lunes, 27 de marzo de 2023

María Galante


✠ MARÍA GALANTE... Una Templaria Transoceánica.. ✠

En varias ocasiones afirmo, que la orden en sí fue un hito en la historia de la humanidad por inventar algo o descubrir algo nuevo; sino por la capacidad de soporte vehicular del conocimiento, tanto para adquirirlo como para exportarlo y también muy hábilmente comercializarlo.

Fue la mayor de 3 ó 4 hermanas las que nunca mejor dicho se embarcaron en el proyecto más ambicioso tras el viaje al espacio...y es que tras todas las lógicas teóricas era descabellado pensar que tras aquella línea que une el cielo con el mar era el límite de una estructura plana llamada tierra.

A estas alturas asegurar con certeza la documentación histórica con rigor exacto de lo que realmente ocurrió; puesto que dio paso a una expedición de muchas personas y hay que reconocer que prácticamente estos exploradore/as eran convictos o castigados a acometer la aventura de Cristobal Colón. Por lo tanto; hablar de los hechos de una o pocas personas más no tiene mucho sentido si obvias al resto de marineros que también intervinieron en la gesta.

Entonces...¿que tiene que ver esto con los templarios? Vamos a acrecentar la leyenda.....

Para empezar y lo más concreto de las suposiciones, es que las banderas que ondeaban los mástiles claramente eran de la corona de Castilla y Aragón;  sin embargo las velas, lucían blancas inmaculadas con una cruz roja en el centro; ¿pero que tipo de cruz?

Bien, dado que las  ordenes troncales de la época en el siglo 15 fueron Alcántara, Montesa, Santiago, San Juan y por último y por cercanía aunque Santiago fuera la otra vertiente , todo indica que la cruz que ondeaba en las velas mayores, fuera la de Calatrava, sin embargo es válido pensar que la cruz fuera la patada y no la floralisada como se ve en muchas recreaciones, por una única y sencilla razón... y es que al principio ya he comentado que en muchas ocasiones decretamos el temple como una orden militar, y en la mayoría de ocasiones La Orden Del Temple simplemente era el vehículo que transportaba y ejercía el conocimiento que muchas ordenes posteriores usarían.

Pero volviendo al mar... para entender lo de los templarios en América tiene varios puntos que hay que tener en cuenta, y es que queda claro que la cruz en las velas...

1- A esta alturas ya conocemos la teoría de que Colón poseía cartas de navegación de los templarios, y este, sería el argumento cómodo y fácil; sin embargo coge fuerza de que Cristobal tampoco encontrara suficiente financiación con el reino de Portugal que siempre se ha reconocido un rey TEMPLARIO y que el hecho de las condiciones del tratado de Tordesillas incluyera zonas de navegación diferentes para Castilla y Portugal nos indica que Portugal el reino templario por excelencia en el siglo 15 también viajara a América, es curioso que todos supieran de lo que iban a encontrar ¿no? y esto se puede deber a otra teoría...

2- El mapa de Piri Reis, el mapa del otomano datado del 1513 es un punto a tener en cuenta.. y es que la rapidez con la que la información en la edad medieval era desde luego mucho más lenta que en la actualidad... y calculando... Piri reis Nació en el 1465 y Colón viajó en 1492, es decir, ¿en 27 años pudo cartografiar incluso Vinlandia (actual norteamérica) y que esta información llegara a oídos del reino de Portugal? ¿o el mapa está realmente datado de más años  atrás (existen leyendas) y lo encontraron los templarios en Constantinopla? Hay que destacar que Piri reis cartografió con más detalle y en menos tiempo que el Mundus Novus de Americo Vespucio. Mi teoría aquí es muy sencilla...este tipo de agilidad en la información sólo la reconozco en las gestiones templarias...

3- Ni los camiones de Coca-Cola llegaron con tanto impacto, una expedición de una nao y varias carabelas llegaron y lo primero que vieron los nativos a los lejos, fue ver grandes mantos blancos con una cruz roja, la cual, floralisada o patada no deja de tener origen en el grafismo templario...

4- La expedición estuvo avalada por múltiples organizaciones, sin embargo el sello de una mujer que nunca dejó de creer en la idea de imperio universal... ¿como el de la orden del templo? Isabel de Trastámara o más conocida como Isabel la Católica fue la principal mecenas de Colón... la reina templaria...

