lunes, 21 de febrero de 2022

El Muru'a y los Caballeros Musulmanes




Por definición, la cultura Islámica no puede admitir la existencia de un grupo de privilegiados, que tendrían el dominio de las armas y cuya misión sería defender al pueblo y la religión cristiana ( en el caso de los caballeros cristianos de Europa), ya que el Corán propugna la igualdad de todos los hombres. En realidad el cristianismo también lo hace, pero el Corán no sólo es un libro religioso: sino que es el libro por el que se rige toda la sociedad musulmana al estar incluído en él preceptos de gobierno, convivencia y religión.
En realidad se admite al menos una diferenciación social por nacimiento: esto es la de los "cherifiennes", las familias que pretenden descender o tener una relación directa con el profeta.

Pero aparte de éste grupo, no se puede dejar de admitir que la sociedad Islámica era una sociedad jerarquizada aunque en un sentido diferente a lo que sucedía en el mundo feudal europeo, no existe el grupo de los defensores, pero hay una jerarquía de linajes de familias. Cuanto más antigua, más cantidad de sangre árabe posea, mayores logros militares haya conquistado y mayores riquezas posea( así el número que la integra es mayor), más noble será los miembros esa familia, clan o grupo tribal; porque a ese honor colectivo se le añade un honor personal .

Parece que la función militar no es determinante, sobre todo una vez que la civilización Islámica ha alcanzado un cierto nivel de desarrollo a partir de la segunda mitad del S.VIII, para elevar el nivel de una persona o familia. De hecho a personajes de la corte, que en muchos casos han llegado allí tras una verdadera carrera de honores desde los más bajos pisos de la burocracia cortesana( eso sí, siempre es conveniente que pertenezcan o sean respaldados- o sean clientes- de una poderosa y antigua familia) se les conceden cargos militares de importancia después de su carrera civil. Claro, que algunos gobiernos, como almorávides, almohades y benimeríes, que daban la primacía la yihad (guerra santa islámica), es de entender que el elemento militar gozara de gran prestigio.

Estos cargo militares representan una importante fuente de riquezas y poder para dichos personajes pero no parecen determinantes. Sin embargo, como veremos más tarde, hubo momentos de la historia islámica en los que se estuvo muy cerca de establecerse una élite militar social, con su propia ideología y sistemas de extracción de la riqueza próximos al de la clase feudal cristiana, al frente de los estados musulmanes.

LOS ORíGENES.

Debemos empezar por los tiempos en que las tribus paganas árabes guerreaban continuamente en la Península arábiga antes de la llegada del Corán. A éste periodo de la historia del mundo árabe se la conoce por: " AI-Jahiliya".

Durante este periodo de la historia, las guerreras tribus árabes del desierto tenían su propio código de comportamiento que regulaba las relaciones honorables entre tribus y personas; todo ello constituía el código del Muru'a.

En él se encerraban las virtudes más apreciadas por los árabes del desierto. Constituía el código tácito del honor, de la virtud, de la caballerosidad y de la gallardía, mantenido y reconocido por todas las tribus; estableciéndose como una especie de orden y/o código de comportamiento(principalmente privado), construído a partir de las hazañas y los héroes de las luchas intertribales.
El honor era el tema central del código.

Ningún jefe podía seguir sin los atributos del honor: libre de culpa y mácula, debía de ser valeroso, hospitalario, caballeroso y orgulloso. Muru'a también incluía la continencia ante la adversidad, el valor en la guerra,sacrificio, honor a la palabra dada, indulgencia templanza y protección para con los débiles, la asistencia de asilo, la venganza de sangre, ser fiel, leal.. .y ,sobre todo, generoso.

La generosidad extrema constituía un tipo de heroismo más refinado que el de el campo de batalla y Hattim fue su principal exponente. Las mujeres, principalmente las de alta alcurnia ( al pertenecer a una familia poderosa, rica,con abundantes miembros y tradición militar ), también podían tener un importante papel y gozar de las mismas cualidades que los héroes caballerescos, constituyendo su propia leyenda.

Por supuesto éste código no estaba escrito ( hasta al menos 30 años antes de la Hegira), pero era recogido por las narraciones de los poetas que cantaban y alababan las acciones valerosas de tal tribu o persona.

Tradición oral fundamental en el desierto, vía de comunicación de costumbre y conocimientos.

De hecho los poetas eran muy honrados por sus respectivos clanes y tribus y ,en muchos casos, además de guardar las tradiciones, exaltar a los guerreros en la lucha con los ejemplos de sus antepasados se constituían como verdaderos representantes de sus grupos. Muchos poetas fueron excelentes jinetes y cazadores que cabalgaron en pos de aventuras y que ayudaron a establecer dicho código de caballerosidad basado en las hazañas, nobles y valerosas, en la lealtad y el sacrificio personal. Algunos autores afirman que éste código les dio a estos indómitos e indisciplinados nómadas la visión de un modo de vida más heroico e idealista, preparando así el camino hacia el islamismo y el mensaje divino del profeta.

En cualquier caso, este les otorgaba de úna tradición propia, distinta a la zoroatrista, cristiana o hebraica; considerándose los árabes a sí mismo como nobles, con un orgullo de sangre, elocuencia y poesía, su manejo de la espada y el caballo, el respeto y orgullo por sus ancestros. Todos estas tradiciones orales dieron lugar al género de los AI-Sira, que tienen como origen la narración de las luchas tribales ( Ayyan -aI-Arab)

Estos ideales paganos aún perviven. El Islamismo les dotaría de una nueva dimensión e ímpetu, aprovechando las mismas características del carácter del pueblo creyente árabe.

MAHOMA Y EL ISLAM

La llegada de Mahoma y la religión islámica supuso la expansión de las tradiciones tribales arabes al ser éstas el puéblo elegido para la expansión del Islam a través de la yihad, o guerra Santa. La yihad era un deber colectivo de todo musulmán y estaba dentro de la tradición guerrera de las tribus árabes. Si antes éstas habían combatido por el botín y el honor ahora lo harán por lo mismo aunque con el fundamental acicate, y elemento de unidad, de la religión Islámica. Ser un hombre de yihad se convertirá en un elemento fundamental para cualquier buen caballero y/o caudillo.

HONOR Y LINAJE.

Lo que no destruyó el Islam fue la organización tribal de la sociedad árabe. Organización que , junto a sus valores, se impondría allí donde las armas musulmanas triunfaran, aunque fueran sobre pueblos con una teórica superioridad cultural a la civilización Islámica en sus primeros tiempos. Además la organización tribal también era común a todos los pueblos nómadas del norte de Africa que se unirían al Islam a finales del S. VII. La estructura tribal era el núcleo de la vida y la organización social. Su organización era la siguiente:

Teniendo como unidad social y económica a la tienda (beit), se pasaba al campamento rama de un linaje familiar y de allí al linaje y al clan, para acabar englobados en una determinada tribu. El individuo debía lealtad absoluta e indivisa primero al clan y luego a la tribu. En el concepto del honor es más importante el "ser" que el "tener". Cuanto una familia o tribu más cantidad de sangre árabe poseyera, mayor fuera la antigúedad de su linaje, y hubiera conseguido mayores logros militares y más rica fuese ( y cuente así con un mayor número de clientes); mas importante serias esa familia, tribu y sus miembros en la sociedad y estado donde se desarrollaran.

Aunque el concepto del honor y de la nobleza de sangre eran determinantes, la riqueza también pesaba en su consideración social. Sin embargo, y aunque el Islam no hace diferencias sociales de base, en realidad si existía esa diferencia social basada a la adscripcion a clanes agnáticos. De ahí que se entienda la importancia que se daba al estudio de la genealogía de cada grupo.

Mientras que Ibn Kaldún propugnaba la importancia decisiva de la pureza de sangre, árabe, de un linaje; Averroes prefería cifrarlo en la ancianidad del establecimiento de una familia y la ilustración de sus miembros.

El Sharaf, el honor, es el elemento determinante en la diferenciación de la categoría social, existiendo varias graduaciones y tipos diferentes de Sharaf. Existe un honor individual (esencialmente masculino) determinado por sus actos y el de sus familiares; y un honor del grupo familiar determinado por los actos de sus miembros. El sharaf o nif es el honor masculino de carácter activo; el cual aumentaba cuanto más importantes fueran las hazañas militares que llevara a cabo él y su grupo familiar. Pero también existe un honor femenino, de carácter pasivo: el ird o hormcen, propio de las mujeres que deben destacarse por su honestidad, timidez y castidad. Si este honor femenino llega a ser violado por otra tribu supondrá una de las mayores desgracias y pérdida de honor para la tribu humillada. De hecho el rapto de mujeres de campamentos de clanes enemigos era considerado como una de las mayores hazañas, ya que secuestrar a las mujeres ataca directamente a una parte del honor del grupo. De ahí la tradición endogámica de la sociedad tribal. El ceder una mujer para una boda con un miembro de otro clan era un signo de debilidad. Los grupos más fuertes tienden a acaparar las mujeres en detrimento de los grupos más débiles.

Para reunir; en una sociedad patriarcal el honor viene determinado por la conducta y los actos de los hombres (aunque la mujer tenga su propio honor que debe se ser protegido a toda costa). Los valores son el honor y la vergüenza. La importancia viene determinado por la riqueza. La magnitud del linaje, la pureza de sangre árabe y la valentía y el poder militar (más la hospitalidad) .

Cada clan tenía su propio poeta y orador para loar las heroicas hazañas de los miembros del clan, tanto vivos como muertos. El honor individual y familiar (beit) se extiende sobre todo el linaje y es llevado en herencia. Ser miembro de un clan o linaje imponía algunas obligaciones y respuestas bien definidas (cuanto mayor fuera la categoría de la familia a la que se pertenecía, mas se esperaba de las acciones de sus miembros).

El honor suponía la sumisión a las normas tradicionales de conducta y requería de hechos activos, para lograr la superioridad y distinción. De hecho las luchas sociales entre tribus podían ser realizadas de diferentes modos, dando lugar a diferentes grados de reputación y de prestigio. El honor debía ser considerado como más importantante que la vida misma y de hecho constituía un elemento primordial para el orden social, constituyendo un código de moralidad y que cuya ruptura podía afectar al equilibrio social existente.


