domingo, 19 de febrero de 2023

Esbozo de la Orden del Santo Sepulcro




Se inicia gracias a la devoción que santa Elena, madre del emperador Constantino ‘El Magno’ e instaurador del cristianismo, tenía por los Santos Lugares. En el año 326 viajó a Jerusalén realizando excavaciones hasta encontrar el Gólgota y el Santo Sepulcro. En su lugar mandó levantar el templo de la Anástasis o Gloriosa Resurrección y encargó a un grupo de canónigos que realizaran los oficios religiosos en el mismo. Surgen así los primeros canónigos sepulcristas, encargados de acoger a los peregrinos que se dirigían a Jerusalén.

En el año 638, Jerusalén fue tomada, aunque se pudo continuar con el culto y las peregrinaciones. A principios del siglo XI, los turcos gobernaron Jerusalén, persiguiendo a los cristianos e impidiendo todo tipo de peregrinación. Solamente los ortodoxos fueron autorizados a permanecer en Jerusalén, pero sometidos a múltiples abusos. Ante esta amenaza, el emperador bizantino pidió ayuda al papa Urbano II y éste decidió convocar un concilio en Clermont Ferrand (1055), acudiendo gran número de caballeros, que, al grito «Deus lo Vult», decidieron tomar la cruz convirtiéndose así en la I Peregrinación Armada o Cruzada, y partir a Tierra Santa. Después de cuatro años de confrontación con los musulmanes consiguieron recuperar Jerusalén en el año 1099.


Tras la conquista de la Ciudad Santa, Godofredo de Bouillón restauró el culto, sustituyendo a los canónigos ortodoxos, al considerarlos cismáticos, por canónigos latinos. Encargó a un grupo de caballeros la protección del templo, surgiendo así los primeros caballeros sepulcristas, así llamados por haber sido investidos por el Patriarca Latino de Jerusalén ante el Santo Sepulcro y que constituían una guardia noble que velaba con sus armas noche y día. Protegían las murallas de Jerusalén y acompañaban a sus reyes en todas sus batallas, custodiando la Sagrada Cruz.

El rey Balduino I les da unos ‘Asisses’ o ‘Estatutos’. 

Surge así una orden caballeresca que reza y que combate. Dependen en lo militar del rey de Jerusalén, su gran maestre, con la obligación de mantener 500 guerreros en armas, y en lo religioso del patriarca latino de Jerusalén. Se extienden por Europa: España, Francia, Inglaterra, Alemania e Italia, en donde fundan grandes prioratos para captar ayudas y caballeros para Tierra Santa. Los reyes europeos reconocen su importancia y conceden su favor y ayuda a la Orden. Alfonso I de Aragón en su testamento (1131) deja sus reinos a las diferentes ordenes de caballería, entre ellos los caballeros sepulcristas.

En el año 1187 Saladino derrotó al ejército cristiano en Hattin y días después tomó Jerusalén, que ya nunca más volvería a ser recuperada. Los caballeros sepulcristas fueron los más afectados por la pérdida de Jerusalén, pues hubieron de abandonar la guardia que hacían del Santo Sepulcro, sin tener otra base a donde replegarse.

En el año 1229, los franciscanos logran permiso para entrar en Jerusalén y realizar el culto ante el Santo Sepulcro. Los ocupantes islámicos autorizan que se reanuden las peregrinaciones y los cruzamientos se realizarán por el Custodio franciscano, que inviste a los peregrinos nobles que llegan ante el Santo Sepulcro como nuevos caballeros sepulcristas. En el año 1281 se pierde San Juan de Acre, último bastión cristiano en Palestina, con lo que finaliza el Reino latino de Jerusalén y las órdenes militares se repliegan a Europa.

La Orden  se fragmenta y se repliega a Europa. Los caballeros, al regresar a sus lugares de origen, se encuentran dispersos y desorientados, sin un jefe que gobierne la orden; aunque formaban una gran confraternidad agrupada en siete lenguas, con sede cada una de ellas en un gran priorato, prácticamente autónomos unos de otros. De ellos había dos en España; el Gran Priorato de Calatayud, cuya influencia se extendía sobre toda la Corona aragonesa, y el Gran Priorato de Santa María de Palacio (Logroño), cuya influencia se extendía sobre los reinos de Castilla, Portugal y Navarra.

En 1489, Inocencio VIII anexiona nuestra Orden a la de San Juan de Jerusalén, mediante la Bula «Cum Solerti Meditatione», a fin de aunar esfuerzos y preparar una nueva cruzada, dirigida por el maestre de dicha orden, que no llegó a realizarse. Solo se libran de esta unión los caballeros aragoneses, gracias a el rey Fernando El Católico, que obtiene del papa Alejandro VI la liberación de los mismos, colocándolos bajo la protección del Soberano Pontífice y del rey de Aragón. Así, durante unos años, la Orden solo sobrevive en España, hasta que, en 1513, el papa León XIII anuló dicha bula, separando a los caballeros de los de Malta.

