», con rasgos de los hombres etíopes.

Esperando desde 1991

Arropado por la tradición templaria y la leyenda, el Cristo Negro congrega a su alrededor tal devoción que alrededor de 4.000 personas están en lista de espera para poder acompañarlo. Aunque la Hermandad cuenta con unos 3.000 cofrades, solo 59 acompañan al Cristo. Este Miércoles Santo del 2019 saldrán por primera vez tres hermanos que llevan esperando desde 1991.

La Hermandad del Cristo Negro impone un «estricto» numerus clausus, acorde con el estricto silencio con el que procesiona por los intramuros del espacio monumental cacereño. Solo el sonido de la esquila y el timbal destemplado rompen la devoción de un paso sin sonidos, sin ruidos... sin nada más que el Cristo, y todo ello a pesar de que miles de personas -el año pasado se cifró en 15.000- se congregan todos los años para acompañarlo.

Medios internacionales, como National Geographic y The Washington Post, han recogido en numerosas ocasiones el momento en que el Cristo Negro sale en procesión iluminado por hachones de fuego. Este año, TVE grabará este cortejo fúnebre en el marco de un documental sobre la Semana Santa cacereña, declarada de Interés Turístico Internacional.

«Este año no tenemos ninguna petición de medios internacionales para cubrir la procesión», ha explicado a Efe algo aliviado el mayordomo, acostumbrado a «lidiar» con multitud de medios de comunicación.

Tal es la repercusión que la Hermandad ha rechazado «peticiones para incluir la talla en películas y series (...) Nos hemos negado en rotundo», subraya a Efe.

El Enigma Sagrado

 

El enigma sagrado (original The Holy Blood and the Holy Grail) es un trabajo de investigación que pretende ser histórico escrito por Henry Lincoln, Michael Baigent y Richard Leigh; publicado en 1982 por Jonathan Cape en Gran Bretaña y en España por la editorial Martínez Roca. Una secuela del libro, llamada El legado mesiánico1​ fue publicada en 1987. Uno de los libros que, según los autores, influyó en el proyecto fue L’Or de Rennes (publicado después como Le Trésor Maudit), escrito en 1967 por Gérard de Sède, con la colaboración de Pierre Plantard.

Descripción

En El enigma sagrado, los autores proponen la hipótesis de que Jesús de 

Nazaret contrajo matrimonio con María Magdalena, ambos tuvieron uno o más hijos, los cuales emigraron a Provenza, en el sur de la actual Francia. Una vez allí, estos descendientes de Jesús se casaron con descendientes de las familias nobles locales, las cuales dieron origen a los soberanos merovingios. La historia de este supuesto linaje así como el reclamo de sus descendientes al trono de Francia es mantenida por una, también supuesta, sociedad secreta llamada el Priorato de Sion.

Desde su publicación se convirtió en un best-seller internacional, lo que ha estimulado el interés por una serie de ideas relacionadas con su tesis central. La respuesta por parte de los historiadores profesionales y académicos de ámbitos conexos fue universalmente negativa. Argumentaron que la mayor parte de las reclamaciones, misterios antiguos, y teorías de conspiración que aparecen en el libro son presentadas como hechos reales, pero en realidad los datos no son comprobables, por lo que se considera pseudohistórico. Sin embargo, estas ideas fueron consideradas suficientemente blasfemas para que el libro fuera prohibido en algunos países con mayoría católica, como Filipinas.

Un viajero: El Románico Templario


El porqué de una investigación.

Los caminos del destino son insondables, como los de Dios. Un repentino interés por los sepulcros antropomorfos que se presentan en una determinada zona de la provincia de Burgos y la posibilidad de acercarne a verlos personalmente me llevó a la localidad de Cillaperlata.

En esa localidad visité lo que hoy queda de un monasterio medieval y el conjunto de sepulcros excavados en la misma roca.

Conocía la existencia de otras poblaciones que tenían cementerios de este mismo estilo. Muy cerca de Cillaperlata se encuentra Quintana María, hay otros en Sedano, en Villanueva de Valdegovía, en Ochate y el más importante conjunto de todos ellos: las necrópolis altomedievales de Cuyacabras y la Revenga en Quintanar de la Sierra.