LOS CABALLEROS MUSULMANES.

Con la llegada del Islam, el ideal de caballero sigue vivo y adquiere un nuevo significado y horizonte. El caballero árabe se llama " faris" y sus virtudes son el valor en la batalla, prudente en el consejo, la fidelidad a los amigos, el amor a la verdad y a la palabra dada, elocuente en el habla, magnánimo con los enemigos, la protección a viudas, huérfanos y pobres, la generosidad, la veneración a las mujeres y la liberalidad (sobre todo con los poetas) . Todo ello caracteriza, y es algo reconocido por todo el mundo árabe, a Ali ben abi Talib, yerno del profeta y casado con su hija favorita, considerado el ideal del caballero árabe y primer paladín del Islam.

Las hazañas de Mahoma y sus compañeros durante los primeros tiempos de la expansión islámica dieron lugar al género " AI-Siyar wa-l-Magazi". Todo ello tiene su origen en la tradición de los narradores tribales. Con los primeros musulmanes ésta tradición se hizo escrita y al principio estaba muy ligado la figura del narrador y del historiador. Los primeros fueron perdiendo prestigio conforme avanzó la cultura; sin embargo siempre se reconoció la importancia de las narraciones para recordar a los antepasados y reforzar los ánimos. También existió el género de los Sirat, verdaderas biografías caballerescas que se pueden comparar con las novelas de caballería cristianas como Amadis de Gaula o Tirante el Blanco.

Por otra parte la introducción de la religión islámica también produjo la elevación de los ideales caballerescos a través, principalmente, de la escuela Suffí; dando lugar al camino de la Futuwah. La Futuwah es el heroísmo espiritual de los valerosos y que remite a la excelencia del comportamiento, siendo una realidad espiritual y un modo de comportamiento ético que acerque al individuo al estado de Wali, santidad. Siendo la nobleza de comportamiento elevada, consiste en responder al deber del honor y del espíritu caballeresco, preservando la religión, visitando a parientes y enfermos, ocupándose de las buenas acciones y relacionandose con asuntos mundanos. Constituye una especie de forma de continuidad elevada, en el contexto islámico, de los valores caballerescos árabes (bravura, generosidad, etc)

LOS ESTADOS MUSULMANES

La descomposición del imperio abbasí en Oriente permitió ver la aparición de jefes militares que se habían imponiendo progresivamente a la autoridad del Califa; principalmente por persas y turcos que habían creado verdaderos principados militares, Ya en el 880 se había incrementado la importancia de la administración militar sobre la civil, debido al pago en botín y tierras a los combatientes de la fe (y del estado) .
Ello dio origen al feudalismo militar de hecho ya que teóricamente el estado se reservaba la propiedad eminente de los territorios, permitiendo el usufructo de las tierras por parte de los soldados a cambio del diezmo de la limosna. Este sistema( "itqa"), provoco en en el mediano oriente que que, las tropas se convirtieran en verdaderos ejércitos privados de sus capitanes, propagando la desintegración de la autoridad califal y la integridad del estado, El sistema de feudos militares había sido establecido en 1087 por Niozain al-Mulk (Bagdag), que reconoció las primeras heredades, dando así pie a la creación de estados semi-independientes.

Ésta élite militar selyúcida, sería sería sustituida por los turcos otomanos, así como en Egipto se impondrían los mamelucos.

La época de las cruzadas es otro periodo donde renace el ideal caballeresco, propagado por la misma propaganda de la época. Destacan dos figuras en el S. XII, que van a llevar a cabo la contraofensiva de las fuerzas islámicas: Nur-al-Din y Saladino. Del primero se decía que no había existido ningún hombre tan virtuoso y justo desde los primeros tiempos del Islam. Se le alababa por jefe militar, por su austeridad y valor y consiguió presentarse como hombre piadoso, reservado, justo, respetuoso con la palabra dada y totalmente entregado a la yihad.
De Saladino , que cautivaría la imaginación caballeresca de la Europa Cristiana, se le destacaba por su generosidad (considerada por algunos como excesiva), humildad, valor, justicia y dedicación a la yihad; por su carácter humano y hospitalario. Las Cruzadas fueron, entre otras cosas, un periodo donde se encontraron dos tipos de ideales caballerescos, que en realidad hubieran sido muy parecidos si no hubieran estado muy impregnados de un matiz religioso; ya que los "caballeros" de un lado y otro, bien fueran pertenecientes a una élite nobiliar-feudal de tipo militar o guerreros de importantes familias árabes, tenían como misión luchar por su fe.

A pesar de la propaganda contra el enemigo, en ambos lados se reconocía la valentía, fortaleza o habilidad de los guerreros y caballeros enemigos, dándose casos de auténtica confraternidad de ideales entre caballeros cristianos y musulmanes.

AL -ANDALUS

La situación en el Al-Andalus, con respecto a la existencia de una posible clase caballeresca es la misma que en el resto del Islam, aunque presente sus propias características y peculiaridades. Ya hemos dicho que conceptos tales como honor, linaje , familia, orgullo guerrero, o incluso -la existencia de clientelas, estaban en el Islam, como consecuencia de su evolución a partir de las tribus nómadas de Arabia, estrechamente ligado al sentido de tribu y clanes agnáticos. La posible vía de una mayor mezcla a nivel cultural y social quedaba rota por la separación de la sociedad en comunidades religiosas. La posible vía de integración del elemento musulmán en una mezcla igualitaria de rasgos Visigodos fue deshecha, en el 716, con la muerte de Abd-lAziz, hijo de Musa, que se había casado con Egilona, la viuda de Rodrigo.

Se puede decir, que prevaleció el componente inmigrado árabe-beréber, sobre el indígena, el cual se integraría en un plano de total sumisión cultural, si exceptuamos el elemento mozárabe. Ello se debió a una emigración colectiva de otros contingentes, a partir de mediados del S.VIII como sirios y beréberes.Lo cual provocó una mayor arabización y tribalización de la sociedad. Además la influencia de la supremacía árabe llegaba a todos los campos en los territorios ocupados. Actualmente se habla de un medio tribal árabe en la España musulmana.

La organización militar debió de ser fundamental en el mantenimiento de los clanes agnáticos, al mantener una solidaridad entre los miembros de un mismo "kawn" tribal, establecidos en el interior de un mismo límite o " kura ", que se realizó durante un proceso que abarca de los S.VIII al XI.

Ese proceso, del que con Almanzor aún vemos claras pinceladas, ya se había iniciado con la llegada de los feudatarios sirios u orientales de Jordania, Egipto y damasco (los yundíes de Baly b. Bisir, que habían sido derrotados en el norte de África y que pasarían a la península como clientela (mawali) de Abd al-Rahinan el Inmigrado); tropas y población que se convirtieron en una especie de oligarquía o aristocracia, orgullosa de su habilidad guerrera(caballería) y de su sangre árabe.

Ello provocaría conflictos con los beréberes, que acabarían sometidos y arabizados. Esta población fue asentada por el sistema de la "Igta", que era un modo de concesión administrativa sobre un territorio, sobre el que se ejercía básicamente un derecho de fiscalidad( la tierra era propiedad del estado), a cambio del pago del diezmo; y que era una forma de pago de los combatientes de la fe. Aún cuando el sistema se fue haciendo cada vez más hereditario, parece ser que el estado no perdió el control de las mismas, evitando así la creación de una nobleza feudal. Cuando el califato se desintegre no será a causa de problemas rey- nobleza feudal, sino que básicamente se debió a contradicciones y tensiones internas, básicamente de componente socio-racial.

Según el derecho musulmán no existía ninguna diferencia legal entre los miembros de la comunidad, aunque sí existía una estratificación en la realidad.

Aparte de los llamados descendientes del profeta, nos encontramos con la categoría social ( y "no clase social") de la " Jassa",o la élite, formado por patricios de las principales familias de sangre árabe y parientes, más o menos lejanos, del califa durante el tiempo del califato. La jassa podía estar integrada por ciertas categorías de altos funcionarios de la administración central( y ello incluía a aristócratas árabes, libertos u otros personajes de origen beréber)

A pesar de esa diferencia nadie ha probado la existencia de relaciones de tipo vasallático o feudal en la sociedad musulmana, donde prevalecieron las relaciones familiares y unidades tribales; siendo la religión y el clan las bases de la sociedad.
Existía toda una jerarquización a nivel familiar y a nivel oficial por el puesto ocupado en la corte. Sin embargo el puesto en ésta era, en la mayoría de los casos, el resultado de un auténtica carrera de honores, aunque siempre era importante pertenecer o contar con el apoyo de una vieja y distinguida familia.

CONCLUSIONES

En definitiva, desde un punto de vista estrictamente legalista no se puede hablar de la existencia de un estamento social equiparable a la nobleza cristiana de Europa, en el mundo Islámico. Sin embargo, dejando aparte el fundamental matiz religioso que separaba ambas civilizaciones, nos encontramos con un ideal de caballería que es prácticamente el mismo en ambos lados y que es consecuencia de la importancia de la actividad guerrera y los lazos de sangre. En ambos campos son reconocidos los mismos ideales caballerescos: valor en el combate, fidelidad a los amigos y a la palabra dada, prudencia en el consejo, protección a los más débiles, generosidad y magnanimidad (aunque esto pueda ser matizable), trato delicado para con las damas, honor personal y familiar, importancia por el respeto a los antepasados.... sin embargo a los grupos que afectan difieren en su composición.

En el mundo musulmán un mismo honor es compartido por todos los miembros de la tribu, aunque cada uno de ellos pueda tener un honor personal. El sentido clánico y tribal supera las concepciones cristianas de honor familiar y aunque el sentido de superioridad militar es fundamental, éste no deriva de una concepción divina de la división de la sociedad; sino que es consecuencia de la tradición guerrera de todo un pueblo, con un sentido de las relaciones de sangre mucho más amplio que las de la aristocracia cristianan europea.

Aunque existan clientelas, no se producen relaciones de vasallaje en el mundo Islámico. Si en el ideal caballeresco de ambos lados se destaca la importancia de la defensa de la religión, en el bando cristiano ésta labor es casi exclusiva de la clase caballeresca feudal; mientras que en el mundo musulmán constituya un deber colectivo.

