martes, 26 de octubre de 2021

Hallan espada cruzada en la costa de Haifa


Shlomi Katzin, un buceador aficionado, encontró una espada de 900 años de antigüedad, casi un milenio, en el fondo del mar Mediterráneo mientras buceaba este sábado frente a la costa del Carmelo, en el norte de Israel, dijo este lunes la Autoridad de Antigüedades de Israel (IAA) en un comunicado.

Aunque tiene organismos marinos incrustados, la hoja, empuñadura y guarnición de un metro eran lo suficientemente características como para reconocerla después de que las corrientes submarinas movieran las arenas que la habían ocultado. Otros artefactos encontrados en las inmediaciones de la espada eran anclas de metal, anclas de piedra y fragmentos de cerámica...

La ley israelí exige que cualquier artefacto encontrado sea devuelto a la nación. Después de su descubrimiento, Katzin dijo que recuperó la espada del fondo del mar por temor a que el hallazgo fuera robado o enterrado de nuevo. La entregó a las autoridades y recibió un certificado de reconocimiento por "buena ciudadanía".

La ubicación, una ensenada natural cerca de la ciudad portuaria de Haifa, sugiere que había servido como refugio para los navegantes, dijo Kobi Sharvit, director de la unidad de arqueología marina de la autoridad, que añadió que alrededor de las calas más grandes se construyeron antiguas ciudades portuarias y otros asentamientos humanos.

"Estas condiciones han atraído a barcos mercantes durante eras, dejando atrás ricos hallazgos arqueológicos", dijo en un comunicado.

La espada, que se cree que tiene unos 900 años, será exhibida una vez que sea limpiada y restaurada.

Nir Distelfeld, funcionario de la IAA, la describió como un "bello y raro hallazgo" que probablemente perteneció a un caballero cruzado. "Es emocionante encontrarse con un objeto tan personal, que te lleva 900 años atrás en el tiempo a una época diferente, con caballeros, armaduras y espadas".
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Durante las Cruzadas, que se extendieron desde finales del siglo XI hasta finales del siglo XIII, los caballeros europeos construyeron asentamientos fortificados en Tierra Santa para intentar establecer un reino cristiano con Jerusalén como capital.

Las fuerzas musulmanas no viajaban por mar, lo que, según Sharvit, indicaba que la espada era un arma de los cruzados, según Haaretz.

Orden de San Jorge de Hungría


La sociedad húngara conocida como la Orden de San Jorge (en latín, Societas militae Sancti Georgii; en húngaro, Szent György lovagrend) fue una orden militar cristiana de caballeros fundada en el Reino de Hungría en la Edad Media en el Siglo XIV por el rey Carlos I Roberto de Hungría. La Orden de San Jorge fue la primera de carácter laico fundada en el mundo en 1326, puesto que las demás (orden templaria, teutónica, hospitalaria) eran de naturaleza eclesiástica. La orden húngara existió bajo los reinados de Carlos I Roberto de Hungría, su hijo Luis I de Hungría y un breve periodo bajo María I de Hungría.

Antecedentes
Rey Carlos I Roberto de Hungría, fundador de la orden

A finales del siglo XIII, el reino húngaro sufría una crisis, en la que los monarcas de la Casa gobernante de Árpad habían quedado opacados ante el creciente poder feudal de los húngaros. Carlos Martel, hijo del rey Carlos II de Nápoles y Sicilia y María de Hungría, Reina de Nápoles, era nieto por vía materna del fallecido Esteban V de Hungría (1239 - 1272). Al morir Esteban V, le sucedió su hijo Ladislao IV, quien reinó hasta ser asesinado en 1290. De inmediato, Carlos Martel se apresuró a reclamar el trono de su fallecido tío Ladislao IV, pero fue rechazado ante la llegada de Andrés III, quien resultó ser el último miembro varón de la dinastía. Carlos Martel nunca obtuvo el trono húngaro, pero su hijo pronto se impuso luego de la muerte de Andrés III y fue coronado como Carlos I Roberto de Hungría en 1301.

A partir de este momento, Carlos Roberto debió enfrentar a los nobles húngaros que amenazaban el poder real desde hacía ya varias décadas. Entre los más poderosos se hallaban: Mateo Csák, Ladislao Kán, Jacobo Borsa el Calvo y los hijos del fallecido Amadeo Aba, quienes eran amos de enormes territorios en el reino.

En 1311 murió Amadeo Aba, y el poder y sus territorios pasaron a manos de sus hijos, quienes mantuvieron la postura hostil de su padre contra el rey. Luego de incontables enfrentamientos armados, Carlos Roberto los venció en la Batalla de Rozgony el 15 de julio de 1312 y de esta manera, para la década de 1320 el poder real ya se distribuía nuevamente por el reino.

Tras casi dos décadas, la aristocracia húngara cambió, y surgieron nuevos apellidos nobles: Nekcsey, Drugeth, Lackfi, Szécsényi, Báthory, Bebek, Kállay, Garai, Kanizsai, Szécsi entre otros, los cuales apoyaban al rey y obtuvieron la nobleza por luchar contra los nobles que se oponían al poder real. De esta forma en 1326 se fundó la Orden de San Jorge, integrada por 50 caballeros, que juraron lealtad a Carlos Roberto y al reino húngaro.

En el documento original quedó sentado que esta orden fue bendecida por el trigésimo tercer arzobispo de Esztergom Boleslao Piast, así como por Nicolás, el obispo de Győr, Juan el obispo de Nitra, Ladislao, el obispo de Pécs, Pedro, el obispo de Bosnia, Lorenzo, el obispo de Vác, Csanadinus, el obispo de Eger y por Enrique, el obispo de Veszprém.

Fundación y objetivos 1326

El estatuto de la Orden fue revelado el 24 de abril de 1326, el día de San Jorge, por el rey Carlos I Roberto de Hungría, en presencia de Boleszló, el arzobispo de Esztergom y los obispos húngaros en la ciudad de Visegrado. Sin embargo, muchos investigadores afirman que la orden fue fundada tres años antes de lo establecido.

Los caballeros debían llevar a cabo tareas laicas y eclesiásticas, al servicio de la corona húngara y el rey legítimo. De sus tareas eclesiásticas se traducía que debían proteger el Cristianismo de cualquier atacante pagano de la época, proteger la celebración de las fiestas religiosas, e igualmente defender a los débiles y pobres. Ellos protegían al rey y a los miembros de su corte, y en varias ocasiones protegieron la Santa Corona Húngara, como cuando en 1323 fue llevada a la ciudad de Visegrád. Por otra parte, los caballeros también debían velar por el cumplimiento de las reglas en las justas medievales reales.

