miércoles, 20 de julio de 2022

Historia de la Biblia


Como ya probablemente sabe usted, las Biblias Católicas tienen 73 libros, 46 en el Antiguo Testamento, y 27 en el Nuevo Testamento. Las Biblias Protestantes tienen 66 libros con solo 39 en el Antiguo Testamento. Los libros faltantes en las Biblias Protestantes son: Tobías, Judit, Baruc, Sabiduría, Sirac, 1 y 2 Macabeos, y partes de Ester y Daniel. Son llamados los «Deuterocanónicos» por los Católicos y «Apócrifos» por los Protestantes.

Martín Lutero, sin ninguna autoridad de cualquier forma, removió esos siete libros y los puso en un apéndice durante la reforma, en donde permanecieron hasta el año de 1826, después del cual fueron removidos totalmente.

Vale tener en cuenta el hecho de que estos siete libros han estado en las Biblias usadas por todos los Cristianos desde la misma fundación de la Cristiandad

Una corta lección de Historia….

El griego helenístico fue la lengua moderna del tiempo de Cristo. Esto fue porque cientos de años anteriores, Alejandro Magno había conquistado la región. El lenguaje hebreo iba ya de salida, y existía una necesidad critica de una traducción del Antiguo Testamento del hebreo para los Judíos dispersados que hablaban el griego.

Esta traducción, llamada Septuaginta (setenta), fue hecha por Judíos eruditos en 148 a. de C. aproximadamente, y tenía todos los libros, incluyendo los siete extraídos mas de 1650 años después, por Martín Lutero.

El Nuevo Testamento tiene aproximadamente 350 referencias a versos del Antiguo Testamento. Por medio de un examen cuidadoso, los eruditos han determinado que 300 de estas referencias son tomadas de la Septuaginta y el resto son del Antiguo Testamento hebreo*. Han demostrado que Jesucristo mismo, hacía referencias a la Septuaginta.

Los primeros Cristianos usaron la Septuaginta para apoyar sus enseñanzas cristianas, y los Judíos se molestaban cuando estos nuevos Cristianos usaban ventajosamente sus traducciones.

*Diccionario de la Biblia, John L. Mc.Kenzie, pag. 787.

Alrededor de los años 90-95 a. de C., algunas décadas después del principio de la cristianidad, los Judíos llamaron a un concilio para discutir este tema. En este concilio, llamado el «Concilio de Jamnia*», los Judíos fariseos que sobrevivieron la devastadora destrucción de Jerusalén y de su templo en el 70 d. de C., decidieron remover los libros que ayudaban a los Cristianos. Ellos removieron los siete libros, usando varias razones como su «autorización» para hacerlo. Hay que tener en cuenta, que en aquel entonces, los Judíos de habla griega habían ya estado usando la Septuaginta por mas de doscientos años. Era la Biblia de los de lengua griega, de los fieles de Berea en Hech. 17:10-15 a los cuales los Protestantes les gusta citar para tratar de probar la hecha por ellos, doctrina de «Sola Scriptura».

Algunos no Católicos demandan que los siete libros no fueron agregados a la Septuaginta hasta el siglo cuarto. Si eso fuera cierto, ¿cómo el Concilio de Jamnia los removió en el primer el siglo cuarto? Si eso fuera cierto, ¿cómo el Concilio de Jamnia los removió en el primer siglo si no hubieran estado allí?

 

Reflexión: Tu Grial .


La Leyenda del Grial y su representación en el Temple no está sujeta al tiempo o a las circunstancias.

Representa una puerta a la Realidad Eterna, el Presente Aquí y Ahora, la Fe en el Pasado y no en leyendas.

Las circunstancias de su representación en la última Cena y el lugar en donde es contemplado desde una perspectiva actual, un muro a cierta distancia, no necesita ser localizado fuera del Corazón Humano que ha aprendido a latir con el tiempo y a sintonizarse con el Alma de los Creadores ocasionando inspiraciones en grandes MAESTROS.

Vemos como se rechaza, como se dice, como se denuncia, como se aclama interiormente; todos aclaman el Santo Grial… dicen que no creen, pero algo les induce a creer, necesitan creer.