Por otra parte, ese mismo ideal dio lugar a obras literarias y festejos realmente equiparables. Además, sobre la misma época, se cierne el espectro del progresivo e inevitable deterioro del ideal caballeresco y de las gentes que lo representan: en ambos bandos van a surgir voces que expresan su protesta ante la existencia y aparición de ricoshommes que por el sólo hecho de portar armas se pretenden caballeros, o que claman contra la aparición en el campo de batalla de las innobles armas de fuego.
En fin, a nivel personal muchos hombres podrían haber cambiado de religión y sin embargo continuar con el mismo espíritu caballeresco. Sin embargo la integración de éstos hombres e ideales en cada una de las sociedades se haría a niveles diferentes.

La Reconquista: El Reino de Asturias




En el año 718 se sublevó un noble llamado Pelayo. Fracasó, fue hecho prisionero y enviado a Córdoba. Sin embargo, consiguió escapar y organizó una segunda revuelta en los montes de Asturias, que empezó con la supuesta batalla de Covadonga en el 722, aunque no fuese más que una escaramuza, tuvo una importancia tal que polarizó en torno a Don Pelayo un foco de independencia del poder musulmán, lo cual le permitió mantenerse independiente e ir incorporando nuevas tierras a sus dominios. Los árabes desistieron de controlar esta zona montañosa, dado que requería muchos recursos y no merecía la pena el esfuerzo. Los cristianos de la zona no representaban un peligro, y controlar el extremo más alejado supondría más costes que beneficios.

Mientras tanto, la dinastía Omeya de Damasco fue derrocada y subió al poder la dinastía Abassí de Bagdad. Uno de los supervivientes, Abderramán ben Omeya, se trasladó a Córdoba y se proclamó emir independiente (756-788). Las luchas internas musulmanas en la Península propiciaron que Carlomagno, rey de los francos, penetrara hasta el sur de los Pirineos, en una zona donde los pamploneses habían logrado mantener cierta independencia apoyándose, según les convenía, en astures, musulmanes o francos.

Alfonso I el Católico (739-757), realizó incursiones en el Valle del Duero y trasladó hasta Asturias, a los cristianos que estaban por allí desperdigados matando a los musulmanes. De esta forma, consolidó su pequeño reino y la meseta septentrional se convirtió en un territorio de nadie entre los dominios musulmanes y los cristianos, lo que se denominaría el “Desierto del Duero”.



La sorprendente expansión de este minúsculo reino pronto preocupó a las autoridades califales, que enviaron sucesivas incursiones anuales o aceifas sobre esté territorio eran tanto operaciones de castigo como operaciones de saqueo, normalmente ejecutaban dos al año simultáneamente, una sobre la zona de Galicia normalmente desde Mérida y la otra sobre Álava desde Medinaceli, evitando pasar por el Desierto del Duero, ya que los ejércitos tenían que vivir de lo que saqueaban, y en el Duero apenas había recursos. El objeto de hacer dos aceifas, era que el rey cristiano no tenía fuerzas suficientes para enfrentarse a ambas al mismo tiempo.
Batalla del río Burbia (791)

El emir Hishan I, estaba dispuesto a anexionarse el Reino de Asturias, para ello organizó como en todos los años dos aceifas o incursiones mandadas por dos veteranos generales de su padre Abderramán I: Ubayd Allah Abu Uthman y Yusuf ibn Bujt.
Ubayd Allah Abu Uthman partió hacia el saliente de Alava y Bardulia. Derrotó a los cristinanos y les persiguió por los montes y valles que riegan el Ebro y sus afluentes de la margen izquierda desde las Conchas de Haro hasta el Escudo de Cantabria.
Yusuf ibn Bujt marchó hacia Galicia. Se adentró en la región y la devastó. Cuando regresaba victorioso por la via romana que unía Lugo con Astorga, le salió al encuentro el rey Bermudo I en la confluencia del rio Burbia con el río Valcárcel, donde hoy se alza Villafranca del Bierzo. Cuando los musulmanes regresaban de Galicia con el botín de sus saqueos los cristianos al mando de Bermudo I, les esperaban en el río Burbia, cerca de Villafranca del Bierzo. Los musulmanes, con el hábil general Yusuf ibn Bujt, lograron defenderse y a continuación contraatacaron aplastaron a las fuerzas astures. El rey Diácono fue arrollado y vencido, sufriendo numerosas bajas.

En septiembre de ese mismo año Bermudo I abdicó a favor de Alfonso II el Casto, quien traslado la capital a Ovetao (Oviedo).
Batalla de Lutos o de los Lodos (794)

En el 794, Hishan I, envió de nuevo dos aceifas o incursiones a territorios cristianos una dirigida por Abd al-Karim que había devastado las tierras de Álava el año anterior mientras que la otra al mando de Abd al-Malik, que había vencido a las fuerzas de Carlomagno el año anterior, se dirigió al corazón del reino, y sin encontrar resistencia saqueó la propia corte de Oviedo, destruyendo también las iglesias construidas por Fruela. En el camino de regreso a través del Camino Real del Puerto de la Mesa, el rey Alfonso II y sus hombres le tendieron una emboscada en un angosto paso, cuya situación se supone que pudo ser Los Lodos, en el concejo asturiano de Grado. Como consecuencia del ataque la mayor parte de los musulmanes y el propio Abd al-Malik resultaron muertos.
Batalla de las Babias (795)

El emir Hisham I quiso vengar la derrota en la batalla de Lutos. Para ello envió al año siguiente a Abd al-Walid, con un gran ejército de unos 10.000 jinetes, contra el Reino de Asturias.

El emir también organizó otro ejército contra Galicia, para evitar el apoyo a Asturias de las fuerzas gallegas enemigas. Esta columna entró en Galicia, devastó la región y cuando volvía victoriosa tuvo que combatir contra los cristianos, siendo vencida por ellos. En este combate los musulmanes sufrieron muchas bajas y apenas pudieron escapar, dejando numerosos prisioneros en poder de los cristianos.

Alfonso II de Asturias, que había reforzado su ejército con efectivos machus acampó cerca de Astorga, base de operaciones habitual de los ataques contra Asturias, atravesando el puerto de Mesa y esperando el combate después de obligar a los aldeanos a refugiarse en las montañas, tratando de garantizarse la posible retirada por los puertos de la Mesa y de Ventana.Abd al-Karim envió contra los cristianos una vanguardia de 4.000 jinetes mandados por Farach ibn Kinanah, jefe de la división Sidonia. Abd al-Karim con el grueso progresaba detrás, las fuerzas combinadas derrotaron a los asturianos, que tuvieron que huir por el puerto de Ventana, perseguidos por la caballería musulmana.

Los musulmanes en su persecución volvieron a derrotar a las fuerzas asturianas, Alfonso envió 3.000 jinetes al mando de un tal Gadaxara con la delicada misión de detener a los musulmanes. En la confluencia del rio Quirós con el rio Pielgo, más allá de Casares, y a pesar de lo angosto del lugar, fueron de nuevo derrotados con grandes pérdidas, siendo Gadaxara hecho prisionero. La batalla del río Quirós supuso el sacrificio de la caballería cristiana, en la que el propio Gadaxara fue hecho prisionero, que no fue en vano, pues permitió al rey Alfonso abandonar el Monte Albo y retirarse a tiempo, huyendo a Oviedo perseguido por sus enemigos.

El rey tuvo que volver a huir. El sacrificio heroico de Gadaxara y sus jinetes había permitido a Alfonso ganar una nueva defensa: el castillo construido a orillas del Nalón para prevenir cualquier ataque a Oviedo.

Aunque presentó de nuevo resistencia en la torre junto al Nalón, volvieron a ser derrotados de nuevo en la batalla del río Nalón, juzgó más seguro retirarse a Oviedo. Los musulmanes consiguieron capturar Oviedo, Alfonso consiguió huir a las montañas.

Dado lo avanzado el invierno, los musulmanes tuvieron que retirarse a sus tierras sin haber acabado con Alfonso II de Asturias, que pudo escapar.

La revancha de Alfonso II se tomó la revancha en el 796, muerto Hishan y cuando su sucesor estaba envuelto en luchas internas, Alfonso realizó una cabalgada hasta Lisboa, tomando la ciudad y saqueándola.
Primera Batalla de Morcuera (863)

En el año 863 el emir Muhammad I comprendió que debería detener la osadía del rey Ordoño I y organizó una expedición contra las tierras de Álava al mando de su hijo Abd al-Rahman y el general Abd al-Malik ibn Al-Abbas.

Los musulmanes razziaron las tierras destrozando cultivos, arrancando árboles, incendiando casas y pueblos, desmantelando fortalezas y matando o apresando a los hombres que no se habían refugiado en lugar seguro. El rey Ordoño no les plantó batalla en el llano y les dejó actuar en el mismo; pero decidió atacarles cortándoles la retirada. Para ello envió su ejército al mando de su hermano, Gatón, el repoblador de Astorga en 854 y el derrotado en el Guadacelete en el 859.

Los cristianos se apostaron en el paso más estrecho de la Hoz de la Morcuera. No se descarta que pudiera ser en el angosto valle del nacimiento del Ega o en otro de los estrechos pasos que permiten bajar al rio Ebro desde los llanos de Álava. Abd al-Malik encontró que los cristianos cerraban el paso a los musulmanes, pero atacó y venció la resistencia enemiga y los dispersó. Como si fuera un plan organizado, aparecieron entonces el resto de los tropas de Ordoño I en ayuda a los apostados. Se entabló una dura batalla por ambas partes, pero la victoria quedó del lado musulmán, que provocaron innumerables muertos y heridos entre los cristianos.

Diecinueve de los condes del ejército asturiano murieron en la batalla de ese día.

Los musulmanes debieron de sufrir también gran número de bajas, porque el año siguiente no se envió ninguna otra expedición contra los asturianos. Tras ese año de descanso se lanzaron otras tres expediciones consecutivas.
Segunda Batalla de la Morcuera (865)

Tras su victoria en la Primera Batalla de la Morcuera de dos años antes y después de reponer las bajas habidas y de descansar a sus tropas, el emir organizó un nuevo y muy numeroso ejército que puso otra vez al mando de su hijo Abd al-Rahman y del general Abd al-Malik ibn Al-Abbas. Todas las provincias y ciudades de Al-Andalus enviaron soldados. Además de Córdoba, y otras ciudades cuya aportación se ignora, sabemos de las siguientes: Sidonia: aportó cerca de 6.800 jinetes, Elvira: 2.900, Málaga: 2.600, Jaén: 2.200, Cabra: 1.800, Écija: 1.200, Priego, Algeciras, Tacorona, Carmona, Fahs al-Balud, Morón, Todmir, Rovdina, Calatrava y Otero aportaron entre todas ellas unos 20.000 jinetes, sin contar los infantes.