Nadie niega el origen de los conocimientos templarios en la gesta de Colón, y nadie los afirma; pero podemos ver que en son gestos y operaciones jamás pensadas en la época "pre-templaria".

5- El repertorio de leyendas es abrumador... pero me voy a quedar con la que mejor define lo que mi opinión cree, y es que en la cultura precolombina coincide con la teoria de la unión de todas las civilizaciones cuando el águila calva del norte se una con el buitre rojo del sur... y dejo este detalle... la cuna del conocimiento reúne esta leyenda directamente en los cetros y tocados de los faraones egipcios... por lo tanto fue lo que se llamaría esa conexión de los nuevos mundos, algo que se repetiría en 1994 con la apertura de internet para todo el mundo global.

✠¿Entonces fueron los templarios los artífices de tan fantástica idea? Me vais a perdonar; pero  que ejemplo de ingeniería social... una vez más me dan a entender la visión y la capacidad de mover el mundo entero al UNÍSONO como la cruz de los grandes maestres...

P.S. Como no podía ser de otra forma la gran nao de Colón se llamaba María Galante, La galantea, La Gallega... SANTA MARÍA... 

Reclutamiento Templario

 Los reclutas provenían de toda Europa Occidental, aunque Francia fue la fuente más importante.

Estaban motivados por un sentido de obligación religiosa a defender a los cristianos de todas partes, pero especialmente de la Tierra Santa y los lugares sagrados, como penitencia por los pecados cometidos, o como una manera de asegurarse la entrada al Cielo, o por razones más mundanas como la búsqueda de aventura, las ganancias personales, la promoción social o sencillamente unos ingresos regulares y comidas decentes.
Los reclutas tenían que ser hombres libres e hijos legítimos, y si querían convertirse en caballeros , a partir del siglo XIII tenían que ser descendientes de caballeros.
Aunque era raro, un hombre casado podía unirse a la orden siempre y cuando la esposa estuviera de acuerdo.
Se esperaba que muchos reclutas hicieran una donación importante al entrar en la orden, y como las deudas estaban muy mal vistas, la situación económica del recluta ciertamente era un aspecto a tener en cuenta.
Aunque algunos menores se unían a la orden, por supuesto enviados por sus padres con la esperanza de que un hijo menor que no iba a heredar nada recibiera un entrenamiento militar útil, la mayoría de los reclutas tenían entre 20 y 30 años. Algunos reclutas se unían más adelante.
Un ejemplo es el gran caballero inglés Sir William Marshal, que murió en 1219 y que, al igual que muchos nobles, se unió a la orden justo antes de morir, le dejó dinero en su herencia y fue enterrado en la iglesia del Templo, en Londres, donde todavía se puede ver su efigie.
Dentro de la orden había dos rangos: caballeros y sargentos, y en el segundo rango estaban incluidos los seglares y el personal civil.
La mayoría de reclutas pertenecía al segundo rango. De hecho, el número de caballeros dentro de la orden era sorprendentemente pequeño.
Puede que en cualquier momento dado no hubiera más de unos pocos cientos de monjes templarios, aunque en periodos de guerras intensas puede que el número ascendiera hasta los 500.
Estos caballeros habrían estado superados por mucho por los demás soldados que usaba la orden, como la infantería (los sargentos o reclutas de tierras vasallas) y los mercenarios (especialmente arqueros), así como escuderos, porteadores y demás personas no combatientes.
Entre los demás miembros de la orden se contaban los sacerdotes, los artesanos, los peones, los sirvientes e incluso algunas mujeres miembros de conventos afiliados.

sábado, 18 de marzo de 2023

 Un manuscrito original en tinta roja y negra sobre pergamino de las reformas de Maximilliana de 1606 para la Orden de los Caballeros Teutónicos.




Hermann von Salza

 (o Hermann de Salza) (c. 1165 - 20 de marzo de 1239) fue el cuarto Gran Maestre de los Caballeros Teutónicos, sirviendo desde 1210 hasta 1239. Un diplomático experto con vínculos con el Sacro Emperador Romano Germánico y el Papa, Hermann Hermann von Salza supervisó la expansión de la orden militar a Prusia. 