Fue el estudio sobre el mapa el que hizo que la vista descendiera un poco más abajo, hacia un paraje que comenzaba en el sur de la provincia de Burgos para adentrarse en el norte de la de Soria.

Un río y dos paredes verticales que conforman hoy un parque natural de singular belleza: el Cañón de Río Lobos.

Y allí, como una minúscula mota de polvo me encontré con la historia hecha piedra de la ermita de San Bartolomé (San Bartolo para los amigos) y sus leyendas Templarias.

Algo se desató dentro de mi. Me adentré en el mundo de los Templarios hasta dónde me han dejado ( poco ) y empezé a formarme una idea de su presencia en Castilla.

Pronto me di cuenta de que la verdadera historia de los Templarios unida al Gríal, que es uno de sus mayores símbolos, no era ajena al norte de la península.

Se trató de tapar la historia de los templarios tras la eliminación de la orden, pero quedaron las piedras. Se destruyó la documentación que databa y daba carta de naturaleza a monasterios, iglesias y ermitas, pero quedaron las piedras. Se trató, por todos los medios, que la cultura popular olvidara a aquellos caballeros que portaban con orgullo sus rojas cruces patadas en el pecho, pero quedaron las piedras. Y las piedras hablan.

Así me inicié en un paseo por el norte templario. El menos conocido, el más oculto, el más extraño… el que, quizá, guarde el más rotundo de los misterios en su seno.

Más al norte de San Bartolo, y en la provincia de Navarra, muy cerca de Puente la Reina, se alza en un paraje llano, entre colinas suaves y en un descampado la ermita de Nuestra Señora de Eunate.

Eunate es pequeña, poca cosa, como San Bartolo. Pero cargada de simbolismo, de energía y de luz.

Más al norte de San Bartolo y al oeste de Eunate, en tierras burgalesas se encuentra otra pequeña ermita: Santa María de Siones.

Siones es pequeña, poca cosa, como San Bartolo y Eunate. También es puro simbolismo, energía y luz.

Puestas sobre un mapa, hay la misma distancia en línea recta entre San Bartulo y Eunate que entre San Bartolo y Siones. Entre Eunate y Siones la distancia es de dos tercios de la anterior, por lo que las tres ermitas forman un preciso triángulo isósceles. ¿Casualidad? No se puede hablar de casualidades con los Señores del Temple. La misma situación de San Bartolo, que está en el punto medio equidistante de los bordes este-oeste de la península, nos habla de lo contrario.

Y estas cosas, junto con algunas lecturas, han hecho que me adentre en una preciosa teoría elaborada a la vista de las piedras que hablan.


Nuestra Señora de EUNATE

Es Viernes Santo, hace viento sur y hay nubes y claros. Mi coche se desliza por la carretera que une las poblaciones navarras de Puente la Reina y Obanos. En un momento dado y a mi derecha, en un descampado, aparece un edificio singular rodeado de una columnata en todo su perímetro. Es la ermita de Santa María de Eunate.

Dice la historia que esta ermita fue edificada en el siglo XII de nuestra era y que no se sabe quién la hizo construir. La "otra" historia nos habla de caballeros templarios como instigadores de su construcción.

El lugar donde se encuentra es, de por si, mágico. Recorre su subsuelo hasta tres corrientes telúricas que forman un cúmulo de energías a las que es muy difícil sustraerse. Y tiene que ser así. Los caballeros del Temple escogían muy bien los lugares de sus emplazamientos y más cuando se trataba de lugares de iniciación.

La ermita es octogonal, con todos sus lados irregulares y con un ábside semicircular, formado por cinco lados y rematado en una semicúpula. Tiene dos puertas de acceso. La principal en el lado norte, abocinada y muy decorada y otra en la parte trasera, también abocinada pero con menor decoración y más sencilla.

Una vista detenida a los sillares de los muros nos da una perspectiva muy rica sobre los artesanos que esculpían las piedras para su construcción. Las marcas de cantero son muy abundantes y claras en los sillares de la ermita. Dicen que mediante estas marcas se controlaba el trabajo de los artesanos pero mas bien parece que es el orgullo de los mismos el que hacía que firmasen sus piedras con sus signos especiales.
La orientación de Eunate me preocupaba desde el momento que accedí a las informaciones que internet me daba de la ermita. En una de esas informaciones se decía que el ábside estaba orientado hacia el sur. Esto era muy extraño y nada común en los templos cristianos.