La Orden fue creada para que la nueva aristocracia y el poder real se acercasen el uno al otro y se mantuviesen comprometidos, así como para mantener cohesión entre los propios nobles, haciéndose mucha énfasis en el concepto de fraternitas. Los viernes se realizaban las reuniones y debían presentarse con capas negras largas hasta las rodillas y habiendo ayunado, no debían insultarse entre sí los miembros, y en caso de haber sufrido una pérdida familiar o personal, lo esperado era que se apoyasen y consolasen el uno al otro según estipulaba la carta de fundación de la sociedad. La Orden propiamente nunca fue disuelta, aunque décadas más tarde perdió mucha importancia y protagonismo. En el extranjero, las otras órdenes quedaron como entes de carácter eclesiástico, donde sus Grandes Maestres fueron elevados al rango de Príncipes por el Papa.

En sus inicios, el reglamento interno de la orden no contenía el derecho a nombramiento de caballero, pues solo podían ser miembros aquellos que ya eran caballeros. Igualmente, la orden tampoco tuvo Gran maestre, sino que contó con un canciller y con dos jueces principales. Entre 1326 y 1344, la orden podía aceptar un solo miembro, y su máximo no podía exceder los 50. Para aceptar a alguien en la orden todos los miembros debían estar de acuerdo. El primer canciller de la Orden fue Tomás Szécsenyi, Nádor de Hungría y voivoda de Transilvania, así como el primer juez secular fue Demetrio Nekcsei y el primer juez eclesiástico fue Csanád Telegdi, obispo de Eger.
Miembros fundadores de la Orden el 24 de abril de 1326[1]​Editar

    Tomás Szécsenyi. Nádor de Hungría, voivoda de Transilvania.

    Demetrio Nekcsei. Chambelán del Rey.

    Csanád Telegdi. Obispo de Eger.

    Pablo Ártándy. Caballero de la corte.

    Esteban Rozgonyi. Caballero de la corte.

    Ladislao Rozgonyi. Caballero de la corte.

    Domonkos Bebek de Pelsőcz. Caballero de la corte.

    Juan Bornemissza de Karthal. Caballero de la corte.

    Nicolás Csém . Caballero de la corte.

    Tomás Dalmady. Caballero de la corte.

    Dancs Kövecsei. Ispán de Zólyom.

    Francisco Décsy. Caballero de la corte.

    Nicolás Dörögdi de Dörögd. Praepositus de la Iglesia católica de Bratislava.

    Juan Drágffy de Szentgyörgy y Verebély. Ispán principal de la región de Ugocsa.

    Felipe Drugeth de Geren y Homonna.

    Juan Drugeth de Geren y Homonna. Ispán.

    Guillermo Drugeth de Geren y Homonna. Ispán.

    Nicolás Garai de Gara (Abuelo de Nicolás Garai, futuro Nádor de Hungría). Maestro de caballerías.

    Pablo Garai de Gara. Ispán principal.

    Nicolás Gilétfi. Caballero de la corte.

    Esteban Maróti (Gút-Keled). Caballero de la corte.

    Lorenzo Hédervári. Caballero de la corte.

    Nicolás Herczegh de Zekchew y Zilah. Caballero de la corte.

    Felipe Kórógyi. Caballero de la corte.

    Esteban Ákos. Obispo de Veszprém.

    Juan III. Obispo de Nitra.

    Ladislao Kanizsai. Caballero de la corte.

    Lorenzo Kanizsai. Caballero de la corte.

    Pedro Keglevics de Buzin. Caballero de la corte.

    Kolos, hijo del amo Kolos.

    Alejandro Köcski. Juez nacional.

    Andrés Kőszegi. Señor de las regiones Oestes del reino.

    Esteban Lackfi. 33. Lackfi István bán

    Nicolás Laki de Hathalm y Dáka.

    Tomás Losonczi. Caballero de la corte.

    Nicolás Merse de Szinye. Caballero de la corte.

    Pedro Merse de Szinye. Caballero de la corte.

    Ladislao Móré de Csula y Dada. Caballero de la corte.

    Pablo Nagymartoni. Ispán.

    Julio Rozgonyi, el hijo de Rénold Rozgonyi, Nádor de Hungría . Caballero de la corte.

    Pedro Sebesi. Caballero de la corte.

    Dionisio Szécsi de Szilágy y Szécs. Caballero de la corte.

    Desiderio Szécsi de Szilágy y Szécs. Caballero de la corte.

    Ladislao Szénás. Caballero de la corte.

    Clemencio Tarkövi. Caballero de la corte.

    Ladislao Tarkövi. Caballero de la corte.

    Pablo Tomory. Caballero de la corte.

    Lorenzo Újlaki. Caballero de la corte.

    Feliciano Zách. Caballero de la corte.

    Ladislao Zichy de Zich y Vásonkeő. Caballero de la corte.

Situación legal de la Orden a través de los siglos y en la actualidad

En el Siglo XIV, el rey Segismundo de Hungría fundó la Orden del Dragón para defender el reino de los invasores turcos otomanos. En su carta de reglamento se hacen menciones de la orden prácticamente inactiva para la época, convirtiéndose la Orden del Dragón en una suerte de sucesora. La Orden de San Jorge jamás fue suspendida durante el periodo comunista. Sin embargo, tampoco operó, estuvo en estado latente. A partir de 1990, luego de la caída de la cortina de hierro, la Orden fue renovada por historiadores y arqueólogos según las investigaciones y escritos medievales húngaros. De esta manera, a partir del 28 de marzo del 2001, la orden goza de reconocimiento internacional luego de varios siglos de inactividad, y es considerada un legado hereditario e histórico de la ciudad de Visegrád.

El símbolo de la orden

El símbolo de la Orden es un escudo de fondo rojo, con una cruz doble ortodoxa blanca en el centro. En la parte superior del escudo se hallan las siglas I.V.I.S.H.F.S., las cuales significan en latín: „ IN VERITAE IUSTUS SUM HUIC FRATERNALI SOCIETATI „ (Soy Justo con la Verdad hacia esta Sociedad Fraternal).