En esta ocasión el objetivo era la fortaleza de Amaya, repoblada cinco años antes (860) por el conde Rodrigo de Castilla. Abd al-Malik ibn Al-Abbas guió el ejército hasta Toledo. Allí tomó la vía romana que conducía a Zaragoza hasta Sigüenza o Medinacelli. En uno de estos dos puntos tomó la calzada romana que llevaba hasta Osma. Una vez en Osma siguieron la calzada romana hasta Clunia, donde torcieron al oeste por la calzada romana de Cantabria que conducía directo hasta Amaya, pasando el Arlanza por Tordomar, el Arlanzón por Pampliega, entrando en la gran llanura del Pisuerga por el boquete de Castrojeriz, atravesando el Odra por el puente de Matajudíos y el Pisuerga por Melgar.

Una vez allí, avanzaron hacia el noroeste rápidamente durante tres días hacia Amaya para sorprenderla. Amaya emerge imponente en la llanura amarillenta desde muchos kilómetros de distancia. Sus proporciones se agigantan conforme uno se acerca. Es una peña de unos 300 metros de altitud, 1.000 metros de larga y unos 500 metros de anchura.

El río Odra y otros arroyos le sirven de foso. Su cumbre, plana, es suficiente para mantener un buen ejército. En un extremo se erguía un castillo. Ante su visión el general Abd al-Malik ibn Al-Abbas decidió no atacarla y entrar en tierras del norte de Castilla. Eligió como punto de entrada la Hoz del Paradiso, defendida por cuatro fuertes, que permitía el acceso a los valles de Ordejón y de Humada y tomar la calzada romana en dirección a Mena. Tras atacar y arrasar los fuertes, el ejército musulmán cruzó los dos de kilómetros y medio que mide la hoz, y entró en los verde valles norteños.

El ejército musulmán comenzó sus acostumbradas razzias, arrasando las tierras de cuatro condes: Rodrigo, de Castilla; Diego, de Oca; Gonzalo, de Burgos; y Gómez, de Mijancos. Abd al-Malik finalizó la campaña atacando el castillo de Salinas de Añana, en las tierras del conde Rodrigo de Castilla, situado a mitad del curso de los ríos Omecillo y Bayas en su camino al Ebro, dominando el acceso a las tierras vizcaínas. Una vez desmantelado el castillo y arrasados sus muros, Adba al-Malik se inició la retirada, llegaron al valle de Miranda, cerrada planicie entre montañas que cruza el río Ebro desde Sobrón hasta las Conchas de Haro.

El conde castellano Rodrigo, intentó cortarle el paso en el desfiladero de la Hoz de la Morcuera, que estaba fortificado.

El ejército cordobés sorprendió al ejército cristiano, que estaba reforzando las fortificaciones del paso, e intentó cruzarlo en fuerza. El miércoles 8 de agosto de 865 comenzó la batalla. Los musulmanes atacaron de frente a los cristianos. Estos aguantaron la acometida en las trincheras y se entabló una lucha encarnizada. Durante horas nadie cedió terreno, pero al cabo los cristianos se vieron obligados a retroceder empujados por la superioridad numérica del enemigo y se acogieron a la segunda línea de defensa: el cerro del extremo final de la hoz. Con el foso y la trinchera en poder del enemigo, los cristianos combatieron en la colina. El combate seguía siendo duro, y al llegar la noche aún no se había decidido. Los musulmanes pararon sus ataques y establecieron su campamento frente a los castellanos y alaveses.

A la mañana siguiente los musulmanes reanudaron el combate. Al parecer los musulmanes desbordaron las fortificaciones y los cristianos pronto cedieron ante el empuje de las tropas de Abd al-Malik. Se desorganizaron y huyeron en desbandada perseguidos implacablemente por los musulmanes. Estos hicieron una espantosa carnicería entre sus enemigos, y apresaron gran número de combatientes que llevaron cautivos a Córdoba. De los que huyeron, muchos murieron ahogados en el Ebro al tratar de cruzarlo por la zona de Haro. La matanza acabó hacia el mediodía y Adb al-Malik pudo regresar victorioso a Córdoba con las cabezas de sus enemigos clavadas en la punta de sus lanzas.

Las bajas del conde Rodrigo, que actuaba como segundo del rey Ordoño I, fueron considerables. Las crónicas árabes hablan de unos 20.000 infieles muertos. En cualquier caso, la derrota sufrida fue lo suficientemente grave como para retrasar algunos decenios la repoblación cristiana de aquellas tierras e impidió el avance de Ordoño y Ramiro hacia la Rioja.

El historiador musulmán Ibn Idari cuenta en su libro al-Bayan al-Mughrib la historia de la siguiente manera:

“Después de obtener tales éxitos pensó en salir del país por el desfiladero de Al-Markawiz (La Morcuera). Se había apartado de Al-Mallaha (Salinas de Araña) para acampar, cuando Rodrigo, avanzando a la cabeza de sus tropas y de las levas que había reunido, instaló su campo cerca del foso vecino del Marka­wiz, foso cuyos accesos, desde hacía años, se había cuidado de hacer más difíciles mediante trabajos ejecutados por medio de corveas; separado de la montaña y provisto de un talud elevado, era in­franqueable. Abd al-Rahman instaló su campo sobre el Ebro y el general Abd al-Malik situó sus tropas en orden de batalla, mientras que los cristianos tomaban igualmente sus disposiciones y colocaban tropas en em­boscada en los dos flancos del desfi­ladero. Los musulmanes atacaron a los cristianos de frente y comenzó un combate encarnizado; pero los nuestros se batieron de tal suerte que sus enemigos, descubriendo el foso, se retiraron sobre una colina vecina. En­tonces Alb al-Rahman hizo instalar su tienda y dio órdenes a los soldados de hacer otro tanto y de establecer campamento. Después los nuestros volvie­ron a atacar vigorosamente a los cristianos. Alá les golpeó en el rostro y nos entregó sus espaldas de modo que se hizo de ellos una horrible matanza y que gran cantidad de prisioneros quedaron en nuestras manos. El resto huyó, sin detenerse, hacia la región de Al-Ahrum (Haro) y debió arrojarse al Ebro sin poder encontrar un paso vadeable, por lo que muchos se ahogaron. La matanza duró desde la aurora del jueves 12 Rachab [9 de agosto 865] hasta mediodía, y nuestras tropas, gracias a la ayuda divina, salieron sanas y salvas del combate. Después de comenzada la matanza, algunas bandas lograron refugiarse en lugares abruptos y en las espesuras; pero no escapa­ron tampoco a la persecución y la muerte. El foso fue destruido y llenado, de suerte que los musulmanes pudieron atravesarlo sin peligro y cómodamen­te. Alá concedió a los musulmanes un insigne favor al permitir­les obtener esta brillante e importante victoria; ¡alabado sea el Señor de los mundos! Después de la batalla se reunieron 20.472 cabezas”.

Esta derrota de los cristianos supuso un freno en la repoblación de la Meseta Central, tarea que tendrá que proseguir su hijo Alfonso III, quién se enfrentará además con un sector de la nobleza asturiana cuyas ambiciones de poder no se habían apagado. Mohamed I aprovechó la debilidad de los cristianos hacerse con las fortalezas de Cerezo del Río, Tirón, Ibrillos y Grañón; envió nuevas incursiones en los años 866 y 867.
Batalla de Polvoraria o Polvorosa (878)

En el año 878, Muhammad I quiso poner freno a la repoblación del “Desierto del Duero” iniciada por Alfonso III el Magno de Asturias, aprovechando inestabilidad interna del emirato musulmán.

Para poner freno a la osadía del asturiano, el emir montó una amplia operación ofensiva, mediante dos acciones:
La principal, reunido en Córdoba bajo el mando de su hijo Al Mundir y de Walid ben Ganim, se dirigiría contra León. Sin embargo, y a fin de restarle apoyos al monarca asturiano, les ordenó que, previamente, se encaminaran al valle del Ebro para combatir a los Banu Qasi. Una vez atacados éstos en Zaragoza y Tudela, se dirigirían a Léon, donde se les uniría un contingente reunido en Toledo, después de recogida la cosecha.
La secundaria, bajo el mando de Warrak Ben Malik. Debería entrar en Galicia por el camino de Coimbra. Cercaron la ciudad pero no consiguieron conquistarla.

La ofensiva contra la marca aragonesa no produjo los resultados apetecidos, por cuanto, si bien devastaron los campos y saquearon la comarca, no consiguieron las ciudades de Zaragoza y Tudela, defendidas por los hijos de Musa, Ismail y Furtun. Sin haber logrado el objetivo de someter y conquistar a los hermanos Musa, se encaminaron hacia León siguiendo el valle del Ebro.

Alfonso decidió que el conde gallego Hermenegildo, que recientemente había ocupado Coímbra se hiciese cargo de la amenaza a Galicia, Mientras él se hacía cargo de las otras dos, batiéndolas por separado.

Decidió oponerse primero a la amenaza procedente de Toledo, que juzgó que era más débil y sus mandos menos cualificados.

Las tropas musulmanas habían partido de Toledo en dirección a Zamora, y desde aquí se dirigían a León que era su objetivo final.

Alfonso eligió como campo de batalla zona situada entre los ríos Órbigo y Tera, ambos afluentes del Esla, a unos 6 km al suroeste de la ciudad de Benavente (Zamora). Cerrando la calzada romana que conducía a Astorga, y que cruzaba el río Esla por el puente de Arcos de la Polvorosa (a unos 6 km al sur de Benavente) y por el puente sobre el río Órbigo en Santa Cristina de la Polvorosa (3 km de Benavente).

La idea era coger al ejército musulmán entre los tres ríos y un bosque de encinas donde podía ocultar sus tropas.