La Sangre Real… el Santo Grial… el Cáliz de la última cena… todo se basa en la transubstanciación.

Se considera que "Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad".

Dicha presencia Eucarística se mantiene mientras subsista la Sangre Real, una unión con el Conocimiento que no es casualidad.

Las primeras nociones que se tienen de la transubstanciación son del siglo XI, el Temple vive; grupos gnósticos, docetas y otros, evitaron el Rito de la Sangre Real, lo evitaron por miedo, por desconocer.

Este Rito forma parte de un concepto Universal del Conocimiento… sin ser; es.

Hoy y ayer, todos aquellos que han nacido del SENTIMIENTO DEL ALMA, los pintores, escritores, poetas, tallistas, escultores, arquitectos, Y SERES ESPIRITUALES, deben encontrar su camino hacia el espacio donde: “Apenas algo se mueve, y, sin embargo, aprecian el movimiento ” y habiéndose encontrado con “El Camino, La Verdad y la Vida , ven la realidad de la Sangre Real”, descubren que las cambiantes escenas del pasado que han pensado que eran reales como hoy, pasan ante ellos como una sucesión de imágenes, hasta que la Visión del Propio Grial se hace presente a su Entendimiento puro, ocasionando un conflicto de deseo, realidad y fantasía, credulidad e incredulidad.

Espero no nublar vuestras mentes con fantasías virtuales como en su día fue nublado Leonardo Da Vinci o el propio Parzifal.

Es, en la esperanza de despertar alguna brasa del fuego que arde sin llama de esta consciencia interna en los corazones de aquellos que puedan contemplar el Grial y desde esa brasa se encienda un gran fuego que queme los ojos de los incrédulos que ocultan al hombre del Sí mismo, de Dios del Grial o su Palabra.

Quizás, eso es lo que deseo que creáis con FUERZA, para que la lógica del secreto del Grial, no sea un obstáculo en las mentes pragmáticas e intelectualmente evolucionadas ERRÓNEAMENTE dentro de una sociedad donde el MILAGRO, LO DIVINO, LO OBVIO, Y LA VERDAD se confunde con el engaño.


Ves ahora tu Grial?




El Temple VII

 


La Guerra Justa

Guerra justa o guerra legítima es un concepto teológico-político desarrollado fundamentalmente por teólogos y juristas católicos y cuya definición ha constituido un esfuerzo serio para regular el derecho a la guerra, en la guerra y después de la guerra.

Hoy, este concepto es parte importante del Derecho Internacional y en torno a él se configuran el Ius ad bellum, versión secular del pensamiento cristiano medieval sobre la guerra justa, el Ius in bello que concierne la justicia sobre el comportamiento de los participantes en el conflicto y el Ius post bellum que concierne a la fase terminal y los acuerdos de paz.

Las Tres teorías de la Guerra Justa

En teoría moral, existen al menos tres enfoques sobre la cuestión de la guerra.

El pacifismo, según el cual toda guerra es injustificada y, por consiguiente, inmoral.

El enfoque del «realismo político» o realpolitik, cuya premisa fundamental quedó recogida por el militar e historiador alemán Carl von Clausewitz, cuando dijo que la guerra no es sino otra forma de hacer política.

Y finalmente, queda la tradición de la guerra justa, con origen en la Edad Media y que se caracteriza por defender que algunas contiendas bélicas tienen justificación y son morales.

En la Edad Media la noción se reviste una importancia especial a lo largo de todo el pensamiento agustiniano.

En el plano político, el orden es la paz: «La disposición de los seres iguales y desiguales, ocupando cada uno el lugar que le corresponde». 

Esta definición tiene un trasfondo platónico, pues también Platón había insistido en su República que una sociedad bien ordenada (justa) era aquella en la que cada uno ocupaba el lugar en función de su alma.

Sea cual sea el mecanismo con el que una sociedad se ordene, toda sociedad tiende a la paz.



La insistencia en la justicia con sus raíces en la doctrina cristiana la aplicó Agustín de Hipona a la guerra. Consideraba que toda guerra es malvada y que atacar y saquear a otros estados es injusto, pero aceptaba que existe una "guerra justa" librada por una causa justa, cómo defender el Estado de una agresión o restaurar la paz si bien hay que recurrir a ella con remordimientos y como último recurso.