Conradino de Hohenstaufen



Conradino de Hohenstaufen, duque de Suabia (o Conrado IV de Suabia) (Landshut, Baviera, 25 de marzo de 1252– Nápoles, 29 de octubre de 1268), rey de Sicilia como Conrado II desde 1254 a 1268 y rey nominal de Jerusalén, como Conrado III. En algunas ocasiones es mencionado como Conrado V, aunque nunca sucedió a su padre Conrado IV en Alemania. Luchó por recuperar el control de su familia sobre el Reino de Sicilia pero fue derrotado en 1268 en Tagliacozzo por Carlos de Anjou, que ordenó su decapitación.


Hijo del rey Conrado IV de Alemania y de la princesa Isabel de Baviera, fue el último representante de la dinastía de los Hohenstaufen. A la muerte de su padre Conrado IV en 1254, su heredero, Conradino, de solo dos años, permaneció en Alemania bajo la tutela del duque Luis II de Alta Baviera, mientras sus reinos de Jerusalén y Sicilia eran gobernados a través de regentes.

En 1258, Manfredo de Sicilia, regente de su sobrino Conradino en Sicilia, usurpó el trono y fue coronado Rey de Sicilia. En la Batalla de Benevento (1266), Manfredo fue derrotado y muerto, frente a Carlos de Anjou, el candidato del Papa, a la sazón suzerano del reino; y años después Conradino intentó, con apoyo gibelino, recuperar su herencia frente Carlos de Anjou, pero este le derrotó y capturó en la Batalla de Tagliacozzo, siendo poco después decapitado en la Plaza del Mercado en Nápoles, con solo 16 años de edad.

miércoles, 20 de octubre de 2021

Jheronimus van Aken, El bosco.


El Bosco, es dueño de una de las mentes más inquietantes y los pinceles más estremecedores de la historia del arte. Las obras de El Bosco han sobrevivido a los siglos, y aún hoy siguen generando asombro entre aquellos que tienen la suerte de contemplarlas.
El pintor flamenco conocido como El Bosco y autor de cuadros tan conocidos como " El jardín de las delicias ", se alza como uno de los artistas más peculiares y extraños de la historia.
Fue capaz de imaginar mundos fantásticos llenos de simbolismos, en los que el erotismo, el pecado y la moral protagonizaban. Las obras de El Bosco son tan maravillosas como extravagantes, y aún hoy no dejan de inquietar a curiosos y entendidos que ven en su legado, todo un desafío a los sentidos y al entendimiento. Un exponente único de los siglos XV y XVI que nos encanta traer a nuestro espacio.

El pintor El Bosco se popularizó en el mundo entero con este seudónimo, pero su nombre real era Jheronimus van Aken, y después fue conocido como Jerónimo Bosch.
Nació en Holanda, en el año 1450. Sus biógrafos señalan que venía de una familia de pintores. Su padre y abuelo parecían dominar el arte de los pinceles, y serían sus primeros maestros. Del resto, poco se sabe sobre sus primeros años.
Lo que realmente lo llevaría a la fama sería el hecho de convertirse en el pintor preferido de Felipe II, el Hermoso. Sería este monarca quien compraría muchas de las obras de El Bosco, y quien encargaría una de las más famosas: el Juicio Final, en el año de 1504.
Y aunque la vida del pintor El Bosco esté llena de episodios desconocidos, sobre los cuales no quedaron registros, su obra tienen la potencia para hablar por él.
A pesar de ser considerado un maestro de la pintura flamenca, bien supo diferenciarse de todos sus contemporáneos. El análisis de sus obras habla de que el artista probablemente hacía un proyecto detallado antes de la ejecución en el lienzo. Tonalidades contrastadas y atrevidas, personajes santos combinados con otros mucho más comunes.

La caricaturización de los personajes se combina con la presentación de ideas grotescas, sarcásticas y plenas de una imaginación onírica alucinante. Entre la influencia de las creencias en la alquimia y la brujería, y los rumores apocalípticos de año 1500, el pintor El Bosco desnuda sus más profundas ideas sobre la moral, de una manera descarnada y abrumadora.
La esencia de su obra

Cuando alguien se detiene un instante ante un cuadro del pintor El Bosco, no alcanza a comprender cómo unas ideas tan arriesgadas aparecían ya con tanta fuerza en un artista del siglo XV.
En ocasiones vemos incluso trazos que nos recuerdan mucho a esa locura y genialidad pictórica del mismísimo Dalí.
Una modernidad que cautivó a media Europa. Sus cuadros eran monstruosos y oníricos a la vez, donde aparecen hombres con cuerpos de animales, con torsos mitad humanos mitad pez, escenas con alto contenido sexual y las representaciones más inverosímiles.
Las obras de El Bosco nos muestran a un artista auténticamente heterodoxo. No solo gustaba de representar la moral de las personas y las clases sociales, sumiéndolas en el ridículo, sino que también apostaba a la simbología para dejar ciertos mensajes ocultos en sus obras. Estas creencias heterodoxas lo hacían ver y representar el catolicismo de su época desde una perspectiva un tanto desafiante y oscura, muy oscura. Pero pocos parecían ver estos indicios, y menos
el propio Felipe II.

Un ejemplo de ello podemos verlo por ejemplo en la obra La Ascensión de los heridos al Paraíso celestial. En ella, vemos una escena bastante estremecedora que a todos nos es conocida por múltiples películas, e incluso declaraciones de personas que dicen haber sufrido este tipo de experiencias. La de haber estado al borde de la muerte y ver ante ellos, la imagen de un túnel resplandeciente.
Pues bien, esta imagen aparece en el cuadro nombrado.
Para el pintor El Bosco, la muerte no parecía ser un encuentro con Dios en el paraíso. Para él tenía una imagen un poco más espiritual y original. Solo un túnel donde se dirigen las almas. Algo que sin lugar a dudas hubiera enfurecido bastante a Felipe II, fiel coleccionista de su obra. Un monarca férreamente católico que celebró con alegría aquel día en que fueron asesinados en Francia decenas de miles de protestantes. Felipe II, era sin saberlo, un admirador devoto de la obra de un auténtico hereje.

Las obras de El Bosco más conocidas.