Bendicion de la espada



En la tradición cristiana la espada tiene un gran simbolismo. Para los católicos, se supone que las armas protegen la justicia. Las palabras latinas para "ser hecho caballero" (arma accipere) se traducen como: "recibir armas". Chesterton dice de los soldados: "Un verdadero soldado no lucha porque tiene algo que odia delante de él. Lucha porque tiene algo que ama a sus espaldas". El mismo San Pablo escribe en Efesios 6 sobre la guerra cristiana y la armadura de Dios en una epístola escrita hacia el final de su primer encarcelamiento en Roma alrededor del año 63 d.C. Pablo escribió con elocuencia sobre la espada, un símbolo tanto de protección como de la Palabra de Dios.

Siguen las evocadoras palabras de San Pablo:

«Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes. ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza, calzaos los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios» (Efesios 6:11-17).

Incluso los Papas bendijeron espadas para los monarcas cristianos, una bendición ceremonial que tradicionalmente se realizaba en la víspera de Navidad en el Vaticano. Las espadas fueron bendecidas y entregadas no solo a los monarcas católicos, sino también a los comandantes militares católicos que contribuyeron a la defensa de la Iglesia y la Fe contra sus enemigos jurados, que nunca fueron pocos. 

El ritual para la bendición de espadas se encuentra en los libros litúrgicos de la Iglesia latina desde al menos el siglo X. La bendición de las armas se conoce como “Benedictio Armorum”. Las iglesias ortodoxas también tienen estas mismas tradiciones que se remontan muy atrás en la historia cristiana. Se pide a Dios que proteja al caballero y bendiga la espada, en la medida en que las iglesias, las viudas, los huérfanos y todos los que sirven a Dios sean defendidos de los ataques.

Lo más antiguo, mejor y más sonoro de los rituales medievales para las bendiciones de la espada y artículos similares se incluyeron en la versión tridentina del Pontifical Romano, emitido por orden de Clemente VIII en 1596. Este libro llamado “Pontificale Romanum” era un libro litúrgico especial que incluía los ritos y ceremonias que normalmente realizaban los obispos. Sus formularios y rúbricas fueron tomados de los antiguos Sacramentarios y "Ordines Romani" del pasado, recopilados gradualmente para formar un solo volumen en la Iglesia post-Tridentina para mayor comodidad.

Para los mundanos y los progresistas, el cambio es una virtud, todo por el bien de lo nuevo, mientras que el simbolismo positivo de la espada ha perdido con demasiada frecuencia su justificación en la ideología secular contemporánea. En una época de histeria colectiva, politización, emotividad e irracionalización, ciertas fuerzas que trabajan desde hace mucho tiempo han tratado de eliminar la espada de los ritos y rituales católicos sin ningún esfuerzo por comprenderla. "Lo importante de la historia", dijo Marx, "no es entenderla sino cambiarla".

Existe un vínculo comprensible entre el ataque modernista a la tradición y el arte, un ataque deliberado para primero desembarazarnos de nuestro pensamiento y luego de nuestra emoción, para crear un artificio conocido como "inconsciencia" del que Orwell habla con tanta elocuencia. Busca acabar con el brillo antiguo de las tradiciones, poniendo a prueba la historia para separar al hombre moderno de sus raíces históricas. De hecho, la respuesta católica es totalmente opuesta: trabajar conscientemente para preservar nuestro patrimonio histórico y todo lo que es bueno y noble a la manera de nuestros antepasados. La historia es prólogo y los ritos sagrados y las tradiciones nos enseñan.

En el lado espiritual, los caballeros llevan la espada; son un símbolo de la "aristocracia" del alma, de una élite religiosa que eleva a otros por su vida de servicio, logros profesionales y ejemplo. En otras palabras, personifican ciertos ideales. Las hazañas de los caballeros nos inflaman. La valentía del caballero nos envalentona.

Al corazón humano se llega comúnmente, no por la razón, sino por la imaginación, por medio de impresiones directas y el testimonio de virtudes, valentía y grandeza. Un niño obtiene nociones y lecciones morales de los cuentos de hadas y las historias que le gustan, al igual que los adultos de los cuentos y los versos.

Los católicos siempre han bendecido sus espadas. En las imágenes se muestra la bendición, “De Benedictione Ensis”, que se encuentran en versiones anteriores del Pontificio Romano. Este rito de bendición de tradición inmemorial estaba reservado en la Iglesia latina exclusivamente a los obispos.

La BENDICIÓN DE LA ESPADA que sigue a continuación, está tomada del Pontificio Romano.