En este sentido, incluso la guerra es vista por Agustín como un instrumento de paz. Ningún pueblo hace la guerra por hacer la guerra, sino siempre como un medio para conquistar la paz.

San Agustín sostuvo que, si bien las personas no deben recurrir inmediatamente a la violencia, "Dios ha dado la espada al gobierno por una buena razón" (citando a Romanos 13:4).

Afirmó que el pacifismo frente a un grave error que solo podría ser detenido por la violencia, sería un pecado. La defensa de uno mismo o de otros podría ser una necesidad, especialmente cuando está ordenada por una autoridad legítima:

Los que han emprendido la guerra en obediencia al mandato divino, o de conformidad con sus leyes, han representado en sus personas la justicia pública o la sabiduría del gobierno, y en esta capacidad han dado muerte a hombres malvados; tales personas de ninguna manera han violado el mandamiento "No matarás"

La Ciudad de Dios


Para Agustín de Hipona la guerra justa es un mecanismo de defensa para los combatientes justos que, por decreto divino, no tienen más remedio que someterse a sus autoridades políticas y deben tratar de garantizar el cumplimiento de su deber de lucha de guerra de la manera más justa posible, incluso si está a órdenes de un mal gobierno:


A los siervos de Cristo, ya sean reyes, príncipes, jueces, soldados o provinciales, ya sean ricos o pobres, hombres libres o esclavos, hombres o mujeres, se les ordena, si es necesario, que soporten la maldad de un estado completamente corrupto; y por esa resistencia podrán ganarse un lugar de gloria

La Ciudad de Dios


Tomás de Aquino, basándose en San Agustín, escribe al referirse a la guerra justa:


Para que la guerra sea justa, se requieren tres condiciones.

Primera: la autoridad del príncipe bajo cuyo mandato se hace la guerra.

No incumbe a la persona particular declarar la guerra, porque puede hacer valer su derecho ante tribunal superior; además, la persona particular tampoco tiene competencia para convocar a la colectividad, cosa necesaria para hacer la guerra. Ahora bien, dado que el cuidado de la República  ha sido encomendado a los príncipes, a ellos compete defender el bien público de la ciudad, del reino o de la provincia sometidos a su autoridad. Pues bien, del mismo modo que la defienden lícitamente con la espada material contra los perturbadores internos, castigando a los malhechores, a tenor de las palabras del Apóstol: «No en vano lleva la espada, pues es un servidor de Dios para hacer justicia y castigar al que obra mal» (Rm 13,4), le incumbe también defender el bien público con la espada de la guerra contra los enemigos externos. Por eso se recomienda a los príncipes: «Librad al pobre y sacad al desvalido de las manos del pecador» (Ps 81,41), y San Agustín, por su parte, enseña: «El orden natural, acomodado a la paz de los mortales, postula que la autoridad y la deliberación de aceptar la guerra pertenezca al príncipe»



Segunda: Se requiere causa justa.

Es decir, que quienes son atacados lo merezcan por alguna causa. Por eso escribe también San Agustín en el libro Quaest: «Suelen llamarse guerras justas las que vengan las injurias; por ejemplo, si ha habido lugar para castigar al pueblo o a la ciudad que descuida castigar el atropello cometido por los suyos o restituir lo que ha sido injustamente robado»

Tercera: Se requiere, finalmente, que sea recta la intención de los contendientes; es decir, una intención encaminada a promover el bien o a evitar el mal. Por eso escribe igualmente San Agustín: "Entre los verdaderos adoradores de Dios, las mismas guerras son pacíficas, pues se promueven no por codicia o crueldad, sino por deseo de paz, para frenar a los malos y favorecer a los buenos". Puede, sin embargo, acontecer que, siendo legítima la autoridad de quien declara la guerra y justa también la causa, resulte, no obstante, ilícita por la mala intención.