El Jardín de las delicias

Los detalles de El Jardín de las delicias nos presentan una obra verdaderamente impactante y de las más conocidas del autor.
En este cuadro hecho a modo de tríptico se nos muestra el tercer día de la creación del mundo. Ya en la izquierda y en la parte de arriba podemos ver a Dios junto a la frase: Ipse dixit et facta sunt. Ipse mandavit et creata sunt, qué viene a decir algo como «Él lo mandó, y todo fue creado».
¿Y qué es lo que configuró Dios desde los cielos según el pintor El Bosco? Pues un universo bien caótico. Empecemos desde la izquierda, ahí donde podemos ver un peculiar Jardín del Edén en el cuál aún pervive la lujuria tras las figuras de Adán y Eva. También el mal sigue presente pero oculto en este Paraíso, a través de singulares y desagradables bichejos, alimañas que representan al pecado, y de lechuzas, que simbolizan también el mal.
En el panel central de esta genial propuesta entre las obras de El Bosco, vemos el falso paraíso en la Tierra. Ahí donde la especie humana se ha dejado caer en las «delicias» del pecado y también la lujuria.
Aparecen diversas escenas sexuales de varias formas y en imaginativas posturas, dibujándose también representaciones homosexuales.
Todo está envuelto en una compleja y fascinante simbología: animales, frutas, criaturas extrañas, burbujas, conchas, frutos y alimentos podridos… el placer de la carne que se corrompe, el vicio humano en esencia. Estanques con símbolos, fuentes de la eterna juventud, circos, acróbatas, bestias, toros, osos, unicornios… todo ello representa la corrupción humana para El Bosco.
El panel derecho representa el infierno, ahí donde los pecados son castigados. Vemos por ejemplo un cuchillo en el aparece la letra m, en referencia a antiguas profecías medievales que decían que el nombre del anticristo, tendría nada más y nada menos que esta inicial.
Vemos también extrañísimas criaturas oníricas, monstruos devorando personas y defecándolas a una especie de letrina… escenas que nos ponen el pelo de punta y que nos revuelven el estómago, sin dejar de admitir en ningún momento, la fuerza expresiva de este autor del siglo XV y XVI.

La extracción de la piedra de la locura.

Y otra de las grandes obras del pintor El Bosco, con la que genera el impacto de todo el que la aprecia, es La extracción de la piedra de la locura.
En esta pintura el artista deja en claro su posición anticlerical, absolutamente disruptiva para la época. Lo que se muestra es una especie de operación quirúrgica, que era un acto que realmente se realizaba durante la Edad Media.
El fin era extraer una piedra, que se creía que las personas que se habían vuelto locas tenían en su cabeza. Un curandero o falso doctor dirige la atroz operación, en la que un fraile y una monja funcionan como testigos mudos, siendo la representación de la ignorancia y la superstición religiosa.
Sin duda que las obras de El Bosco tienen un universo propio, que curiosos, críticos, investigadores y fanáticos han podido observar a la distancia, tal como se ve al infinito abismo desde el precipicio, sin poder dar un paso más.

Un contemporáneo describre a los Templarios

Primer Testimonio documental del Temple en Cataluña


El primer testimonio documental sobre el asentamiento del Temple en Cataluña, lo conocemos por la donación otorgada el 14 de julio de 1131 por el conde de Barcelona, Ramón Berenguer III, a la Santa milicia jerosolimitana del Templo de Salamon. Por ella el conde hace entrega del castillo de Grañena, ubicado a 6 kilómetros al sur de Cervera, con todos sus términos, posesiones y derechos. Además el propio conde ofrecía su persona a Dios Omnipotente y a la Santa milicia del Temple, y se entregaba a sí mismo a los dichos hermanos que allí militan en defensa de la cristiandad en manos del hermano Hugo Rigaldi, vicario de la Orden, de tal modo se entregaba a ellos en el futuro, mientras le durare la vida, viviría como soldado de Dios bajo la obediencia de los hermanos templarios, sin tener nada propio, y allí donde ellos quisiere. Con esta fórmula tan expresiva profesaba como hermano templario el conde de Barcelona y de Provenza en manos del maestre de Provenza y Cataluña, Hugo Rigaud, aunque en el documento suscriba otro templario de nombre Pedro Bernardo, fratis societarios Templi Salomónis.

La representación de la Parousía en el Románico


La PAROUSÍA.  

La palabra parusía viene del griego παρουσία (parousía) que significa 'presencia', 'llegada', 'venida'. Hoy en día se usa principalmente para referirse al advenimiento de Jesucristo en el Juicio Final.
La única foto que se muestra en todo su esplendor en un pórtico Romanico es ésta de Santa María la Real de Sangüesa, Navarra. A la derecha de Dios los bienaventurados, a su izquierda los condenados tras no superar la psitacosis, que es el acto que describe el término psitacosis proviene del griego y significa el peso del espíritu o la lucha del alma, esto es, el procedimiento por el cual se determina la condenación o salvación eterna


 

¿Qué está escrito en la espada de los Caballeros Templarios?

Aunque las espadas de los Caballeros Templarios históricamente, no tienen nada que ver con la que vemos en la imagen, hoy en las reproducciones podemos ver  diferentes adornos que dan lugar a la fantasía y a la leyenda, ya que estas en su contexto histórico, se basaban en la humildad, en su eficacia y manejo, siendo totalmente espartanas y carentes de todo adorno y pompa, como asi lo prescribían las normas de la Orden, que huía de todo lo terrenal, y superfluo.
 
Hoy en día en las diferentes reproducciones, podemos encontrar, las mas dadas a las fantasías, tanto basadas, en los aires de grandeza de los masones, como en la imaginación de sus realizadores. Nada mas lejos de la realidad. 
 
De las mas sencillas he elegido este modelo, que si, refleja un lema de la orden, pero que sigue alejándose, del stándar de la Orden y que quiero, reflejar aquí en este post.
 
Presenta el famoso motivo Templario estampado en el pomo de la Espada, el texto en caracteres griegos y latinos, Sigillum Militum Xpisti significa: "el Sello de un Soldado de Cristo". La Orden de los Caballeros Templarios se estableció en 1118 para garantizar la custodia de los Santos Lugares y proteger las rutas de peregrinaje.  Y no para engrandecer a su portador, o como motivo de grandeza. 
 
He aquí una de las numerosas reproducciones erróneas de dichas espadas, que son mas bien de motivo ceremonial y no funcionales para el combate.





lunes, 11 de octubre de 2021

Ruad, el último bastión en Tierra Santa


El mundo cristiano emprendió contra el musulmán nueve cruzadas o guerras religiosas en disputa por el control de Tierra Santa. La novena y última, que algunos consideran sólo una prolongación de la anterior, tuvo lugar entre 1271 y 1272. La lideró el príncipe Eduardo I de Inglaterra, que tomaba el relevo de rey Luis IX de Francia, fallecido durante la octava. Una vez más terminó en fracaso y esta vez definitivo. Los cristianos tuvieron que salir de la región y el episodio postrero fue la caída de Ruad, el último bastión, en 1302.