Los musulmanes avanzaron con la formación de vanguardia, grueso y retaguardia. Cuando la vanguardia había cruzado ambos puentes y el grueso estaba entre ambos, dos fuerzas cerraron ambos puentes y con el resto Alfonso atacó de flanco al grueso, destruyéndole completamente, la vanguardia y la retaguardia consiguieron huir. Las bajas entre las filas musulmanas se dice que fueron muy elevadas, entre 12.000-13.000 muertos. De aquí viene la frase “poner los pies en polvorosa”.
Batalla de Valdemora (878)

Sin pérdida de tiempo, los vencedores se desplazan al nuevo escenario donde planeaban presentar batalla al principal ejército musulmán procedente del valle del Ebro, venían siguiendo la calzada romana de Burgos a León.

Alfonso eligió como campo de batalla la orilla de la ría Esla, cerrando el puente de Mansilla de las Mulas (a 14 km de León), teniendo a retaguardia el río Órbigo.

Sin embargo, al llegar a las inmediaciones de Mansilla, el hijo del emir tuvo conocimiento del desastre de Polvoraria. Estas noticias influirían de forma negativa en la moral de su ejército, que junto con el cansancio acumulado por sus tropas, desde su salida de Córdoba, pasando por Zaragoza hasta llegar a las proximidades de León, le impulsaron a tratar de eludir el enfrentamiento con los cristianos y volver a sus bases.

Alfonso, enardecido por su reciente victoria, no estaba dispuesto a desperdiciar la oportunidad, y conociendo mejor el terreno, salió en su persecución, dándoles alcance en el valle de Valdemora, situado a unos 30 km al noreste de Benavente. No se conoce si se dirigían a Benavente o hacia Medina de Rioseco.

No se dispone de detalles de la batalla, pero aunque Al-Walid y el príncipe 1ograron escapar de la muerte en el combate, no consiguieron evitar el desastre de su ejército.

No mejor suerte le cupo al tercer esfuerzo islamita, el que progresaba por el oeste peninsular. Al Warraq ben Malik, devastó inicialmente la comarca lusitana, pero al poner sitio a Coimbra, se encontró con la decidida defensa que le opuso el conde gallego Hermenegildo, por lo que tubo de levantar el cerco de la plaza después de sufrir sensibles pérdidas.
Vikingos en la península Ibérica
Primera invasión (844)

El 1 de agosto del año 844 cuentan las crónicas que se avistaron por primera vez las temibles naves vikingas asomando por el litoral del Cantábrico. Seguramente formaban parte de la escuadra que venía de saquear algunas poblaciones francesas, aunque no desembarcaron salvo para obtener agua.

Estos normandos fueron bordeando la costa y llegaron hasta Galicia. Al avistar el faro de la Torre de Hércules (Farum Brigantium) pensaron que probablemente habría una importante población acompañando a aquel impresionante monumento y se decidieron a desembarcar. Sin embargo no encontraron más que pequeñas aldeas como la pequeña población de Clunia, que dejó de existir ese mismo día. Desde ese punto los vikingos saquearon toda la zona de alrededor y continuaron hasta adentrarse en la provincia de Lugo, desgraciadamente para ellos se toparon con un ejército formado por las huestes de Ramiro I de Asturias y de algunos señores locales que se atrevieron a plantarles cara pues ya estaban avisados de esta presencia y llevaban tiempo observando los movimientos de los escandinavos. Empujaron a los vikingos hasta la ribera del Miño y les obligaron a librar combate en un lugar llamado hoy Camporramiro.

La «Cronica General de España» de Rodrigo de Toledo y Lucas de Tuy afirma: «Y así ocurrió allí que el rey don Ramiro los venció y desbarató, y luego mandó poner fuego a la flota y les quemó LXX naves«.

Los nórdicos abandonaron Galicia, pero sus fuerzas, aunque mermadas, seguían siendo una gran fuerza. Les quedaban entre 80 y 100 embarcaciones y una fuerza de unos 1.800 guerreros, llegaron el 17 de septiembre al puerto de Lisboa, ciudad que atacaron, sin éxito, durante varios días. Mientras tanto estuvieron arrasando los alrededores de la ciudad intentando hallar el modo de entrar y saquearla. Pero las murallas eran fuertes y los vikingos carecían de máquinas de asalto: «En el año 230, los madjus (nombre con el que los árabes le designaron) que habitaban en las tierras más lejanas de Al-Andalus invadieron las tierras de los musulmanes, presentándose ya en el mes de Du-l-higga del año 229 ( 20 de agosto – 17 septiembre del 844 ) ante Usbuna ( Lisboa ) quedándose allí durante trece días«.

Los vikingos embarcaron de nuevo y se dirigieron hacia el sur de la península Ibérica, alcanzan Cádiz y la toman (Qabpil, la Isla Menor, en Cádiz, ), después navegan por el Gualdaquivir para dirigirse después tierra adentro hasta Medina Sidonia, remontando el río hasta Sevilla.

Llegaron a Sevilla el 25 de septiembre y esta vez sí tuvieron éxito, lograron tomar la ciudad sin apenas resistencia (aunque la alcazaba nunca llegó a rendirse) y desde allí comenzaron sus incursiones tierra adentro a lomos de los caballos que robaron. El botín conseguido fue cuantioso.

El emir Abderramán II, organizó rápidamente un ejército en Córdoba con el fin de expulsar a los intrusos, estaba estupefacto frente a unos guerreros que en cuestión de días habían saqueado tres ciudades de su territorio y que se desplazaban a una velocidad impensable, logró reunir un importante ejército y decidió tender una emboscada a los vikingos al sur de Sevilla, en un lugar llamado «Quintos de Muafar».

Al amanecer, cuando las tropas vikingas salían de Sevilla en dirección a Morón, las tropas musulmanas esperaron a la señal convenida para abalanzarse en masa hacia los invasores degollando a muchos de ellos y logrando entrar en Sevilla para liberarla de nuevo. Varios destacamentos vikingos se habían dispersado aguas arriba para saquear, y los que lograron escapar con vida de Sevilla decidieron regresar a sus naves y seguir remontando el Guadalquivir con la esperanza de encontrar parte de las tropas que se habían dirigido hacia Córdoba, finalmente lograron reunirse de nuevo y regresar río abajo, hostigados permanentemente desde ambas orillas por los musulmanes.

Una vez dejaron atrás Sevilla, parlamentaron con los musulmanes y aceptaron devolver todos los prisioneros que habían hecho a cambio de ropa y víveres que les permitiera continuar su viaje. También pidieron que el califa de Córdoba enviara un emisario como embajador suyo a su rey.
Sin embargo cerca de la actual Tablada, el 11 de noviembre, fueron finalmente alcanzados por el grueso del ejército musulmán, la batalla fue cruenta y murieron muchos hombres, se habla de más de 500 hombres y cuatro barcos. El castigo para los apresados fue ejemplar y muchos acabaron colgados de las palmeras de Tablada.

Pero no todos cayeron, los que lograron escapar del degüello lograron desquitarse asaltando la ciudad de Niebla y saqueándola antes de volver al Atlántico. Así concluyó la primera de las incursiones vikingas en la Península, pero no olvidaron a aquellos «blamenn» (hombres negros), como ellos llamaban a los sarracenos pues hablarían de todas las riquezas que habían visto, lo que daría pie a futuras expediciones.
Segunda invasión vikinga (856)

En el año 858, de nuevo otra armada vikinga capitaneada por Hasting y por Bjor Jernside (Costado de Hierro) hijo de Ragnar Lodbrok, atacaron las costas de Francia y posteriormente se dirigieron a la Península. La expedición vikinga que salió de su base del río Loira con 62 naves.

Esta vez fueron directamente a Faro Brigantino con la idea principal de saquear Santiago de Compostela, cuyo renombre ya se había extendido por la Europa cristiana. Utilizaron la Ría de Arosa para penetrar con sus rapidísimas drakkars, saquearon Iria Flavia (Padrón) y llegaron a Santiago, pero se encontraron con una fuerte defensa por parte de sus habitantes durante dos semanas. Finalmente ante el empuje invasor, se decidió el pago del «danegeld» para evitar el saqueo.

A pesar de todo los vikingos no se dieron por satisfechos e intentaron el asalto a la ciudad. La providencia quiso sin embargo que apareciera el conde Don Pedro de Pravia al mando del ejército que el rey Ordoño I ( hijo de Ramiro I ) había logrado reunir para repeler la invasión. Tras un duro combate los vikingos fueron derrotados y obligados a embarcar. «En aquel tiempo los normandos vinieron de nuevo a las costas de Galicia, donde fueron derrotados por el conde Pedro«.

La expedición continuó a pesar de la derrota, bordearon la Península hacia el sur saquearon la ciudad de Algeciras; los invasores penetraron en la ciudad con la intención de capturar botín obligando a los habitantes a escapar a las colinas próximas a la ciudad. Entre los estragos que los asaltantes cometieron destaca el incendio de la mezquita llamada «Alhadra»; ante la visión del edificio principal de la ciudad ardiendo, los algecireños montaron en ira y expulsaron a los normandos de la villa. En la refriega capturaron dos de los drakkars con cuyas maderas construyeron las puertas y las vigas de una nueva mezquita.

Continuaron por el río Guadalquivir, como en la primera expedición, para alcanzar de nuevo Sevilla, pero esta vez la ciudad ya estaba prevenida y los emisarios habían puesto en alerta al ejército. Se dispuso una flota para repeler el ataque. Finalmente ambas escuadras se encontraron en algún punto del río Guadalquivir y se produjo una batalla naval que terminó con la pérdida de algunas naves vikingas y su retirada hacia la desembocadura.

Se adentraron entonces en el Mediterráneo y lograron saquear algunas ciudades del norte de Africa donde parece que hicieron prisioneros que en meses posteriores llevarían, junto con el resto de productos exóticos, hasta Irlanda donde comerciaron con ellos, llamándolos «hombres azules». Posiblemente sea la primera mención de esclavos negros o tuaregs en esta lejana zona de Europa.