«El obispo que bendecirá la espada está de pie sin su mitra. El hombre a quien se le va a dar la espada se arrodilla ante él. Un ministro sostiene la espada delante de él mientras dice:

V. Nuestra ayuda está en el nombre del Señor.

R. Quien hizo el cielo y la tierra.

V. El Señor esté con vosotros.

R. Y con tu espíritu.

Oremos.

Dígnate bendecir ✠, te rogamos, ¡Oh Señor!, esta espada: y con la guardia de Tu santidad defiende a este Tu siervo, que por Tu inspiración desea recibirla, y guárdalo de todo mal. Por Cristo, nuestro Señor. 

R. Amén.

El obispo rocía la espada con agua bendita, luego se la entrega a la persona que va a recibirla y se sienta poniéndose la mitra. El caballero se arrodilla ante él, y el obispo dice:

Toma esta espada, en el nombre del Pa✠dre y del Hi✠jo, y del Espíritu ✠ Santo. Úsalo para tu propia defensa y para la defensa de la Santa Madre Iglesia, y para la confusión de los enemigos de la Cruz de Cristo y de la fe cristiana, y en la medida en que nuestra fragilidad humana lo permita, nunca golpees injustamente a ningún hombre. Que Nuestro Señor se digne concederos esto, que vivís con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

R. Amén.»

sábado, 4 de marzo de 2023

Rex Bellator y Ramón Llull


El 27 de noviembre de 1095, durante el Concilio de Clermont (Francia), los asistentes experimentaron una mezcla de sorpresa, estupefacción y entusiasmo al oir la insólita alocución del papa Urbano II. Aunque el emperador bizantino Alejo I Comneno había lanzado una dramática petición de ayuda ante el avance musulmán nadie esperaba escuchar aquella arenga que animaba a la cristiandad a tomar las armas para proteger a los fieles que viajaban en peregrinación a los Santos Lugares, que recientemente habían caído en manos de un Islam en plena expansión. Bajo el lema Deus vult (Dios lo quiere), pregoneros y monjes como Pedro el Ermitaño recorrieron Europa proclamando la cruzada.

A la convocatoria respondieron príncipes, nobles y campesinos; estos últimos fueron los que al año siguiente se dirigieron a Oriente, al imperio bizantino, para frenar a los turcos selyúcidas. En la práctica, aquel ejército al que se identificó con la Cruzada de los Pobres se convirtió en una horda incontrolable que avanzaba sembrando la destrucción, el asesinato de judíos y el saqueo, así que el emperador lo embarcó directamente para Turquía y allí la mayoría fue fácilmente masacrada por el enemigo.

Entretanto llegó a Constantinopla otro ejército, éste compuesto por caballeros, guerreros profesionales muy diferentes en orden y experiencia a sus predecesores, conociéndoselo como Cruzada de los Barones. Ayudada por Alejo I, esta tropa sí pudo llegar a Tierra Santa y conquistar Jerusalén en 1099, adueñándose a lo largo de los doce años siguientes de toda la franja sirio-palestina. Así pues, pese al tropezón inicial, la Primera Cruzada había concluido con éxito. Ahora tocaba prepararse para preservar lo conseguido ante la previsible reacción sarracena y la forma de tener una fuerza permanente para ello en un lugar tan alejado fue a través de las órdenes de caballería.
 

Cruzado y templario

La caballería había alcanzado su cénit en el Medievo a pesar de que era inferior a la de otras épocas en cantidad y variedad. Ello se debió a su identificación con la clase dominante, al establecimiento de un código de valores ético-religiosos que llegaban a constituir todo un modo de vida y que era a la representación de hecho del sistema feudal. Pero, dado que los caballeros eran señores de feudos, principados, reinos y otros tipos de territorios, y tenían unas responsabilidades de gobierno con ellos, resultaba imposible que estuvieran alejados de forma perenne. La alternativa fue la creación de órdenes que combinaban el aspecto militar con el religioso.

La primera en aparecer fue la del Santo Sepulcro, seguida de la Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, el Temple y la Teutónica. A partir de ahí y a lo largo de los siglos se fue creando un rosario de órdenes militares que llegó a alcanzar el centenar. Las que nos interesan aquí son las citadas, dedicadas a proteger Tierra Santa, porque aquella región que la Primera Cruzada había vuelto a colocar bajo control cristiano no pudo mantenerse y, tras el fracaso de las sucesivas cruzadas siguientes, se terminó perdiendo el 18 de mayo de 1291, cuando cayó en manos del sultán Al-Ashraf Khalil el último bastión, Acre.