Ruad (o Arwad) es una isla situada a unos tres kilómetros de Tartus, la antigua Tortosa, en la costa de Siria. Si hoy acoge a poco más de cuatro mil habitantes constituyendo un tranquilo pueblo pesquero, su historia recogió un amplio abanico de culturas y civilizaciones que incluyó la egipcia, la fenicia y la persa antes de helenizarse a manos de los seleúcidas y luego pasar a dominio romano. En la Edad Media se convirtió, por sus características, en una magnífica cabeza de puente para los cruzados, después de que la caída de Acre en 1291 supusiera su renuncia al Reino de Jerusalén y a su presencia en el Levante.

Tan buena era aquella isla para eso que, en efecto, a finales del año 1300 fue el lugar elegido para reiniciar la conquista. Contaba además con el hecho simbólico de que el puerto de Tortosa había sido el punto por el que los cruzados habían abandonado la región para instalar el reino en Chipre, algo que llevaban muy dentro los maestres de las grandes órdenes de caballería, la del Temple y la del Hospital, porque al haber sido incapaces de defender las últimas fortalezas (las de Sarvandikar y Roche-Guillaume, en Antioquía), fueron los principales impulsores de la nueva campaña.

Proyecto

El plan era audaz. Consistía en abrir un doble frente contra los mamelucos, uno desde la costa siria y otro desde el interior. Éste último correría a cargo de Ghazan, el khan mongol del Ilkanato (el kanato correspondiente a Persia más la actual Azerbaiyán y centro-este de Turquía), que era musulmán pero converso, procedente del budismo, y el año anterior había llevado a cabo una incursión que le permitió conquistar Damasco; luego tuvo que abandonar esa ciudad pero convencido de que podía volver a tomarla si los cristianos atacaban Siria desde el mar. Por consiguiente, envió una embajada a Chipre para proponer a Enrique II de Jerusalén y al papa Bonifacio VIII una alianza.

Enrique, asertivo, envió al khan dos galeras capitaneadas por Guy de Ibelin y Jean de Giblet como muestra de amistad para colaborar en el asedio de la ciudad de Botrun y, tras apoderarse de ella, reconstruir la fortaleza de Nefin, ambas en lo que hoy es Líbano. Era el otoño de 1299 y antes de que acabase el año Ghazan aplastó a los mamelucos en la batalla de Wadi al-Khazandar, para la que contó con una pequeña aportación de soldados templarios y hospitalarios. Los mongoles tuvieron que irse debido a la guerra civil que sufría su imperio pero prometieron regresar en un año, emplazando a los reyes europeos a tenerlo todo listo para entonces y empezar juntos una décima cruzada.

Y como había dejado in situ un pequeño ejército que campó devastadoramente por Palestina, los monarcas cristianos, efectivamente, se frotaron las manos ante aquel poderoso aliado. Lamentablemente para ellos, los mamelucos contraatacaron desde Egipto y los mongoles, inferiores en número, optaron por retirarse. Quizá eso debería haber hecho saltar las alarmas pero desde su elección como gran maestre de la Orden del Temple en 1292, Jacques de Molay estaba empecinado en organizar una nueva cruzada que lavara el nombre empañado de los suyos; algo en lo que coincidía con su colega -y rival- de la Orden de los Caballeros del Hospital, Guillaume de Villaret.

No fue fácil porque si bien el monarca de Jerusalén era favorable a la idea de cruzada -al fin y al cabo el éxito de ésta le devolvería su verdadero reino-, una sombra de discordia se había presentado entre él y los templarios: el apoyo que Guillermo de Beaujeu, antiguo gran maestre, había prestado a otro aspirante al trono. En 1285, Enrique había sucedido a su hermano Juan I, muerto por envenenamiento, y Carlos de Anjou, rey de Sicilia, le acusó de estar involucrado. Por supuesto, Carlos tenía intereses personales, ya que María de Antioquía le había vendido los derechos sobre Jerusalén. Y resultaba que Guillermo era pariente de Carlos.

Al final, Enrique pudo retener la titularidad de Jerusalén pero le quedó un poso de amargura contra el Temple que el papa consideró necesario aplacar para salvar la idea de la cruzada. Por eso ordenó a Jacques de Molay que restableciese unas relaciones adecuadas con Chipre. El cumplimiento del mandato permitió que el gran maestre templario y el hospitalario obtuvieran la colaboración de Enrique II para fletar una escuadra de dieciséis galeras en las que se embarcaron tropas de las tres grandes órdenes religiosas (la otra era la Teutónica), además de un contingente chipriota e incluso el embajador de Ghazan, el comerciante Isol el Pisano.

La flota atacó varios puertos importantes como Alejandría, Rosetta, Acre, Tortosa y Maraclea, siendo la penúltima la considerada más adecuada para desembarcar y penetrar tierra adentro. En noviembre de 1300, con el mando conjunto de Molay y el príncipe Amalarico de Tiro (también conocido como Amalarico de Lusignan, hermano del rey), iniciaron la campaña propiamente dicha apoderándose primero de la citada isla de Ruad. Eran unos seiscientos hombres, centenar y medio de ellos caballeros templarios que no tardaron en dar el salto a Tortosa, tomándola en menos de un mes.

La caída de la ciudad fue dramática para sus habitantes, ya que sufrieron el saqueo y el pillaje de los cruzados. No obstante, éstos no tenían pensado quedarse mucho tiempo; confiando en que los mongoles estarían haciendo su parte, en Alepo contactaron con el general Kutlushah, que avanzaba por Antioquía, para llevarse una gran decepción: apenas venía con sesenta mil efectivos, muchos reclutados sobre la marcha en Armenia, porque Ghazan se había topado con un durísimo invierno en contra que había enfermado a buena parte de los suyos, obligándole a retrasar su participación. Con aquella fuerza tan exigua cambiaba completamente el panorama. Kutlushah envió veinte mil jinetes al Valle del Jordán para proteger al gobernador mongol de Damasco, arrasando cuanto encontraron por el camino; pero una vez terminada esa razia retornó a su país. Los cristianos tuvieron que dar por terminada la aventura y volver a Chipre, aunque dejaron una guarnición en Ruad. Mientras Jacques de Molay empezaba una ruta itinerante por las cortes europeas en busca de ayuda, en noviembre de 1301 el Papa otorgó la posesión de la isla a la orden del Temple, que envió refuerzos y se dedicó a una intensa labor poliorcética.