San Agustín escribe en el libro Contra Faust.: «En efecto, el deseo de dañar, la crueldad de vengarse, el ánimo inaplacado e implacable, la ferocidad en la lucha, la pasión de dominar y otras cosas semejantes, son, en justicia, vituperables en las guerras»

 

La guerra justa II. La cuestión moral.

Con todo, las cuestiones éticas eran con mucha diferencia las más difíciles de resolver y Hugo de Payens que buscó el apoyo de algunas ilustres personalidades religiosas de la época, no tardó en experimentarlo. En 1128, el Prior de la Grande- Chartreuse a quién había consultado, les respondió con una carta bastante desmoralizadora.

"Es inútil atacar a los enemigos exteriores, sino se denominan a los interiores, es decir, a los vicios, y no sirve de nada tratar de liberar Tierra Santa de los infieles si antes no se libera el alma de sus defectos." Citando una carta de San Pablo a los efesios, el Prior afirmaba que no es realidad, contra los adversarios de carne y hueso, contra los que debemos de luchar, sino contra los principados, las potencias, los dominadores del mundo de las tinieblas,contra los espíritus del mal que habitan en los espacios celeste...

Conmovedora la lección espiritual que honra a un hombre consagrado a la vida contemplativa, pero que no podía imaginar qué significa encontrarse ante un grupo de bandidos sarracenos dispuesto a lanzarse sobre el convoy de peregrinos.

Los militares cristianos no eran especialmente clementes.Pero los arabes a veces hacían gala de su crueldad sin límites, con el enemigo. A finales de junio de 1119, los soldados turcos manos del Príncipe sirio el Ghazi arrastraron a los prisioneros franceses por toda la llanura de Alepo y los masacraron.No por el deseo mismo de matarlo, sino porque el jefe no quería privar de aquella diversión al populacho de la ciudad, por lo que llevó a Alepo y allí los torturó en la vía pública hasta la muerte.

De todos modos, las reticencias del Prior correspondía a una línea de pensamiento antiguo, bastante compartida.La actitud moral cristiana ante la profesión de la guerra ha sido siempre de rechazo, aun cuando ningún pasaje de los Evangelios contenga condena alguna al respecto. En los primeros tiempos del cristianismo para un catecúmeno, lo militar era un acto de desprecio a la ley de Dios y hubo figuras ejemplares de Santos que para abrazar la vida cristiana se despidieron solemnemente de las armas. Por lo demás, la cuestión había sido tratada ya en tiempos de Ambrosio y Agustín, y el tema de la licitud de las armas y de la guerra Justa seguía siendo extremadamente delicado, sin embargo, los graves problemas por los que basó la sociedad occidental en el siglo 10,Acentuado por la violencia cometida por húngaros y normandos todavía paganos habían favorecido a la adopción de actitudes más moderadas por parte de la Iglesia en relación con la práctica militar característico de este clima particular.

Eran, por ejemplo, el hecho de que Bucardo de Worms en su Decretum retomarse la Carta de Nicolás Primero, en el que el papá permitía a los penitentes el uso de las armas, si se trataba de servir a la lucha contra los paganos.

El choque entre el papado y el imperio por las investiduras y la lucha de la Iglesia por liberarse de las interferencias de poder laico habían favorecido la evolución del pensamiento Cristiano,mostrando la necesidad de que los pontífices dispusieran de una milicia a su mando a las que pudieran convocar en caso de emergencia para disuadir a los posibles agresores. El papá Gregorio séptimo, llegó incluso a bendecir el servicio de los caballeros, que ofrecieron su aportación armada en la defensa de la Iglesia. Pero, naturalmente no se trataba de monjes,sino de laicos que habían empleado siemprel el instrumento de la guerra. Y lo seguirían haciendo.

En cualquier caso, la propuesta que llegaba de Jerusalén era de contar de carácter completamente distinto, alejada a la mentalidad que durante siglos había dominado el ambiente monacal de Occidente según la cual no podía haber salvación eterna, sino tras la conversión total basada en el abandono del mundo y la elección del claustro, corriente de pensamiento que había tenido defensores muy ilustres e incluso en el siglo 11.

San Pedro Damián, uno de los máximos promotores de las reformas de la Iglesia y maestro de Gregorio séptimo, había expuesto una clara condena del ejercicio de la guerra para el incompatible con la perfección espiritual, a la que solo podían acceder mediante la vida contemplativa.