El papa León XIII anexionó a los caballeros sepulcristas a la Santa Sede, ratificando así su doble carácter de Orden ecuestre y pontificia. El Romano Pontífice se aseguró para él y sus sucesores el gran maestrazgo de la Orden. Facultó al Guardián del Santo Sepulcro para conferir en exclusiva la Orden a los caballeros, de noble linaje, que peregrinaran a Tierra Santa. Estos juraban lealtad al Papa si se declarara una nueva Cruzada. A lo largo de los siglos, se ha conservado el Libro de Oro de la Sagrada Orden Militar Jerosolimitana del Santo Sepulcro.  En este, y cronológicamente por mes y año, se recogen los nombres, condición y procedencia de los caballeros armados por los Guardianes del Santo Sepulcro, Custodios de Tierra Santa, de la Orden de Menores de San Francisco, desde el año 1561 a 1848.

Con el tiempo de los años, la Orden recuperó su esplendor y los monarcas europeos se disputaron su maestrazgo. Felipe II lo reclamó para sí en 1558, Luis XIV de Francia en 1700, Carlos IV y Napoleón en 1807 y Luis XVIII en 1818. Pero la Santa Sede no lo permitió, conservando de esa manera el título de orden pontificia.En el año 1847, se firma el concordato entre la Santa Sede y el Imperio Otomano, poniendo así fin a siglos de guerra.

El papa Pío IX restauró el Patriarcado Latino de Jerusalén, mediante el Breve ‘Nulla Celebrior’, nombrando un Patriarca para que residiera en Jerusalén y se ocupara de los católicos que residían en Palestina, Transjordania y Chipre (56.000 km2), en donde vivían unos 6.000 católicos de rito latino, más otros 1.000 católicos de rito oriental.

Con el restablecimiento del Patriarcado Latino de Jerusalén y la reorganización de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro, mediante las Letras Apostólicas «Cum multa» del papa Pío IX, de 22 de enero de 1868, el Patriarca se convirtió en el Gran Maestre de la Orden y esta pasó a tener un protector inmediato bajo la autoridad de la Santa Sede. Se reconocía expresamente la gran antigüedad de la Orden y se le encargaba proteger y sostener económicamente al Patriarcado Latino de Jerusalén.
Firmada la paz con el Imperio Otomano, tras siglos de enfrentamiento, ya no hacía falta pensar en nuevas cruzadas que realizar. 

La Orden debía extenderse no solo por Europa, sino por todo el mundo, permitiéndose que los nuevos cruzamientos pudieran celebrarse en los lugares de origen de los caballeros y que, en ellos, pudieran organizarse como antaño bajo la doble autoridad de un Lugarteniente y un Gran Prior.

En España, desde sus inicios en el siglo XII, la Orden siempre ha estado presente, incluso durante los azarosos tiempos en que por la bula de Inocencio VIII estuvo a punto de desaparecer. Caso único en todo el mundo. En el Libro de Oro de la Custodia Franciscana (XIV/XIX), aparecen inscritos como cruzados ante el Santo Sepulcro multitud de caballeros españoles.

En el año 1874, se reorganizó el Capítulo de Caballeros sepulcristas españoles, radicado en Madrid, y se crearon cuatro capítulos regionales:  Barcelona (1892), Manila (1894), La Habana (1894) y Valencia (1906). El 22 de diciembre de 1906, a petición de los Capítulos españoles, el rey Don Alfonso XIII, como rey de Jerusalén, se dignó aceptar el título de Gran Bailío Protector de la Orden en España. En tal concepto, presidiría los Capítulos que la Orden celebrara, delegando su representación cuando no pudiera hacerlo personalmente, como en otro tiempo lo hizo el gran monarca Felipe II. Al mismo tiempo, se modificaron los estatutos declarando «nobles» a los capítulos españoles. En dicha modificación, se reconoció que para ingresar era preciso presentar pruebas de nobleza de sangre, al modo de las órdenes militares españolas. Si bien hoy en día la Orden se encuentra establecida en numerosos países en los que no existe tradición nobiliaria alguna, la exigencia de nobleza se ha transformado en requerir la excelencia del candidato.

En 1878, el papa León XIII aprueba la decisión del Patriarca de aceptar a damas como miembros de la Orden. En 1907, el papa san Pío X se convirtió en Gran Maestre y el Patriarca Latino en Gran Pior. En 1928, este se convirtió en el Gran Maestre. En 1940, el papa Pío XII dio a la Orden un nuevo estatuto y nombró como protector a un cardenal. En 1949, el cardenal protector se convirtió en Gran Maestre y el Patriarca Latino en Gran Prior.

Hoy en día, La misión específica asignada a la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén por el Santo Padre Francisco, que sigue la senda de los papas san Pablo VI y san Juan Pablo II,  es mantener vivo, en el seno de la comunidad eclesial, el celo por la Tierra de Jesús y apoyar a la Iglesia Católica y la presencia cristiana en ella


 

viernes, 10 de febrero de 2023

La Cruz Teutónica





 Cruz negra o teutónica

La Orden Teutónica usó una cruz negra sobre fondo blanco que se estableció en el año 1190 como emblema para distinguir a los caballeros de la orden, que antes de esto portaban cruces de diversos colores. El significado de la cruz alude a la cruz de Cristo para demostrar que la orden servía a Jesucristo.