Al tomar con mi brújula magnética la orientación de la ermita, comprobé que la orientación del eje de la misma era de 100º , lo que certificaba el error de la medida que había leído y que la situaba a sur (180º) en vez de al este (90º) Tomé la medición en varias posiciones ya que advertí que había una diferencia de varios grados según me acercara o me alejara del interior de la ermita. Estas variaciones no pueden deberse mas que a la naturaleza del subsuelo de la ermita, a no ser que…

La cubierta de la ermita está sustentada sobre ocho semiarcos que la dividen en ocho segmentos diferentes. Son diferentes ya que las paredes de los ocho lados del octógono son también diferentes. Alguna razón habría para construirla así, ya que sabían hacer las cosas bien. De eso estamos seguros.

En cada tramo de la cubierta hay un lucernario. Cuatro son octogonales y los otros cuatro son hexagonales, y se distribuyen alternativamente.

También estas divisiones nos muestran la marca oculta del Temple, ya que tomando la figura de las marcadas con lucernario octogonal, nos representa una perfecta cruz patada. Si añadimos el ábside, nos encontraremos con una cruz ansada ( la típica cruz egipcia) y si prescindimos de ella con la cruz tau.

El corredor que circunda a la ermita está compuesto por dos tipos diferentes de columnas. Las catorce que dan al lado de la puerta principal, son dobles y tienen el capitel decorado. Las restantes son cúbicas y sin decoración. Hay cinco aberturas para acceder al cuerpo de la ermita.

En una de las columnas hay un capitel en el que se ve un crucificado sin cruz. Es de todos sabido que los caballeros templarios consideraban la cruz como un medio de tortura y, por lo tanto, como un objeto no digno de adoración. Este es uno de los motivos para creer en la autoría templaria de le ermita.

En las arquivoltas de la puerta trasera, podemos admirar una serie de estrellas de ocho puntas (talla diamante), otro claro símbolo templario.

En la puerta principal y en los capiteles de las columnas que delimitan el espacio de paso, hay dos relieves que muestran a seres barbados con la barba recogida en espiral. Si damos la vuelta a esos seres, se convierten directamente en dos "Bafomets" … signo inequívocamente templario.

Hay también una serie de figuras esculpidas en los arcos de la puerta, alguna en actitud nada reverente, animales mitológicos, hojas y una figura que muestra un templario sobre la cabeza de un bafomet. Esta figura es muy curiosa ya que hemos encontrado la misma representación, aunque menos definida en otra iglesia templaria de la provincia de Burgos.


Puente la Reina

A muy escasos kilómetros de Eunate se encuentra la localidad de Puente la Reina. Dicen las crónicas que allí estaba la casa madre de los templarios. La verdad es que todo el pueblo rezuma a templario.

En especial la iglesia del crucifijo, que curiosamente no guarda la figura normal de la cruz sino la de aspa, nos muestra con total claridad sus signos templarios en la sillería de sus muros.

Hay profusión de cruces patadas, baphomets, figuras de animales mitológicos, imágenes asociadas al Temple.

Y, ante esto, cabe preguntarse si realmente es Puente la Reina la casa madre del Temple y Eunate la casa de retiro e iniciación de los caballeros templarios en la zona.

Capitel ménsula

Esta dualidad aparece en otros lugares así que no sería de extrañar que fuese así. Una visita prolongada a esta localidad y a la ermita de Nuestra Señora de Eunate, hace crecer nuestras dudas sobre su origen, utilidad y energías que de ellos emanan.

Se acaba el viernes y debo regresar a casa. La carretera se hace placentera con el recuerdo de los lugares visitados, sabiendo que llevo en mis cámaras más de cien fotografías que me recordarán cada uno de los detalles que mis ojos han podido apreciar y otros muchos que, seguro, descubriré al repasarlas.