En la época inmediatamente posterior a la primera cruzada, pese a que el entusiasmo colectivo por la liberación del Santo Sepulcro perdurará durante largo tiempo, todavía había muchos que pensaban como él ; en esa época había alguien que podía ayudar a Hugo de Payens, en su intento de promover la fusión de los dos ideales que para gran parte de la sociedad cristiana eran opuestos e irreconciliables, un místico excepcional dotado de una habilidad de comunicación fuera de lo común, pero también capaz de mover las palancas precisas del ambiente religioso y político de su época.

Nacido de una familia de linaje caballeresco perteneciente a la baja nobleza de Bretaña, Bernardo de Claraval había escogido voluntariamente la vida del claustro a los 21 años. Convenció a sus hermanos de que lo siguieran y en 1113 abrazó los votos Monásticos en el Cister. Convencido de las reformas monásticas,Bernardo compartió el ideal de Comtemptus Mundi, es decir, la convicción de que la salvación eterna únicamente se consigue con el retiro, la ascesis y el abandono del mundo y todas sus múltiples corrupciones.

Es probable que Hugo se dirigiera a Bernardo, apenas llegó a Occidente.Tal vez las las respectivas familias pertenecientes a la pequeña nobleza tuvieron vínculos de parentesco o de alianza política. Quizás le entregará una carta de Balduino segundo a la que se lerogaba al Santo que se redactara para los templarios, una regla monástica adecuada, es decir, que fuera compatible con la necesidad de hacer la guerra al mismo tiempo que se adaptará a la dignidad de una orden religiosa. Hay historiadores que muestran su escepticismo sobre la autenticidad de este documento, pero no hay duda de que Payens trató de obtener la ayuda de Bernardo y en que en un primer momento sufrió la desilusión de verse completamente ignorado.

De entrada, el Abad debió parecerle absurdo la idea.De esta nueva religiosidad formada por frailes consagrados a la guerra. Algo así que como un bólido monstruoso.

Solo uno o dos años antes del viaje de Hugo y su experiencia en Occidente, Bernardo expresaba con sinceridad su amargura por haber desistido de su antiguo proyecto de entrar en el sitio para convertirse en templario.

Bernardo no era un rigorista como el padre de Damián, pero,conocía muy bien los hábitos de la vida caballeresca, laica, a la que pertenecía por nacimiento y abrigaba seria duda de que fueran conciliar por naturaleza de cualquier orden religiosa.

Arrogancia, afición al lujo y ostentación, desprecio por la vida humana, predisposición a la agresividad y a la violencia.Que la mentalidad guerrera saltaba con manifestaciones de coraje en mayor mérito de un caballero en los aquí, ante una ética específica de que la guerra como actividad del grupo dominante, la sangre como elevado valor que lleva a exaltar el combate en sí mismo.

Mientras los contemporáneos, que se dedicaban a la lírica del amor, celebraban el adulterio de los caballeros jóvenes con las mujeres de sus señores con los más viejos.

¿Cómo podría pretender que los caballeros del temple, originarios de aquel mundo y educado en esa infancia, en ese modelo de comportamiento, renunciaran de la noche a la mañana a semejante estilo de vida?

Bernardo, que conducía el poder de la obediencia y de la ascesis, y Hugo, que había vivido los sufrimientos de los peregrinos y la nostalgia invencible de Jerusalén sabían bien que existía una única manera aislar a los que poseían un sentimiento religioso más acusado,de los otros;que poseyera un sentimiento Guerrero acusado. Adoctrinarlo prepararlo para la vida de la nueva orden mediante un itinerario de disciplina largo y extremadamente inflexible.

Bernardo conocía la crítica situación en que se encontraba Tierra Santa y estaba en condiciones de dar su apoyo moral al nacimiento del Temple .Pero era un hombre obstinado y en absoluto dispuesto a establecer compromisos con sus convicciones, obligó a esperar largamente a Hugo.