Continuaron su ruta y sus ataques a lo largo de la costa, así saquearon la ciudad de Uriwala (Orihuela ) y todo su territorio de alrededor. Menorca, Mallorca, Ibiza y Formentera fueron también víctimas de sus saqueos. Se dirigieron a Cataluña donde saquearon un par de monasterios cercanos al río Ter y llegaron hasta la zona del Rosellón, ya en territorio franco, se harían fuertes en una isla en medio del río Ródano, en una zona llamada «La Camarga» y decidieron allí pasar el invierno y preparar las futuras correrías.Al llegar la primavera, se hicieron de nuevo a la mar bordeando la costa italiana, saquearon Génova y la ciudad de Luna unos 200 kilómetros al norte de Roma. Para regresar a sus tierras del norte de Europa, pasaron de nuevo por las costas españolas y realizaron una intrépida excursión pues remontaron nada más y nada menos que el río Ebro, el Aragón y el Arga y llegaron hasta Pamplona (otras teorías hablan de que quizás llegaron desde el golfo de Vizcaya a través de la ría de Mundaka) pero lo cierto es que los barcos vikingos atracaron al pie de Pamplona y asaltaron la ciudad con tal fiereza que lograron tomar como rehén al mismísimo rey García Iñiguez, que tras arduas negociaciones, el soberano sería liberado y sus hijos tomados como rehénes mientras él intentaba reunir la suma de 70.000 dinares como rescate.

Las murallas de Pamplona serían reforzadas y desde Tudela hasta la capital se implementarían en la ribera una docena de puestos de vigía.

La Cúpula de la Roca


Existen algunos lugares que desde tiempos remotos han sido considerados por los pueblos que los han habitado como territorios especiales que destacan por su carácter sagrado. Así, los antiguos griegos pensaban que el santuario del dios Apolo en Delfos era el ombligo de la Tierra; en este lugar, que tenía un significado religioso muy intenso, se producía una apertura hacia el mundo divino. Los distintos lugares que el hombre ha considerado desde siempre como ombligos son espacios que sobresalen por su especial santidad. En ellos nacerá un eje cósmico que tendría conexión con el Cielo y con el mundo inferior.
En la cultura islámica ese eje celeste se situará en La Meca; para los judíos y los cristianos el espacio sagrado dotado de especiales caracteres de santidad sería Jerusalén y, más en concreto, el solar que en su momento alberga el Templo que Salomón levanta para custodiar el Arca de la Alianza. La confirmación de que Jerusalén es un ombligo del mundo reposara en el hecho de que el día del solsticio de verano la luz solar cae sobre ella, desde el cielo, de manera totalmente perpendicular.
Ya comentamos antes que el Templo de Salomón reproducía un modelo celestial que el Supremo había revelado al hombre; para las tradiciones judías antiguas la roca en la que el Templo se asentaba servía para sellar la boca del Tehom, que sería el caos acuático que existía antes de la creación del mundo.
La Roca del Templo de Salomón cerraba el paso a un mundo subterráneo, a un mundo de muerte. En palabras del rabino Ben Gorian la Roca sería la base de la Tierra, el ombligo del mundo, porque precisamente a partir de ella Dios habría hecho que se desplegase la Tierra entera. Según estas tradiciones la creación del mundo se habría producido a partir de un embrio que materialmente se identifica con la Roca del Templo.
No es así extraño que sobre este lugar tan especialmente sagrado Yave ordenara que se levantara una construcción que imitase el orden celeste, es decir, que reprodujera el modelo supremo del paraíso. En este espacio tan especialmente sagrado para judíos y cristianos, entre los años 687 y 692, el califa omeya Abd al-Malik ordeno levantar un santuario en el que desde entonces habría de brillar toda la espiritualidad del Islam.
Se trata de la Cúpula de la Roca, edificio dotado de un claro simbolismo ascensional que habría de tener una poderosa influencia en la arquitectura cristiana medieval una vez que fue conocido y divulgado en los tiempos de las Cruzadas.
La Cúpula de la Roca es un monumento que por sus características arquitectónicas no admite comparación con la arquitectura islámica del momento.
Es un edificio dotado de atributos simbólicos que desea rememorar el viaje a los cielos del Profeta y que al mismo tiempo afirma la superioridad y el triunfo del Islam en la ciudad santa de judíos y cristianos. Con este santuario el ancestral simbolismo de la antigua Roca se adaptaba a la nueva fe y es que, en palabras de Henri Stierlin: "la Cúpula de la Roca evoca el primer Santo Sepulcro de Jerusalén (335), del que no está lejos.
Existe una analogía intencionada entre estos dos edificios: tanto el uno como el otro obedecen a una planta central con doble deambulatorio, dominada por una cúpula que mide, tanto aquí¬ como allᬠ20,40 metros de diámetro interno. Ambos albergan una roca sagrada bajo la cual se abre una gruta. Tanto en la una como en la otra, se observa la marca de un pie, el de Jesús que resucita y el del enviado de Ala durante su elevación a los cielos.
Esta convergencia de formas y de funciones no puede ser casual. Se basa en una clara voluntad por parte del califa Abd al-Malik de asumir la sucesión de la religión cristiana en los lugares santificados por Abrahin". El doble deambulatorio de la Cúpula de la Roca gira en torno a la Roca sagrada de lo que fue antiguo Templo de Salomón.
La Cúpula de la Roca, primera construcción religiosa que el Islam nos ha transmitido, condensa en su estructura los conocimientos esotéricos y matemáticos del mundo antiguo. Números y cuerpos geométricos (octágonos, círculos, ...) eran para la filosofía griega, sobre todo para pitagóricos y platónicos, representaciones simbólicas del mundo ideal. La arquitectura no era sino un microcosmos que intentaba reproducir el macrocosmos celeste.
Sostiene Juan G. Atienza, estudioso de la arquitectura y el simbolismo de la Orden del Temple, que la Cúpula de la Roca es realmente una construcción insólita en el mundo musulmán y en ella, posiblemente, se recoge la misma intención iniciática que se detecta en los antiguos templos mistéricos griegos.
A lo largo de la historia del mundo antiguo se aprecia la existencia de una corriente espiritual simbólica en la que habría que insertar, como culminación, a la Roca islámica, que no dejaría de ser sino un valioso legado del mundo antiguo al Islam. Nuevamente en palabras de Henri Stierlin: "En la Cúpula de la Roca, la simbología reside en el paso del cuadrado al círculo, es decir, de la tierra al cielo, mediante el octágono: estamos ante una especie de mándala.
El peregrino hace aquí la experiencia, mediante la circunvalación, de la cuadratura del círculo, de la unión del cuerpo y del alma".

 

miércoles, 16 de febrero de 2022

La Regla


A los caballeros templarios les estaba prohibido tener la Regla y los Retraits, es decir, los estatutos jerárquicos, añadidos en el transcurso del siglo XIII, donde se establecieron los derechos y los deberes de todo el personal de la Orden del Temple.

La explicación de esta prohibición resulta de lo más curiosa. … “Y era porque los escuderos los hallaron una vez y los leyeron, descubriendo así nuestras normas a las gentes del siglo, lo cual puede ser perjudicial para nuestra religión. Y para que tal cosa no pueda suceder, el convento estableció que ningún hermano los tendría si no fuera bailío o el que pudiera tenerlo a causa de su oficio” …

Todo fue por las indiscreciones de los escuderos, al crearse un misterio donde no había ninguno. Lo mismo que con los capítulos, que no eran ni mas ni menos que consejos disciplinarios.

martes, 8 de febrero de 2022

San Juan de la Peña, en busca del Santo Grial.


El Cáliz sagrado, que fue identificado durante años como el Santo Grial, y del que hoy día el Monasterio Viejo guarda una réplica, ya que el original se encuentra en la catedral de Valencia.
Hay muchas contradicciones en el itinerario seguido por esta reliquia desde Jerusalén, aunque casi todas las fuentes coinciden en señalar a San Lorenzo como el que escondió la pieza, a instancias del Papa Sixto II, y se las arregló para que llegase a su Huesca natal, lo que provocó su martirio y que terminase sus días sobre una parrilla. Era un momento de persecución de los cristianos y Lorenzo custodiaba los bienes eclesiásticos en Roma, incluido el cáliz llegado desde Jerusalén, y donde debía ser utilizado en la liturgia por el papado.
No podemos encontrar documentación de la época ya que es la tradición oral la que da lugar a los textos sobre el santo, que siglo y medio después de su muerte, recogerá San Agustín. En cualquier caso lo que si deja huella escrita es la donación que de la pieza hacen los monjes del monasterio de San Juan de la Peña al rey Martín I de Aragón, llamado el Humano, en 1399. La llegada del la pieza a Zaragoza, se recoge en un acto celebrado en el Palacio de la Aljafería donde se menciona de nuevo al bienaventurado Lorenzo que envió el cáliz al reino de Aragón.

 

Omnibus una


OMNIBUS UNA ("Una para todos")
Continet hic loculus Rege, peditesque. Quid ergo
Sceptro nullus honor? Ludus at ille fuit
"Este saquillo contiene rey y peones. ¿Entonces no se da privilegio al cetro? Fue solo un juego"
Juan de Horozco y Covarrubias, Sacra symbola, 1601

Elegidos por todos


La Orden Templaría era la principal fuerza elegida por la cristiandad, para actuar como su espada santa ante las fuerzas del mal.Luchaban para eliminar la oscuridad del mundo, para derrotar a los enemigos de la iglesia de Cristo y para traer la paz al pueblo del Señor, eran hombres sin temor a la muerte, de ahí la bravura y el ímpetu combativo hasta el final, por eso prevalecían con diferencia de otros guerreros en la batalla.
La temible bravura y su fe inquebrantable, eran compañeros inseparables en el combate.Prueba de ello se debía a esta oración qué era el prólogo de cada batalla.Está plegaria exclusiva de los Templarios, ejercía una influencia de fe, poder y moral en el caballero.Fue rescatada de textos antiguos.
Recitando estas palabras, el Señor enviaría a sus ángeles para ser los guardianes y guardaespaldas del caballero, brindándole así la protección divina.
 