Una agradable sensación de paz recorre mi espíritu. Sonrío para mi al saber que, consciente o inconscientemente, me he cargado de la energía que aquellos caballeros templarios del siglo XII descubrieron en el lugar, marcaron para la posteridad en un monumento lleno de belleza, y dejaron intacto para quién supiera descubrir su misterio. Aún lejos de hacerlo, pues la lectura de los símbolos está limitada a quién sabe interpretarlos, la cálida energía ha inundado mi interior en la medida que he sabido identificarme con el lugar sin perjuicios y con la mente abierta.


SANTA MARIA DE SIONES

Domingo de Resurrección. Dos días han pasado desde que me encontré de frente con el misterio de la ermita de Eunate y su particular entorno. Hoy el viaje es mas corto. Me dirijo a la zona norte de la provincia de Burgos, al valle de Mena, muy cerca de Villasana, localidad que se encuentra a unos cuarenta y cinco kilómetros de Bilbao.

Allí hay una ermita especial: Santa María de Siones.

Ya sólo el nombre del pueblo (Siones) me trae unas sensaciones especiales. Me recuerda a Sion. Lo curioso del lugar es que está a los pies del puerto de la Magdalena y que se haya resguardado por la sierra Salvada (¿Mont Salvat?) Las connotaciones griálicas son muy fuertes.

Y ¿qué tiene de particular la ermita de Siones? Vamos a descubrirlo juntos.
capitel

Construida en el siglo XII es, según la tradición no documentada, de origen templario. De estilo románico propio del valle de Mena consta de una nave con un crucero simulado que alberga dos pequeñas capillas. Dos misteriosas y pequeñas capillas.

El ábside es semicircular y está formado por una sucesión de arcos de medio punto, adosados a la pared y en dos alturas, que forman entre sus columnas una bancada corrida que da al lugar el aspecto de lugar de reunión alrededor del centro del eje del ábside.

¿Estamos pues ante un lugar de reunión e iniciación como Eunate? Prosigamos.

Ventanal abside

La orientación del templo es la misma que Eunate. El eje que atraviesa el ábside señala los 100º , la misma medición que la ermita Navarra. Esto quiere decir que su orientación es muy próxima al este.

En una de las capillas a que he hecho referencia, la correspondiente al lado izquierdo según miramos al ábside, encontramos un sagrario de piedra decorado con un símbolo griálico. De esta capilla y a la altura de un metro aproximadamente, parte una escalera de caracol muy estrecha que lleva a un receptáculo para una sola persona, con una ventana que se abre al interior del templo.


Tiene todas las características de otros receptáculos minúsculos que se ven en otras ermitas inicíaticas de los templarios.

En la otra capilla se ve una representación en piedra de una mujer, a todas luces de raza negra, que estira de los pelos a un demonio sobre el que se observa un inmenso ¡ibis!.


Las columnas del interior están plagadas de representaciones de justas y motivos florales. En una de ellas hay una representación de una barca que se acerca a la costa con un montón de personas a bordo y que algunos han identificado como una "patera". No es en la única ermita en la que se encuentra esta representación que parece dar noticia de la llegada a las costas de peregrinos a Santiago o de la llegada por mar del Santo Gríal a las costas cantábricas antes de adentrarse en Burgos.

He encontrado referencias a un enterramiento que debía estar en la misma entrada lateral del templo y que hoy no he podido hallar. Me informan que se encontraron muchos enterramientos bajo el suelo de la ermita pero nada saben de éste. La verdad es que las losas que forman el pavimento de la puerta son nuevas y ocupan, sin duda, el lugar de enterramiento de un extraño personaje que, seguro, nos podría desvelar los misterios de la ermita de Siones así como su relación con los caballeros templarios y con el Santo Gríal… que quizá aún se encuentre, muy cerca, en tierras burgalesas.

No puedo dejar la ermita sin reseñar el fuerte impulso de atracción que te lleva a dejarte dominar por ella y lo difícil que se hace darle la espalda para ir a otro lugar. Un cercano arroyo saltarín y musical por efecto del deshielo y la altura y majestuosidad de las peñas colindantes, hacen el resto.

No cabe duda de que Siones, entre la Magdalena y la Sierra Salvada, esconde un misterio. Quizá algún día lo encontremos.