El Gran Maestre recurrió a todos los grandes reyes: Eduardo I de Inglaterra, Jaime II de Aragón, Felipe IV el Hermoso de Francia… Ninguno quiso comprometerse porque en esos momentos tenían sus propios asuntos que atender, ya que los aragoneses centraban su atención en hacerse con el control de Sicilia mientras que los otros guerreaban entre sí por Aquitania. Por lo tanto, la idea de una décima cruzada se fue retrasando y, mientras, los mamelucos se prepararon para la reconquista de Ruad, que en manos enemigas constituía una verdadera espada de Damocles que no podían permitir.

Y así, una flota de dieciséis barcos zarpó de Egipto en 1302 hacia la isla, poniéndole sitio. Los mamelucos lograron desembarcar en dos puntos y montar un campamento desde el que lanzar ataques, mientras las naves se encargaban de bloquear el paso a cualquier posible aprovisionamiento o ayuda. Dado que Ruad es muy pequeña y carece de agua potable, la necesidad pronto empezó a hacer mella en los defensores, que estaban al mando de Bartolomé de Quincy. Confiaban en la llegada de auxilio desde Chipre y, en efecto, una flota zarpó de Famagusta al rescate.

No hay datos sobre cuántos atacantes se congregaban en el sitio de Ruad pero los cristianos sumaban ciento veinte caballeros (entre ellos templarios catalanes como Hugo de Ampurias y Dalmau de Rocaberti), quinientos arqueros chipriotas y sirios, aparte de unos cuatrocientos turcópolos; un número considerable que equivalía aproximadamente a la mitad de la fuerza templaria que hubo en Jerusalén en el siglo XII. Ahora bien, de poco sirve ser muchos y tener buenas defensas si no hay comida ni bebida. No quedó más remedio que capitular.
De las negociaciones se encargó el caballero Hugo de Dampierre, que acordó abandonar la posición el 26 de septiembre a cambio de paso franco hacia territorio cristiano. Sin embargo, los mamelucos no respetaron el pacto y en cuanto los defensores salieron de sus muros cayeron sobre ellos. Fue una masacre a la que únicamente sobrevivieron unas decenas de templarios que fueron llevados a El Cairo para pedir un rescate; éste nunca llegó y todos fueron muriendo en cautividad con el paso de los años, negándose a aceptar la fe islámica que les hubiera supuesto la libertad.La flota de Chipre destruyó la ciudad de Damour como represalia y en la primavera de 1303 por fin, apareció Ghazan con ochenta mil hombres y un ejército auxiliar armenio. Pero para entonces ya no había posibilidad de ataque conjunto y en abril sus generales Kutlushah y Mulay cayeron derrotados en Marj al-Saftar, cerca de Damasco, en una batalla que la historiografía islámica considera trascendental.

El khan murió al año siguiente y aunque su hermano y sucesor, Öljaitü, intentaría renovar la alianza contactando con el nuevo papa, Clemente V, éste estaba ocupado llamado a su presencia a Jacques de Molay para aclarar las denuncias de paganismo y herejía que había sobre la orden. Empezaba el juicio contra los templarios y, con él, se ponía fin a la quimera de otra cruzada.


El huevo órfico


 


El huevo órfico, un huevo con una serpiente enroscada alrededor de abajo hacia arriba, es el símbolo antiguo y más importante de los misterios órficos que hicieron eterno a Orfeo, Maestro que existió alrededor del 500 A.C.
Los griegos tomaron prestados antiguos rituales y el propio nombre de Orfeo, que se convirtió en el mascarón de proa de una misteriosa religión que prometía la vida después de la muerte y la inspiración del poder divino.
En la tradición esotérica el huevo órfico representa el alma del filósofo, la serpiente simboliza los Misterios. El huevo significa el Cosmos como rodeado por el Espíritu creativo ardiente. Al igual que otros símbolos antiguos, esto es, en parte, también es un reflejo de los misterios de la existencia, como se ve en la naturaleza. Si comparamos este místico símbolo del huevo y la serpiente con la información teórica y práctica sobre el camino del conocimiento, encontramos grandes similitudes entre los dos: El huevo, símbolo de la tierra, en torno al cual la serpiente (símbolo femenino, como es el luna) se enrolla. La serpiente en espiral se asemeja a la trayectoria que nuestra luna toma la cabeza y la punta de la cola de la serpiente que representa la posición de la luna en su aparente detención en órbita.
Bachofen escribe: «En la religión, el huevo es símbolo de fundamento material originario, del origen y comienzo de la creación, el arché genésos. El fundamento material originario de las cosas que da a luz a toda vida y que abraza a ambas, a la generación y a la destrucción. Esto significa que encierra en él el aspecto de la luz y el de las sombras de la naturaleza al mismo tiempo. El huevo originario órfico es mitad blanco y mitad negro o rojo, al igual que Tifón, la fuerza destructora, que es representado de color rojo. Estos colores se transforman de continuo uno en otro, como la vida y la muerte, el día y la noche, la generación y la destrucción, y en la medida que avanza la destrucción se activa la fuerza creadora. Generación y destrucción discurren en todo momento una junto a otra. La vida de todo organismo telúrico es el efecto de la combinación de una doble fuerza, la creadora y la destructora».

Hallazgo de una carta inédita de Jacques de Molay


Jacques de Molay (1244/1249- 1314)
 
Un reciente hallazgo de Beatriz Canellas, Jefa del Departamento de Descripción del ACA, ha permitido localizar una carta, inédita, dirigida por Jacques de Molay, maestre general de la orden del Temple, a Ramon de Bell-lloc, comendador de la misma el 21 de enero de 1296.
 
La carta
 
El documento se encuentra inserto en un proceso judicial de la Real Cancillería (ACA, Cancillería, Procesos en folio, legajo 2, núm. 4) y relativo al pleito visto ante la Curia real por el conflicto territorial entre los templarios de Miravet y Berenguer de Entenza entre 1288 y 1293. El documento, en papel (105x305 mm.), era originariamente un suelto que hoy se encuentra pegado en el último cuadernillo. Se conserva en relativo buen estado; presenta los cinco dobleces y un cuarenta por ciento del sello de cera negra que lo cerraba y validaba y que se rompió precisamente al abrir la carta el destinatario para su lectura. Los restos del sello, que originalmente debía medir 30 mm aproximadamente, permiten distinguir la palabra “MILITV” de la parte inferior de la leyenda (“[+SIGILLVM  MILITV[M : XPISTI]”) así como los cascos y vientre de un caballo y una cruz griega en el campo. La carta, original, no es, sin embargo, autógrafa del maestre. Debió escribirla un secretario al servicio de Molay, un francés por el tipo de grafía del documento, similar a muchos pergaminos con origen en Francia de los que se conservan en el ACA.
El cuadernillo en que se inserta el documento contiene copias de cartas entre 1288 y 1294. Le precede inmediatamente el registro de varios salvoconductos firmados por Jaime II a asistentes al capítulo general de la orden en Montpellier de 9 de agosto de 1293. El documento previo a la carta es la orden a sus oficiales para que no impidan el paso de Jacques de Molay por sus territorios y está fechado en Tarazona el 24 de agosto de 1293 (registrado en ACA, Cancillería, Registros, núm. 98, fol. 275v) coincidiendo, seguramente, con el viaje que el maestre tenía previsto hacer para reunirse con el rey de Aragón y tratar el conflicto por la cesión de Tortosa. El ACA conserva otro salvoconducto a beneficio de Molay del 3 de julio de 1294 (en ACA, Cancillería, Registros, núm. 99, fol. 264r).
 