Éste, que le hizo varios llamamientos a lo que solo responderá tiempo después. Su apoyo será decisivo para la fortuna del temple, simplemente porque fue capaz de encontrar una fórmula capaz de contentar al papa, y Balduino y sin rechazar las buenas intenciones que habían animado al grupo de caballeros.Penitentes consagrados al templo del señor.

El Temple VI


Los 9 primeros.

El carácter modesto y privado de la iniciativa de Hugo de Payens contrastaba claramente con los proyectos de Balduino. No hay rastro de que los templarios hicieran una predicación que engrosará su grupo. Antes de la intervención del Rey de Jerusalén y según la tradición transmitida por Guillermo, Arzobispo de Tiro hasta la confraternidad fue centralizada en época del Concilio de Troyes, en 1129, Payens y sus compañeros fueron siempre 9.

El Reino Cristiano de Tierra Santa estaba amenazado por la escasez de población residente y de efectivos militares que pudieran llevar realmente al campo de batalla cuando se hiciera falta. Es indudable que los proyectos que Balduino, tenía en mente para la congregación de Payens no correspondían al espíritu y a la finalidad con que se había fundado, y es bastante probable que el soberano se viese precisado de emplear mucho tiempo en convencer al Grupo.

Para la formación de una verdadera orden militar era menester reclutar muchos combatientes más, pero también encontrar ingentes recursos económicos, con los que mantener los efectivos y poder garantizar el avituallamiento y los suministros indispensables.En un mundo en que la guerra todavía se libraba entre soldados que luchaban esencialmente a caballo y cubierto por completo de pesadas armaduras, cuya fabricación requería mucho tiempo y dedicación de artesanos y especialistas, este cuerpo militar en el que pensaba Balduino, nunca podría carecer de recursos económicos, so pena de perder de inmediato su funcionalidad. Hugo en calidad de cabeza y fundador de la orden, debió de asumir notables responsabilidades administrativas y judiciales y militares, las mismas que tenía en la vida secular como titular del feudo, al que había renunciado voluntariamente para ir a Jerusalén como penitente consagrado al Templo del Señor.

Tal vez en el tiempo en que el Conde Fulco de Anjou que convivio entre los templarios en 1120, no fuera algo casual ni estuviera alejado de los proyectos del Rey de Jerusalén. Ese mismo año, Balduino les dejo como sede un ala del Palacio en el que había usado hasta entonces.En calidad de residencia real, lo cual no se avenía con la originaria intención de la pobreza del Grupo, pero que tenía un valor simbólico indudable. Aceptar esa donación no significaba solamente ampliar la institución, sino también y de todo, demostrar que la misma estaba cambiando de naturaleza.Que estaba asumiendo un puesto de privilegio en la sociedad de Tierra Santa junto a la realeza.

La corona debió de presionar a los primeros templarios, contando con el apoyo de la autoridad del patriarca de Jerusalén, que compartía con el soberano.En aquella epoca la corona compartia preocupaciones del clero por la defensa del Reino.

La confraternidad estaba sometida al patriarca, máximo exponente de la jerarquía de la Iglesia secular en Tierra Santa, y probablemente fue quien sensibilizó al Grupo sobre las exigencias logísticas de la región y quien convenció a Payens de la necesidad de afrontar la transformación radical de la Confraternidad; dell mismo sentido de que imprimió a otra orden religiosa fundada en Jerusalén unos años antes, dedicadas a la curación de enfermos y peregrinos, la de San Juan del Hospital, que más tarde asumió una función militar completamente ajena a su espíritu originario.

Vencer la desconfianza de los primeros templarios no fue el único obstáculo, era superar la población del Reino, no respondía a las exigencias de reclutamiento y era preciso buscar otros recursos humanos fuera del territorio.

Aunque balduino, según no tenía parte, tenía de su parte el patriarca de Jerusalén, y el bondadoso Sabio Gormundo de Picquigny para fundar una institución también tuviera de carácter religioso se necesitaba el visto bueno del papá.

En 1126, el Conde de la Champagne regresa a Jerusalén e ingresó en el Grupo de templarios, incorporación que no es insignificante, pues se trata de un hombre poderoso que pertenece a la más alta nobleza del Reino de Francia.Y está involucrado en la política de la edad Media en Europa.