Iglesia de San Lorenzo en Vallejo de Mena

Las piedras hablan, a veces gritan y a veces callan. Oyes hablar de Siones y, para llegar, tienes que cruzar Vallejo. En Siones oyes hablar de la Iglesia de Vallejo. Al final decides visitar Vallejo, llegarte a su Iglesia… y las piedras te gritan a la cara.

San Lorenzo, para no perder la costumbre, es una iglesia del siglo XII, románica, y en la que destaca su construcción con piedra de gran calidad. Vallejo de Mena se encuentra a tres escasos kilómetros de Siones.

Si nos ha cabido la duda de que la ermita de Siones fuese un lugar de iniciación y retiro templario, ahora nos reafirma esa impresión al encontrar en San Lorenzo todas las claves y símbolos que en Siones estaban ocultos.

Vallejo como casa madre y Siones como lugar de iniciación y retiro, cobran sentido. Lo mismo que Puente la Reina con su casa madre y Eunate como lugar de iniciación.

Pero ¿qué encontramos en Vallejo para que nos de esa impresión? La Iglesia de San Lorenzo está en periodo de restauración. Una restauración que ha grabado incluso en altorelive la planta de la iglesia en uno de sus muros. Hay marcas de cantero por muchos sillares y hay, incluso, alguna cruz patada que no me atrevo a afirmar que sea de la época de su construcción.

La primera sorpresa me la llevo al acercarme a un murete que sujeta un campo de labranza próximo a la iglesia y veo en el suelo lo que creo, en principio, ser un banco roto de piedra. Al fijarme en él, descubro en su centro una cruz patada rodeada de una inscripción que no pude leer. Es claramente una lápida templaria que alguien ha dejado allí a merced de las inclemencias del tiempo y de la vegetación. Al no estar la iglesia actualmente en obras, no auguro buen final a dicha lápida.


En el interior de la iglesia, hay multitud de figuras de animales fantásticos, entre los que dominan los glifos. También encontramos en un capitel, la figura que ya comentamos en Siones, de la "patera". Una barca que trae peregrinos a las costas norteñas o que porta el Santo Grial a ellas.

Hay una antigua pila bautismal, que se asienta sobre el suelo de piedra y en dónde está recortada la madera que cubre el resto de la iglesia. En esa pila hay varias figuras, destacando varias cruces templarias.

En el ábside, y en un monumento funerario que parece muy posterior, se encuentra apoyada una estela funeraria con una cruz templaria como único motivo decorativo. Esta estela fue encontrada en el subsuelo de la Iglesia.


En la puerta principal, la del oeste, hay multitud de figuras decorativas, como demonios, ángeles, centauros, glifos, una persona tocando una especie de violín, otras personas sentadas desnudas, viajeros con bolsas con borlas, otros con áperos de labranza al hombro, una mujer con una escoba…y una figura gemela, aunque mas pequeña que otra que ya vimos en Eunate: Un templario sobre la cabeza de un baphomet.

No puede ser casualidad. Los dos entornos que forman este estudio tienen unas similitudes muy extrañas. Ambos nos hablan de misterio, de círculos cerrados de conocimiento y de claves suscritas para ser únicamente leídas por los iniciados. Iniciados que no dudamos adquirieron sus conocimientos entre las piedras templarias de estas dos ermitas.

Podría adelantar que, casi lo mismo ocurre en Río Lobos. Pero quiero ir al lugar y notar en mi piel y en mi espíritu el aura del entorno. Dejar, como he dejado esta Semana Santa, que mi corazón oiga hablar a las piedras. El día que visite tierras de Soria, podré terminar este estudio, sin menosprecio de que lo visto hasta ahora sea ya, de por si, suficiente para abrir en mi corazón una inquietud que hace días no estaba.

Y es que, cuando las piedras hablan, lo hacen con una claridad asombrosa.


SAN JUAN DE OTERO o San Bartolomé de Río Lobos

"Silencios Templarios que se oyen a lo lejos. De cómo se puede rezar en multitud, estando solo"

Son las doce menos cuarto de la mañana de un precioso sábado de finales de mayo. Tras recorrer a pié los dos kilómetros y medio que distan entre el aparcamiento de la entrada del Cañón de Río Lobos y la explanada en la que se alza la ermita de San Bartolo me encuentro, por fin, ante ella.