Archivo de la Corona de Aragón
 

 

 

La jerarquía dentro del Temple



Dentro de la Orden del Temple había cuatro ramas jerárquicas. En ellas, no se atendía a la procedencia social del caballero templario ni a su nivel de cultura. Las decisiones siempre se tomaban de forma democrática por el Capítulo por votación de la mayoría.

Cargos de la Milicia y la Orden.

+++Maestre: era la autoridad máxima. Debía acatar las decisiones papales y respetar las sugerencias de obispos y reyes.
+++Senescal: sustituía al Maestre cuando éste estaba ausente. Sus funciones eran básicamente administrativas ya que en el campo de batalla, el Maestre era sustituido por el mariscal.
+++Tesorero o Arcarius: era el encargado de administrar los bienes de la orden. También era jefe de la marina, custodio de la Vera Cruz en las batallas y quien organizaba la protección de los peregrinos.
+++Vestiario: era el encargado de los uniformes y también de escuderos y sirvientes.
Comendadores territoriales: había uno en Palestina (Acre) y Siria (Antioquía). Gestionaban los castillos de su región y recibían las donaciones de sus provincias. También mantenían las casas y los monasterios.

Eclesiásticos.
 
El abad del Temple: era la máxima autoridad. Vivía en Jerusalén y era independiente de la rama militar. Los miembros de las clases sacerdotales eran los más cultos dentro de la orden del Temple.
La mayoría de ellos habían estudiado bien en la universidad, bien en escuelas catedralicias o monásticas por lo que tenían cierta cultura. Era la mayor diferencia que tenían respecto a la clase militar, donde muchos de sus miembros podían llegar a ser analfabetos.
Entre los sacerdotes se encontraban los capellanes, quienes administraban los sacramentos, oficiaban la misa y atendían la espiritualidad del resto de templarios. Mantenían las iglesias y a los fieles que acudían a ellas.
Al tener conocimientos de derecho, también ejercían como abogados para defender los intereses de la orden. La mayoría de los pleitos del Temple solían estar relacionados con asuntos económicos derivados de la relación con los señores feudales de los territorios donde se asentaban los templarios.
Clases militares: eran los únicos que podían llevar el manto blanco con la cruz roja cosida en el lado izquierdo del pecho, sobre el corazón. Eran la élite de la orden, lo que se ve en la norma que les permitía tener tres o cuatro caballos que eran repuestos cuando alguno se moría.
Compartían muchos aspectos con los señores feudales: tenían esclavos, tierras, campesinos que las trabajaban… Aunque siempre manteniendo sus votos.
A las órdenes de los caballeros estaban los sargentos, que les servían.
Después estaban los escuderos y por último los sirvientes, que protegían a sus señores en la batalla armados con arcos. También se encargaban de cuidar a los caballos.
Entre los caballeros templarios existían algunos de carácter seglar que se ponían al servicio de la orden pero sin hacer los votos de pobreza, castidad y obediencia.
Cuerpos auxiliares: dentro de los cuerpos auxiliares se encontraban los hermanos legos o donados, es decir, los hijos bastardos a quienes no se exigía pertenecer a una familia noble.
Hacían promesas y juramentos de pobreza, castidad y obediencia (que no votos) y se dedicaban a realizar las tareas domésticas. También juraban defender la Tierra Santa.
El resto de auxiliares estaba constituido por artesanos, carpinteros y constructores, quienes se encargaban de levantar todo tipo de edificios y que vivían en castillos, conventos y casas de la orden.
Los campesinos que cuidaban las tierras y los animales de los caballeros también estaban incluidos entre los auxiliares.

Conrado IV Hohenstaufen




Conrado IV Hohenstaufen (Andria, Italia, 25 de abril de 1228 - Lavello, Italia, 21 de mayo de 1254) fue rey de Jerusalén como Conrado II (1228-1254), de Alemania como Conrado IV (Rey de romanos: 1237-1254) y de Sicilia como Conrado I (1250-1254). Fue, también, Conrado III de Suabia entre los años 1235 y 1254.





Hijo del emperador germánico Federico II y de su segunda esposa Yolanda de Jerusalén, se casó con Isabel de Baviera, con la que tuvo un hijo, Conradino, en 1252.

Se enfrentó con los nobles germanos Enrique Raspe, Landgrave de Turingia, y con el conde Guillermo de Holanda (que se habían opuesto a su padre desde su excomunión por Inocencio IV). Tuvo que acudir a Italia para mantener su poder sobre el reino de Sicilia, después de la conquista de Nápoles en 1253. Conrado IV fue excomulgado por el papa en el año 1254, pero antes de que pudiera volverse contra él, murió de fiebres ese mismo año.

lunes, 4 de octubre de 2021

Deus Vult. De donde proviene?