Al siguiente año, Hugo de Payens deja Jerusalén, con algunos compañeros para emprender un viaje importante a Occidente que habrá de decidir la suerte de la fortuna de la orden va directamente a Francia y es muy probable que lo hiciera un alto en Roma, donde pediría audiencia al papá Honorio.Segundo Pontífice muy sensible a los problemas de Tierra Santa y que por ello mostraría un gran interés en el proyecto en ciernes. Durante la década de los años 1127 -1130, Payens viaja y toma contacto con personas muy importantes de Europa Central y Occidental.

Con la ayuda de su compañeros caballeros, originarios de diferentes partes de Francia, se detiene en su tierra natal Champángne, Anjou y a Maine donde tiene inmejorables relaciones con el Conde Folco quinto. Viaja también a Poitou y Normandía, donde es recibido por el rey Enrique. Primero, que lo invita bajo su patrocinio a Inglaterra y a Escocia.Tras su regreso a Francia, visita Flandes y a finales de 1129 recorre todo el Valle del Ródano, cuando se embarque en Marsella con destino a Jerusalén, tendrá alrededor de un número importante de nuevos templarios.


El Temple: V


Concepto de pobreza en la orden del temple.

Las marcas más vigorosas de Hugo de Payens había querido dar a su confraternidad era la pobreza y la penitencia.El Grupo debía vivir con un espíritu de servicio en Tierra Santa y cumplir la misión militar de la defensa de los cristianos para expiar sus pecados. Por esta razón, en un principio los caballeros no poseían una sede fija, vestían telas que la población le donaba como limosna y obedecían al capítulo de los canónigos del Templo.

Fue el rey de Jerusalén quién intervino sobre la estructura originaria de la confraternidad para modificar sus objetivos.Y estas transformaciones hicieron sentir de inmediato sus efectos a comienzos del siglo 12. El concepto de pobreza que Payens había adquirido adoptar como estandarte tenía un significado muy distinto al que hoy se le asigna la pobreza. Era una dimensión del espíritu antes que de la materia, la marca de los indefensos y, sobre todo, representaba un valor Pauper no es el contrario de dives, sino que se contrapone más bien a potens, esto es, al que se le hace fuerte por medio de las armas y de su poder en el seno de la sociedad. La idea de pobre que se tenía en la época de Hugo podría traducirse hoy como humilde, inofensivo, antes de como mera referencia a una situación de penuria ecónomica.

Por lo demás, es natural que en un contexto social como del comienzo del siglo 12 en el que todo poder laico estaba en manos de los diversos niveles de la aristocracia militar, que no pudiera ejercer la práctica de las armas, tendiera a ser una persona de condiciones bastante modestas. No obstante; había también defensores del concepto de pobreza, es decir, quienes teniendo la posibilidad de valerse de la práctica militar no la usaba y le otorgaba una supresión a una supremacía sobre los hombres, optaba por renunciar a ella.


El Temple IV


Centinelas.

Después de la conquista cristiana, la ciudad Santa quedó bajo el mando de Godofredo de Bouillón, Duque de Lorena, que en las gobernó con el título de Sancit Sepulcrhi Advocatus y luego tras la muerte de éste bajo el de Balduino primero, que fue coronado rey por el patriarca de Jerusalén el día de Navidad del año 1100.El Santo Sepulcro fue dotado de canónigos de confesión latina para que atendieran el cuidado de las almas y el culto solemne. Estos canonigos se fusionaron con el clero l del rito griego que los emperadores bizantinos habían instituido en la Basílica de la Anastasis durante los siglos anteriores y que nunca habían abandonado ese lugar. Ni siquiera durante la fase más difícil de la dominación islámica.

Los monjes de observancia continuaron residiendo en la Basílica y Oficiando el culto de acuerdo a la liturgia bizantina, en un altar a ellos reservado en 1114, el patriarca Arnulfo de Chocques convirtió a los clérigos latinos en canónigos que asumieron la regla de San Agustín.También la gran mezquita de Al Aqsa, conocida la cúpula de la roca porque guardaba el bloque de piedra desde cual Mahoma había ascendido al cielo y que se levantaba junto a las ruinas del templo de Salomón, recibió para el culto a un grupo de canónigos regulares agustinos llamados canónicos del templo; ambas iglesias acogieron a algunos hombres que hicieron votos de vivir con los monjes, respetando las costumbres previstas en su orden, pero sin asumir por completo el estado monacal, pues mantenía su pertenencia a la aristocracia militar.

