domingo, 18 de agosto de 2024

La espada de Roland


Durandal (o Durandarte) fue la famosa espada de Roland, el caballero franco que murió en la batalla del paso de Roncevaux el 15 de agosto de 788 por ataque de los vascos.
Los relatos de esa batalla y el destino subsiguiente de la espada están plagados de historias míticas con poca o ninguna base histórica o arqueológica. Por ejemplo, el legendario héroe Bernardo del Carpio, según cuya leyenda fue él quien mató a Roland y tomó su espada.
Según la leyenda, fue enterrado con la espada en una cueva cerca del monasterio de Santa María la Real en Aguilar de Campoo. Carlos I lo habría tomado de allí cuando visitó la tumba en julio de 1522. Hoy esta espada se puede ver en la Armería Real de Madrid.
Hay muchas leyendas sobre la espada de Roland, incluyendo una que la coloca en el fondo del lago Carucedo en El Bierzo. Pero el más curioso de todos es el de la espada de Rocamadour.
Rocamadour es un pueblo ubicado en el suroeste de Francia, famoso desde la Edad Media por ser un importante centro de peregrinación, documentado desde 1172. Está el monasterio medieval de Nuestra Señora y la iglesia de San Miguel.
Y es allí, incrustada en la roca del precipicio sobre los edificios del santuario, que durante nueve siglos una espada fue sostenida por una cadena. No estaba completo, pero falta una pieza. Los propios monjes, que identifican esta espada con el famoso Durandal, afirman que fue el mismo Roland quien la incrustó allí, para que no cayera en manos de sus enemigos.
La conexión radica en el hecho de que fue precisamente de Rocamadour que Roland partió con sus tropas para cruzar los Pirineos, pero obviamente no pudo dejarlo allí porque murió en Roncevaux, a pocos cientos de kilómetros de distancia. Los monjes probablemente inventaron la historia como un medio de propaganda.
En cualquier caso, durante nueve siglos nadie se atrevió a discutirlo y permaneció la misteriosa espada, que no se sabe de dónde viene. En 2011 el ayuntamiento lo sacó del acantilado por primera vez y lo cedió al Museo Cluny de París para ser exhibido.