Deus vult es una expresión latina que significa "Dios lo quiere". Fue aclamado por el papa Urbano II en el Concilio de Clermont que tuvo lugar en 1095 como grito de batalla para los cruzados cristianos, está fuertemente asociado con la Cruzada de los Príncipes, que fue responsable del Asedio de Jerusalén en 1099. Un grupo de soldados se reunió en la ciudad italiana de Amalfi en preparación para su ataque a Tierra Santa. Con túnicas estampadas con el signo de la cruz.
La Orden del Santo Sepulcro, una orden de caballería católica romana establecida en 1099, adoptó Deus lo vult como lema. El grupo ha persistido a través de los años y hoy cuenta con una membresía de alrededor de 30,000 caballeros y damas, incluidos muchos líderes en Europa Occidental. La Santa Sede confiere el título de caballero a los católicos practicantes reconocidos por sus contribuciones a las obras cristianas en Tierra Santa

 

Castillo de Gardeny


Castillo de Gardeny (Lleida/Lérida). Importante castillo templario, junto con Miravet , uno de los mejores de Cataluña, y una de las encomiendas de la Orden, más poderosas de toda la Corona de Aragón. Levantado hacia 1156, inspirado en las edificaciones militares occitanas consta de un gran donjon macizo con las principales construcciones incorporadas en la edificación ; bodega, refectorio, torre del tesoro y acceso a la terraza fortificada. Unida a la construcción, la iglesia de Santa Maria de Gardeny, cuya virgen era de gran devoción antaño y que en su interior conserva uno de los pocos restos de pintura mural templaria conservados en España. La iglesia es una magnífica construcción del siglo XII. Rodea todo el conjunto unas sólidas murallas del siglo XVII, cuando el castillo fue convertido en fortín artillero. Gardeny constituye una muy notable construcción templaria románica del siglo XII. Actualmente acoge un magnífico centro de interpretación de la Orden del Temple. Visita obligada.

Las 8 Bienaventuranzas

 La bienaventuranza (también llamada macarismo) es en la Biblia un género literario con más de un centenar de ejemplos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Tiene antecedentes en escritos de otros pueblos, en especial de Egipto. Se recurre a este género para expresar una felicitación a las personas que, por tener una dada cualidad o por mantener una forma de conducta grata, están relacionadas con Dios a quien se identifica bíblicamente como el dador de la vida y de la felicidad.

Cuando en la Biblia se proclama una bienaventuranza o su opuesto, no se busca pronunciar ni una bendición que proporcione la felicidad, ni una maldición que produzca la infelicidad, sino exhortar, sobre la base de la propia experiencia de felicidad, a seguir los caminos que conducen a ella. Sin embargo, este género literario experimentó una evolución lenta a través del Antiguo y del Nuevo Testamento. Así, el centro de atención de las bienaventuranzas cambió paulatinamente de los bienes meramente terrenales a los llamados «bienes eternos».​



Dentro del elevado número de sentencias que constituyen este género literario, quizá las más célebres sean las ocho con que comienza Jesús de Nazaret el Sermón del monte (Mateo 5:3-11). En conjunto, las bienaventuranzas del sermón del monte concentraron todas las enseñanzas y el ministerio público de Jesús sobre espiritualidad y compasión, al presentar un nuevo conjunto de ideales centrados en el amor y la humildad en lugar de la fuerza y la imposición.


1-Bienaventurados los pobres de buen espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos.
2-Bienaventurados los mansos: porque ellos poseerán la tierra.
3-Bienaventurados los que lloran: porque ellos serán consolados.
4-Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán saciados
5-Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos obtendrán misericordia.
6-Bienaventurados los limpios de corazón: porque ellos verán a Dios.
7-Bienaventurados los pacíficos: porque ellos serán llamados hijos de Dios.
8-Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.

Hermanos Hospitalarios de San Antonio



Los Hermanos Hospitalarios de San Antonio, también conocidos como Orden de San Antonio o Antonianos, fueron una congregación católica fundada hacia 1095, con el propósito de cuidar de aquellos que sufrían la enfermedad del ergotismo, muy común por entonces y llamada fuego de San Antón.
La congregación fue fundada hacia 1095 por Gastón de Valloire, un noble del Delfinado (en el Reino de Arlés, uno de los tres reinos del Sacro Imperio Romano Germánico), y por su hijo Girondo, en agradecimiento por la cura milagrosa de este último, pues padecía de Fuego de San Antón y fue sanado gracias a las reliquias de San Antón. La congregación religiosa formada por laicos fue confirmada por el papa Urbano II en el año 1095.
Las reliquias se custodiaban en la Iglesia de San Antonio de la villa de La Mota (en el Delfinado, La-Motte-Saint-Didier, actualmente Saint-Antoine-l'Abbaye (Abadía de San Antonio) en el departamento francés de Isère).
Dicha iglesia era la iglesia conventual de un priorato benedictino cuyos monjes se ocupaban del santuario. Gastón y su comunidad, que en principio estaba formada por laicos, erigieron un hospital cerca, donde cuidaban de los peregrinos que visitaban el santuario de la Iglesia de San Antonio y de los enfermos, particularmente de aquellos afligidos por el Fuego de San Antón, que fue una enfermedad muy común en la Edad Media, particularmente entre los pobres, por el consumo de cereales contaminados con cornezuelo y la falta de higiene corporal. Las relaciones con los benedictinos residentes en el priorato, sin embargo, no fueron buenas y los conflictos entre ambas comunidades eran frecuentes.

Valores Templarios


No existe la Vanidad en el templario, el templario trabaja con humildad, sin desfiles, ni buscando posiciones de grandeza, hermanos, sé que todos ustedes han leído el Código de Conducta Templario, pero, ¿lo hacemos parte de nuestra vida? ¿Lo vivimos? Sinceramente creo que en diferente medida cada uno de ustedes lo hace, reflexionando sobre los principios contenidos en el mismo y de ser necesario corregir el rumbo para afianzarnos como templarios. Al fin y al cabo, todos podemos caer, pero nos debemos volver a levantar. Ciertamente nadie está exento del pecado, y puede ser perdonado al arrepentirse con sinceridad, pero obviamente no hacer del pecado una costumbre, un modo de vida. Lo mismo con nosotros, además de ser cada día críticos del día anterior, debemos buscar la excelencia, el camino hacia la perfección, hacia el eterno. Somos hijos de Dios, pero además de serlo, debemos parecerlo.
Recordad que el requisito indispensable para ser templario es ser cristiano. Tampoco debemos malentender este principio de conducta para achacarle a la Orden todo tipo de malas prácticas de conocimiento oculto o supercherías. Los templarios no somos brujos, somos soldados de Dios y cristianos por excelencia. Si gustamos de esoterismo, entonces, habría que empezar por el esoterismo cristiano, tan rico, tan abundante, y es que nuestro Señor, nuestro Maestro, vino a enseñarnos las verdades y misterios del reino de Dios, por supuesto, a quienes tengan oídos para oír.
Madurar sobre el significado del Temple, buscar dentro de uno mismo, asumir su compromiso para con la Orden sin importar a que rama pertenezcan, ya que no tiene mayor importancia la obediencia sino la pureza de vuestros corazones, la nobleza con la que respetemos los valores del Temple, y haciendo camino al andar, dejando la vanidad y trabajando para un mundo mejor siguiendo los preceptos de Cristo.