La iniciativa tenía el carácter de una confraternidad laica y sus miembros se consideraban consagrados al servicio de la Basílica para obtener la remisión de los pecados.

Del grupo que se consagró los canónigos del templo formaba parte Hugo de Payens junto a algunos caballeros suyos.No sabemos con precisión si Hugo Participó en la primera cruzada y en la conquista de Jerusalén;pero es seguro que en el año 1104 o mejor aún en 1105, como sugiere una reciente investigación, fue a Tierra Santa con el séquito del Conde de la Champagne, quien realizaba por entonces su primera peregrinación. Según fuentes, en 1113 Hugo todavía mantenía el título del señor de Payens.Pero al año siguiente emprendió el viaje para retornar a Jerusalén, donde permanecería varios años sin interrupción.Su elección debió haber sido largamente meditada.Tal vez el noble hubiera enviudado tras su última estancia en la ciudad Santa, razón por la cual habría podido realizar un compromiso religioso que la condición matrimonial le impedía ser solemne e irrevocable. Pocos años después, la precaria situación del Reino conllevará que esta piadosa intención nacida de la fe privada de un caballero valiente, evolucione hasta trascender las intenciones de su fundador para convertirse en una de las instituciones con mayor autoridad y más poderosa del oriente latino.

En 1119, una terrible masacre de peregrinos cerca del río Jordán había conmovido a la sociedad cristiana y en su repercusión fue tan fuerte que llegó incluso a Europa y se hizo particularmente evidente.En la crónica de Alberto de Aix, al año siguiente, en la ciudad de Nablus tuvo lugar una importante asamblea de grandes personalidades cristianas, en la que es probable que las deliberaciones girarán en torno a los problemas defensivos del Reino. Ese año, Balduino, segundo, realizó un nuevo llamamiento a la sociedad cristiana, en el que subrayaba que la Tierra Santa necesitaba una estructura capaz de asegurar un servicio de policía eficaz.

La defensa del Reino se había confiado al Ejército real, compuesto por tropas suministradas por la nobleza de Tierra Santa, que se habían repartido los territorios arrebatados a los turcos y que a menudo tendría dar muestra de una de una actitud independiente respecto a la corona, pero el rey no podía restarle poder porque las necesitaba para la defensa del Reino.

Balduino, segundo, y el patriarca de Jerusalén debieron reflexionar durante bastante tiempo sobre la situación, evaluando la posibilidad de que la confraternidad de militares laicos fundada por Hugo de Payens pudiera llegar a ser extraordinariamente útil en el Reino de Tierra Santa, si se encontraba la manera de transformarla en una milicia independiente, solo sometida a la Iglesia, el soberano podría disponer de un importante contingente militar susceptible de ser utilizado políticamente, sin tener que sufrir presiones autonomistas de los señores feudales del Reino.Payens y sus camaradas decidieron asumir un compromiso religioso definitivo.Según la crónica de Guillermo, Arzobispo de Tiro, alrededor del año 1120 adoptaron los 3 votos monásticos de obediencia, pobreza y castidad ante el patriarca que les confió oficialmente la misión de proteger a los peregrinos de los ataques de los ladrones y caminos islámicos.Para entonces, el grupo ya era conocido y apreciado por la población. En ese año, el Conde Fulco de Anjou, futuro rey de Jerusalén, vivió entre sus miembros un cierto tiempo y antes de marcharse, dejó como limosna una importante suma de dinero.

Balduino segundo, donó a Hugo de Payens y sus compañeros una parte del edificio que inicialmente se había usado como Palacio Real, que estaba situado junto a los restos del templo de Salomón. Los miembros de la confraternidad comenzaron entonces a hacer llamado Militia Salomonica Templi.Y más adelante, fratres templi o simplemente templarios.