El viaje desde Salas de los Infantes hasta Ucero, ya en Soria, ha sido un paseo lleno de sorpresas. Atravesar San Leonardo de Yague con su extraño castillo, adentrarte en la reserva de Río lobos y desembocar en el alto de la Galiana, desde el que se corta el paisaje a pico apreciando Ucero y su castillo, guarda en piedra del Cañón de Río Lobos, ha sido muy gratificante.

Pero todo cambia al poner el pié en el cañón y seguir la senda que, junto al mismo río que bañó los cuerpos de aquellos Caballeros Templarios, nos lleva a uno de sus mas escondidos parajes.

Me llamaba. Y lo hacía desde hace tiempo. Fué este el lugar que me inició en mi peregrinar por las ermitas románicas que algo han tenido que ver con los Templarios. Fué este lugar el que hizo que descubriera Eunate y Siones, Puente la Reina y Vallejo de Mena... y otros sitios que guardan su turno de espera.

Hoy dejo que mi naturaleza se llene de su energía, de su encanto y de sus sonidos.

Sonidos que tienen nombre de pájaros, de ranas y de piedras. Ya he dicho que las piedras hablan. Aquí lo hacen a gritos. Gritos que no molestan pero gritos llenos de vida, de conocimientos, de misterios irresolubles, de entregas y pasiones.

La ermita de San Bartolo está edificada en un estilo pregótico con muchos elementos que nos hablan del románico. Una nave con crucero en forma de cruz latina. Una portada que se abre al sur. Otra portada en el norte, cegada con sillares.

Su orientación, sobre los 60º, se aproxima al este.
Cerca hay un puente que atraviesa el río y nos acerca a la entrada de la cueva grande. Su orientación es similar. Se entra por el oeste y va profundizando en la montaña hacia el este. Sobrecoge subir la pendiente de la cueva y adentrarse en sus tinieblas, en sus misterios, en sus energías. Es un lugar mágico y que, seguro, tuvo mucho que ver con la ubicación de la ermita.

Y mágico es mirar la ermita desde el interior de la cueva.

Y allí es cuando sientes que la cueva parece querer continuar, tras atravesar el río, por debajo de la ermita de San Bartolo...

Campanas para llamar a nadie

Se puede entender el entorno de San Bartolo como un lugar protegido de la mirada de extraños en un paraje natural de quietud, naturaleza y silencio.

¿Para qué un campanario?

Ciertamente, la estructura que hoy día sostiene la pequeña campana es de construcción muy reciente. Y no hay rastro de campanario ni espadaña que sustentase alguna en la antigüedad.

Es muy posible que los caballeros Templarios no deseasen llamar la atención sobre este lugar.

Un signo lapidario: la salutación a María

En la portada principal, en la piedra superior de la columna de la izquierda que sujeta las arquivoltas, hay grabado un símbolo que algunos han identificado como una salutación a María.

Dos uves opuestas y sobrepuestas que rematan tres de sus cuatro vástagos con cruces. Este símbolo incluye las letras de la salutación de la Anunciación: Ave María.

Y en su centro, el rombo que figura ser la matriz de la Madre Tierra. Esoterismo puro. Todo un símbolo.

El enigma de los signos lapidarios

En las piedras de San Bartolo, como en otras construcciones románicas y góticas, abundan los signos de cantero. Son esas extrañas marcas que algunos han identificado con señales para contabilizar el trabajo de cada uno de los canteros que intervenían en la obra a fin de, en base a ello, abonarles su trabajo.

Lo extraño es que se ven signos iguales en Río Lobos, que es del siglo XIII y en Salas de los Infantes que es del XV. Además, en San Bartolo hay algunos sillares que contienen dos sígnos de cantero...

¿No serán símbolos informativos para los iniciados que se acercasen a sus muros en busca de informaciones cifradas mediante un simbolismo que solo ellos pudieran leer y comprender?

Incluso la supuesta relación de alguno de estos símbolos con la posición en los cielos de determinadas constelaciones podría alimentar esa hipótesis.

Un canecillo extraño

En el lateral exterior del crucero, junto a la portada principal, la sur, hay un canecillo que parece representar un "tabot" etíope. Los tabots etíopes son representaciones esquemáticas del Arca de la Alianza.