La cruz negra, también conocida como Cruz teutónica, siempre contó con el mismo esmalte (color) y fondo. Inicialmente consistía en una cruz plena, que llegaba a los bordes del escudo y con frecuencia se presentaba como una cruz estrecha, de menor grosor respecto al habitual de las cruces en los escudos. En alemán esta cruz era denominada Balkenkreuz (cruz de barras). Desde fechas tempranas, la cruz de la Orden Teutónica comenzó a ser representada con la forma de una cruz patada con los brazos de forma cóncava, habitualmente de mayor longitud el inferior y en ocasiones con bordes blancos (de plata en terminología heráldica).​ El gran maestre de la Orden utilizaba en su escudo una cruz negra que llegaba a los bordes del escudo y que se encontraba decorada en su interior con cuatro bastoncillos, uno por cada brazo, de oro y decorados en sus extremos. En la parte central de esta cruz, situada en un escusón de oro figuraba un águila exployada de color sable.

Hermann von Salza

 



Hermann von Salza (Langensalza, Turingia, c. 1179-20 de marzo de 1239) fue el cuarto gran maestre de la Orden Teutónica, desde 1209 hasta 1239, y uno de los más importantes e influyentes políticos de su época.

Nació en una familia ministerial en Langensalza, cerca de Eisenach, en la región alemana de Turingia, posiblemente alrededor de 1179. Se desconoce cuándo entró de la Orden Teutónica, pero sí se sabe que consiguió llegar a ser gran maestre de dicha orden en 1209. Estuvo dedicando gran parte de su tiempo en sus primeros años de Maestre en el mar Mediterráneo. Durante esta primera parte de su maestrazgo estuvo sirviendo en la Corona de Aragón y en Livonia. En 1211 Von Salza dirigió una expedición contra los cumanos a instancias del rey Andrés II de Hungría, pero los húngaros se quejaron de la presencia de la Orden Teutónica. Fue amigo y consejero del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Federico II Hohenstaufen, siendo incluso mediador en las negociaciones entre el emperador y el papa Honorio III, quien también reconoció las cualidades del maestre y de su orden, reforzando el estatus de esta.

Acompañó a Federico II a la Quinta Cruzada, luchando con bravura en la conquista de Damietta en 1219, hecho que le fue bien reconocido y condecorado por el que era regente de Jerusalén, Juan de Brienne. Hermann convenció a Federico para que dirigiera la Sexta Cruzada ante la llamada del nuevo papa Gregorio IX. Sin embargo, el emperador contrajo la malaria y se demoró en ir hacia Tierra Santa, hecho que enfureció al Papa y le hizo pensar que era una excusa para no cumplir el voto de cruzada y fue propuesto para ser excomulgado, hecho que confirmaría Inocencio IV en 1245. Una vez recuperado, Federico reanudó la marcha y fue hacia los Santos Lugares. Una vez allí, Hermann von Salza fue parcialmente responsable del matrimonio del emperador con la hija de Juan de Brienne, Yolanda, la que sería Isabel II de Jerusalén en 1225. Pero esta fallecería en 1228 dejando a Federico sin poder ninguno; solo tenía el derecho de proteger al heredero al trono, su hijo Conrado II Hohenstaufen. Federico llegó a reconquistar de nuevo Jerusalén para los cristianos mediante la vía diplomática con los jurazminíes,

 gobernadores musulmanes de los Santos Lugares. Las reuniones mantenidas para tal fin fueron realizadas por los negociadores de al-Kamil, Fakhr ad-Din y Salah ad-Din de Arbela y por los de Federico II, Von Salza, Guillermo de Éxeter y Pedro de Winchester. Sin embargo, la devolución de Jerusalén a manos cristianas no gustó al papa, y los Templarios y los Hospitalarios dejaron de prestar apoyo, tanto a Federico como a Von Salza. La entrada en la ciudad se celebró el 17 de marzo de 1229, con presencia de von Salza.

De retorno a Europa, Hermann fue el encargado de respaldar a Federico II, pese a que los nobles del imperio se le habían rebelado por la propuesta de excomunión. También luchó contra los paganos de Prusia a petición de Conrado I de Mazovia. Organizó las bases para la expansión germana por la Europa oriental organizando una larga campaña en 1230 para cristianizar las regiones del Báltico y formar un verdadero Estado feudal en Prusia gobernado por la Orden Teutónica, que subsistiría hasta el siglo xv.

Von Salza posteriormente visitó al papa y al emperador para llevar a la Orden nuevos privilegios y donaciones. Además los Hermanos Livonios de la Espada fueron incorporados a la Orden Teutónica en 1237. Siguió teniendo un papel destacado otra vez como mediador entre el papa Gregorio y Federico, pero esta negociación se rompió a la muerte de Von Salza.

Dentro de la Orden, sin embargo, los caballeros llegaron a estar insatisfechos ante la ausencia de su gran maestre, ya que este estaba más inmerso en la vida política. Fue reclamado por sus caballeros, pero ya se vio incapacitado para ser líder religioso y pronto se retiró a Salerno en 1238. Murió el 20 de marzo de 1239.