Fue entonces cuando se puso en tela de juicio el sistema de las órdenes militares, cuya atomización las presentaba como ineficaces, y brotó la idea de unificarlas bajo un mando único que debería encarnar algún notable de probada virtud, con vistas a iniciar una reconquista. De todas las propuestas que circularon por entonces la más estudiada y completa fue la elaborada por el célebre sabio mallorquín Ramón Llull (cuyo séptimo centenario de su muerte se celebra este año), que la desarrolló no cómo una tesis concreta y explícita sino través de varias cartas y tres de sus obras, en las que bautizó el concepto con el nombre de Rex bellator (Rey guerrero).

Llull ya había tratado el tema de las órdenes en su Libro del Orden de Caballería, en el que definía al caballero como «elegido entre mil» a causa de virtudes como «sabiduría, caridad, lealtad, verdad, humildad, fortaleza, esperanza y otras…», así como su oficio era «mantener y defender la Santa Fe católica» porque «el dios de la gloria ha elegido caballeros que, por fuerza de las armas, venzan y se apoderen de los infieles que se afanan en destruir la iglesia». Bien es verdad que, a medida que fue envejeciendo, Llull fue atemperando su postura hasta hacerse fraile e ir de misionero a las mezquitas, pero parecía ser el idóneo para acometer la cuestión.

El caso es que, según su plan, ese Rex bellator, que debía estar libre de lazos familiares, se pondría al frente de una unión de las órdenes militares en la que tendrían mayor peso aquellas más poderosas, como hospitalarios y templarios. A esa fuerza se sumarían otras de procedencia diversa, caso de las órdenes peninsulares e incluso los almogávares, formando un gran ejército que sería embarcado en los barcos de la Corona de Aragón para cruzar el Mediterráneo y desembarcar en el norte de África. Al menos ésa era la idea desarrollada en dos libros: uno, escrito en 1292 a raíz de la caída de Acre, fue Quomodo Terra Sancta recuperari potes (Cómo se puede recuperar Tierra Santa), que entregó al colegio cardenalicio reunido para la elección del nuevo Papa tras la muerte de Nicolás IV; el otro llevaba por título Liber de Fine y, una vez más, lo compuso justo después de un desastre militar, la pérdida de Arwad (una isla frente a la costa siria) en 1302.

Lamentablemente, no sólo las órdenes iban cada una por su cuenta. Ese segundo libro de Llull, entregado al papa Clemente V en 1305, puso en alerta a los franceses al conceder tanto protagonismo a los aragoneses de Jaime II, así que en menos de un año se publicó en el país vecino De recuperatione Terrae Sanctae (Sobre la recuperación de Tierra Santa), firmada por Pierre Dubois, quien proponía la paz entre todas las naciones cristianas, una reforma de las órdenes militares que redujera sus ingresos, la formación de un cuerpo de lingüistas especializados en lenguas orientales (algo copiado de Llull) y, la más importante diferencia respecto a Llull, la figura del rey Felipe IV de Francia como líder y soberano de esa coalición occidental. Rex pacis, lo llamó, en vez de Rex bellator.

En realidad había otra razón más para que los franceses tuvieran su propio proyecto y era que el monarca ya llevaba tiempo planeando cómo hacerse con las riquezas del Temple y transferir la jurisdicción eclesiástica a la corona gala. Seguramente también pesó el rechazo a su petición de ingresar en la orden, realizada tras quedar viudo e imitando la intención del hijo de Jaime II (que así podría ser el Rex bellator). Y, en efecto, al poco tiempo (en 1307) se desató un proceso contra los templarios que implicaba múltiples cargos y supuso la muerte y/o encarcelamiento de muchos de ellos, así como la disolución de la orden. El príncipe Jaime tuvo que entrar en la de Montesa.

Retomando a Ramón Llull, aunque su plan había sido aprobado por Bonifacio VIII no llegó a ponerse en práctica porque el pontífice no quiso arriesgarse a dejar el poder de la cristiandad en manos de un príncipe temporal. Pero en 1309 aún trató el tema del Rex bellator en una tercera obra titulada Liber de Acquisitione Terrae Sanctae. Dada la reacción francesa y la desaparición de la orden del Temple, la nueva propuesta se basaba en un doble frente en el que Felipe IV y los hospitalarios avanzarían hacia Tierra Santa pasando por el Imperio Bizantino mientras los aragoneses llevaban cabo el plan descrito de avanzar por la costa mediterránea africana y atravesar Egipto.