Oración.
Dios, mi señor, consigue con mi espada,
que aquellos que te buscan te encuentren.
Dame fuerza para los desalentados,
dame esperanza para los oprimidos,
dame misericordia para los arrepentidos,
sobre todo da tormento para los perversos
y ante todo da justicia a los excluidos.
Amén.
Non Nobis Domine,Non Nobis,Sed Nomine Tuo Da Gloriam

 

Tomár: El último refugio Templario


Cuando el viernes 13 de octubre del 1307, el rey francés Philippe IV -Le Bel- (Felipe IV el Hermoso), decide asestar el golpe definitivo a la Orden del Temple -La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo (Pauperes commilitones Christi Templique Solomonici)-, comúnmente conocida como los Caballeros Templarios, poco podía imaginarse que, sus oscuras intenciones, eran de sobras conocidas por los grandes maestres de la Orden, ya que no en vano, los servicios secretos de los caballeros templarios, hacía días que habían interceptado las órdenes dadas por el rey francés, en las que se indicaban expresamente el día 13 de octubre de 1307 como la fecha en que debería actuarse conjuntamente en toda Francia, arrestando a los maestres y caballeros de la Orden.

A nadie se le escapaba que el rey francés no podía hacer frente a la inmensa deuda contraída con la Orden de los caballeros templarios -sobre todo, a raíz del rescate que tuvo que satisfacer su abuelo, el rey Luis IX (San Luis), a las huestes sarracenas, tras ser hecho prisionero en Egipto durante la sexta cruzada- a quienes les solicitó financiar íntegramente el pago del rescate, con cargo a las arcas de la Orden templaria.

El jueves 12 de octubre -un día antes del arresto del Gran Maestre-, Jacques De Molay, asiste al funeral de la cuñada del rey Felipe IV, Catherine de Coourtenay, formando parte de la comitiva que transportaría el féretro de quien fuese la esposa de Carlos de Valois. Tras sendos y efusivos saludos, entre el astuto y codicioso rey francés y el Gran Maestre de la Orden templaria, nadie ajeno a las oscuras maniobras del monarca, podría sospechar cuales eran los planes inmediatos de Felipe IV.

Pero la sorpresa estaba aún por llegar… cuando en la mañana del viernes 13 de octubre, Jacques De Molay, junto a otros tres maestres más de la Orden, fueron arrestados por los soldados del rey, acusados de herejía, haciendo caso omiso a las indicaciones del Papa Clemente V -un títere impuesto por el mismo rey Felipe IV- quien había sido encumbrado al trono de San Pedro por medio de las maléficas artes del monarca francés, tras la más que extraña y súbita muerte del Sumo Pontifice antecesor, el Papa Bonifacio VIII.

Clemente V, -Papa francés de nombre Bernat de Got y anterior arzobispo de Burdeos- había dado instrucciones expresas a Felipe IV de no efectuar acción alguna contra los caballeros templarios, mientras él mismo no se encontrara en condiciones de hacerlo, debido sobre todo, al cáncer de píloro que le afectaba. Pero esta situación de enfermedad del Papa, le era muy propicia al rey francés, ya que podría juzgar directamente de herejía a los caballeros templarios, sin necesidad de esperar el beneplácito de Clemente V, quien por otro lado, nunca se opuso abiertamente a la detención de los maestres de la Orden, a pesar de que éstos dependiesen directa y jerárquicamente del propio Papa.

El Gran Maestre de la Orden, Jacques De Molay, junto con otros caballeros y maestres más, permanecieron encarcelados durante siete años, siendo objeto de todo tipo de acusaciones y torturas, con el único fin de que confesasen su culpabilidad como herejes.

El 18 de marzo del 1314, tras proclamar públicamente la inocencia de la Orden del Temple, así como haber sido sometido a torturas para sonsacarle la confesión que deseaban los esbirros reales. Jacques De Molay sería quemado vivo en la hoguera junto al Maestre de Normandía, Geoffroy de Carney, en un islote existente en el río Sena, situado entre los jardines del monarca y la iglesia de San Agustín. Se dice que el rey mandó quemarlos con troncos de madera que aún estuviesen verdes, con el propósito de hacerles sufrir más, al tardar más tiempo en morir quemados. Otra leyenda o profecía que no ha podido ser confirmada, si bien se cumplió exactamente tal como es contada, dice que, antes de morir, el Gran Maestre Jacques De Molay, maldijo al rey Felipe y al Papa Clemente -responsables de la eliminación de la Orden del Temple- a presentarse ante Dios para ser juzgados en el plazo de menos de 40 días para el caso del Papa Clemente V y de menos de un año para el rey Felipe IV.

Fuese verdadera o no dicha maldición, lo cierto es que el Papa Clemente V moriría en la noche del 19 de abril del 1314 (32 días después), a causa de unas terribles diarreas, posiblemente como consecuencia del cáncer de píloro que padecía. Por si esto fuera poco, durante el velatorio del cadáver, y debido al fuerte olor nauseabundo que despedía, éste fue abandonado por sus sirvientes, dejándolo solo y completamente desnudo durante toda la noche, sin poder evitar que una vela cayese sobre el catafalco, provocando la casi total calcinación del cadáver.

Al rey Felipe IV el hermoso, la maldición tampoco iba a pasarle de largo. Efectivamente, tal como había profetizado Jacques De Molay, el 29 de septiembre de 1314 (195 días después), y como consecuencia de un fuerte golpe recibido en la cabeza, con la rama de un árbol que le hizo caer de su caballo mientras cazaba en los bosques de Fontainebleau, moriría a causa de las graves heridas sufridas, las cuales le causarían gran dolor hasta el último momento de su óbito. El fuerte y nauseabundo olor que desprendían sus llagas, impedían que fuera posible acercarse hasta su lecho de muerte, sin sentir repugnancia.


Pero con la disolución de la Orden del Temple, llevaba a cabo por el Papa Clemente V a través de un decreto apostólico, mediante la bula Vox Clamantis, del 22 de marzo de 1312, no se iba a acabar con la Orden de los caballeros templarios.

Es precisamente en Portugal, y en concreto en el pueblecito de Tomar, donde los caballeros templarios iban a obtener el último de sus refugios. Pero antes de pasar a tratar el asunto de Tomar, cabe destacar la existencia de un documento que ha permanecido oculto a ojos profanos del Vaticano durante casi 700 años. Nos estamos refiriendo al Pergamino de Chinon.

El Pergamino de Chinon fue manuscrito por el mismísimo Clemente V, durante el periodo que va desde el 17 al 20 de Agosto del 1308. En dicho pergamino, se puede leer como el Papa Clemente V absuelve de todos los cargos al gran Maestre de la Orden del Temple Jacques De Molay, así como a otros miembros de la Orden, indicando que los líderes templarios deben ser reintegrados a la comunión (ya que fueron excomulgados) y a poder recibir los sacramentos.

Quedaba claro pues, que la disolución de la Orden del Temple obedecía únicamente a los intereses del monarca francés, obsesionado por apropiarse de todos los bienes de la Orden, así como cancelar la deuda pendiente con la misma, acogiéndose a una corrupta ley que le permitiría cancelar las deudas contraídas con todos aquellos que fuesen declarados herejes (en este caso cancelando la inmensa deuda contraída con la Orden del Temple). Obligando a actuar al Papa Clemente V como la marioneta que siempre demostró ser en sus manos.

Como era de esperar, tras los correspondientes interrogatorios por parte de la Santa Inquisición, gran parte de los caballeros templarios mueren durante las torturas sufridas en los interrogatorios, y los que consiguen sobrevivir, lo hacen gracias a delatarse mutuamente como integrantes de la Orden, e inculparse de los hechos que los inquisidores les imputan so pena de morir en la tortura.


Tal como ya se mencionó anteriormente, los caballeros templarios que consiguen escapar de la Santa Inquisición y del acoso del rey francés, lo hacen integrándose en otras órdenes de otros países como España, Finlandia o Portugal. En España, pasarían a formar parte de la nueva Orden de Montesa, creada a tal efecto por el rey Jaume II de la Corona de Aragón. En Finlandia, pasarían a llamarse Orden de San Andrés y en Portugal vendrían a reconvertirse en La Orden de Cristo.

Es en Portugal, y en concreto en el municipio de Tomar (la ciudad templaria por excelencia), atravesada por el río Nabäo, y situada en el centro del país luso, a unos 100 kms. al noreste de Lisboa, y a otros 100 kms. de la frontera con España, donde los caballeros templarios van a obtener una importancia capital. Desde el año de 1159, la ciudad de Tomar pasó a formar parte de los bienes de la Orden del Temple, gracias a la cesión que hizo del lugar a dicha orden el rey luso Alfonso I.

Fue entonces cuando el monarca cede el castillo de Ceres a la Orden. En el 1160, el Gran Maestre de la Orden; Gualdim Pais, ordena construir el castillo de Tomar, lugar emblemático que posteriormente va a adquirir una capital importancia, así como la parte del convento conocido como «La Charola», una especie de templo circular, cuyo estilo es influenciado por los modelos religiosos y arquitectónicos de Jerusalén en la época de las cruzadas, imitando especialmente al Templo de la Roca de la Ciudad Santa.

Cuando en 1312 la Orden del Temple es suprimida y posteriormente en el 1314, el Gran Maestre Jacques de Molay es ejecutado a morir quemado vivo en la hoguera, en Portugal, el rey Don Dinis, procede a reconvertir la Orden del temple en la Orden de Cristo. Concretamente en Tomar, se llevaría a cabo una de las mayores y más espectaculares construcciones templarias, así como las transformaciones posteriores que fueron realizándose, y que abarcarían el espacio de tiempo que va desde principios del siglo XII hasta finales del siglo XVII.

Si bien con posterioridad, durante el siglo XIX, sufriría cambios importantes, -sobre todo- como consecuencia de la extinción de las órdenes religiosas. Nos referimos al convento-fortaleza del Santo Cristo, actualmente declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1983.

Este nuevo convento del Santo Cristo, no iba a tratarse de un templo más de factura templaria, así como sus actividades tampoco estarían completamente dedicadas a la contemplación. Fue a través del convento-fortaleza de Cristo que se iniciaron las mayores expediciones al nuevo continente, es decir, a América. Prueba de todo ello fueron las cruces de cristo con que adornaron las velas de las tres carabelas que llevó Colón hasta América. Nada era casual.

La visita al convento-fortaleza del Santo Cristo resultaba pues imprescindible para mis investigaciones, y así, decidí adentrarme en sus más recónditas dependencias y en sus recovecos pasadizos «secretos». La mala fortuna, o quizás la intencionada situación en la que se encontraban algunas de las dependencias que mayor interés me ofrecían, permanecían cerradas al público y en algunos casos, incluso de encontraban inundadas de agua, lo que hacia imposible su acceso.