Es curioso que, en el interior de la ermita y en uno de sus capiteles está representado también el tabot. Son misterios que viven y conviven con los Señores del Temple.
Animales, figuras gemelas, un crismón, barriles alquímicos, cabezas rematadas en círculos, una hache enigmática en la que están esculpidos los sexos masculino y femenino, la pareja que sostiene el todo...


Todo ello conforma un mundo de simbolismo esotérico que se repite en otros lugares. Símbolos para ser leídos por quienes están iniciados en el secreto de sus representaciones.

Nosotros, desde nuestra ignorancia, podemos conjeturar, pero nunca sabremos.

Los óculos del crucero

Llaman la atención. Son perfectos. En cada óculo hay un pentáculo invertido, formado por diez corazones diferentes. Cinco que se entrelazan y cinco más pequeños, exentos.

Y, al entrelazarse, forman un pentágono central.

El pentágono, el pentáculo invertido, los corazones... símbolos iniciáticos que pueden tener mil lecturas diferentes.

Pero nos hablan de algo seguro: nos hablan de los Templarios como catalizadores de culturas milenarias que convivían en el tiempo y que luchaban entre ellas con las armas.

Sufismo, cábala, alquimia, cristianismo...

Los Caballeros del Temple supieron recoger toda la información que encontraron sobre las artes y las ciencias, sobre los pensamientos y filosofías, sobre las vivencias y los lugares. Y guardaron esos conocimientos a buen recaudo y a salvaguarda de los tiempos que les tocaron vivir.

Los óculos del crucero de San Bartolo nos hablan de todo ello. Es quizá el mayor misterio de la ermita. Es quizá la mayor prueba de que, en tiempo de guerra, unos hombres, hicieron la paz para adquirir conocimientos.

"Lo que hay arriba, hay abajo", pero... ¿qué hay abajo?

Contando desde fuera, y debido a la inclinación del suelo de roca que sirve de base a la ermita, encontramos que, a la altura de la portada trasera hay quince hileras de sillares. En el contrafuerte junto a la portada principal hay veinticuatro. Son ya treinta y seis los sillares al comienzo del ábside y treinta y nueve en el extremo del mismo.

Dado que la puerta principal tiene una serie de escalones que bajan hacia el suelo de la ermita por su parte interior, podemos cifrar que el suelo está sobre los sillares correspondientes a la fila veintisiete.

De la fila veintisiete a la treinta y nueve hay dos metros de altura que deben esconder algo.

¿Hay quizá una cripta bajo el ábside de San Bartolo? ¿Es posible que se prolongue por debajo de la ermita la cueva grande u otra cueva que sirviera de eremitorio, como hemos visto en otras ermitas templarias?

En todo caso ¿qué hay debajo de la ermita que está señalado con báculos clavados en tierra esculpidos en la parte exterior del ábside en sillares contiguos y muy cerca del suelo?

EPÍLOGO ABIERTO

Lo importante estaba allí. Ellos lo buscaron, lo encontraron, edificaron para salvaguardar el lugar y las energías que emanaba. Energías vivas, energías que se sienten en el aire, en las rocas, en el agua...

Hay más sitios, otros me están ya llamando y pronto me dejaré llevar por ellos. Aún no entiendo por qué yo...¿por qué las piedras me llaman, me arropan y dejan en mi esa impronta?

Me piden que las toque, que sienta en mis manos el frescor y la vibración de su cuerpo firme y sereno. Y eso se queda en mi corazón.

Tocar esas piedras me ha dicho cosas. Muchas cosas.

El mayor secreto de los Caballeros Templarios es que no tenían secreto alguno. Lo dejaron todo escrito en la piedra. Las piedras hablan, pero hay que saber escucharlas y entenderlas.


Pero hay que llegar a una sincronía total con ellas para que dejen ver sus misterios.

En parte creo haberlo conseguido. Hoy sé a ciencia cierta, que esas construcciones, sean ermitas o inmensas catedrales no son sino señales. Señales que indican claramente, que en ese lugar uno puede encontrarse a si mismo con mayor facilidad.

Porque lo realmente importante no es la construcción, sino el lugar dónde se ubica. Y ninguna de las dos cosas sería importante sin la presencia del hombre allí.