Por una cosa o por otra, al final ninguno de esos planes se llevó a cabo. Felipe IV se conformó con expoliar al Temple mientras Jaime II se centraba en combatir al Islam en la Península Ibérica con la conquista -fracasada- de Almería, así que la idea del Rex bellator quedó como mera formulación teórica y terminó olvidada. Nunca se recuperaron los Santos Lugares y, con el tiempo, los cristianos establecidos allí acabaron a la greña entre ellos hasta el acuerdo de statu quo de 1852.

Laberinto de Amiens

 


Catedral de Amiens. Laberinto: quien lo recorriera de rodillas por la calle negra hasta llegar al centro (Jerusalem Celestial) conseguiría indulgencias.

Órdenes Militares en Portugal

 



El espíritu de cruzada se desarrolló no sólo por el contacto entre los combatientes cristianos en la Península y los cruzados que por ella pasaban camino de Tierra Santa, sino también por la influencia de las Órdenes militares que allí se establecieron a partir del segundo cuarto del siglo XII en adelante, cuando destacó la de los templarios, pero también como reacción frente a la creciente agresividad y poder militar de los fieles partidarios de la guerra santa (djihad) en el norte de África, impulsada por los almorávides y, más tarde, por los almohades. Así, la función de las Órdenes militares, compuestas por caballeros, era luchar contra el infiel.
Los primeros fueron instituidos en Oriente para defender Tierra Santa y proteger a los cristianos que allí corrían peligro. Poco después se asentaron en la Península, donde su aportación fue fundamental en la lucha contra los sarracenos.
Desde el inicio de la monarquía, se han asentado en Portugal las siguientes Órdenes militares:
• La Orden del Temple;
• La Orden de los Hospitalarios, cuyo nombre proviene de tener un hospital a su cargo en Tierra Santa; en Portugal tuvo como casa principal el monasterio de Flor da Rosa, en Crato;
• La Orden de Calatrava, de origen castellano; su casa principal fue el convento de Avis;
• La Orden de Santiago de Espada, fundada en el reino de León y cuya casa principal en tierras portuguesas fue el convento de Palmela.
La acción de estas Órdenes se centró en ejercer y fomentar:
• beneficencia;
• el desarrollo de la agricultura y la colonización del reino;
pero lo principal era luchar contra los musulmanes.

Esbozo de los Hermanos Livonios de la Espada


Los Hermanos Livonios de la Espada (en latín Fratres militiae Christi, literalmente la "Fraternidad del Ejército de Cristo", en alemán Schwertbrüderorden), también conocidos como Caballeros de Cristo, Hermanos de la Espada, Caballeros Portaespadas o Milicia de Cristo de Livonia, fue una orden militar católica fundada en 1202 por Alberto de Buxhoeveden, Obispo de Riga (Príncipe-Obispo de Livonia), y compuesta por monjes-guerreros alemanes (de Livonia).​ Estaba basada primordialmente en los estatutos de los Caballeros Templarios.​
 

Historia de la Orden

Desde su fundación, la orden solía ignorar su supuesto vasallaje al obispado. En 1218 el obispo pidió al rey danés Valdemar II apoyo contra la orden, pero Valdemar II concertó un acuerdo con la Hermandad y lo aprovechó para conquistar el norte de Estonia.

Los cuarteles de la Orden se encontraban en Viljandi (Fellin), en la actual Estonia, en donde las murallas del castillo todavía siguen en pie. Otras plazas fuertes incluían: Cesis (Wenden), Sigulda (Segewold) y Aizkraukle (Ascheraden). Los comandantes de Viljandi (Fellin), Kuldiga (Goldingen), Aluksne (Marienburg), Tallin (Reval) y el Bailío de Paide (Weissenstein) pertenecían al consejo de cinco miembros del Maestre de la Orden.

Como consecuencia de la tremenda derrota frente a lituanos en la batalla de Saule, en 1236, quedó la Hermandad fuertemente diezmada y tras autorización papal de 1237, se integraron en la Orden Teutónica, dentro de la cual serían conocidos como los Hermanos de la Orden Livona o los Hermanos Livonios de la Espada.