No obstante, pude conseguir hacer algunas fotografías del interior de dichas estancias que se encontraban completamente inundadas y en total oscuridad, y que con toda probabilidad, ocultaban e impedían el acceso a otras dependencias cuyo contenido podría resultar embarazoso de explicar.

Durante los siglos que van del XIII al XVI iba a construirse en Tomar, sino la más importante de las iglesias templarias del lugar, si la que sería la matriz de todas las iglesias de la época del descubrimiento, siendo considerada como «nullius diócesis», es decir, con jurisdicción propia e independiente; que no pertenecería a diócesis alguna. Esta iglesia no sería otra que la «Igreja de Santa María do Olival» (Santa María del Olivar) donde las evidencias encontradas, iban a proporcionar una información muy valiosa sobre las creencias y doctrina de los caballeros templarios.

Es así como al penetrar en dicha iglesia, lo primero que me asaltó mi curiosidad fue el observar como la entrada a la misma se encontraba por debajo del nivel del suelo: en concreto había que descender ocho (8) escalones. Algo totalmente inusual para un templo cristiano.

Pero el número 8 (ocho) no iba a encontrarse únicamente en los escalones de acceso a la iglesia, sino que aparecería en las ocho columnas octogonales que contiene la nave central del templo.

Por si esto fuera poco, el número 8, aparecía en varias losas o lápidas existentes en el suelo de la iglesia, pero en esta ocasión en sentido transversal, es decir, conformando el símbolo del infinito.

Como es lógico adivinar, el número 8 tenía mucho que ver en las creencias o doctrinas de los caballeros templarios, pero esto no terminaba aquí. Al observar con atención las diferentes figuras que aparecían en el templo, mi sorpresa se fue agrandando.

En primer lugar, no podía pasar desapercibida la estrella de Salomón (de cinco puntas) que aparece encima del altar mayor, la misma forma elegida por Leonardo Da Vinci para dibujar al famoso hombre de Vitruvio. ¿Una extraña casualidad, o simbolizaba algo mucho más esotérico?

Como era de imaginar, nada obedecía a la casualidad y así, al conversar con el encargado de la vigilancia y custodia del lugar (Sr. Antonio Rebelo), éste me indicaría otras tantas evidencias y extrañas causalidades existentes en aquel templo.

Así por ejemplo; me mostraría el cuadro titulado «de Pentecostés», en el que aparece el Espíritu Santo descendiendo sobre ¡dieciséis apóstoles! Mientras que aparecen 17 lenguas de fuego sobre las cabezas de cada uno de ellos.

¿Dónde está el apóstol número 17, acaso aún no ha nacido y se encuentra en el vientre de su madre? Así mismo, aparecen varias mujeres, entre las que cabe destacar la posiblemente preferencia de María Magdalena.

Pero si esto ya de por sí aparecía demasiado extraño, ahora resulta que los pies del apóstol representado en primer termino y que posiblemente sea representado como San Pedro, ¡solamente posee cuatro dedos en el pie, mientras que en la mano aparece tener seis dedos! ¿Qué está queriendo decir el autor del retablo?

Pero aunque todo esto ya de por sí suponga un extraño enigma, el misterio no ha hecho más que empezar… En una de las capillas adyacentes, podemos encontrar a una extraña figura: se trata de Santa Ana, (la madre de María, madre de Jesús), quien lleva en brazos a la Virgen María y ésta a su vez al niño Jesús ¿otra extraña incongruencia?

Pero sigamos con los misterios… en otra capilla anexa, encontramos una loseta o mosaico que a simple vista no parece ser más que un simple dibujo de adorno… pero al contemplar dicho mosaico a cierta distancia, aparece perfectamente dibujada la cruz templaria.

Por si las cosas no estuvieran ya lo suficientemente complicadas de comprender, nos encontramos con una serie de puertas paralelas o en serie, que comunican entre si a todas las capillas del mismo lado derecho del templo, pues bien, cuando el observador se coloca en un extremo de dichas puertas de acceso, lo que ve al final de las mismas es ¡el reflejo de su propia imagen! Como si se tratase de una especie de puerta adimensional.

¿Qué conocimientos nos están legando los caballeros templarios a través de estas evidencias? Ya para terminar, como no podía ser de otra manera, en la capilla donde se halla la tumba del Gran Maestre Gualdim Pais, nos encontramos con una esfinge de María Magdalena, en actitud de custodiar o velar por el descanso del Gran Maestre ¿Otra casualidad?

De sobras es conocida la advocación que sentían los caballeros templarios por la figura de María Magdalena, de hecho, en todos los templos y construcciones realizadas por el Temple, la figura de María Magdalena siempre ocupaba un lugar preferente. ¿Volvemos a creer en las casualidades?

Pero por si acaso se llegase a pensar que con los anteriormente dicho, se terminan los hechos enigmáticos existentes en la Iglesia de Santa María de Olivais, habrá que recordar que en un tiempo pasado, fue lugar de paso en el Camino de Santiago que va desde Portugal a Santiago de Compostela, tal como atestigua la concha o vieira de peregrino que aún se puede observar en el friso de la puerta del campanario.

Aunque si de hechos pasados enigmáticos se trata, tampoco deberemos pasar por alto la gran necrópolis que se acaba de descubrir, y que abarca el espacio que va desde el pórtico de la iglesia hasta la torre sineira (campanario) y que con más de mil esqueletos humanos, es una de las mayores necrópolis de toda la península Ibérica, siendo destinado dicho lugar a campo santo desde el siglo XIII al XVII.

Después de visitar la Iglesia de Santa María de Olivais y comprobar in situ todos los comentarios e informaciones que habían llamado mi atención, así como la inexcusable visita realizada al castillo-convento del Santo Cristo, tenía claro que aquel viaje hecho expresamente desde España hasta Tomar, bien había valido la pena.

Guerra Medieval: Batallas navales

Durante la Edad Media se desarrollaron una serie de batallas navales en el Mediterráneo, aunque con menos frecuencia que en épocas posteriores y que al inicio del periodo buscaban, principalmente, el abordaje de las embarcaciones enemigas.

En este sentido, la guerra medieval en el mar presentaba muchas similitudes con las desarrolladas en el periodo clásico, flotas de galeras, usualmente con esclavos en los remos), que buscaban chocar o acercarse a las embarcaciones enemigas para que los marineros pudiesen luchar en cubierta.

Debido a la vulnerabilidad de este tipo de embarcaciones y la gran dificultad que presentaba su uso en aguas diferentes al Mar Mediterráneo por ser más revueltos y con mucho más viento, comenzaron a surgir barcos más grandes, apoyados en su propulsión con velas.

Las embarcaciones continuaron evolucionando hasta parecerse a grandes fortificaciones flotantes, presentando torres tanto en su proa como en la popa, aunque les hacía inestables, aunque sus victorias contra las embarcaciones más ligeras les hicieron predominar en los siguientes siglos.

La flota bizantina

La flota bizantina era famosa por su enorme superioridad en las aguas del Mediterráneo, algo crucial en su desarrollo para poder defender su capital, Constantinopla, que tenía en ese momento el puerto más importante de Europa.

Sin embargo, en el año 655 sufrieron una importante derrota a manos de los árabes, aunque pudieron salvar Constantinopla utilizando un invento secreto que sólo poseían en Bizancio: el fuego griego.

El Fuego Griego

Hace un tiempo hablamos del fuego griego, una sustancia especialmente inflamable que, al entrar en contacto con el agua, ardía, provocando la destrucción inmediata de las embarcaciones que no tenían escapatoria al verse envuelta en llamas.

fuego griego

Su tripulación tampoco tenía escapatoria pues, según los relatos de la época, el fuego griego continuaba ardiendo bajo el agua, lo que hacía que nadie pudiese soportar un ataque de estas características.

Las embarcaciones vikingas

Los drakkar son las emblemáticas embarcaciones vikingas con las que asolaron Europa. Consistían en embarcaciones muy ligeras, largas y estrechas, y con remos que abarcaban casi todo el casco.

Si bien no eran embarcaciones poderosas, eran extremadamente maniobrables y con ellas podían acceder a sitios que con navíos más grandes no era posible, lo que les llevó a atacar poblaciones en los ríos Sena, Támesis o Tajo.

drakkar vikingo
Drakkar vikingo

El nacimiento de las potencias italianas

Cuando tanto los árabes como Constantinopla perdieron su hegemonía en el mar entrando en declive, las ciudades italianas de Venecia, Génova y Pisa comenzaron a formar diferentes redes comerciales a través del Mediterráneo, construyendo armadas tanto para protegerse como para convertirse en potencias.

En sus inicios, las armadas lucharon contra los árabes como en las batallas de Bari y Mesina, para luego defenderse de los Normandos que habían alcanzado Sicilia.

Finalmente, el enfrentamiento se dio entre ellos en siglos posteriores, siendo especialmente famosos los enfrentamientos entre Génova y Venecia quienes se enfrentaron en cuatro ocasiones, siendo Venecia la vencedora y quien se convertiría en potencia en los siguientes siglos.

Los cañones en las embarcaciones

En la Edad Media era muy difícil situar cañones a bordo, aunque en ocasiones se encontraba alguno en algunas de las torres de las embarcaciones más grandes.

Generalmente eran pequeños cañones antipersona, pues los mayores hacían que los barcos fuesen más inestables y tanto su velocidad como precisión de fuego les hacían poco útiles.

Hacia finales de la Edad Media esto cambió con la aparición de las puertas de armas situadas en las paredes laterales de las naves.

Esto permitió que se instalasen cañones justo encima de la línea de flotación, los cuales al estar situados más abajo, permitían una gran estabilidad del barco.

A su vez, el poder tener una línea completa de cañones reducía el problema de la precisión, siendo de mucha utilidad para las batallas navales que se producirían al final de este período.

El buque más importante de este estilo lo encontramos en el Mary Rose, de Enrique VIII, su buque insignia y que contaba con 30 armas en cada uno de sus lados, con una velocidad de disparo muy superior a lo que visto hasta ese entonces.

Este tipo de embarcaciones inspiró a la armada española, que diseñó un tipo de embarcación que marcaría toda la Época Moderna: el galeón.